jueves, 27 de junio de 2024

 

ENIGMAS DE LA HISTORIA

 

San Lucas como pintor. Posible autorretrato

 

Francisco de Zurbarán (1598-1664) nació en Fuente de Cantos, Badajoz. Fue un pintor del Siglo de Oro español que destacó en la pintura religiosa, siguiendo las disposiciones de la Contrarreforma sobre el Arte. Contemporáneo de Alonso Cano y de Velázquez, su colorido es muy personal: rosas, malvas, verdes, y sobre todo un espléndido blanco. Resalta la humanidad de los santos y las escenas cotidianas con un aire real y espiritualizado, en un ambiente de mágico silencio.

 

Hijo de Luis de Zurbarán, comerciante vasco, y de Isabel Márquez. Discípulo del Divino Morales, en Sevilla pasó a otra escuela y en 1617 fundó su propio taller en Llerena, donde se casó y tuvo 3 hijos: María, Isabel Paula y Juan.

 

            En 1626 firma su primer contrato para una orden religiosa –el Convento de San Pablo el Real- para pintar veintiún cuadros, por un total de 4.000 reales. En 1627 alcanza su celebridad en Sevilla al pintar su impresionante crucificado.

 

 

En 1628 firma otro contrato para pintar 22 cuadros sobre la vida de San Pedro Nolasco en el Convento de la Merced, cobrando por ello 1.500 ducados, trasladándose a Sevilla que lo ha declarado “Hombre insigne”. Sobre este trabajo, Antonio Palomino dice:

“…es obra famosa, y a todas luces excelente, donde es una admiración, ver los hábitos de los Religiosos, que con ser todos blancos, se distinguen unos de otros, según el grado en que se hallan, con tan admirable propiedad, en trazos, color y hechura, que desmienten a el mismo natural, porque fue este artífice tan estudioso, que todos los paños, los hacía por maniquí, y las carnes por el natural, y así hizo cosas maravillosas, siguiendo por este medio, la Escuela de Caravagio”.

 

San Pedro Nolasco

 

            Los Mercedarios hacen un cuarto voto: “de redención o de sangre”, entregando su vida a cambio del rescate de los cautivos y cuando le encargan el lienzo de San Serapio, donde el pintor señala su aversión a mostrar detalles morbosos, lo hace por esta causa: esconde su cuerpo bajo un bellísimo hábito mercedario.

 

San Serapio

 

            Entre 1628-1629 pinta el conjunto de cuadros para el Colegio de San Buenaventura y el Cabildo Municipal de Sevilla muestra el deseo de que Zurbarán se establezca en esta ciudad. En 1629 recibe un encargo para el Convento de la Trinidad, nominándose a sí mismo “maestro pintor de la ciudad de Sevilla”.

 

            La “Década Prodigiosa” entre 1630 y 1640 se considera la etapa más rica y personal del pintor. En 1631, para el Colegio de Santo Tomás, pinta a Santo Tomás de Aquino, el lienzo de mayor tamaño entre todos los suyos –486 x 385 cm-.

 

Santo Tomás de Aquino

 

            En 1634 está en Madrid, donde pinta 10 cuadros de Los Trabajos de Hércules en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, y dos de la Defensa de Cádiz contra los ingleses.

 

            En su estancia en Madrid conoce a Velázquez y puede estudiar las obras de los pintores italianos y flamencos que había en la corte, lo cual suaviza el tenebrismo y caravagismo de sus inicios.

 

En 1636 es dotado con el título de “Pintor del Rey”, y vuelve a Llerena para pintar obras en la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, por valor de 3.150 ducados.

 

En 1637 pintó unos cuadros en la sacristía de la Iglesia de San Juan Bautista de Marchena. En el Convento de la Encarnación de Arcos de la Frontera, pintó seis cuadros en 1638.

 

Ese mismo año, su hija mayor, María, se casa con el valenciano José Gassó, y el 17 de julio Zurbarán recibió 914 reales por la decoración del navío «El Santo rey san Fernando», obsequio de la ciudad de Sevilla a Felipe IV para el Parque del Retiro.

 

En 1638-1639 contrata los trabajos para la Cartuja de Jerez de la Frontera. En 1639 le encargan una serie de cuadros para el Monasterio de Guadalupe. En 1641 su hijo Juan se casa en Sevilla con Mariana de Quadros.

 

La caída del conde-duque de Olivares –1643- y las adversidades militares, agravaron la decadencia de la monarquía hispánica, con negativos efectos en Sevilla, que contribuyeron a empeorar los de la gran peste de 1649 –en la que muere su hijo Juan, que prometía tanto como pintor-. A la consiguiente debacle económica, cabe añadir un cambio de gustos artísticos, a los que Zurbarán no supo adaptarse, siendo superado por nuevos artistas, especialmente Murillo y Herrera el Mozo.

 

Se conservan unos doscientos lienzos de este período, en general de mediano tamaño y de calidad muy desigual, si bien hay varias obras magníficas. De esta etapa aparecen temas tan curiosos como Jacob y sus doce hijos. Sólo al final de esta etapa contrata un conjunto monástico comparable a los de las fases anteriores: el del Monasterio de la Cartuja.

 

Muerta su segunda esposa, que no le dio descendencia, se casa con Leonor de Tordera, con quien tuvo seis hijos.

 

En 1644 concluyó el retablo de la capilla de los Remedios, de Zafra, y contrató dos cuadros para la cofradía del Rosario, de Carmona.

 

En 1652 ingresó en la Cofradía de la Santa Caridad. En 1655, el prior del Monasterio de la Cartuja le encargó tres grandes lienzos para la sacristía.

 

Zurbarán pintó seis Inmaculadas. La más conocida, la Inmaculada niña, del año 1656.

 

En las últimas Inmaculadas, Zurbarán concede poca relevancia a los símbolos de las letanías lauretanas –contrariamente a como hace Juan de Juanes en su célebre Purísima-, que suelen aparecer difuminadas entre las nubes o en el paisaje. En esta obra, prescinde de dichos atributos marianos, lo cual confirma una datación tardía.

 

La Virgen niña –sin los habituales símbolos de las letanías- forma una exquisita imagen de candor y sensibilidad, suficiente para expresar la idea eternamente presente en el pensamiento de Dios: «Fui formada en un pasado lejano, antes de que el mundo fuera creado» (Prov 8, 23).

 

La Virgen niña

 

La figura de la Inmaculada Concepción, en este lienzo, es la más infantil de todas las pintadas por Zurbarán sobre este tema. Representa a una niña de unos seis o siete años, que pudiera ser María Manuela –nacida en 1650-, hija de Zurbarán y de su tercera esposa. Está representada estática y recogida, ante un fondo de brillo solar, con los ojos alzados y las manos cruzadas sobre su pecho. Aparece suspendida entre una nube de angelitos dorados difuminados en el cielo, apoyada sobre una peana de cabecitas de ángeles sin alas, sobre una luna llena.

 

En 1658, Zurbarán viaja de nuevo a Madrid y testifica a favor de su amigo Diego Velázquez, en la investigación sobre éste para su admisión en la Orden de Santiago.

 

Las obras realizadas en esta época son relativamente pocas, pero abundan las que están firmadas. Zurbarán renovó tanto su repertorio como su técnica, ya que los antiguos clientes religiosos fueron sustituidos por particulares.

 

En 1600 existían en Sevilla dieciséis monasterios de hombres y veintiún conventos de monjas. Durante los veinticinco años siguientes se establecieron otras quince fundaciones. Estas entidades eran grandes comitentes de Arte: en la iglesia tenía que haber un retablo con escenas de la vida de Cristo y/o con imágenes del fundador de la orden. Felipe II animaba a que se pusiesen muchos cuadros e imágenes religiosas en las iglesias, ya que los protestantes no ponían ninguna.

 

Sevilla era «Puerto y Puerta de las Indias», era el gran puerto español para el comercio con los Reinos de Indias. Los galeones llegaban cargados de oro y zarpaban con productos españoles, entre ellos obras de arte, considerados meras mercancías. Quizás Zurbarán entró en contacto con el mercado americano –cerca de 1635- con el lienzo Pentecostés, destinado al Consulado de Cargadores a Indias, pero los primeros documentos conocidos al respecto son del 1638, mostrando que ya llevaba un tiempo negociando con América.

 

En 1647, el convento de la Encarnación de Lima, le encarga «diez escenas de la vida de la Virgen, más veinticuatro vírgenes de pie» y cuadros que allí habían de venderse.

 

Cena de Emaus

 

            En el Museo Nacional de San Carlos, en la Iglesia de San Agustín (Ciudad de México), se encuentra la Cena de Emaus, de alta calidad.

 

Otro ejemplo excepcional de su producción es la serie de Jacob y sus doce hijos, actualmente en el castillo de Auckland, que quizás no llegó a América a causa de un ataque pirata.

             Existen en la actualidad tres o cuatro conjuntos de estos cuadros en Sudamérica –en museos y otro en casa de un coleccionista-, pero de mala calidad, lo que hace pensar que miembros de su taller hicieron copias cuando los auténticos estaban todavía en Sevilla. El problema es que Zurbarán solo pintaba por encargo en la “Década Prodigiosa”.

 

 

YYYYY

 

 

            El castillo de Auckland es un palacio episcopal ubicado en Bishop Auckland, condado de Durham, Inglaterra.

 


 

Fue propiedad de la diócesis de Durham durante más de 800 años por los príncipes-obispos y la residencia oficial del obispo de Durham desde 1832 hasta julio de 2012. Está rodeado por un parque de 3,2 km² que antiguamente era utilizado por los obispos para actividades cinegéticas y actualmente está abierto al público.

 

En el interior del edificio pueden contemplarse, entre otras obras de arte, Las doce tribus de Israel o Jacob y sus hijos, del pintor español Francisco de Zurbarán, lienzos que se encuentran desde hace más de 250 años en el comedor principal, sala que fue diseñada específicamente para colocarlos. Zurbarán pintó estos cuadros en torno a 1640, con destino a América. Según algunas hipótesis, los barcos españoles que transportaban estas pinturas fueron atacados por navíos ingleses –corsarios- que obtuvieron de esta forma las obras. El Príncipe-Obispo Trevor las compró en 1756 a un rico comerciante judío llamado James Méndez –por su apellido, sefardí-, que las había obtenido en pública subasta. ¿A quién se las entregaron los corsarios y dónde habían estado escondidas durante un siglo? En el período 2001-2011 se debatió la venta de este grupo de cuadros, pero una donación de 15 millones de libras por parte de un empresario y filántropo, aseguró su continuidad en el castillo.

 

Jacob y las doce tribus, se expusieron en Madrid, en el Museo del Prado, del 16 de febrero al 30 de abril de 1995.

 

Jacob

 

  

      Rubén 



 Simeón

 

                                    Leví                                 



  Judá



          Dan    


            

   Neftalí


       Gad     

         


  Asher



                    Isacar                 

             


   Zabulón


 

                     José                 

                  


  Benjamín

 

A lo largo de los años, esta casa de campo fue sufriendo modificaciones y ampliaciones, con muros defensivos, un gran salón y capillas externas. Sin embargo, en 1646 casi todo el interior fue derruido. La propiedad fue adquirida por sir Arthur Hazelrigg, que demolió la construcción medieval para construir una gran mansión de estilo barroco.

 

Aunque no sería esta la última reforma que vivió el castillo de Auckland. A finales del siglo XVII, con la reinstauración de la monarquía británica tras la Primera Guerra Civil inglesa, el obispo John Cosin fue su nuevo dueño, demoliendo la mayor parte de la mansión de sir Hazelrigg y configurando el castillo que ha llegado a nuestros días.

 

En 1756, el obispo Richard Trevor adquirió el conjunto de pinturas Jacob y sus 12 hijos, de Francisco de Zurbarán. Unas pinturas del siglo XVII que fueron vendidas por James Méndez. Aunque este proyecto del pintor extremeño contaba con 13 cuadros en total, el obispo Trevor no logró hacerse con el último, el retrato de Benjamín, que se vendió de forma individual al duque de Lancaster para el castillo de Grimsthorpe. Por lo que el Benjamín que vemos en la colección del castillo de Auckland, es una copia que creó el pintor Arthur Pond para completar el conjunto. Una compra envuelta en misterio, ya que se cree que llegaron a Inglaterra de manera poco clara, tras ser robadas por un barco pirata británico a los navíos españoles que las llevaban hacia su legítimo dueño en América del Sur.

 

Una colección muy valiosa de pinturas que se encuentra en la conocida como Spanish Gallery –Galería Española-. Gracias a las pinturas de Zurbarán, se inició una colección de obras de arte español que incluye más de 250 piezas del período entre los siglos XVI y XVII.

 

Se trata de la colección de obras españolas más importante de Reino Unido, fuera de Londres, y en ella encontramos pinturas del mencionado Zurbarán, Velázquez, José de Ribera, El Greco o Murillo. Todas ellas divididas en varias plantas a través de las salas del castillo.

 

Además de su labor museística, se trabaja para mostrar la historia de España en ese período, su relación con el Reino Unido y otros aspectos de nuestra cultura, por ejemplo la gastronomía. Así, el castillo de Auckland dispone de Gallery’s Tapas, un restaurante de inspiración española con productos de temporada cultivados en los propios jardines del castillo. Sin olvidar que en su tienda de recuerdos se encuentran souvenirs sobre estas obras o libros de arte e historia.

 

Respecto al resto del interior del castillo, el Salón del Trono, la capilla de San Pedro o el gran comedor son otros de sus atractivos. Estancias que nos permiten recordar, en el caso de la primera, que aquí vivieron varios obispos con título también de príncipes.

 

A lo largo de 2001, varios comisionados de su obispado votaron para vender las pinturas más importantes del castillo. Por suerte, en 2011 el filántropo Jonathan Ruffer donó 15 millones de libras para que pudieran quedarse en esta sede y ser vistas por todo el público, dado que durante siglos eran de la colección privada de los religiosos y no eran de dominio para la mayoría.

 

Vistas sus relaciones con el Nuevo Mundo, surge la pregunta de quién le encargó los retratos de los 12 hijos de Jacob. Pintados en la época de la “Década prodigiosa”, en la que todavía tenía tantos encargos, ¿pudo dedicar su tiempo a pintar 13 cuadros por propia iniciativa? ¿A quién se los vendieron los corsarios? El comerciante judío que aparece un siglo después y se los vende al obispo Trevor, ¿por qué los posee? ¿Quiénes le sirven de modelo a Zurbarán? Quizás encuentra alguna biblia antigua con grabados o un eclesiástico se los proporciona, bajo silencio, porque no olvidemos que estamos en la época del Concilio de Trento.

 

Colón sale del Puerto de Palos en la misma fecha en que los judíos deben abandonar España y entre ellos surge una duda, ¿hubo judíos que emigraron a Asia?, ¿quizá eligieron la misma ruta que Colón, que en realidad no iba a descubrir un nuevo continente, sino a acortar la ruta de las especias, llegando a Asia por occidente? Se habla de las tribus perdidas, pero en realidad solo es una: la tribu de Dan, que quizás había llegado a Perú, donde se había establecido. Podía ser que ellos se lo encargasen a Zurbarán en un documento secreto o que se ha perdido.

 

            No se ha resuelto este enigma, pero Simon Wiesenthal lo pone por escrito en sus memorias, sin aportar una prueba que afirme o niegue la existencia de esta comunidad judía en el Nuevo Mundo.

  

YYYYY

  

Arantxa Aguirre Carballeira (1965) es una directora y guionista de documentales.

 

Hija de la actriz Enriqueta Carballeira y del director de cine Javier Aguirre, ha desarrollado una larga carrera profesional vinculada al mundo del cine, formando parte del equipo de directores como Mario Camus, Pedro Almodóvar, Carlos Saura o Luis García Berlanga, entre otros.

 

Zurbarán y sus doce hijos. Dirección. Largometraje producido por el CEEH.

 En el año 2020, este documental se proyecta en el Círculo de Bellas Artes, y en el año 2021 en la Academia de San Fernando, ambas entidades en Madrid. Posteriormente, en otras grandes ciudades del mundo como Nueva York. 

Zurbaran and his twelve sons aparece en la plataforma You Tube, pero solo de forma escueta haciendo referencia al largo documental. A continuación ponemos algunos enlaces:

https://www.youtube.com/watch?v=b3q0jjLCaDs&t=16s

https://www.youtube.com/watch?v=o29UGpXmikM

https://www.youtube.com/watch?v=DOUv2Up1by0

 

Desconocemos dónde se inspira para rodar este documental y las ideas que sustenta. En el Centro de Estudios Europa Hispánica se habla más en extenso de este enigma, aunque por supuesto no lo resuelve. 

Aunque habría que tener en cuenta el clima religioso que impuso el Concilio de Trento –y que según algunos escritos actuales quedan pendientes de explicación algunas puntos-, y también la actitud de la Iglesia –especialmente los dominicos- sobre el valor de lo que decía la Biblia sobre si el Sol se movía alrededor de la Tierra o la Tierra alrededor del Sol. Recuérdese el caso de Galileo que, aconsejado por los jesuitas, dio la razón a la Iglesia para no sufrir las consecuencias.

 

“Y sin embargo se mueve”

 

La Inquisición ante Galileo