A Celina Velázquez. ¡Cómo le hubiera gustado
a Coco tenerla de modelo!
¡Coco! ¡Coco! ¡Coco!
A finales
del XIX y principios del XX, dos canciones triunfan en París: Ko Ko Ri Ko y ¿Quién ha visto a Coco en el Trocadero? En el café La Rotonda de
Moulins, debuta una joven interpretando las dos. Está convencida de que tiene
condiciones y quiere llegar a ser primera figura en el music hall. Sus admiradores exclaman: ¡Coco! ¡Coco!, cuando quieren que las cante o que las repita. Con
el paso del tiempo, ese es el nombre con el que la conocerán sus amigos, París
y hasta el mundo entero.
Conocer a
Coco Chanel es conocer siete décadas del siglo XX.
En abril de 1960 le hacen una entrevista a la célebre actriz Marilyn
Monroe. Se publica en Vogue, la conocida
revista de arte y moda. El entrevistador pregunta:
-¿Qué se pone Marilyn Monroe
para dormir?
Y ella contesta:
-Solo dos gotas de Chanel N.º 5.
El ‘atrevimiento’ de la respuesta provoca murmullos de risas y además, ¿hay
alguien que no conozca a Chanel y su perfume?
En noviembre de 1963, una foto da la vuelta al mundo: la de Jacqueline
Kennedy con el vestido ensangrentado. Es un traje Chanel de color rosa; la ya
viuda de Kennedy es elegante hasta en la tragedia. Sube al avión que vuelve de
Dallas a Washington. En él va el vicepresidente Lyndon B. Johnson que, en pleno
vuelo jura su nuevo cargo: Presidente de los EE.UU. de América. La Sra. Kennedy
no quiere cambiarse: “Quiero que ‘ellos’
me vean así”. ¿Se conoce la identidad de “ellos”? La Comisión Warren, recién
constituida, trata de averiguarlo. La familia Kennedy no quiere que se haga
público el resultado.
Infancia
¿Quiénes son
los Chanel antepasados de Coco?
El poeta inglés Wordsworth decía: “El
niño es el padre del hombre”. Un hombre es realmente el producto del
comportamiento y de las costumbres que desarrolla en su infancia. Tal es el
caso de Coco Chanel.
Chanel se
‘inventa’ una vida falsa, llena de inexactitudes, fantasías, mentiras, con
personajes ficticios que ocultan los reales. ¿Por gusto, porque no quiere que
nadie conozca sus principios? Nunca da explicaciones a este respecto.
Maurice Chevalier cuando le preguntan:
-¿Qué oficio tenía su padre?
Contesta:
-Mi padre era borracho.
A Chevalier no le importa decir la verdad, que va bien con su carácter
ligeramente cínico y no le impide triunfar.
“Es corriente que la verdad de
un hombre se encuentre en primer lugar en lo que oculta”. André Malraux (Antimemorias).
No hay nada
más engañoso que la apariencia, pero el pasado aflora de continuo y hay que
estar muy sobre sí para que no se escape ningún ‘fleco’. Tanto Chanel como
Malraux supieron ocultar bien el personaje real. Al final todo se sabe.
Chanel vive ‘poseída’ por su leyenda. Existe un pasado real del que no
habla nunca, porque del que habla es del que ha inventado para enmascarar sus
orígenes. Admiran su constancia y tesón en esta operación de travestismo. Elige
a dos excelentes escritores franceses -Louise de Vilmorin y Paul Morand- para
que redacten las memorias que ella les va dictando y las publiquen a su muerte.
Los autores no se ‘tragan’ lo que ella les cuenta. ¿No piensa que, una vez
desaparecida, se puede conocer la verdad?
Nacida por donde lo hace el mistral, imparable como él. Se presenta como
una turbonada de aire que aparece por donde menos se piensa. Chanel sorprende,
pero no improvisa. Nadie diría que sus acciones están bien meditadas desde
tiempo atrás. Chanel es todo un cerebro.
Año 1792. En
Ponteils vive Joseph Chanel. Resulta ser el bisabuelo de Gabrielle. Los hombres
de la familia son buhoneros, modestos comerciantes. Buscan para vivir pequeñas
ciudades equidistantes de multitud de pueblos donde se celebran mercadillos en
las fiestas patronales y en distintos días de la semana. Allí ofrecen sus
mercancías.
Los suyos
son agrestes, duros, intransigentes; marcados por la rudeza, la violencia, la
pasión. Lo que Chanel obtiene no es obra de la casualidad sino de su trabajo, de
su fuerte voluntad por salir de su clase social, de su miseria.
Ellos se
caracterizan por su afición a la bebida. Sus borracheras duran días. Son maestros
en el arte de ‘desaparecer’ cuando les conviene y volver a aparecer porque les
conviene.
Ellas son eternas
Penélopes, enamoradas hasta la locura. Se dejan embarazar con vistas al
matrimonio, que se celebrará, sí, claro, cuando las circunstancias lo hagan
necesario. Paridoras continuas, ocupadas del cuidado de hijos y maridos, de los
hogares. Cargan con las cestas que llevan a los puestos de venta, donde vocean
la calidad de sus ofertas.
En 1832 nace
Henri Adrien, abuelo de Gabrielle, que de mayor, y ya casado, aparece en Nîmes.
Allí viene al mundo, en 1856, su hijo Albert, padre de Coco, sus hermanos y
numerosísimos primos, que forman los distintos clanes Chanel.
Albert es un
mujeriego. Embaraza a Jeanne Devolle, hermana de su mejor amigo y huye al
enterarse de su estado. La familia le persigue y logra que vivan juntos, aunque
no se casan hasta que nace el tercer hijo.
Albert
Chanel y Jeanne Devolle viven en pareja una vida de miseria. Él no tiene ganas
de trabajar y pasa largas temporadas fuera de casa. Bebedor y hablador en
exceso, explaya sus fantasías ante los ociosos que le escuchan; él no es el
modesto revendedor de unas botellas de vino que ha comprado a un rico
propietario de viñas. Él es el mismo dueño de los viñedos.
Jeanne tiene
poca salud; realiza las más humildes tareas para sobrevivir, arrastrándose por
las calles con el peso del nuevo embarazo y los niños agarrados a sus faldas. Alojamientos
poco saludables. Jeanne, que quiere a sus hijos y se preocupa por su salud, los
tiene continuamente al aire libre. Siempre da a luz en el Hospicio con el padre
ausente. Se casan en 1884 y Albert reconoce a las dos niñas habidas fuera de
matrimonio: Julia en 1882 y Gabrielle en 1883. Alphonse, el preferido de Coco,
nace en 1885, Antoinette en 1887, Lucien en 1889. Finalmente, en 1891 llega
Agustin, un pobre niño que no cesa de llorar. Muere a los pocos meses sin que
se sepa la causa.
Jeanne ha
heredado de su madre una enfermedad asmática grave y dolorosa. Vuelve a la casa
familiar con los niños, para reponerse. Serán los tres mejores años de la
infancia de Gabrielle, junto a Julia y Alphonse: ir a la pequeña escuela del
pueblo, ayudar al tío abuelo en el cuidado del jardín, correr por la montaña…
De adulta le confía a una amiga:
-“Mis padres eran personas
corrientes con una forma de comportarse corriente”.
¿Puede llamarse corriente a una esposa enloquecida por la pasión, persiguiendo
a un marido siempre ausente? ¿Qué decir de un individuo brutal que pega,
engaña, insulta, embaraza a una infeliz mujer como castigo y para que no le moleste?
Jeanne
desmejora. Finalmente localiza a Albert, que dice ser dueño de una posada. Corre
a buscarlo con las dos hijas mayores. ¡Dolorosa sorpresa! Es un simple criado que
huye en cuanto la ve, dejándole su parte de trabajo en aquel lugar. Jeanne se
extenúa totalmente y sucumbe. Yace durante días en un camastro, ahogándose
hasta llegar a una muerte horrible. Es indudable que las hijas estarían con
ella. Gabrielle es quien podría contarlo, pero no lo hace. ¿Disimula? Parece
sentir bastante indiferencia por su madre y le cambia el final de su vida: la
hace morir de tuberculosis, escenificada al estilo ‘dama de las camelias’. A su
padre no le reprocha nada y lo convierte en un terrateniente que pasea por sus
propiedades, conduciendo un ligero cochecillo tirado por un caballo. Asegura
que pasa una temporada en Inglaterra perfeccionando la lengua.
Cuando
Albert vuelve, la muerta ya está enterrada. ¿Qué hacer con los cinco hijos? Lo
que suponga la menor molestia para él. A los chicos los ‘alquila’ a una familia
de granjeros. Costumbre establecida y tolerada, pero muy cruel por lo mal tratados
que son estos muchachos. En marzo de 1895, a Julia, 13 años, Gabrielle, 12 y
Antoinette, 8, las lleva a un orfanato donde permanecerán 7 años sin que ningún
pariente se acuerde de los chicos ni de ellas. Gabrielle los odiará toda su
vida. La familia no le guarda rencor por sus crueles críticas. Conocen hechos
horrorosos de su infancia y demuestran cierta grandeza no dándolos a conocer.
Los hermanos Chanel adultos, y viviendo en diferentes lugares, han
guardado siempre contacto. Gabrielle ayuda económicamente a los dos chicos, que
a veces van a París y la visitan. El padre, no se sabe con qué intención,
invita al pequeño a su casa y trata de que su amante lo seduzca. Todos los
Chanel se ponen en su contra. Debe huir y su rastro se pierde. Nadie sabrá más
de él.
Empezada la guerra en 1939, Coco les escribe cartas a Lucien y Alphonse
diciéndoles que está completamente arruinada y no puede seguir ayudándoles.
Lucien le dice que él trabajará y le ofrece los pocos ahorros que tiene. Muere
en 1941. Alphonse no ofrece nada y se contentará con los cortos beneficios que
le da un kiosco. Muere en 1953. Ninguno de los tres volverá a verse. Los Chanel
le comunican a Gabrielle sus acontecimientos familiares. Ella nunca contesta ni
recibe a las jóvenes sobrinas que la visitan en París.
Palabras que nunca dirá Chanel: orfanato y huérfano.
En su madurez y con influencias, trata de destruir papeles, evitar
pruebas. Que nadie sepa en qué lugar pasó su adolescencia. Empeño inútil. Hoy
se sabe que resultó ser la Abadía de Aubazine.
Adolescencia
Una abadía
cisterciense, con elegancia severa, líneas rectas, sin adornos, muros desnudos,
belleza descarnada proporcionada por los volúmenes, la riqueza de la piedra, el
genio de las proporciones. La simplicidad del románico desprende un encanto
inmaterial. En el interior, un decorado de líneas puras, grandes espacios,
claridad, limpieza.
Gabrielle tiene el sentido del olfato muy desarrollado. Cuando empieza su
vida de sociedad, decir de una persona: ‘huele bien’ es el máximo elogio que le
puede hacer. La ropa tan sencilla, que posteriormente creará, da la sensación
de que quien la lleva también ‘huele bien’. Retiene el ‘buen olor’ de la Abadía
y utiliza las telas burdas que allí conoce; por el recuerdo y por la escasez de
tejidos de calidad que existe después de la guerra del 14.
Del ‘esoterismo’, ciencia a la que accedieron pocos sabios en la Edad
Media, quedan muestras: los ventanales emplomados con dos ‘ces’ -una al anverso
y otra al reverso y que casualmente son las iniciales de su nombre-; los
dibujos geométricos que se entrelazan y servirán de modelo para sus joyas; y
los mosaicos del suelo, que forman extraños dibujos, cuyo inicio es siempre un ‘5’
-número fetiche que le dará la gloria y la fortuna-. Como cualquier niña de su
edad, Gabrielle absorbe lo que ve sin ser consciente de ello. En el momento
oportuno de su vida, se concretará proporcionándole las armas del triunfo.
Inolvidable la escalera que suben todas las noches para acceder a los
dormitorios. Años después, Gabrielle la hará copiar en su finca “La Pausa”.
La vida de
las internas siempre es la misma. Largas caminatas los domingos, excursiones a
los alrededores. Clases. Gabrielle aprende a coser y a bordar primorosamente,
lecturas piadosas, funciones religiosas en la capilla, cantos devotos, las
alumnas son las cantoras y su propia voz le encanta a Chanel. ¿Será el de
cantante su porvenir?, piensa.
Dos colores
que contrastan entre sí, quedan grabados para siempre en su vida: el negro de
los hábitos de las religiosas y el blanco, del que están llenos los grandes
armarios de los pasillos: sábanas, toallas, ropa de comedor… Las colegialas
llevan falda negra y blusa blanca.
Cumplidos los 18 años, Aubazine las envía al convento de Agustinas en la
ciudad de Moulins hasta su mayoría de edad. Chanel no se queja de la
temperatura, a pesar de ser zona fría y de que no hay chimeneas, ni del trato
de las buenas monjitas siempre sonrientes y afables con ellas.
Hacia 1900, Gabrielle se traslada de un convento al otro. En el nuevo,
encuentra a Adrienne Chanel, hermana pequeña de su padre. Ambas son de la misma
edad. Tía y sobrina permanecerán siempre muy unidas.
Salen del convento para ir a Misa Mayor, a las procesiones. Gabrielle se
ofrece siempre para cantar y cada vez está más convencida de que ese será su
oficio. Coco es muy observadora. Cuando pasean por la ciudad se fija en todo,
especialmente en los uniformes de los chicos: sus blusas negras y corbatas de
seda negra. Pasados los años darán la vuelta al mundo, aunque nadie sepa de dónde
ha salido esa creación.
Louise
Chanel -hermana de Adrianne y Albert Chanel-, a quien no se sabe por qué todos
llaman ‘tía Julia’, tiene una pequeña sombrerería. Una vez al mes se desplaza a
ciudades importantes a comprar sombreros y con la ayuda de Adrienne y Gabrielle
los transforma. Ahí se ven ya las futuras creaciones de Coco.
La plancha
es fundamental para las transformaciones y la sobrina le debe a la tía algo
impagable: el saber planchar bien. Pasados 30, 40 años, las empleadas de Coco oyen
a la ‘jefa’ unas expresiones extrañas, que ‘suenan a tía Julia’: “Pero mira cómo me planchas; qué me
haces; eso me lo planchas otra vez…”.
La plancha es un electrodoméstico imprescindible en el hogar. Parece que ya
se usaba en el siglo IV -hierro, mármol- puesto sobre la ropa para estirarla.
Hacia 1920 aparecen en EE.UU. las primeras planchas eléctricas. Entre tanto se
usan las de hierro hueco que se llenan con brasas, y unos juegos muy útiles
compuestos de 4 ó 5 unidades que se calientan sobre rescoldos de fuego. Son
todas iguales, solo difieren en el peso, marcado con un número en la parte
superior. Se escoge una u otra según la clase de tejido que se va a planchar:
no es lo mismo lino que seda natural. Actualmente estas planchas son objeto de
colección.
21 años.
Mayoría de edad de Gabrielle y Adrienne. Las religiosas las han colocado en un
buen comercio donde venden encajes, ropa para recién nacidos y dotes para
novias. El trabajo de las jóvenes es muy valorado. Cosen divinamente. Para
vivir alquilan habitaciones en casas respetables pero modestas. Con lo que
ganan no pueden gastar mucho.
Gabrielle
continúa con sus ideas rebeldes, contestatarias. Cree que la vida no es eso.
En Moulins, guarnición
militar, hay alegría, ruido y movimiento. Por las tardes los oficiales visitan
las tiendas, las pastelerías… Por las noches se reúnen en los cafés. La vida de
los oficiales es más bien frívola, con pocas obligaciones. Su relación con las
mujeres es ligera. Tienen una amante fija o reparten su atención entre varias.
Gabrielle y Adrienne se convierten en el centro de sus reuniones y salidas
nocturnas: son las preferidas de sus nuevos amigos militares. Llevan tras de sí
una corte de admiradores. Influye en ello el hecho de que están liberadas de la
tutela familiar, por ser mayores de edad, y su belleza.
Adrienne es más guapa que Gabrielle, parece una princesa de cuento de
hadas; tiene una finura, una manera de estar y de moverse que cautiva.
Gabrielle es otra cosa, algo especial: alta, muy delgada, cuello fino y
largo, tono de piel oscuro. La suya es una belleza de clase diferente, extraña,
que la hace única. Está llena de vida y en camino de descubrir ‘el arte de la seducción según Chanel’.
Fue la mejor representante de su propia moda. Todo un espectáculo: Chanel vestida por Chanel.
Imposible
saber si tía y sobrina tienen ya amantes entre los oficiales. En todo caso al
principio no hay uno fijo que las mantenga. Puede haber una promiscuidad que no
suscita los celos entre los acompañantes, puesto que están a disposición de
todos. Coco aprovecha la influencia de sus conocidos para debutar como
cantante, pero no triunfa.
Etienne de
Balsan le dice:
-“No llegarás a nada. No tienes voz”.
Lo que
perdura para siempre es el nombre: Coco.
Antoinette
está todavía en el convento por su edad, cuando salen Adrienne y Gabrielle. Julia
hace dos años que vive con los abuelos, ayudándoles. De repente cae en el círculo
de familia femenino Chanel: un mal tipo la embaraza y da a luz un niño. El
padre lo reconoce y no se niega a convivir con ellos, pero sin casarse.
Gabrielle vive
la tragedia de su hermana como propia. Decide pasar la estación termal -verano
de 1905- en Vichy con Adrienne. Etienne de Balsan en la sombra les ayuda: el
hotel, pequeños gastos. Coco consigue dos audiciones musicales, pero es inútil,
por más que el director de orquesta quiera ‘echarle una mano’, tiene un hilo de
voz, no sabe moverse, se queda rígida.
En contacto con mujeres del espectáculo, Coco aprende un difícil arte: el
de ‘decorarse’; tanto maquillarse como peinarse con maestría. Las cantantes
parisinas han puesto de moda llevar en escena trajes de vivos colores bordados de
azabache. En una época en que el negro significa luto absoluto, Coco tiene la
osadía de confeccionarse para sus pruebas musicales un vestido de este color
con el mismo tono de bordado: dos finos tirantes en los hombros, cuerpo
sencillo y ajustado y falda evasé
larga hasta un palmo por encima de los tobillos. A años vista, su autora deja entrever
lo que será su ‘petite robe noire’ -el
trajecito negro-. Desde mediados de los años 20 formará parte del ‘fondo de
armario’ de cualquier mujer que se precie, sea cual sea su clase social.
Faltas de recursos, por el fracaso musical, y con Etienne lejos, ambas
deben ingeniárselas para pagarse la estancia en Vichy: cosen y hasta son
vendedoras de vasos con agua termal, que se ofrecen en mostradores en los
paseos. En pleno triunfo, establecida ya en París, Chanel sorprende a sus
clientes exponiendo en el escaparate unos botines blancos: formaban parte del
uniforme de aquellas empleadas.
Al llegar el
otoño, el balneario cierra por fin de temporada. Tía y sobrina son huéspedes de
una amiga. Adrienne es cortejada por varios aristócratas de la vecindad y uno
de ellos le propone matrimonio. Los papás de él dicen:
-¡Por encima de nuestros cadáveres!
Los
enamorados se echan uno en brazos del otro decididos a esperar que los buenos
señores se mueran. Solo tardarán unos 30 años: el 29 de abril de 1930 se
celebra su matrimonio en París. Gabrielle es testigo de su tía.
Amantes
Etienne de
Balsan
En diciembre
de 1904, Etienne, en posesión ya de su herencia, compra una antigua abadía:
Royallieu. Se retira del ejército y emprende obras de acondicionamiento del
nuevo hogar y la construcción de cuadras para sus caballos. Gabrielle le visita
y, al oír sus proyectos le dice:
-¿No te hace falta un aprendiz?
-¡Ah, mi pequeña Coco quiere aprender a montar a caballo y
que me haga cargo de ella! Pues te complazco.
Coco le
salta al cuello llena de alegría. Se encuentra más cerca de París. Etienne de
Balsan se convierte en el primer amante oficial de Coco Chanel. Lo suyo no es
el amor-pasión. Es el cariño y el llevarse bien después de varios años de
conocerse.
Etienne es oficial de caballería, muy aficionado a los caballos, y pertenece
a la alta burguesía. Sus padres poseen una gran fortuna, que a su muerte ha heredado
por ser hijo único. Había estado destinado en Moulins, donde conoció a la joven
Chanel.
Cuando, pasados los años, alguno de los conocidos le recuerda lo que Coco
le debe, él se limita a responder:
-“Nada. No hice nada.
Simplemente actué de estribo para ayudarla a montar”.
Es un hombre paciente, educado. Todo un caballero. Gabrielle no olvidará
nunca que, aun siendo su amante, la ha tratado siempre como a una señorita de
buena familia y se lo agradecerá.
¿Cómo es su
vida en Royallieu? Gabrielle está cómoda en aquella residencia campestre, donde
vive como una invitada. Ni siquiera actúa como ama de casa porque no sabe ‘recibir’.
Continuamente llegan antiguos amigos de Moulins y otros nuevos que acuden con
ellos. Las señoras que les acompañan son ignorantes y de escasa virtud. Coco
tendrá que esperar épocas futuras para introducirse en la sociedad a la que
aspira.
Comidas
espléndidas, galopadas por los bosques, visitas a todos los hipódromos. A los
26 años Gabrielle solo conoce de París las carreras de caballos y algo de las
afueras: el habitual recorrido de los landós que les llevan a la estación de
vuelta a la Abadía.
¿Y la lectura? ¿Cómo leer en una casa donde no hay libros? Coco devora
folletines en publicaciones semanales y revistas mundanas; forma de conocer la ‘intimidad’
de reyes, alta aristocracia, grandes duquesas rusas…
Con las huéspedes de Royallieu hablará de las ballenas que lleva en el
corsé la Bella Otero, de lo guapísima que es Cleo de Merode, amante del rey
Leopoldo II de Bélgica -y de la que está tan enamorado y tan pendiente que,
entre sonrisas y en voz baja, se le llama el rey ‘Cleopoldo’-. También de las
magníficas joyas que esperan recibir de sus amantes y ¡cómo no! de sombreros.
Coco tiene una memoria prodigiosa y un rencor que no olvida los desaires
recibidos.
En 1961 compra una yegua a la que llama Conquista, y que, montada por los mejores yóqueis del momento, gana varios campeonatos. ¿Es un
homenaje tardío a Arthur Capel o la satisfacción de poder ir a las carreras y
sentarse en el palco donde no pudo hacerlo 50 años atrás? En los hipódromos, en
los paseos, en la calle, atrae las miradas curiosas y admirativas de los
pasantes. Las hijas y nietas de aquellas señoras que le volvían la espalda
ahora imploran su amistad, la siguen, quieren que las vista, la rodean, le
piden consejo.
De la Belle Époque no le gusta la moda. Su traje de amazona es de buen
paño, pero extremadamente sencillo y se toca con un canotier confeccionado por ella misma. Fuera encajes, plumas, bordados.
Es el mismo Etienne quien le ha dado clases por lo que domina el arte de la
equitación y el de conducir un cochecillo con un caballo.
El sastre del personal de servicio masculino le confecciona un traje igual
al de los empleados. A la madrugada, sin testigos, se lanza al galope por en medio
del bosque, montada a horcajadas; ¡qué escándalo si alguien viese a una mujer
galopar de esta manera!
A sus ochenta años le preguntan:
-¿Cómo se las arreglaba para
montar así?
-“Con un par de… (y señala el
sitio) que me servían de almohadón”.
Hace tres
años que está en Royallieu y se aburre. ¿Qué hacer? ¿Volver al canto? Los
amigos la convencen de que no es ese el camino. ¿Entonces? ¡Tía Julia! Coco
piensa que ha aprendido bastante con ella como para poner una sombrerería y se
acuerda de la facilidad de las mujeres Chanel para “hacer algo con nada”.
A lo largo de su vida, cuando Coco Chanel coge entre sus
manos unas tijeras y un trozo de tela, no se sabe lo que va a pasar, pero algo
pasa: nace una creación Chanel.
Para todo se
necesita dinero; Coco se lo pide a Etienne. Darlo no, porque es un hombre que
solo lo gasta en caballos, y dejarle dinero a una mujer hace ‘feo’ en el marco
de la mentalidad masculina de la época.
Arthur Capel
1908.- Los asiduos a Royallieu se ven sorprendidos por la presencia constante
de Arthur Capel, llevado por amigos de Balsan. ¿A qué categoría social
pertenece? Además a Boy -nombre con el que se le conoce familiarmente- ¡le da
por trabajar! Se envía un emisario a Londres que trae respuestas adecuadas. El
joven Capel es católico y ha estudiado en los mejores colegios jesuitas y
benedictinos ingleses. Frecuenta los sitios más elegantes -el rey Eduardo VII
le honra con su amistad-. Es un as jugando al polo. ¿Qué tiene la rareza de
estudiar y trabajar? Se le puede perdonar, dicen sus compatriotas. Se conoce la
riqueza que ha generado en las posesiones de carbón que ha heredado en
Newcastle.
Es hombre atractivo, pero a su manera: cabellos oscuros que producen como
una aureola de jade en torno a su cabeza. Amante y amado por las mujeres. La
que se sienta enfrente de él en el comedor de Royallieu no lo mira: se lo ‘come’
con los ojos. Boy y Coco se reconocen no solo en el terreno amoroso, sino en el
laboral. Él es consciente de la valía de ella y le ayuda todo lo que puede.
Coco está exultante: es la primera vez que un hombre la considera.
Boy no habla nunca de su madre. Hay un misterio en su vida: quién ha sido
su padre. Se cree que un banquero judío. No se conocen las confidencias que le
hizo Coco, pero si a alguien le contó la verdad sobre su vida, tuvo que ser a
él. El único que podía comprenderla.
Etienne y
Coco siguen discutiendo sobre el trabajo de ella. No le hará un préstamo, pero
le dejará un ‘picadero’ en el 160, bulevar Malesherbes, para instalar su tienda
de sombreros. Coco todavía vive en Royallieu, pero Boy se ha trasladado a vivir
al lado de la tienda para aconsejarla.
Antoinette Chanel ha cumplido 21 años. Ya es libre y va a Vichy a probar
si puede triunfar donde fracasó Coco. Por desgracia tiene el mismo tipo de voz.
Adrienne va a buscarla y la envía a París a trabajar en la nueva sombrerería. ¡Qué
diferentes son las dos hermanas! Antoinette es guapa y con buena figura, pero
tiene una expresión bobalicona y los hechos posteriores demostrarán que lo es.
Sí que tiene la capacidad de trabajo y el rendimiento de las mujeres Chanel; es
de gran ayuda.
¿Qué es un
sombrero sin aigrettes, plumas de
avestruz, tul, terciopelo, cintas, fruncidos…? No es nada, a menos que sea una creación Chanel, es decir, algo que
gusta siendo completamente distinto de lo que es la moda del momento.
Etienne al
principio toma este trabajo como un juego, un pasatiempo y manda a sus amigas como
clientes. Boy manda a las suyas y las amigas de las amigas también van. Coco,
vestida de colegiala, parece que tiene 10 años menos y una cualidad propia de
todos los Chanel: es buena vendedora.
La afluencia
de clientes hace que el local quede pequeño. Coco vuelve a pedirle un préstamo
a Etienne. Nueva negativa: tiene en vista la compra de unos caballos.
¡Bien que se
arrepentirá! Coco no cede ante sus celos y a finales de 1910 se traslada al 21 de
la calle Cambon -donde paga bajo el epígrafe de sombrerera-. Tres meses antes
de la muerte de Boy se traslada al 31 de la misma calle, pagando como modista y
allí permanecerá hasta su muerte. Los amigos de Royallieu se dan cuenta de que
nada la asusta y de lo que puede sorprender. Posee dones no habituales en
mujeres de su clase. Serán fieles a su mutua amistad.
Boy está verdaderamente enamorado y le adelanta el dinero. Chanel
comentará en varias ocasiones, refiriéndose a Capel, y por una vez dirá la
verdad:
-“Solo he estado enamorada una
vez en la vida y de un hombre que parecía hecho para mí”.
¡Cómo hubiese querido casarse con él, adquirir la respetabilidad que ello
le daría, entrar en otra sociedad, encontrar felicidad y fortuna! Nunca se
habló de esta cuestión entre ellos. Al principio duda de un hombre tan distinto
a los que ha conocido, pero él la trata con cariño y respeto, como a una igual.
Boy es un hombre con autoridad, en quien puede encontrar apoyo. Gran lector y
de muy diversos temas, le indica los títulos que debe leer. Hace venir de Inglaterra
a su hermana Bertha y las dos congenian.
Capel le presenta a sus amigos:
-“Y tú, ¿qué opinas? ¡Di algo!
¿No tienes nada qué decir?
Ella quiere mezclarse en la conversación, pero no sabe de qué hablan.
A Boy le
gusta Coco, su forma de ser, su humor negro, su causticidad. Hay niveles que no
se alcanzan si no se tiene una buena inteligencia y ella la tiene. La causa de
su incultura es el ambiente de donde procede. Es prudente y atenta a aprender
lo que ve y oye en los ambientes que le muestran sus amantes y grupos de amigos
intelectuales y artistas. Hay lugares lujosos y confortables, donde mujeres y
hombres muestran su grado de conocimientos y del esprit y gracia de la vieja Europa.
Boy determina:
-“Fuera los flirteos con admiradores
y las conversaciones con putillas”.
Capel ha
sido yóquey por afición durante años. En el Jockey
Club parisino se recuerda su pose, su elegancia, la postura de sus manos.
Ambos renuncian a la equitación para poder dedicarse enteramente a sus ocupaciones.
En esos momentos, a Coco -aparte de los nombres de algunos militares
célebres o de gente conocida por su relación con los caballos-, no le ‘suenan’
otros bien conocidos en Europa -Rimsky Korsakov y Rachmaninoff
han dirigido conciertos en París-. Hay una pléyade de pintores, músicos,
escritores que alcanzan el triunfo en la primera década del siglo XX y que, con
el tiempo, serán buenos amigos de ella. Entre ellos, tres españoles: Juan Gris,
Dalí y Picasso.
1911, París.
A Coco, camino del propio éxito, le ‘vuelve el gusanillo’ del arte y piensa:
-“Ya que no el canto, ¿por qué no la danza?”.
Capel le
aconseja que vaya al estudio de Isadora Duncan.
Y allá va. Isadora es una bailarina autodidacta, nacida en EE.UU. Sabe que
en París tendrá más libertad para bailar sus creaciones que en su propio país. Su
osadía llega al extremo de presentarse en escena cubierta solo con la bandera francesa.
Vive en un falansterio y, un día señalado, recibe a toda clase de gente:
señoras bien vestidas, artistas que empiezan, curiosos. Risas, bebidas
alcohólicas… De repente, Duncan dice:
-“Estoy inspirada. Voy a
bailar”.
Aunque lo
suyo, más que una danza convencional, son unos movimientos rítmicos de reciente
creación, que procuran la libertad de los sentidos. Lleva el pecho desnudo y el
resto cubierto con guirnaldas de papel pinocho rosa. Levanta los brazos y da
saltos hacia el techo encristalado, como si en él se encontrase un Olimpo con
cuyos dioses quisiera fundirse.
De repente, Coco se pregunta:
-“¿Qué hace ese sátiro?”.
Ha bajado de lo alto y coloca las manos sobre el culito de la diva. Todos
chillan, ríen, salvo Coco que tarda en darse cuenta que no es una broma, sino
un ritual. Se levanta de su asiento y sale sin decir palabra. No volverá. Es
muy libre en su modo de conducirse, pero ha sido educada en un colegio de
monjas y eso marca: el puritanismo no la abandonará en su vida.
Al sátiro con el tiempo lo tratará por ser Kees van Dongen, fauvista y uno
de los pintores más interesantes del movimiento expresionista.
La Duncan pasará a la historia por ser una bailarina única en su estilo y
por otros dos acontecimientos bien tristes. De su relación con Singer -el de la
máquina de coser- ha tenido dos hijos. Una noche, cara al Sena, se quedan los
dos pequeños en el coche, solos. Padres y chófer pasean en torno suyo. El
vehículo se desliza tan despacio que no lo perciben, hasta oír el ruido que
produce su caída al agua. ¿Estaba mal puesto el freno o se ha aflojado?
Imposible salvar a aquellos chiquillos.
Unos meses después, Isadora conduce el coche ella misma. Con el viento, el
largo echarpe que rodea su cuello revolotea y se engancha fuertemente a los radiales
de una rueda. Cuando el coche para, ella es ya cadáver.
Coco no cesa
en su empeño y se va del lado de Montmartre, aunque siempre negará que ha
estado allí. La ayudan diferentes profesoras, pero está claro que lo suyo no
son ni el canto ni el baile. Gabrielle deja definitivamente artes que le
encantan, pero para las que no está dotada.
Boy le
presenta a gente de teatro, donde lo que prima es el talento. Coco está a
gusto; se puede permitir ser ella misma. Son discretos y muchos han tenido
principios como los suyos o peores. A una de las mejores actrices del momento
le confecciona dos sombreros de paja para llevarlos en una obra teatral de
mucho éxito. Los sombreros también lo tienen. Es la primera vez que trabaja
para el teatro.
1922. Dicen
los periódicos:
-“Chanel se convierte en griega”.
No es una
nueva tendencia de la moda: es un comentario sobre los bocetos y confección de vestuarios.
El trabajo de Coco es muy apreciado por el público. Vogue dice:
-“Esos vestidos de lana con tonalidades neutras, dan la
impresión de ropajes antiguos encontrados después de siglos”.
Textos sobre
los que trabaja Chanel: teatro de Cocteau y ballet ruso: El tren azul.
En mayo de 1913,
Diaghilev estrena la Consagración de la
primavera. Libreto y música de Stravinsky -con la sonoridad muy avanzada
para la época-, y coreografía de Nijinsky. Coco acude con una amiga que es ‘forofa’
de la modernidad. El teatro es un caos. Es la primera vez que Coco asiste a un
espectáculo de este género y se queda horrorizada: aplausos de los pros, gritos
e insultos de los contras. Solo falta que se levanten los espectadores y
empiecen a liarse a ‘mamporros’.
Sergio de Diaghilev, nacido en San Petersburgo en el seno de una familia
de la alta burguesía, estudió música. Se dedicó a renovar la ópera y el ballet
rusos y se le considera el creador del ballet moderno. Tuvo que trasladarse a
París por disidencias con los organismos oficiales de su país. Bohemio,
desordenado, apasionado, con un temperamento eslavo, gran sensibilidad, falso y
charlatán, pero de gran corazón, con eternos problemas económicos que solían
solucionar sus admiradores. Ser amigo de Diaghilev era formar parte de un
círculo selecto y muy restringido, al que no pertenecía la sociedad
convencional, de la que lo separaba su homosexualidad tan acusada y
conflictiva. Coco siente por él admiración y afecto y lo ve a menudo en casa de
los Sert, en ensayos de teatro, casas de amigos fieles, en su propia casa en el
Fauburg.
Años 20. A Coco
y Diaghilev los presentan los Sert en Venecia. Ante el grupo de amigos que allí
se encuentran, el empresario habla de la penosa situación económica que le
impedirá poner en escena, por segunda vez, La
consagración de la primavera. Vueltos a París, Chanel, de una manera discreta,
lo visita en su casa. Le entrega un cheque, con la condición de que nadie
conozca su ayuda. Él lo promete y solo lo sabrá su secretario, Boris Kochno. Dice
el empresario:
-“La cantidad sobrepasaba todas mis esperanzas”.
Kochno lo
incluirá en su libro sobre los “Ballets Rusos”, publicado 50 años más tarde.
Diaghilev se encuentra en Venecia en 1929. Los médicos franceses le han
diagnosticado diabetes en su último grado. Va a morir y avisa a Misia y a Coco,
que están de crucero por la zona. La ‘caja’ de los ballets se encuentra en
números rojos, como de costumbre. También, como de costumbre, Misia no tiene
dinero: es Coco la que se hace cargo de todos los gastos y del entierro. ¡Que
no lo vean los huéspedes! Cuando empieza a amanecer, cuatro góndolas se alejan
del hotel del Lido y se dirigen a la isla fúnebre de San Michele. Hay una fosa
en tierra, en la zona ortodoxa, donde descansará para siempre su cuerpo. Aún en
la actualidad se ven zapatillas de baile sobre la piedra. Tributos de
admiración de bailarinas que han triunfado o de las que quieren hacerlo
inspirándose en él.
Algo se
mueve en Europa: son los aires de guerra. Reuniones de banqueros, políticos,
empresarios Capel se da cuenta de que especialmente en Francia aumentan el
antisemitismo y la xenofobia. No ha podido resolver el problema de su padre e imagina
un plan indigno de él: casarse con una mujer de la aristocracia que haga
olvidar quién lo fue.
Coco está deshecha,
pero piensa que, pase lo que pase, ella no lo dejará nunca. Ante la situación
política, Capel no se queda al margen. Toma partido, empieza a organizar sus
bienes que han aumentado en cantidad. ¿Montar en el puerto de Casablanca un
lugar desde el que abastecer de carbón a los barcos ingleses? Se dice que actuó
de espía a favor de Francia. En todo caso, al acabar la guerra, es condecorado
y elevado al rango de capitán.
En sus
viajes a Inglaterra le acompaña Coco. ¿Qué ocurre? La gente la trata como si su
situación no fuese ‘irregular’. Está encantada. Desde entonces considera a Gran
Bretaña como el país más maravilloso de la tierra.
Junio de 1913. Mientras Capel trabaja y viaja a un ritmo frenético,
Gabrielle hace lo que le ha prometido: montar una boutique en el mejor sitio de
Deauville. Como está en el lado bueno de la calle -aquel en que da el sol- pone
un toldo blanco y en el borde pintado su apellido en negro: es la primera vez
que ocurre lo que en adelante ya será norma. Coco ha hecho venir a Antoinette
para que le ayude en la tienda, que ya está funcionando. Pero ella lo que
quiere es casarse.
En 1919, conoce a un aviador canadiense y se casan sin saber nada el uno del otro. El regalo de Coco a su hermana es un dote cuyo transporte necesita 17 maletas. Para la ceremonia la viste de un modo maravilloso y pone a su disposición al chófer y el Rolls Royce que se ha comprado para sus desplazamientos. Testigos de la novia son el amor de Adrienne y Arthur Capel. Llegado el nuevo matrimonio a Canadá, comprueban que todo ha sido un engaño: él no ha acabado la carrera de Derecho y su padre lo hace volver a la Universidad y ella no ayuda en la casa; no tiene fortuna y se pasa el día fumando y bailando al son del tocadiscos. Se va a la Argentina con el pretexto de dar a conocer la obra de Chanel. Su hermana hace tiempo que trata de averiguar lo que le ha ocurrido. Finalmente le comunican que en 1921 ha muerto a consecuencia de la gripe española.
A las 9 de la mañana hay niños en la playa con sus nanas. Van armados de
palas y pozales. Tienen permiso para hacer construcciones en la arena, pero
¿meterse en el agua?
Sus abuelas están mirando con prismáticos desde sus casas y de repente se
horrorizan:
-“¡Qué hacen esas mujeres! ¿No
saben que el mar no es para bañarse?”.
Adrienne está pasando unos días con ellas. ¡Qué felicidad poderse reunir
las tres, ya que no las cuatro! Julia ha muerto y de la custodia de su hijo,
André Palasse, se han hecho cargo Coco y Boy. Está interno en uno de los
colegios en que estuvo Capel.
El comienzo del verano de 1914 es extremadamente cálido. Los habituales de
Deauville adelantan su llegada.
28 de junio.
En Sarajevo resuena un pistoletazo que se oye en toda Europa. El ¿honor? de un anciano promueve una
guerra que durará 4 años y causará 18 millones de muertos entre civiles y
militares.
Los
franceses se alistan con el ánimo muy ligero, pensando que la drôle de guerre -¡qué guerra más
divertida!- durará dos o tres semanas y volverán a casa con Alsacia y Lorena
otra vez en su poder.
Deauville se ha
quedado medio vacío, puesto que han movilizado a los hombres. Enseguida se
vuelve a llenar de familias que viven en los castillos, requisados por los
alemanes a su paso hacia Bélgica. Las señoras han huido con lo puesto. Preguntan:
-“¿Hay alguna tienda abierta?”.
Allí está
Chanel. Ha obedecido a Boy cuando le ha dicho:
-“¡No te muevas!”.
Chanel les
ofrece la ropa que acaba de ‘inventar’ y lleva ella misma. Todo un éxito.
Gabrielle se
familiariza con la moda masculina y la convierte en femenina -siempre mirando
en los armarios de sus amantes-; ‘copia’ el cárdigan, el blazer, el jersey de
marinero. Sus creaciones no marcan excesivamente el cuerpo, como ocurre con la
moda anterior. Suaves curvas o líneas que insinúan. Las mujeres pueden vestirse
sin ayuda de terceros y rápidamente. El cuerpo se encuentra libre dentro de la
nueva vestimenta, que flota. Al acortar el largo de la falda se ve el calzado
bicolor, de punta redondeada, que no oprime el pie. Permite el paso ligero. Es
la imagen de lo cotidiano, lo que marca el sentido común.
Entretanto los heridos no paran de llegar. Los médicos dicen:
-“Habilitemos los hoteles como
hospitales y las señoras que los cuiden en silencio y vestidas de forma
adecuada”.
Toda la ropa blanca de las sirvientas de los hoteles se confía a Chanel
que la convierte en uniformes de enfermera funcionales y severos. Es un recuerdo
Aubazine.
Llegan más
aristócratas que Coco ha visto por los bosques de Royallieu. Las guerras
relajan las costumbres y estas señoras necesitan un guardarropa. Pasa como en
Inglaterra: encuentran a Coco ‘saludable’.
Las señoras
de Deauville se dicen:
-“¿Qué hacer con tanto tiempo libre? ¿Probamos a bañarnos?”.
Chanel cose
para ellas unos bañadores bien castos. Tienen forma de camiseta con tirantes
anchos y breve escote tanto por delante como por la espalda. El tejido es de
una especie de punto que cede y se amolda al cuerpo de una manera irregular. La
camiseta llega justo por encima de la rodilla y en ese punto aparecen -en forma
de calzoncillo- dos camales que terminan por bajo de aquella.
Cuando está
acabando 1916, los alemanes se alejan de París. Vuelven los parisinos creyendo
que se acerca el armisticio. No hay servicio doméstico y las casas están frías.
Los que pueden se alojan en el Hotel Ritz. Otro paso hacia la libertad de las
mujeres: antes de la guerra no podían entrar en un bar sin compañía ni hablar
directamente con el barman. Ahora, dentro del hotel, una señora sola puede conversar
con hombres conocidos. No hay transporte público. Los taxis llevan a los
soldados al frente. La boutique Chanel queda muy céntrica, por lo que las
mujeres, obligadas a ir a pie, comprueban que Gabrielle sigue cosiendo. Para
hacerlo se ve falta del material como el que ha usado en Deauville. El Sr. Rodier
es un empresario francés que se dedica a la fabricación de género de
punto hecho a máquina. Lo llama jersey,
en honor de la isla del mismo nombre. Le ofrece a la modista una partida de
color beis, que no ha podido vender, porque hasta para prendas masculinas resulta
áspero. Ella quiere el doble de cantidad.
Discusión
habitual con proveedores:
-“Quiero el doble o nada”.
Rodier,
exasperado, le grita:
-“¡Se lo haré, si mañana viene vestida con una prenda
confeccionada con este material!”.
Al día
siguiente se presenta Chanel, elegantísima, vestida con un chaquetón tres
cuartos, recto. Las mangas son como medias puestas al revés. Es tela en la que
no se pueden hacer ‘pinzas’, ni tratarla como otro tejido.
En Francia, desde
el comienzo de la guerra, han dejado de publicarse revistas de moda. En el
extranjero no pueden saber cómo ha evolucionado la forma de vestir de este país.
Los jóvenes poilus -soldados franceses- se fueron al
frente con 18 años, dejando mujeres en retaguardia a las que solo se les veía
la punta del zapato. A su vuelta observan con asombro que se les ve el tobillo.
Nueva York.
En 1916 el largo de la falda llega a los talones. En 1917 las mujeres
del Cosmopolitan Club desfilan juntas por la ciudad: se les ve parte
del tobillo. La revista de moda Harper´s Bazaar publica
por primera vez un vestido Chanel. Los redactores norteamericanos se quedan
asombrados por su simplicidad y admirados por su elegancia. Lo etiquetan como “The Chanel´s charming chemise robe” (El
encantador vestido camisero de Chanel). Es un vestido de la “Colección Biarritz”.
Las revistas de moda francesas ignoran a Coco hasta 1920. Harán falta 4 años
para que Francia recupere el gusto por la frivolidad.
Chanel no
concibe que una mujer salga a la calle sin sombrero. Presenta uno que tiene la
forma de medio melón, bien encasquetado -en francés le llaman cloche, campana-. No tiene adornos,
salvo un trozo de piel -es la primera vez que se utiliza este material en
sombreros- y se coloca como una cinta. ¡Es de marta cebellina!
Las huéspedes
del Ritz le piden que confeccione algo
con lo que poder meterse en un refugio durante los bombardeos, que no sea el
camisón. Coco les sirve una especie de pijama de color naranja. Es el antecedente
de los pantalones, que no llevarán las mujeres hasta los primeros años 20.
¡Pistoletazo de salida! A mediados de 1917 las mujeres deciden cortarse el pelo
à la garçonne o sea como un chiquillo
adolescente rebelde.
Laura de Sade, condesa de Chevigné. Inmortalizada por Proust en su Duquesa de Guermantes. Es un personaje
fascinante, con elegancia y distinción naturales. Amiga de Coco, con la que se
asemeja por tener entre los labios un eterno cigarrillo. Fue una de las
primeras mujeres en atreverse a pasear por París ataviada con un traje de
chaqueta -la gran revolución de Chanel-. La condesa era de expresión muy libre,
lo que atribuía a un privilegio de su clase. A Coco le pasó lo mismo, conforme
fue adquiriendo cultura.
¿Fue Chanel
una feminista? No en su pleno sentido. ‘Liberar’ a las mujeres lo entendió
literalmente: quitarle lo que oprimía y masacraba su carne, como los corsés.
Devolver al cuerpo la libertad que le es propia. Sí que fue feminista en la
creencia de que dentro de un terreno concreto, como el suyo, quiere que la
mujer pueda decidir sobre sí misma y no estar sujeta al mandato de los
caballeros.
Millares de
mujeres la llevan a la celebridad y la califican de genial en su trabajo, como
lo son en el suyo los pintores, escritores, artistas de cuya amistad gozó.
Ella se tenía
por una simple artesana, pero fue una inventora. Y sí, tuvo un rasgo genial, extraordinario:
el de crear belleza. La elegancia y el lujo fueron la finalidad de su
existencia. Todo llevado con mano férrea, absoluto control, porque lo que cohesionaba
al conjunto era su trabajo personal.
Boy consigue
sus planes más ambiciosos: lejos del frente y del peligro, viajando continuamente
entre París y Londres. Nombrado miembro de la Comisión anglo-francesa para los
carbones de guerra, es de los pocos que puede tomar decisiones importantes.
Se da un
respiro e invita a Gabrielle:
-“¿Vienes conmigo a Biarritz? Podías cerrar Deauville y
abrir casa allí”.
Capel
adelanta el dinero. Tiene como ella el gusto por la lucha y el triunfo. Esta
vez no se trata de una tienda lujosa, sino nada menos que de un elegante
palacete. Primero lo alquilan. Pasados unos años, Coco lo compra.
España ha
permanecido neutral durante la guerra, por lo que es fácil desplazarse a la
nación vecina para adquirir materias primas. El todo-Madrid, las señoras de San Sebastián y Bilbao, y hasta la
misma Casa Real están encantados con tener a Chanel tan cercana y poderle hacer
encargos.
El éxito tan rápido asombra a la misma Gabrielle. En Biarritz tiene 60 trabajadoras
y en París uno de los talleres está dedicado solo a España. En 1916 entre las
dos casas tiene 300 empleadas. El carácter de Coco ha cambiado: está amargada
porque se da cuenta de que Boy se aleja de ella, de que su amor no será ya
nunca como ella quería. Tristeza, pena, deseos de imponerse, humor cambiante,
autoritarismo y mal trato, riñas con los proveedores. Se vuelve impulsiva,
rompedora. Esta forma de ser, que será ya la suya propia, hará que Boy se
arrepienta cada vez que hace algo gratificante sin ella. ¿Es su actitud la que
ha hecho que Coco cambie? Ella ‘hace números’ y comprueba que puede devolverle todo
lo que debe y lo hace sin avisarle. Capel reacciona con rabia, celos, envidia.
Pero ella ha ganado la independencia y la conservará rabiosamente. Es curioso
ver la fidelidad que le profesan personas que están a su servicio.
Ni contigo ni sin ti
tienen mis males remedio.
Contigo porque me matas
y sin ti porque me muero.
Cuarteto
popular
Boy tiene un
círculo aristocrático de viudas de guerra que lo agasajan y de entre ellas
piensa elegir a su próxima esposa. Se entera de que Gabrielle también tiene su
propio círculo en París: políticos, intelectuales, artistas. Lo ha conseguido
por sus propios medios y cada vez está más guapa, más elegante. Consigue que
alquile una casa para ella sola -“La Milanaise”, en las afueras de París, entre
el Sena y el Trocadero- y así poder estar juntos cada vez que él vaya a Francia.
Capel demuestra su valía intelectual escribiendo un libro para ‘después de
la guerra’: Reflections on Victory and a
project for the Federations of Governments. Un proyecto de “Mercado Común”
a 30 años vista -Coco guardaba amorosamente algunas hojas manuscritas de esta
publicación-. Aunque no se explica de manera práctica cómo se ha de hacer, sí
que se dice que el castigo y el odio excesivos a los alemanes pueden impedir
este proyecto, como se comprobará en el Tratado de Versalles. En mayo del 17 se
publica en Inglaterra, con muy buena crítica. Pocos días después Boy va a París
para celebrar allí su presentación. Coco está a su lado.
Capel ofrece al ejército francés su flota marítima de distribución de
carbón. Unos meses después es nombrado secretario político, de la sección
británica, en el Gran Consejo interaliado de Versalles. Conecta muy bien con
Clemenceau, apodado ‘el Tigre’ y defensor de la guerra, a quien los franceses
confiarán el gobierno de la nación.
A primeros
de 1918 visita en Francia un puesto de ambulancias, dirigido por aristócratas
inglesas. Encuentra a Diana, viuda reciente de guerra, hija de Lord Ribblesdane.
La pide en matrimonio y ella lo acepta. Gabrielle se conforma con seguir siendo
su amante. Lo amará siempre, pero ya no le respeta. La ha desengañado. Se
burla, le critica. Por su reciente pasado y el actual presente, él pertenece ya
a la elite que deseaba, pero la mujer que ha rechazado, por su oficio y personalidad,
tendrá trato con una clase aún más superior.
A la mujer
de Capel -dicen- no le gusta viajar. Permanece en Londres cuando él va a París,
lo que le permite ver a Gabrielle libremente. Vísperas de la Navidad de 1919.
Capel sale de la capital hacia la Costa Azul, conduciendo el coche, acompañado
de Mansfield, su chófer. Horas después el coche aparece volcado y medio quemado
en una curva de la carretera. Arthur Capel ha muerto instantáneamente.
¿Por qué las
informaciones son tan contradictorias? Para unos iba al encuentro de su mujer,
que está en Cannes, esperándole para celebrar las fiestas. Otros sostienen que
está separado de ella y que ha buscado una finca por la costa, donde le espera
Gabrielle. ¿Accidente? Se habla de la explosión de una rueda. Mansfield esta
herido de gravedad. No se sabe si ha prestado declaración.
A las 3 de
la madrugada Chanel está durmiendo en “La Milanaise” y
la despiertan sus viejos amigos de Royallieu para llevarla al lugar de la
tragedia. En la Costa Azul es Bertha Capel la que acude a hacerse cargo del cadáver
de su hermano. Entonces ¿dónde está en realidad la reciente viuda?
Gabrielle pide
que la conduzcan donde se encuentra el automóvil siniestrado. Quiere estar sola.
Se sienta en tierra y llora durante horas. Se despide de Bertha y no quiere ni
ver el cuerpo -tan amado- ni asistir al funeral, que se celebrará en Frejus con
honores militares. La vida de Capel ¿ha sido una constante contradicción entre
lo que era y lo que podría haber llegado a ser? Nadie puede ya explicarlo. Su
testamento -ológrafo- se publica en los periódicos: todos sus bienes son para
sus dos hijas -el usufructo lo tendrá la madre- y una cantidad de libras muy
apreciable para dividir entre dos señoras: Gabrielle Chanel y una condesa
italiana, cuyo marido, oficial francés, ha caído en Verdún.
Coco
permanece llorando en “La Milanaise” y, pasados tres meses, se traslada a “Bel
Respiro”, en el municipio de Garches, a 12 km de París. Se incorpora a su
trabajo, pero sin ánimo, rota.
Los Sert -Misia
y José María- han decidido llevarla a Venecia para que se reponga de su mal de
amores. Es el sitio a donde va Misia cuando se encuentra en esas
circunstancias. Coco viajó mucho el resto de su vida, pero la impresión causada
por Venecia en esos momentos, nunca la podrá olvidar: no era solo la ciudad
sobre el agua, sino la ciudad más brillante de Europa, en aquellos “roaring twenties (años locos)”, década
que ya no volverá.
Misia Godbeski, hija de un escultor, es de origen polaco, muy bien
relacionada familiar y socialmente, acostumbrada a derrochar dinero. De
conducta un poco libre y mal vista por algunos sectores de la sociedad por sus
divorcios -Sert es su tercer marido-. Es una mujer fascinante, atractiva y de
delicados modales.
Amiga y confidente de toda clase de artistas: poetas, pintores,
escritores, actores… Las puertas de su casa están siempre abiertas. A Coco la
conoce en casa de una amiga común en mayo de 1917. La toma bajo su protección.
Ambas dicen que van a escribir sus Memorias, pero ninguna de las dos deja un
solo papel que pueda incriminarlas en lo que no quieren que se sepa. La carencia
de bienes, la ceguera y el uso de drogas hacia el final de su vida, hace que sea
Coco quien se ocupe de ella: la emplea como señora de compañía. Muerto el
marido en 1947, con quien se ha vuelto a casar después de la muerte de la
segunda mujer, no puede soportar su ausencia y muere en 1950. Al morir,
Gabrielle se queda sola con ella para amortajarla -lo que no ha hecho nunca, ni
volverá a hacer- como Misia deseaba, toda de blanco: un vestido largo y
vaporoso y una rosa natural, sujeta al pecho por una cinta de raso.
Sert. Hijo de una familia burguesa catalana con muy buena posición
económica. Hombre exuberante en todos los sentidos, con una gran cultura
humanística. Se le deben creaciones como la Catedral de Vic, la Sociedad de
Naciones, el comedor del hotel Waldorf Astoria y muchas obras de particulares -Arthur
Capel le había encargado la decoración de su comedor poco antes de morir-. Su
pintura -se la clasifique en un estilo u otro- es única por el uso del oro y su
monumentalidad. Divorciado de Misia y vuelto a casar con una joven de delicada
salud, que muere pronto. Entre los tres malgastan la fortuna heredada y la
ganada. Coco empezaba a convertirse en coleccionista y continuamente le pedía
su parecer.
Venecia, explicada a la manera
Sert, se convertía aún en más especial.
Igor
Stravinsky
Verano de
1914. Igor Stravinsky
y los suyos -mujer, cuatro hijos, madre y hermana con su
propia familia- están en Suiza, veraneando. El golpe revolucionario les impide
volver a Rusia y pierden dinero y propiedades. Hay amigos que ponen a su
disposición casas en la misma Suiza y en Francia. ¿Qué hacer? Al compositor le
conviene París por su trabajo y le escribe a Chanel en demanda de amparo. ¿Hay
o ha habido entre ellos una relación tan estrecha que justifique lo que parece
un exceso de confianza? Coco le ofrece “Bel Refugio”, a donde los Stravinsky
llegan en otoño de 1920 y allí permanecen dos años. Igor siempre sentirá por Coco
un gran afecto. Lo demostrará en sus sucesivos encuentros, en acontecimientos
sociales en que coinciden. En 1925, como recuerdo de su estancia en Bel
Refugio, le regala un icono, que Gabrielle tiene siempre sobre su mesita de
noche. Ahí está cuando muere, junto a una pequeña imagen de San Antonio y una
pila de agua bendita.
Dimitri
Pavlovich
El gran
duque Dimitri
Pavlovich, nieto, sobrino y primo de zares -físicamente un
Romanov: guapo y muy alto-, ha tenido una infancia desgraciada. Su madre muere
al darle a luz, su padre vuelve a casase sin pedirle permiso al zar, por lo que
pierde la custodia de sus hijos. Es educado en la nursery imperial, por severas institutrices inglesas.
Está muy
unido a su hermana, la gran duquesa María. La familia la promete al heredero
sueco para que los hermanos se separen. Dimitri pertenece a un batallón de
caballería, al que se incorpora al empezar la guerra. La zarina le persigue con
odio por haber participado en la conjura para matar a Rasputín. Dimitri huye
-¡a través de Persia!- hasta llegar a Biarritz, donde encuentra rusos que han
conservado sus villas y otros tan pobres como él: han de ponerse periódicos en
los pies para protegerlos de los agujeros de los zapatos. Tiene 29 años.
Coco está en
Biarritz. Ya se puede hablar de “imperio Chanel” y el palacete da unos resultados
económicos tan importantes que justifican sus visitas periódicas. Tiene 40 años.
¿Cómo se
conocen ambos? Se habla de la gran duquesa, tía de Dimitri, como presentadora,
o de amigas comunes. Coco vuelve a París, no sin haber invitado a Dimitri a ir
a su casa, ya que este se presenta en “Bel Refugio” a finales de año.
En el verano
de 1921 los Ballets Rusos están en España. Coco y Stravinsky han quedado en
reunirse en Barcelona. Ella no aparece y posteriormente se sabe que ha pasado
dos meses en la costa atlántica, en una villa cercana a Arcachon, con un solo
invitado: Dimitri. A Coco le gusta causar admiración entre los hombres, verse
rodeada de un grupo grande de amigos, tanto en viajes, como en veraneos. Lo que
ocurre con el gran duque, esa deseada soledad, es la primera y la única vez que
sucede. A la vuelta Dimitri deja “Bel Refugio” y gestiona en EE.UU. una boda de
conveniencia. Se casa en Biarritz con una norteamericana: Audrey Emery. Su hijo,
hablando de él, decía:
-“De mayor no había perdido el atractivo varonil que tuvo de
joven. Nunca olvidó a Coco, conservando hacia ella todo su agradecimiento. El
recuerdo estuvo siempre vivo en su espíritu. Chanel fue la gran aventura de su
vida”.
En 1937 el
Gran Duque es el acompañante de Coco en el estreno de los Ballets de Montecarlo.
Se les ve a los dos encantados, cogidos de la mano. Dimitri muere en 1942 en
Davos, a causa de la tuberculosis, y es enterrado en la iglesia del palacio de la
isla de Mainau, en el lago Constanza de Alemania.
El “crack del 29” se produce en EE.UU., con repercusiones económicas y
políticas muy graves. Sus efectos se extienden a todo el mundo, especialmente a
la sociedad europea, donde a lo largo de la década de los 30 se producirán dos
guerras: la de España y la Segunda Guerra Mundial.
Samuel Goldwyn -Goldfish es su
verdadero apellido- es hijo de un emigrante polaco y sabe lo que es el hambre:
la ha pasado de niño en un ghetto de Varsovia. Ha tenido muchos oficios hasta
levantar también un imperio: Hollywood. Se traslada a Montecarlo con el fin de
pedirle a su amigo Dimitri que le presente a su pareja. Es duro convencer a
Chanel de que acepte sus planes: ir a EE.UU. a ‘vestir a las actrices que
trabajarán en sus nuevas películas”. Goldwyn no va a dar pan ni dinero, pero
puede dar ilusiones -en aquel momento de dura crisis que padece su país de
acogida- a través de buenos filmes con figurines de Chanel, quien emprende el
viaje en 1931. Irá dos veces al año y percibirá un millón de dólares. Las
actrices están encantadas, pero les pesa que les impongan lo que llega a
cansarles. Se rompe el acuerdo. Coco no volverá hasta 1947. Como de costumbre,
Misia Sert, que la ha acompañado, no puede callar y deja uno de sus ácidos
comentarios:
-“Si yo hubiese descubierto América,
no se lo hubiera dicho a nadie”.
1921, Rusomanía.
En la nueva tienda de la calle Cambon, su dueña ve con placer
cómo se mueven las jóvenes vendedoras y maniquíes rusas, primas de Dimitri.
Emplea a las que se han quedado sin bienes y se convierten en clientes suyas
las que han conservado la fortuna. En honor del gran duque confecciona, en
versión femenina, las pellizas de los boyardos y las blusas de los mujiks con faldas rectas, cuello redondo
y puños bordados. ¡Ella, tan contraria a emplear esta forma de adorno! Piezas
que utilizan las clases modestas rusas, pero a las que la creadora da una
elegancia parisina. Son muy bien aceptadas.
La gran duquesa María Pavlovna, divorciada del príncipe sueco, va a París y
borda para Chanel. Cercana la guerra huye a Nueva York y Argentina. Trabaja en
moda y arte. Cuida a Dimitri en Davos. En 1958 muere de un cáncer y es
enterrada en la isla de Misnau, junto a su hermano Dimitri.
1920, Chanel N.º 5. Sería excesivo pensar que
Dimitri tuvo parte activa en su ‘creación’ pero es indudable que el trato con
él producía en la creadora seguridad, confianza y la fuerza necesaria para
enfrentar un problema que parecía insoluble. Todos los modistos pensaban que la
costura y la perfumería se complementaban, aunque ningún perfumista se había
atrevido a hacer cambios.
Los ingresos producidos por las ventas de este perfume están en el
apuntalamiento de la fabulosa fortuna que dejó Chanel al morir. El periódico The Times de 25/01/1971 da como cifra 15
millones de dólares. Es difícil comparar entre sí fechas tan alejadas en el
tiempo, pero proporciona una idea de las ganancias que pudo generar una mujer
con solo su trabajo. De entre todos los dedicados a la “Alta Costura”, su
nombre -junto con su fotografía- es el único que publica la revista Time.
El gran
duque le contó muchas anécdotas referentes a perfumes, ya que en la corte rusa
hacía siglos que se empleaban, mucho antes que en las otras cortes europeas. Se
perfumaban tanto hombres como mujeres, con una esencia floral que olía a lo que
era: heliotropo, gardenia, jazmín... Precisaban derramarse una buena cantidad
de aquel líquido, “mojarse”, para oler todavía, aunque débilmente, pasadas
varias horas.
Con la
obsesión de Chanel por “oler bien”, ¿quizás pensaba que el perfume intentaba
ocultar malos olores? ¿Algo de lo que contó Dimitri la impulso a intentar aquel
riesgo? ¿Fue su afán emprendedor, recuperado a su vuelta de Venecia? ¿Era Dimitri
quien le había presentado a Ernest Beaux, conocido suyo de San Petersburgo por
ser su padre empleado del zar? Muchas preguntas que le sirven a Coco para levantar
una leyenda en torno al nuevo producto.
Uno de los mejores químicos del perfumista Coty ha desaparecido de forma espectacular, llevando consigo una
fórmula sobre la que ha trabajado durante años. La casa se negaba a fabricarla
por lo costosa. ¿Sería Ernest? ¿Se puede llamar coincidencia el que 7 años más
tarde la misma casa lance su “Amant”? ¿Es también casualidad el que “Amant” y
“Chanel N.º 5” se parezcan como dos gotas de agua? El primero tuvo buena
acogida, pero la marcha del segundo era ya imparable.
Beaux y Gabrielle
se reúnen, intercambian sus conocimientos, se ponen uno al servicio del otro,
se exigen un esfuerzo de creatividad. Las esencias sintéticas pueden dar
estabilidad a las naturales -de animales o vegetales- y hay que crear un
perfume estable para poder dosificar su uso. Quieren que su olor sea
inidentificable: que tenga la frescura de un jardín, pero que huela a algo
desconocido. Por ello el N.º 5 tiene
un carácter sorprendente: es una creación abstracta. Con 80 ingredientes y aún
Coco pone, quita, añade, corta… Finalmente Beaux se impone: le presenta unas
pocas probetas para que elija.
En cuanto al
frasco, obra del artista Jean Helleau, es un simple cubo, sin adornos y el
tapón tallado en forma de diamante. La etiqueta es sencilla, un poco apremiante:
tiene más importancia el contenido que el continente. Desaparecidas Julia y Antoinette,
¿quién puede hablar de Aubazine, de aquellos mosaicos en el suelo con los
dibujos esotéricos y de las dos “ces” en ventanales emplomados?
1924. Chanel establece un tratado comercial con Pierre y Paul Wertheimer. Ellos
asumen el coste de producción, comercialización y publicidad. A ella le
entregan el 10%. En 1927 el perfume se convierte en el más vendido del mundo. Coco
siente que la han estafado. Dado que Pierre y Paul son judíos, han huido a
Nueva York. Teme que la empresa se convierta en americana y empieza a entablar una
serie de pleitos que duran 20 años. Ella dice que su porcentaje es pequeño, y
ellos que son los que han corrido el riesgo. Finalmente, en 1947 llegan a un
acuerdo satisfactorio, por el que los hermanos se comprometen a entregar a la
creadora un millón anual de dólares. Ha nacido la sociedad House-Chanel, de la
que en la actualidad son propietarios los nietos de los fundadores. En el
momento del nuevo compromiso, Coco tiene 63 años.
A su vuelta a Francia, Pierre Wertheimer se apresura a visitarla para
decirle lo que la admira y que en la lejanía siempre ha estado enamorado de
ella.
El Chanel N.º 5 ha participado en exposiciones de moda en el MOMA de Nueva
York y Andy Warhol lo ha pintado en varias versiones.
Se dice que se vende un frasco del famoso perfume cada 30 segundos.
“Bel Refugio”
se ha quedado pequeño y lejano. Coco piensa que sus ingresos le permiten elegir
una de las mejores zonas parisinas para vivir: el Faubourg St. Honoré. El
número 29 corresponde a un palacete del siglo XVIII, de estilo neoclásico. Inmensos
árboles, que parecen anclados en el tiempo, lo protegen y le dan sombra. Con la
cercanía del Art-Deco y Klint, Coco se decide a cambiar poco a poco su
decoración interior. ¿Muebles? Lo primero un piano de cola -¡hay tantos
invitados excelentes pianistas!- y los biombos Caramandel, puestos en torno al
piano, aislándolo como una habitación en la que se puede entrar o salir por
cualquier esquina, o colgados en la pared a poca altura. La mesa para almuerzos
y cenas se coloca cada vez donde conviene según el número de comensales. Chanel
alquila la planta baja a la que pronto añade el primer piso. En el segundo vive
el dueño del palacete que siempre está quejándose de las ‘juergas’ que
organizan los nuevos vecinos: música, cantos, gritos, dentro y fuera de la
casa.
Pasados los 80 años, edad en que su impostura se había desarrollado hasta
el delirio, le dice a un periodista:
-“Me gustan los parabanes
chinos desde que tenía 18 años”.
¿Ha olvidado
a los Sert, a los buenos amigos que le aconsejaron? En 1922 se relaciona con el
estilo griego por su trabajo. Adquiere una pieza extraordinaria de este arte
que presidirá la casa.
El escritor Jean Cocteau la describe así: “…sus cóleras, sus maldades, sus joyas fabulosas, sus creaciones, sus
manías, sus ofensas, sus amabilidades, su sentido del humor como su generosidad,
componían un personaje único que atraía, que repelía… en fin, un ser humano”.
Un rasgo de su carácter, que nunca cambió: no reconocer el mérito de los
demás; todo se debía a su ingenio. Y es cierto que era superior a muchos
hombres que trabajaron con ella.
Amasó una gran fortuna, pero no donde es habitual, en los aledaños del
poder: la industria, la Bolsa, la política. Es dinero que se debe a ella misma,
a su actuación, a su mérito. Se la tacha de avara. ¡Ella que ayudó a tantos! Sí
es cierto que proviene de un medio donde el ahorro es fundamental para
sobrevivir.
Chanel era una persona muy compleja. Muy habladora, se empeña en contar a
quien le interesa y a quien no, cuál ha sido su vida -en versión falsa-. Es
como una araña al acecho de una presa. Cuando esa presa le hace caso, la
desprecia por crédula.
Pierre
Reverdy
Coco conoce
a Pierre Reverdy
en 1919, pero pasan dos años antes de que empiecen a tratarse
con intimidad. Ella se siente profundamente amada por el poeta, que la quiso
hasta su muerte en 1960. ¿Matrimonio? Lo piensa seriamente sabiendo que es la
última oportunidad de su juventud, que está llegando a su fin. En que le puede
proporcionar a su enamorado una vida tranquila, feliz, placentera. Es inútil. Pierre
escribe:
“Huir. Huir donde sea. Hay un inexplicable placer en huir”.
Reverdy es italiano
de origen. Tiene un físico de gitano: pelo negro como ala de cuervo, tono de
piel mate, voz sonora. Un aire entre soñador y místico, atormentado y
romántico; solitario, contemplativo y espiritual. Al tiempo que esnob y
mundano; atraído y desdeñoso por la sociedad sofisticada y brillante de los
años 20. Ni alto ni elegante, siempre vestido con una gorra estilo yóquey y un
chaquetón cruzado que nunca se quita. Tiene el extraño poder de metamorfosear
las cosas, y una mirada profunda: lo que más atraía de él era la claridad negra
de sus ojos.
En 1917 funda una revista “Norte-Sur”, cuya característica principal es el
afán renovador y rompimiento con todo lo establecido. Es demasiado cara -50 cts.
de franco- y tiene pocos lectores. Deja de editarse.
Su padre ha perdido las viñas y está arruinado. Librepensador y socialista
educa a sus hijos sin religión. Admira al padre, como a los tíos, porque son
artesanos -él también tiene habilidad manual- y todos aman la tierra.
Para Coco y
Pierre hablar debió ser el mayor de los placeres. Aportaban ese grano de locura
propio del medio del que provenían los dos. Un hombre lleno de contradicciones:
le gusta comer y beber en exceso, pero odia el dinero; vivir en Montmartre pero
desprecia las costumbres del entorno. Escribe:
“Si fuéramos felices con la realidad, no inventaríamos los
sueños”.
“Lo que más une, son las barreras que nos separan”.
“Cuanto más pequeñas son las raíces, más inspirado está el
poeta”.
Discusiones,
gritos. Coco dice:
-“Entonces, ¿qué soy para ti, barrera o raíz?”.
En la biblioteca
de Chanel están todos los libros de Reverdy. Algunos ejemplares son únicos. A
través de las palabras manuscritas de dedicación, se puede seguir su historia
de amor. Coco muy frecuentemente lee y relee sus poesías. Pasados los años
piensa en Pierre: en que no fue lo que pudo haber sido, en los escritores de su
generación que han triunfado, en los que han recibido honores oficiales. Protesta,
le entra rabia. En su vejez lo recordará como el único hombre que la ha querido
con verdadero desinterés.
Crecen los
desencuentros, no cesan de hacerse daño. Paul Morand envía un libro con la
siguiente dedicatoria:
“A Coco Chanel, amiga de las causas desesperadas, 1923”.
Pierre está cayendo
en una crisis literaria absoluta. Coco todavía no lo ha advertido.
Una tarde lluviosa en casa de Coco, Pierre, sin decir palabra, coge una
cesta y va al jardín a buscar caracoles. Todos los contertulios quedan
asombrados. Cree que sus amigos le abandonan. La realidad es que se ha
desconectado de todas las escuelas literarias que existen. En la ausencia, el
heroísmo es la única fuente de inspiración. Escribe:
“La poesía está en lo que no es
o en lo que quisiéramos que fuera”.
1924 es un año de lucha y de tentación de soledad, que es la que triunfa.
Y de repente,
Dios.
Ante lo que
Chanel se inclina.
El día 6 de
mayo de 1926, Pierre quema sus papeles, ante sus amigos, que no entienden su
actitud, y recibe el Bautismo. Ocupa una casita al lado de la abadía de Solesmes.
Irá a París solo ocasionalmente. No ha sabido tender puentes. Chanel sí que lo
ha hecho, poniendo en el esfuerzo toda la fortaleza moral que la caracteriza.
Ha sido su única aventura literaria y, cuando hablen de Reverdy, siempre se le
asociará al nombre de ella.
¡Con qué
delicadeza le ayudó siempre! Compraba sus manuscritos, entregaba dinero a sus
editores para que se lo diesen en concepto de ventas.
Pasado el tiempo
hay encuentros esporádicos que no cristalizan. A su muerte, y según sus
disposiciones, Reverdy es enterrado en el cementerio de la abadía, sin
comunicárselo a nadie. Los amigos, incluida Gabrielle, se enteran por los periódicos.
A pesar de sus ideas antagónicas en política, Pierre nunca le dirá a Coco una
sola palabra de reproche.
Parte de una
entrevista que le hacen al poeta:
-“¿Cuál es su santo preferido?
-San Pedro.
-¿Por qué?
-Porque fue un traidor”.
Si Reverdy
perdona por amor, ¿cómo no va a hacerlo el pueblo francés por su propio
beneficio? Es demasiado importante Coco Chanel para echarla en el olvido. Forma
parte del imaginario de Francia. Eso, suponiendo que realmente haya algo que
perdonar.
1925. El
dólar se revaloriza. Escritores norteamericanos famosos van a vivir a París.
Chanel debe
hacer frente a su pena. Por donde va es reconocida: París, Montecarlo,
Biarritz, Deauville. Es invitada por sus clientes; ella también las invita a su
casa. Le prestan mucha atención, sobre todo los maridos. Se clausura
solemnemente la “Art-Deco”. Ha tenido
gran éxito, siendo visitada por millones de franceses y extranjeros. La
exposición incluye un ‘Palacio de la Elegancia’ y las conclusiones que se sacan
son las mismas que Coco ha puesto en uso.
La mujer
quiere ser la igual del hombre, su compañera de trabajo: poco pecho, cabello corto, comodidad. Es un reconocimiento social
del estilo Chanel. Los periódicos se ocupan continuamente de ella.
Todos los
que en París se interesan por la forma de vestir pasan por los salones Chanel. Lo sutil está en el corte con su aparente
simplicidad: el esfuerzo permanece invisible.
Y ella
renuncia a luchar contra los “copistas”. La revista Vogue, tan importante en aquel momento, dice:
“Copiar no significa vulgarización. La comodidad y
simplicidad de este vestido -el negro- hace que sea un poco impersonal y no se
compare a otros. Es como una determinada marca de coche: el que haya miles de
vehículos de un mismo modelo, no quiere decir que nos abstengamos de comprarlo,
si nos gusta. Aquí tenemos el Ford firmado por Chanel”.
1925 se
convierte en el año de ‘la mujer de
negro’. No fue una moda pasajera, sino la expresión de toda una época.
Primero produce escándalo, luego aceptación total.
Coco y
Pierre, por su origen campesino, saben que la sombra es lo que pone de relieve
lo esencial y que el negro es la ausencia de color. Para ella además es
Aubazine.
Madurez
Duque de Westminster
¿Puede un
hombre llevar el nombre de un caballo? Sí, si es inglés, aristócrata y
millonario. A Hugh Richard Arthur Grosvenor, nacido en 1879, segundo duque de
Westminster, el público de los hipódromos le llama Bendor, nombre del caballo
que tantas satisfacciones ha dado a su abuelo. El primer duque ha recibido el
título nobiliario de la reina Victoria, quien lo tiene en alta estima.
Bendor pierde a su padre a los 4 años y es educado por el abuelo -curioso
que los tres hombres que más influyen en la vida de Chanel y de relevante clase
social sean huérfanos de padre desde la infancia: Boy, Dimitri y Bendor-.
Bendor es alumno
de Eton y perteneciente al regimiento de Guardias Reales. Rubio, muy alto,
robusto, elegante; se le ve cómodo porque no está pendiente de él. Fantástico,
fastuoso, aburrido y divertido al mismo tiempo. Original. Buen marino. Le
gustan los deportes, la caza, los caballos, los perros. Le encantan el juego y
las bromas de estilo infantil: poner brillantes debajo de la almohada de sus
amantes o un broche en su sombrero, sin que ellas lo adviertan. Disfruta de su
fortuna y de las mujeres, pero siempre pensando en que ha de tener un heredero
varón. Tuvo cuatro esposas. Las dos primeras solo le dieron hijas. Al
divorciarse de la segunda, pasa una temporada lejos de la corte, donde el
puritanismo de la reina no ve con buenos ojos estas situaciones.
¡A
Montecarlo, el sitio más divertido en aquellos momentos! Allí, en 1925, una
amiga le presenta a Coco y queda admirado. Él creía que era moderno, pero en
realidad permanecía tan victoriano como su abuelo. Lo que le atrae de esta
mujer nueva -nueva en muchos sentidos para él- es el deseo de dominar a alguien
tan independiente, de conocer lo más íntimo de una persona liberada por el
trabajo y que se identificaba con la época en que vivía por la preocupación
permanente de la realidad.
Al principio Coco ‘no está por la labor’. Lo rechaza enérgicamente. Duda.
El grupo de artistas que le rodea forma ya parte de su vida. ¿Se entenderán mezclados
con Bendor y su entorno? ¿Dejar su vida profesional?
Él insiste
y, por medio de sus barcos o del avión si es urgente, le envía presentes todos
los días. De sus invernaderos, flores y frutas exóticas. Salmones de Escocia,
recién pescados. Una enorme esmeralda, sin pulir, escondida en un estuche… Y
sobre todo cartas de amor. Bendor va muy frecuentemente a París y ella empieza
a ir a Inglaterra. Le conmueve la estima con que él la trata, la alfombra de
oro que está desenrollando a sus pies. También le maravilla su fortuna, sus
posesiones. En Londres, manzanas enteras son suyas. Las tierras de Escocia y de
Gales, el castillo de Cheshire. Grandes bosques en el extranjero. Los castillos
de Saint-Saens y Normandía. Los dos barcos, decorados con muebles Reina Ana y que llevan a sus invitados costeando
el Mediterráneo. Trenes especiales donde se enganchan sus coches pullman para viajeros y furgones para
equipaje y perros. Y sobre todo Eaton Hall, la propiedad donde vive la familia.
Los fines de semana se reúnen por lo menos 60 invitados, entre ellos los
Churchill. Es una construcción tan enorme que el ama de llaves da vueltas por
los pasillos para indicar el camino a las personas ‘perdidas’. Enorme y horrible;
finalmente Coco encontró la ‘gracia’ que se hallaba en su mal gusto, como otras
construcciones europeas de la época.
En 1900 Bendor ha acompañado a su íntimo amigo Winston a esa ‘pequeña
aventura’ que fue la Guerra de los Boers, cuando Churchill ejercía de
periodista. A la muerte del duque, en 1953, es el ilustre político quien
pronuncia la oración fúnebre, exalta sus cualidades, todas inglesas, por
supuesto. Churchill siempre tuvo en cuenta las opiniones de su compañero de
infancia.
En Londres
se rumorea que Bendor ya ha elegido esposa. Las amigas se asombran de que haya preferido
a una mujer con una manera de vestir tan simple.
De 1926 a 1931
la moda Chanel es inglesa. Muy femenina, aunque de origen masculino. Hace suya y
de sus clientes la costumbre británica de llevar chándal, pero realzando su
simplicidad con brillantes: collares, broches.
Coco, en el
tiempo de sus amores con Bendor, llegó a pensar en casarse con él. Se sumergió
en su tipo de vida: sin complicaciones, cambiando sin parar de residencia,
viajando.
Todo era
inglés en él: la ropa, las anécdotas que contaba. Era más divertido estar con
los amigos del Faubourg, pero si quiere ‘pescar’ al duque ha de aguantar sus ‘rollos’:
cabalgadas, batalla en el desierto de Libia con sus ocho Rolls Royce…
¡Más de lo
mismo! En 1929 se entera de que Bendor la engaña y su memoria la retrotrae al
tiempo de Capel. Finalmente comprende que no se trata solo de matrimonio, si no
de que nazca un heredero. Se somete a visitas al ginecólogo que le habla de
esterilidad, por tener una matriz infantil.
Al final del
verano el duque está en Londres y no vuelve a “La Pausa”. Está enfadado y
celoso: Chanel ha vuelto a su vida habitual. Bendor la visita cuando va a París
y ella prefiere sonreír para que la sociedad no crea que es una tormentosa
ruptura, sino un acuerdo amistoso. El duque de Westminster se promete con la
que será su tercera mujer: una aristócrata inglesa. En su inconsciencia corre a
presentársela a Coco y a preguntarle qué le parece su elección.
Dice Coco refiriéndose a la inseguridad interior que Bendor sufrió durante
su vida:
-“Sabiendo lo que su abuelo
había sido, se comprendía lo que el nieto no era”.
Refiriéndose a su categoría mental afirmaba mientras vivió con él:
-“Lo encuentro perfecto dentro
de su clase”.
Cuando ya había dejado de verlo:
-“Sí, es cierto, había en él
cierta incapacidad intelectual”.
Si Bendor
supo algo de Coco que pudiese perjudicarla, no lo dijo. Debió recordarla con
afecto y la ayudó en momentos difíciles. ¿Es posible que el duque le
proporcionase información sobre asuntos secretos? Es complejo averiguar la realidad
entre lo que dicen los documentos desclasificados y las declaraciones de espías
que han actuado al mismo tiempo a favor de dos naciones enemigas. El barón
Louis de Vaufreland -francés al servicio de Alemania y, supuestamente,
‘compañero’ de Coco en estos menesteres- se ‘pasa’ a los ingleses y ¿qué le
cuenta al M16 -Servicios Secretos de Gran Bretaña-? ¿Se podría recomendar a los
agentes y jefes de servicios la lectura de El
libro de cabecera de un espía de Graham Greene? Que, por cierto, dicen que
también lo fue.
La Pausa.- Cerca de Roquebrune-Cap St. Martin, Coco construye una finca. Dice la
leyenda que el nombre del lugar viene del descanso que allí se tomó María
Magdalena cuando, procedente de Jerusalén, iba en pos de Jesús resucitado. Se
trata de 5 acres de un terreno poblado de olivos y con vistas preciosas sobre
el mar. Llamaron la atención y se copiaron sus ideas sobre la decoración. Mandó a su arquitecto a la Abadía de Aubezine para que pudiese copiar la escalera.
El contrato de compraventa se firmó en febrero de 1929 en Nimes, pero tres
años antes ya habían empezado las conversaciones sobre la transacción. No fue
por tanto Bendor quién se la regaló, solo que, al construirlo durante sus
primeros amores, le dio ilusión hacer de aquella casa el hogar de ambos. En el
entorno había casas de veraneo de personalidades inglesas -Churchill estaba muy
frecuentemente invitado en ellas- lo que podía ser muy agradable para el duque.
Cuando Coco se exilió en Suiza, se le permitió pasar temporadas en “La
Pausa”. A mediados de los 50 se vendió la propiedad, que actualmente ha sido
comprada por la compañía “House-Chanel” -ha vuelto a casa-. Coco no podría soportar volver sola a la finca que
conservaba la habitación del duque de Westminster.
Paul Iribe
-“¡Iribarnegaray! ¡Qué no hubiese dado porque la gente
olvidara que ese era mi apellido”.
Quien lo
decía era Paul Iribe, que lo acortó. Nacido en 1883 -el mismo año que Coco- en
Angulema, de padres vascos.
Tiene cierto
cosmopolitismo y un ‘barniz’ adquiridos voluntariamente, para que no se note su
origen campesino. Lo que no pudo evitar nunca fue el ‘ceceo’, a pesar de haber
vivido 30 años en París. Decía:
-“¡Cómo me mortificaba que mis amigos se burlasen de mí!
El padre es
periodista y quiere que el hijo también lo sea. Él prefiere el dibujo. A los 17
años publica sus primeros trabajos en un periódico. Es muy bueno en este
terreno, sobre todo en los satíricos. Trabaja en una imprenta y sigue cursos de
arquitectura.
Desde joven
muestra un apetito voraz por el dinero -que nunca tiene-, los honores -que no
recibe- y las mujeres -gracias a las cuales puede sobrevivir-. Lo que cuenta
para él es el lujo en todas sus formas. Procura imitar a la elite a la que
trata. Lo que más envidia son los buenos modales, la facilidad de movimientos:
es decir, el pertenecer a la misma clase social que aquellos que los tienen por
nacimiento. Para él la elegancia radica en cierto modo de pensar, propio de dicha
clase. Sin domicilio fijo y cobrando anticipadamente sus trabajos -ya que sus
gastos son mayores que sus ingresos- para ir a sitios elegantes donde hacerse
admirar. Iribe se definía en función de sus éxitos femeninos. Ninguna de sus
conquistas quedaba en la sombra: para adquirir notoriedad era preciso que el
menor detalle de sus relaciones amorosas fuera conocido.
¿Era un
seductor o un gigoló? No roba a las
mujeres, consigue que le den lo que les pide.
Iribe es un
nostálgico de los tiempos pasados, de la “grandeza de Francia”. Si una cosa es
bella ¿qué importa que pertenezca a uno u otro estilo? Se refiere a cosas de
menor entidad como peinados, collares, bordados… o de más importancia como la
decoración interior, muebles, cortinas… Hay grandes coleccionistas que acuden a
él. Crea telas de una seducción innegable.
1919. Cambio
de rumbo: lo que interesa ahora son el dólar y las mujeres americanas. Encuentra
una, adornada por una buena fortuna y con la que se casa en EE.UU.
En la
entrevista que le hacen en 1920 dice:
-“Los rascacielos me han im-pre-sio-na-do”.
Porque es lo
suficientemente pedante como para hablar así: la palabra que quiere enfatizar
la pronuncia separando las sílabas. La impertinencia tampoco le es ajena:
-“Para serle franco, el peor enemigo de EE.UU. es su mal
gusto”.
Iribe toma confianza:
su nombre es bastante célebre como para hablar de sus orígenes:
-“Todos los países poderosos, en algún momento de su
historia, son deudores de su notoriedad a los vascos. ¿No era vasco Cristóbal
Colón?”.
Se retira a vivir a una casa de campo de la reciente esposa y, como es la
época dorada de Hollywood, allí se va. Gusta. El estilo Iribe es bien conocido
en diferentes campos: arquitectura, dibujo, historia del traje, mobiliario… Es
nombrado Director Artístico.
Trabaja bien, pero su falta de previsión - bastante frecuente en él- provoca
un desastre en la película que ruedan. Iribe es despedido. Deja California y
promete no volver a aquel país.
En París su
mujer le ha montado una tienda lujosa donde se puede dedicar a las artes
decorativas, su tarea preferida. Gana muchísimo dinero.
-“¿Qué me apetece que sea muy costoso, innecesario y hasta
inútil?”.
Se compra un
coche lujoso con adornos de plata, un yate, una casa en Saint Tropez.
No pasa
mucho tiempo sin que tenga que venderlo. Desde Norteamérica la familia de su
mujer se preocupa por la situación de esta: de seguir así, su fortuna peligra. La
esposa y los dos hijos de ambos regresan a su país y ya no se verán hasta el
divorcio.
Iribe se
convierte en fotógrafo, prueba nuevas técnicas de publicidad, mezcla la
tipografía y la fotografía y se convierte en un virtuoso del fotomontaje. En
1931 gana el segundo premio en un concurso internacional de publicidad,
celebrado en Nueva York: participan 50 fotógrafos europeos de 8 países
distintos.
Lo que le reprochan
los que le conocen es que en él nada es definitivo, todo es provisional.
Los amigos
sospechan que desde los años 30 ó 31 Coco e Iribe tienen una relación amorosa
muy discreta. Ella ha comprado una casa rústica en la montaña para verse. A
partir de 1932 la situación es ya pública: conviven en el Faubourg, en el Ritz,
en “La Pausa”.
¡Algo nunca
visto! Por vez primera se celebra una exposición de joyas en un domicilio
particular. El 7 de noviembre de 1932 se inaugura en casa de Chanel. Los
dibujos son de ella misma inspirados en el esoterismo que vio en Aubazine:
suelo, paredes, algunos armarios… También colaboran personalidades del
“todo-París”. Ha conseguido que le dejen ver ejemplares que casi siempre
duermen en cajas fuertes. La exposición es solo para profesionales franceses y
extranjeros. A algunos amigos o conocidos de especial sensibilidad se les
permite pasar. Entrada: 20 Fr., producto dedicado a fines benéficos. Risitas
irónicas ya que Coco es desconocida en esta faceta.
Es extraño que utilice brillantes auténticos: lleva tiempo aconsejando que
se usen joyas de fantasía y hasta las perlas es mejor que sean falsas. No por
seguridad, pura moda.
Respecto a estas su caso es especial: se pone collares en cantidad todos
falsos, todos de calidad o bien mezclados. Cuando discute en público, se
enfada, se pone nerviosa, enreda los dedos en aquellas largas tiras, estira y
muchas veces se rompen los hilos. ¡Qué espectáculo ver a los amigos por tierra,
recogiendo ‘bolitas’! Porque con ella nunca se sabía el valor de aquellos
adornos…
Se utilizan
vitrinas, maniquíes de busto, luces bajas y biombos de espejos que multiplican
las imágenes. Todo brilla, vigilado por guardas armados y tiene un aire nuevo:
las pulseras son transformables -se pueden llevar tal cual o dividirse en
varias-. No hay tiaras, hay lunas que se cogen de forma invisible al cabello,
soles que cuelgan de largas cadenas y una joya muy especial: la que años
después se llamará “franja Chanel”
llevada al estilo faraónico, especie de cortina que cae desde el nacimiento del
pelo hasta las cejas en tiras de diamantes del mismo grosor.
¿Gustó?
Parece que sí, aunque fue más espectacular que discreta: hollywoodiense.
Se nota la
influencia de Paul Iribe que ya ha entrado en su vida
A las
íntimas de Coco no les gusta Iribe. Ella con todos sus defectos es franca,
clara. Él un poco sinuoso. Piensan que lo ama por las consideraciones que tiene
con él, en la casa, en los negocios. Que Chanel pierda la más mínima parcela de
poder a favor de alguien, es muy significativo.
Chanel odia
a las mujeres a quienes viste porque no ha tenido su suerte. Hasta las ‘irregulares’
como ella se han casado. Queda pendiente el mal recuerdo que algunos hombres le
han dejado. Fuera los genios; prefiere un hombre corriente al que le une el
mundo del arte en todas sus manifestaciones. A Iribe no le preocupa el medio
social -Capel- ni le oprime la ascendencia nobiliaria -Dimitri y Bendor-.
Iribe no la
puede desengañar. Hace años que conoce bien sus defectos y el matrimonio borrará
todo mal recuerdo que han dejado otros amores. ¡Por fin ya se ve casada!
Iribe, tan
extremoso siempre, critica a todos los países que tomarán parte en la próxima
guerra. ¡Pobre Francia! Lo que cuenta es su bandera y la Marianne, escultura
que representa a la República y que pinta con expresión entristecida y los
rasgos de Gabrielle. Coco se siente muy halagada.
Principios
de verano de 1935. Coco se ha trasladado al Ritz y en sus habitaciones
reproduce un decorado tan fastuoso como el del Faubourg. En “La Pausa” y con
sus amigos las conversaciones son ligeras, frívolas. ¿Va a ‘pararle los pies’ a
una nueva modista llamada Schiaparelli y que, con su barroquismo, tanto éxito
tuvo en los 40? Acabados los pantalones ‘pata de elefante’: hay que llevarlos como
Gabrielle, ni más anchos ni más estrechos que los de los hombres. Se habla
también de su nueva idea: unos brazaletes de gasa que se retienen en el codo;
de los bailes del próximo otoño.
Agosto de
1935. Iribe está en “La Pausa” con unos amigos. Juegan al tenis. Coco llega de
París y se dirige a las pistas. Se miran un momento a los ojos y de repente
Iribe cae fulminado al suelo. En la clínica de Menton solo pueden certificar su
muerte: un accidente cardiovascular. ¡No! ¡Otra vez Capel, no! ¡El mismo choque
emocional, en la misma Costa Azul! Es un sufrimiento horroroso, que procura no
exteriorizar. Ha de seguir su vida.
En la primavera de 1939 se celebra la exposición Chanel. Tendrán que
transcurrir quince años antes de que se celebre otra. Tienen gran éxito los
trajes largos. La autora les añade ligeras pinceladas rojas y azules en memoria
de la bandera, en memoria de Iribe. Pasarán seis veranos antes de que los
puedan volver a utilizar.
6 de febrero
de 1933. Hay una manifestación que empieza en la Plaza de la Concordia y
alrededores y llega hasta el Faubourg, a la puerta de Chanel. Hombres armados
subidos a los árboles defienden a los manifestantes; una mujer muerta; heridos
graves. El gobierno está cercado en el Elíseo y el palacio Bourbon. Dimite.
Joseph Lecrerc, el fiel y excepcional mayordomo, que ha servido a Chanel
durante 16 años, es despedido en la primavera de 1934. No se conocen ni el
motivo ni la última conversación que han mantenido. Se separan enfadados y no
se volverán a ver ni a escribir. ¡La de cosas que podría contar Joseph! Sobre
los gorrones que la han rodeado siempre. Sobre sus amantes fijos y ocasionales.
Sobre los Chanel que él conoce. Sobre lo que sería un escándalo, si ahora se
supiese. Sobre el príncipe de Gales, discutiendo con el cocinero del Faubourg,
de cómo hacer los profiteroles… Joseph sigue sirviendo a su última empleadora
con su silencio. Sabe de su vida por los periódicos. En 1957 dice:
-“Esta tarde hay ‘pase’”.
Y muere. Su último pensamiento ha sido para Coco.
Al despedir
a Lecrerc despide también a otros componentes del servicio. Solo conserva a su
doncella y se traslada al Hotel Ritz, su última vivienda en París. Allí muere.
A las habitaciones que ocupó se les llama Suite
Chanel.
Suite Chanel
César Ritz, suizo y judío. Es el decimotercer hijo de un campesino que lo tiene destinado a cuidar ganado. El adolescente se rebela y se va de casa: camarero, estudiante, viajero, observador… Pasa muchas penurias hasta que consigue levantar su primer hotel en París. Se le considera el creador de la hostelería moderna. A su muerte le sustituye su hijo Carlos. Siente mucho afecto y admiración por Chanel.
César Ritz, suizo y judío. Es el decimotercer hijo de un campesino que lo tiene destinado a cuidar ganado. El adolescente se rebela y se va de casa: camarero, estudiante, viajero, observador… Pasa muchas penurias hasta que consigue levantar su primer hotel en París. Se le considera el creador de la hostelería moderna. A su muerte le sustituye su hijo Carlos. Siente mucho afecto y admiración por Chanel.
¿Por qué en Madrid se construye un Hotel Ritz no siendo la ciudad más
importante de Europa? En las trágicas bodas de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de
Batenberg ha habido que alojar en casas particulares a los ilustres invitados
heridos o conmocionados por las circunstancias, ya que en la capital no hay
hoteles, solo posadas. El Rey y un grupo de caballeros se convierten en
promotores y accionistas de una sociedad y llaman a Ritz, que en dos años
levanta su hotel.
1936, en Francia se convocan elecciones. Leon Blum es tan amado como
odiado. La eterna conjura judeomasónica. El 26 de abril llueve torrencialmente.
La derecha lo toma como pretexto para no salir y no vota. Triunfo del Frente
Popular. Una amiga le escribe a otra:
-“Querida, en París pasan cosas
terribles; mi peluquero me ha hecho esperar diciéndome: Princesa, que yo también
tengo mis derechos”.
En julio comienza la guerra
civil española. El gobierno francés ayuda al ruso en el engaño a España.
La gente
compra oro. La Bolsa se desploma. Chanel abre todos los días pero no entran clientes.
Nacionalizaciones. Huelgas. Gabrielle quiere que todo continúe igual, pero es
imposible. No entiende la huelga. Está sola frente a cuatro mil empleados. Dice
que la huelga es cosa de hombres. En estas situaciones se acuerda de Aubazine,
de la miseria, del ahorro. No comprende la sindicación, ni que la relación
patrono-obrero del siglo XIX haya cambiado. Precisamente porque ella ha vivido
y trabajado en esa época, cree que lo único que tiene valor es el trabajo, no
las mejoras sociales que protegen al trabajador. Empiezan las huelgas femeninas
y, entre ellas, la de sus empleadas. Ponen un letrero en la puerta de la
tienda: ‘Ocupado’. A Coco la visitan las “delegadas de talleres” en el Ritz. Comenta
que no sabe lo que es “eso” y no las recibe. Pasa ella a la tienda y se niegan a
dejarla entrar.
En 1937 se
celebra en París la Exposición de las Artes: Coco se encuentra sola y triste. Dice
que la inspiración la ha abandonado. Acude a una cena al recinto ferial con un
vestido tan ligero -la ligereza es uno de sus secretos- que el público se
pregunta:
-“¿Qué es lo que rodea sus caderas, esa especie de espuma
pálida y nube de flores?”.
Otra noche
el vestido es de organdí con una diadema floral entre sus cabellos.
Después del último
pase de modelos -primavera de 1939-, Coco se niega a que su negocio permanezca abierto.
La Cámara Sindical presiona para que Francia de cierta sensación de
“normalidad”:
-“¡Empresarios, no cerréis!”.
Finalmente
Coco transige: cierra los talleres y deja la tienda abierta.
Sus principales clientes durante la guerra son los alemanes ocupantes: quieren
como recuerdo un frasco de Chanel N.º 5.
Al entrar los americanos en París ocurre lo mismo. Hay que dar buena impresión.
Los nuevos clientes están delante de la boutique en una fila ordenada y se
comportan con perfecta urbanidad.
Soplan los
mismos aires de guerra que en el 14. En septiembre del 38, las potencias aliadas
se abandonan a su destino: permiten la invasión de Checoslovaquia. Mussolini
envía sus tropas a Etiopía. Seis de octubre de 1939: ¡Danzig! La guerra ha comenzado.
Chanel sale
de París y se traslada a Corberes, bajo Pirineo, donde se hospeda en el hotel Pellegrin.
Allí vive André Palasse, el sobrino tan querido y que le ha dado no pocas
satisfacciones.
Agosto de 1940. André entra en combate y es hecho prisionero. Se encuentra
en Alemania. Su tía vuelve a París deseosa de salvarle. Desagradable sorpresa:
en el Ritz la tratan de malos modos, porque los alemanes, al invadir Francia,
han requisado este hotel. Su suite está ocupada y los muebles arrinconados. Finalmente
le permiten utilizar una habitación pequeña para dormir y le dejan que monte su
salón en el altillo de la tienda.
Hans Günther
von Dincklage nace en 1896 y recibe su bautismo de fuego el año 14. Es oficial del
ejército alemán, en el cuerpo de caballería de ulanos. Pertenece a una familia noble
de militares. Madre inglesa, de mayor posición económica y social que el padre.
Hans habla perfectamente inglés y francés.
Muy alto,
guapo, delgado, elegante. El pelo rubio, los ojos color agua pálida. Gusta
enormemente. Es lo que se suele llamar un seductor, poco serio, de conducta
ligera. Le llaman Spatz -Gorrión- por su forma de conducirse en
amores.
En 1928 está
en Francia. ¿Qué hace? Dice que turismo -los alemanes han estado enviando
durante años oficiales para aprender el idioma y espiar-. Vuelve cinco años
después, destinado en París. Monta un piso muy elegante y le sirve una
asistenta doméstica alemana -documentada como agente-. Sabe recibir, baila
bien, es invitado, acogido. Su trabajo oficial: funcionario. ¿De qué? Gorrión tiene la prestancia de un
diplomático y un despacho en la embajada alemana: la gente piensa que lo es. En
realidad no ha pasado por la Escuela Diplomática, pero su pasaporte indica que
pertenece al Cuerpo para ponerle a resguardo de los peligros de su trabajo: el
espionaje.
Ha
desarrollado una sorprendente actividad desde hace años, especialmente en el área
francesa, Norte de África, la Costa Azul, en naciones que tienen intereses
comunes con Francia. Su tarea: desestabilizar. Posee una cualidad especial, les
cae igual de bien a hombres que a mujeres; tiene colaboradores de ambos sexos.
Las mujeres le son fieles hasta el final: su esposa, cuñada, amantes actuales y
antiguas. Su mente es venenosa, pero es muy persuasivo.
El Deuxieme Bureau
-servicio de inteligencia francés- tiene sospechas sobre él. Documentos ya
desclasificados lo confirman. Él siempre logra evitar a sus perseguidores. Atraviesa
la frontera francesa -antes de que sus compatriotas empiecen la evacuación- y
se establece en Suiza sin problemas. Cuando encuentra a Coco, salen juntos tan
a menudo que da la impresión de que se han casado. Él trata de extorsionarla
directamente o buscando documentos que puedan implicarla. El gobierno de España
le da asilo político durante años. Muere en 1974 en Mallorca.
El idilio
entre Coco y Gorrión empieza cuando
ella tiene 56 años. Dice:
-“Yo me sentía sin edad porque lo amaba”.
Ambos
aseguran que se habían conocido hacía años. Sea encuentro o reencuentro ¿cuándo,
dónde y cómo se produce? No se aclara.
Gorrión siempre viste de civil y es muy discreto. La pareja sale
poco. Sí que visitan los buenos restaurantes, en los que no faltan excelente
comida y vinos de marca, cosas de las que carecen los parisinos. Pasan mucho
tiempo en el salón de Coco. Han puesto un piano y a los dos les encanta la
música. Coco lo tacha de indolente porque no ha logrado que vuelva su sobrino.
Un día se
encuentran con un antiguo compañero de armas, Theodor Momm, y
Coco lo invita a su salón.
Momm es un alemán a la antigua usanza. Coco piensa que, vista la actitud
de los actuales, es de los que ya no existen. En su familia se dedican a los
textiles y él pertenece a la quinta generación que se ocupa de esta labor. Se
nota su afición a la profesión. Ha nacido y se ha educado en Bélgica y su padre
tenía relaciones de trabajo con los algodoneros de Manchester. Momm es llamado
a Alemania cuando va a empezar la guerra del 14 y al año siguiente conoce a Von
Dincklage porque pertenecen a la misma compañía de caballería en el ejército. Momm
cuenta que un primo hermano en los años 34-35, ha sido campeón en concursos de
hípica y ganado varios trofeos. ¡Hablarle de este deporte a Chanel! Enseguida
dice que lo ha visto correr y le ha aplaudido. Momm cuenta ya con toda su
confianza y simpatía.
Theodor Momm es serio y responsable y su puesto es importante: está al
frente de los textiles franceses que tanto interesan a los alemanes. Días
después, Coco va a verle a su despacho y él se da cuenta enseguida de la
situación, porque conoce a su amigo. Momm atribuye a Chanel la propiedad de
unos textliles en San Quintín y hace venir a André Palasse para dirigirlos. Cuando
acaba la guerra está en Suiza y ayuda a todos, especialmente a Coco. Parece que
interpone su gran cuerpo entre ella y todo lo que puede perjudicarla. Vuelve a sus
actividades civiles. A pesar de su edad viajó mucho y ocupó puestos en la
Sociedad Textil del Chad y en la Algodonera Industrial del Camerún.
En 1943 se
han cambiado las tornas. Los alemanes no pueden mantener dos frentes: los rusos
están ya a sus puertas. ¿No podrían llegar a un acuerdo con Inglaterra y
ocuparse solo del frente oriental?
Muchos
occidentales piensan igual: los de buena voluntad, los especuladores, los que
están cansados... Roosevelt y Churchill se muestran inflexibles. Coco, con su
forma de ser y viviendo en aquellas circunstancias, imagina que ella puede
encontrarse con ‘el querido Winston y darle un tirón de orejas’. Se entrevista
con Momm. Lo encuentra un poco escéptico, por lo que ‘mima’ la supuesta escena:
-“Mayor, siéntese aquí como si fuese el premier británico y
oiga lo que pienso decirle: Winston, tu predicción de sangre y lágrimas se ha cumplido
y no es eso lo que te hará entrar en la Historia. Ahora tu misión es acabar la
guerra, impedir que se pierdan más vidas humanas: tiende la mano de la paz y
con ello mostrarás tu fuerza”.
Y he aquí
que Winston, mordiendo el puro y bajando la cabeza, le contesta:
-“¡Qué razón tienes, Coco, qué razón!”.
Operación Modellhut (Sombrero)
El mayor
alucina. “El peso de una personalidad
única” diría refiriéndose a Chanel, aún 30 años después comentándolo con
los amigos. Convencido él, solo faltaba ir a Berlín para recabar permiso de los
superiores. Con la guerra y las ‘purgas’ muchos altos cargos han desaparecido.
El ministro de Asuntos Exteriores acaba de tomar posesión y “no sabe de qué
va”. Entre los posibles, Momm elige a Walter Schllenberg.
Schllenberg no es militar. Ha estudiado leyes en Bonn y en el año 1933,
con 23 años se encuentra sin medios económicos, muchos hermanos y un padre sin
trabajo. Es admitido en la Gestapo, cuerpo en el que es muy valorado. Forma
parte de la Guarda de elite de los altos jerarcas y especialmente de Hitler.
Facilidad de palabra, talento, espíritu de iniciativa. Espía de gran
envergadura. Ha realizado misiones muy importantes. Especialidad: el rapto. Su
físico es el de un artista de cine, educado, inconmovible. De la entera
confianza de Himmler, su jefe. Con 33 años ocupa la jefatura de todos los
espías alemanes. Tanto él como Himmler piensan:
-“Si ‘Modellhut’ fracasa, no
puede tener consecuencias y si triunfa será bueno para nuestras carreras”.
Coco y él no se conocen personalmente. A la vuelta de la misión fracasada,
Coco le visita en Berlín. Se desconoce su conversación, pero sí que se ha
creado cierta dependencia entre ellos. Cinco días antes de la rendición, sus
superiores le envían a Suecia con un mensaje para Bernadotte. El conde le
protege y le aconseja que escriba un memorando sobre ‘Modellhut’. Obligado a ir
a Nuremberg en junio de 1945, condenado a seis años en abril del 49. Abandona
la prisión en 1951, por enfermedad grave. Pide ayuda económica a Chanel y
quiere escribir sus Memorias. Expulsado de Suiza, se establece en una cabaña en
el Lago Mayor de Italia, con todos los gastos pagados por Gabrielle. En 1952
muere en un hospital de Turín.
Diciembre de
1943. Con salvoconductos recién expedidos, Coco y una amiga, muy amiga de
Churchill, suben a un tren. Destino: Madrid. Von Dincklage dijo que las había
acompañado: no hay pruebas y sus amigos lo desmienten, aparte de que en España
ellas no se ocultan y hay muchos testigos que las han visto solas. ¿Hotel? Naturalmente
el Ritz -lleno de alemanes y de espías vigilantes de esos alemanes-. Al día
siguiente de su llegada, Chanel visita al embajador británico y queda en espera
de su contestación. Londres recomienda calma.
El día 16
los ingleses leen un comunicado:
-“El ‘Premier’ ha pasado una buena noche y está mejorando”.
¿Estaba
enfermo? No era del conocimiento público. Todas las visitas quedan anuladas. Una
gripe solo se cura con reposo. A Madrid llega la noticia y Coco la toma como
una respuesta. El médico particular del primer ministro lo cuenta en su diario
del día 10:
“Churchill estaba en Túnez para encontrarse con el general
Eisenhower. Al llegar se sentía mal, al borde de la neumonía. Tardó unos días
en mejorar y fue a Marrakech para reponerse”.
La
enfermedad era cierta, pero en África, no en Londres.
Coco vuelve
a París, sabiendo que no habrá otra oportunidad. Y se entrevista con Momm. Gabrielle
está a punto de cumplir 60 años. Después de su “conspiración pasajera” se
encuentra en París, sola. Ninguno de sus antiguos amigos se acerca a visitarla.
Entre ellos hay “colaboracionistas” -algunos lo pagarán hasta con muerte-. Un
caso excepcional: Picasso. Ha colaborado con el invasor y con la resistencia y
no ha querido ayudar a Max Jacob, poeta y pobre, que cuando él llegó de España sin
dinero, lo acogió en su casa, lo alimentó, le buscó trabajo, le presentó
amigos... De todo sale indemne.
El que
llegue la paz no quiere decir que llegue la justicia. Es corriente después de
una guerra.
París, 24 de agosto de 1944: el general Leclerc entra al frente del
llamado “ejército francés”. En su mayoría son norteamericanos: llevan uniforme
y armas estadounidenses. Dos días después, el general de Gaulle desfila por los
Campos Elíseos: París ha sido liberado.
Ciudadanos vengativos deambulan por las calles. Durante 4 años han
soportado una ocupación brutal, ha llegado el “ajuste de cuentas” por su propia
mano: todo aquel que ha favorecido o lo ha sido por un alemán es apaleado o
muerto. Las mujeres que han concedido ‘favores’ al enemigo son rapadas y hasta
marcadas con la esvástica. Los mismos parisinos forman Comités de Depuración.
Ante uno de estos es llevada Coco por dos muchachos, que la obligan a
salir del Ritz. No hay duda de que la supuesta culpable -se la acusa de
connivencia con el invasor- iría gritando, proclamando su inocencia y que
volvería enseguida. Vuelve en pocas horas y se exilia en Suiza. ¿Quién ha sido
su valedor? Las tropas británicas se han instalado en Garches -donde se
encuentra Bel Refugio-. Un secretario de Churchill ha telefoneado con apremio
par que busque a Mademoiselle Chanel y la saquen de Francia. El coronel al
mando lo comenta en el comedor y un joven oficial no sabe callarse.
De Gaulle restablece el orden y sus soldados presiden tribunales
provisionales, sustituidos posteriormente por los tribunales especiales del
Ministerio de Justicia. Gabrielle es obligada a presentarse ante uno de ellos el
1 de abril de 1946. Lo hace de forma voluntaria y es exonerada.
Se ha
comentado siempre la supuesta “neutralidad” suiza. En la posguerra se llenó de
exiliados, bastantes de ellos criminales. Chanel es una cuentacorrentista
millonaria. Todas sus ganancias, generadas durante la guerra, se han abonado en
un banco suizo. Se aloja en los mejores hoteles y finalmente se compra una
villa -La Signal- y hasta una parcela en un cementerio de Lausana donde está enterrada.
En 1947 a
Chanel se le permite viajar a EE.UU.
En el mismo
año se da a conocer el “new look” de
Christian Dior, cuyo socio aporta millones de dólares. Coco, en su situación,
no puede criticar en voz alta. Es contraria a una moda que utiliza los
corseletes que oprimen y entretela las faldas con lo que aumenta el peso de la
ropa. La largura baja a más de media pierna. Por medio de pinzas se ajusta al
cuerpo y puede llegar a impedir que las mujeres se muevan con facilidad. Todo a
lo que se opone Chanel. De momento es Dior quien triunfa y Coco parece que está
entrando en el olvido.
Se la acusa de antisemita y posiblemente lo era, como muchos franceses, no
porque se lo hubiesen enseñado en Aubazine, ni porque imitase a Iribe.
Este antisemitismo no le impide:
-Vestir a las baronesas Rothschild, cuyos maridos pagan fabulosas cuentas.
-Tener negocios con los hermanos Wertheimer. Los pleitos se acaban en
cuanto su porcentaje le parece razonable.
En 1957:
premio Neiman Marcus Fashion.
En 1959:
miembro del MOMA de Nueva York.
En 1961 todo
el mundo oye que el traje de la Sra. Kennedy en Dallas “es un Chanel rosa”. Coco
la recordaría entrando o saliendo de la boutique de la rue Cambon, donde ella
la ha atendido.
Vejez
A los 70
años a Coco se le permite volver a Francia y reabrir su negocio. Ocho años de
exilio y quince de inactividad, el peso de tanto secreto, el cuidado de no
traicionarse al hablar, el convencerse de que lo que no se dice no existe,
hacen que al dejar Suiza parezca envejecida, oxidada, sin brillo. Única ilusión:
abrir los talleres y conseguir que tengan el mismo número de empleados que en
el pasado. Sola y sin apoyos. Amantes y amigos desaparecidos. Enfrentada a la
hostilidad de sus conciudadanos.
En la tarde del 5 de febrero de 1954, Chanel hace su “rentrée” oficial -se
ha reincorporado al trabajo el año anterior después de su exilio en Suiza- y
ahora lo muestra en sus salones abarrotados. El pase de modelos anterior fue en
la primavera de 1939. La atmósfera es la de una sala donde los jueces van a
dictar sentencia. Los periodistas franceses la masacran. La mala opinión de los
ingleses le duele mucho, por la cantidad de amigos que tiene allí. El acto
trascurre en silencio, no se oyen aplausos. Ninguna cliente pide una cita. Un
joven escritor francés escribe:
“Estaba a mi lado y noté que
era una mujer hecha de hierro”.
Los compradores norteamericanos están desesperados:
-“¡Cuánto género! ¿Qué vamos a
hacer?”.
Su población femenina lo resuelve. La clase media, la que compra en los
Grandes Almacenes, arrasa. Se llevan todo Chanel, incluida “la petite robe noire”. Chanel vuelve a
ser Chanel hasta el final de su vida.
El consejo de administración de la Chanel-House quiere deshacerse de su
socia, ya que su fracaso personal puede hundir a la sociedad. Pierre Wertheimer
va a visitarla a París para darle ánimos. Ella le dice:
-“¿Sabes? Quisiera continuar y
ganar”.
Y él le contesta:
-“Continúa”.
Y al consejo le pide:
-“Démosle un poco de margen”.
Los especialistas de la 7.ª Avenida hablan del nuevo look-Chanel y los periódicos lo alaban. Gracias a EE.UU., pasados
tres años, Coco vuelve a ser la que fue.
A los 80 años
el triunfo le devuelve la seducción: el afán por usar sus collares de oro, la
ligereza de los chales de muselina, el poner una flor en su solapa.
¿Cómo
enfrentarse a los grandes modistos -hombres y mujeres- que triunfan en el
momento? Asombra la inteligencia con que Chanel lo hizo. No eran enemigos, ni
dejaba de valorar su trabajo, su buen hacer. Solo que no presentaban novedades,
sino reminiscencias. Ella quería volver a la pureza de líneas puesta al servicio
de la vida, de lo cotidiano. El lado mágico de su hazaña se encuentra en las
palabras de Robert Musil:
-“…los vestidos, como formas superpuestas a una figura
humana, son extrañas excrecencias y añadidos tubulares. Pero ¡cómo fascinan vistos
junto a los atributos de que revisten a su poseedora… ese poder de hacer
visible lo invisible es el que muestra a diario una prenda de vestir bien
hecha!”. El hombre sin atributos
Dificultades,
peligros, sufrimientos que la llevan a la victoria. Por segunda vez: consigue
modificar el vestido femenino con un estilo riguroso y sobrio.
Durante 17
años esa es su vida: sus talleres y el Ritz. Utiliza la puerta de servicio del
hotel que da a la calle Cambon: economía del tiempo. Está dramáticamente sola y
sabe que se aprovechan de ella para obtener una entrevista, para comer mejor.
Dinero, siempre dinero. Las vacaciones las pasa en Suiza. Los domingos da un
corto paseo y descansa para levantarse el lunes llena de ánimo y fuerza, a fin
de encarar la semana.
El domingo
10 de enero de 1971 entra en su habitación y le dice a su doncella:
-“Voy a tumbarme un poco. Estoy fatigada”.
Celina le
quita los zapatos e intenta desvestirla.
-“No, ahora, no, después de cenar”.
La mujer se
retira discretamente, se sienta y no deja de vigilarla. Pasa un momento y la
oye decir:
-“¡Celina… me ahogo!”.
Se acerca
con rapidez a la cama. Trata de romper una ampolla y cargar la jeringuilla. Apenas
la oye decir:
-“Es así como se muere”.
Gabrielle
Chanel ha entrado ya en la Historia.
Celina se
acerca y le cierra los ojos.
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