martes, 21 de marzo de 2017

Jofré

Jofré, el amigo de los locos (1350-1417)


Para Ari y “el poyo”




Francisco Gilabert y Violante Jofré
tenemos la alegría de comunicaros que el pasado día 24
nació nuestro hijo Juan

                                                                                             Valencia, junio de 1350



Francisco Gilabert es un ilustre abogado que vive con los suyos en la calle de los Chofrens o Jofrens, llamada así porque en ella se encontraba la casa familiar, hoy desaparecida. Edificios colindantes son la Carnicería Mayor, la Pescadería y el Matadero, que hay que derribar a instancias de los vecinos por su nauseabundo olor. Barrios vecinos: el del Mercado, el de la Catedral y la Iglesia de Santa Catalina. Muy cercana se encuentra la Parroquia de San Martín, que es donde el recién nacido recibe el bautismo. Costumbre frecuente durante siglos fue poner a los neófitos, como nombre, el de alguien de la familia o el del santo del día.


Juanito debió ser un niño bueno y querido, de los que hacen las delicias de padres, abuelos y tíos. De adulto, y hay documentos que lo avalan, gozó del afecto de sus conciudadanos, que admiraban sus buenas costumbres y su bondad; era hombre de conducta ejemplar sin que se encontrase en su vida nada digno de reprensión; le adornaban las virtudes de la humildad y la modestia.

¿Se equivocó algún funcionario al hacer un asiento o él lo quiso así? El caso es que pronto apareció su segundo apellido como si fuese el primero. Jofré en latín es Jaufridus, y así consta en los escritos que llevan su nombre. Durante la Edad Media en Europa se empleó esta lengua en la redacción de documentos y correspondencia, ¿quizás porque era más elegante? ¿Por miedo a errores si se empleaban las lenguas romances todavía en plena formación? ¿Porque la gente culta -los pocos que sabían leer y escribir- podía entenderse utilizando una lengua común (el latín clásico); mientras que las que hablaban corrientemente, aunque partiendo de un mismo tronco (el bajo latín), estaban ya suficientemente diferenciadas como para que les fuese difícil o imposible comprenderse entre ellos sin intérprete o traductor simultáneo?

De pequeño y adolescente estudió en Valencia, pero la carrera de Derecho la cursó en Lérida, alcanzando el grado de Doctor. A su vuelta manifestó sus deseos de ser mercedario y a tal efecto solicitó su ingreso en el Monasterio de El Puig de Santa María. Se pospuso la admisión a que adquiriese una formación intelectual más amplia, sólida, y acorde con las Constituciones de la Orden donde quería profesar; se le exigieron estudios de Teología que duraron cinco años.

1374.- En torno a este año, Jofré recibe las Órdenes Sagradas y se convierte en un gran predicador; junto a Vicente Ferrer (1350-1419) recorre tierras de los reinos de Aragón, Valencia y Murcia, y ambas Castillas. Por su labor como mercedario, se hace acreedor a los títulos de “redentor de cautivos” y “bienhechor de la humanidad”.

1409.- Está alojado en el convento mercedario, situado en lo que hoy conocemos como plaza de la Merced, nombre que se le dio como recuerdo. El viernes 24 de febrero sale de él y en el trayecto que sigue, casi seguro que en la calle Martín Mengod (antigua Platerías y próxima a la Iglesia de Santa Catalina), contempla horrorizado cómo, al grito de “al foll!, al foll!” (¡al loco, al loco!), se apedrea a los pobres dementes que transitan por las calles y hasta se les encierra en gàbies (jaulas).

Este hecho fue inmortalizado por el pintor Sorolla en una obra que entregó a la Diputación de Valencia y que lleva por título: El Padre Jofré protegiendo a un loco. A cambio de la beca que recibían, los pensionados de la entidad valenciana estaban obligados a regalar una obra propia pintada el mismo año de su estancia en Roma. Joaquín Sorolla lo hizo en 1885. Durante años el pintor vivió en la calle de las Mantas, vecina de la calle Martín Mengod, por la que pasaría con frecuencia para acceder a Santa Catalina, Reina, Catedral, Mar… ¿Le gustaba como escenario? ¿Lo encontraba adecuado? ¿Tenía indicios fiables de que aquel era el sitio? Sorolla amaba su tierra y conocía su historia.


Dato curioso: el uso de las cestas o gabies hizo que la expresión “estás como una gabia”, se utilizase para señalar a alguien que estaba ido.

Movido por la piedad, Jofré, que ya había fundado un hospicio para niños abandonados y una hospedería para peregrinos pobres, quiere promover una nueva fundación: la de un hospital psiquiátrico, primero existente en el mundo de este género. Los fieles que abarrotaban la Catedral quedaron asombrados cuando en el sermón del Primer Domingo de Cuaresma él expuso su idea y la necesidad de ayuda.

Texto del sermón del Padre Jofré

El domingo 26 de febrero de 1409, desde el púlpito de San Vicente Ferrer, de la S. I. Catedral de Valencia, el Padre Jofré pronunció las siguientes palabras:

«En la present ciutat hi ha molta obra pia de gran caritat, empero una manca, que es de gran necesitat, ço es, un spital o casa hon los pobres inocents e dementats e furiosos fossen acullits, car molts pobres inocents e furiosos van per aquesta ciutat, los cuals pasen grans desayres de fam e de fret e injuries, per tal com sa inocensia y furor no saben guanyar ni demanar lo que han menester en sustentacio de lIur vida, e perço dormen per les carreres e perijen de fam e de fret; e molts malvades persones, no havent Deu davant los vels de sa conciencia, los fan moltes injuries e senyaladament alla ahon los troben adormits, los nafren y maten y a algunes fembres inocents; aconteix aixi mateix los pobres furiosos fan dany a moltes persones anants per la ciutat. Aquestes coses son notories a tota la ciutat de Valencia, perque seria sancta cosa e obra molt pia que en la ciutat de Valencia fos feta una havitacio o spital en que semblants folls o inocents estiguesen en tal manera que no anasen per la ciutat, ni poguesen fer dany, ni els ne fos fet».

«En esta ciudad hay muchas obras pías de gran caridad, falta una empero, que es muy necesaria, esto es, un hospital o casa donde los pobres inocentes  y dementes y furiosos fueran acogidos, ya que muchos pobres inocentes y furiosos van por esta ciudad, pasando grandes fatigas de hambre y de frío y de injurias, debido a que por su inocencia y furor no saben ganarse ni pedir lo que han menester para la sustentación de vidas, y por eso duermen por las calles y perecen de hambre y de frío, y muchos malvados que no teniendo a Dios ante los velos de su conciencia les causan daños y sobre todo allí donde los encuentran dormidos, los golpean y matan y algunos son mujeres inocentes; acontece asimismo que los pobres furiosos hacen daño a muchas personas al ir por la ciudad. Estas cosas son conocidas de toda la ciudad de Valencia, y por esto sería una santa cosa y una obra muy piadosa el que en la ciudad de Valencia se hiciera una habitación u hospital en que semejantes locos e inocentes estuvieran en manera tal que ni pudieran hacer daño ni se les hiciera a ellos».


El sermón tiene un carácter autenticamente revolucionario: un fraile, desde el púlpito, con valentía y audacia, se atreve a pedir que se considere la locura como una enfermedad, incurable en la época, pero enfermedad y se la trate como tal.

Jofré se enfrenta al momento histórico en que vive, al ambiente de superstición, a la consideración de que el misterio envuelve a estos pobres seres, a las creencias religiosas, que han lastrado tantos avances a lo largo de la Historia…

Al acabar los oficios, un hombre se levanta y acude a hablar con Jofré: Se trata de Lorenzo Salom (o Saloni), comerciante establecido en la ciudad; se le ofrece y le presenta a otros compañeros de profesión: Bernardo Andreu, Juan Armenguer, Francisco Barceló, Pedro de Bonia, Sancho Calvo, Jaime Domínguez, Fernando García, Pedro Pedrera, Esteban Valenza y Pedro La Plana. Son los que formarán la Junta que dirigirá la construcción del nuevo Hospital.

1417.- El 18 de mayo, Jofré vuelve de un viaje y se dirige al Monasterio de El Puig, donde tiene ya dispuesta la sepultura para su eterno descanso. De repente le sorprende oír el tañido de las campanas y encontrarse con que tanto la Comunidad Mercedaria como el pueblo entero salen a su encuentro. Todos juntos se dirigen hacia la imagen de Nuestra Señora de El Puig, él se postra ante ella para rezar y entrega su alma a Dios.

Murió en olor de santidad, pero podría parecer que las “alturas” no le son propicias: dos veces se ha preparado la documentación para los procesos de beatificación y canonización y en ambas ha sido destruida de forma violenta. Se han reunido los papeles por tercera vez y enviados a Roma. Se está a la espera de una contestación. ¿Lo veremos algún día en los altares con su “coronita”?


1886.- Dentro de la puerta recayente a la calle del Hospital, se colocó una estatua del Padre Jofré de cuerpo entero, sosteniendo el plano de su gran obra con la mano izquierda. Es del escultor José Aixa (1844-1920), y que, como el Guadiana, ha aparecido y desaparecido varias veces. Actualmente se encuentra en los jardines del  Hospital General y Universitario. Merece pararse y dedicarle un momento de reflexión.

Hay personas cuya memoria ha llegado hasta nosotros por la exposición de sus ideas, hecha con claridad y coraje, a veces con peligro de sufrir represalias. Gracias a ellas el mundo ha podido avanzar. Nuestra gratitud y el afán de imitarlos si necesario fuera.









El Hospital

                                                      Puerta del Hospital y actual Biblioteca Pública                                       

Cuál era la situación de los locos contemporáneos de Jofré

Como locos que eran hacían “locuras”: destrozos, molestias, impertinencias… Eran irresponsables. Se burlan de ellos, pero los temen. Locos y cuerdos se pelean y se insultan. Hay violencia, agresividad, exaltación. ¿Eran endemoniados o pecadores que sufrían castigo por sus propios pecados o los de los padres? Porque para muchos, la locura era la consecuencia de la culpa, del vicio. Dice el refrán: “buenas palabras y malos hechos, engañan tanto a locos como a cuerdos”, pero es indudable que el enfermo mental sufre más perjuicio ante ciertas acciones porque no sabe defenderse. Y ¿qué consideración merecen esos pandilleros o gamberros medievales que los acosaban hasta dejarlos maltrechos o quizás muertos?

El loco es un personaje sin identidad, errando por las ciudades, rechazado, expulsado, encerrado en torres, entregado a marineros para que los lleven en naves a lejanas playas.

Valencia ante el loco

Valencia, después de haber convivido durante siglos con los musulmanes, estaba influenciada por su forma de pensar y actuar. Ellos, a los que habían perdido la cordura, les llamaban “inocentes”, apelativo que recoge Jofré para calificarlos y ampararlos. También decían que el orate es alguien “a quien le ha dado un aire” (en valenciano se emplea la expresión coloquial “li falta una ratlleta”), entendiendo por ello que es persona trasportada a otra dimensión, que se aleja de este mundo y, quien se despega de su entorno, es porque quiere estar más cerca de Alá.

Son seres humanos dignos de todo respeto, pero a los que hay que cuidar porque no saben ocuparse de sus necesidades materiales. Para protegerlos tenían lo que llamaban “maristanes”, especie de hospitales (entendiendo por tal, lugar donde se da hospitalidad). ¿Quién mejor para saberlo que un mercedario, buen conocedor por razón de su ministerio de los pueblos árabes?

Dice Mahoma (570-632): “No confiar a los ineptos los bienes que Dios nos ha confiado, pero encargaos vosotros mismos de ellos; alimentarlos, vestirlos y hablando siempre con un lenguaje dulce y honesto”.
(Corán IV versículo 4)

Viajeros valencianos de los siglos XI y XII que se desplazan a países islámicos, informan sobre estos “maristanes” y nos hablan de sus fundadores que lo son también de las farmacias y de sus escuelas, hierbas medicinales, drogas… En sus siglos de expansión, su Edad de Oro, los árabes conocen a los persas, a los bizantinos y la medicina clásica, en los que se inspiran. Para estancias de los locos utilizan patios a los que dan las habitaciones, con surtidores de agua, cuyos juegos pueden aliviar la tristeza y la melancolía; la alimentación es la adecuada. La terapia: música, danza, baños, trabajo; paseos por los jardines construidos para ellos. El trato de los cuidadores es amable, comprensivo. Y así las encontramos por: El Cairo, Bagdad, Fez, Marrakesh, Damasco… hasta Granada.

“No se puede olvidar el hecho de que los primeros hospitales de insensatos se fundasen precisamente en el siglo XV en España. También es significativo que hayan sido los mercedarios, muy familiarizados con el mundo árabe, puesto que practicaban el rescate de cautivos, los que hayan abierto el hospital de Valencia”.
(Michel de Foucault, 1926-1984 - “Historia de la locura en la época clásica” F.C.E.)



El Hospital y su construcción

Primera reunión de los hombres que se ofrecieron al Padre Jofré. ¿Qué se dirían?
-“Seamos prácticos, señores, lo primero es tener un proyecto”.

Lo preparan y lo presentan al Gobierno de la Ciudad que lo aprueba y les nombra miembros de la Junta.

-“Y ahora a buscar un terreno adecuado”.

La Valencia medieval tenía un alcantarillado muy primitivo, la ciudad poca pendiente, charcos con el agua ya podrida, callejuelas estrechas y retorcidas llenas de basura (¡con la ilusión con que las hacían los árabes, como las de sus países de origen, por la agradable sensación de frescor que da el atravesarlas!). Resultado: olores pestilentes y enfermedades endémicas como tifus y paludismo.

La Junta encuentra un terreno que consta de casa y huerta, rodeado de moreras, con buen aire y sin olores; sus condiciones higiénicas son aceptables. Está cerca de la Puerta de Torrente, que desde entonces y de forma coloquial, pasa a llamarse “puerta de los locos”. La entrada recae a la actual calle de Guillem de Castro; la de la calle Hospital, hoy existente, es posterior.

1409.- 9 de mayo: comienzan las obras.

1409.- En diciembre llega el permiso de Martín I el Humano (1356-1410) concediendo el de la construcción.

1410.- En febrero llega el privilegio del mismo Rey que da por amortizados los bienes para manutención y conservación del nuevo edificio.

1410.- En marzo se firman las Constituciones, por las que se regirá el nuevo hospital. En ellas, el rey aragonés, que a su vez lo es de los valencianos, hace constar que su gobierno estará en manos laicas y burguesas (lo que en la época se llamaba “hombres llanos”). En esto se sigue la forma de pensar y actuar de Don Jaime en las normas de constitución del Reino de Valencia.

1410.- 16 de marzo, Benedicto XIII expide una Bula que autoriza la puesta en servicio del asilo, al que se ha de llamar de “Nostra Dona Sancta Maria dels Innocents (Nuestra Señora Santa María de los Inocentes). Los Santos Inocentes son los únicos canonizados sin tener uso de razón. El hospital tiene cementerio propio y servicio de capellanía; se paga un canon a la parroquia más cercana, que es la de San Martín, por el perjuicio económico que se le puede causar.

1412.- Se inaugura el ‘Spital dels Innocents de la ciutat de Valencia’, como nos da cuenta un libro que lleva el mismo título y que se encuentra en el archivo provincial.

El Papa Luna se ocupa de la vertiente humana del loco, y pide a los catedráticos y alumnos de Teología de la Facultad de Salamanca (por la que pasaron Soto, Vitoria, Cano, Sotomayor…) que la tengan presente.

Luis Vives también ruega en sus escritos que se trate a estos enfermos tan especiales con caridad y que se ocupen de su manutención e instrucción; y Arnau de Vilanova, gran conocedor de los trastornos mentales, les dedica publicaciones que merecen ser leídas aún hoy en día.

2012.- Se celebró el 600 aniversario de dicha construcción al tiempo que se promovía la ‘Fundació Reial i General’ para la conservación de documentos, estudio de ellos, publicaciones varias…

Cómo sería el antiguo hospital


Pocas pruebas existen de cómo sería el primitivo hospital, suficientes sin embargo para que se pueda especular.

1422.- Hay un asiento de gastos “per examplament de la Iglesia vers la part de les dones” (para agrandar la Iglesia hacia la parte de las mujeres), por tanto hubo una iglesia desde el primer momento y dos pabellones a ambos lados de ella, incomunicados, uno para hombres y otro para mujeres.

Otro asiento: “Vna clau per a la caseta que sta davant lo moli” (una llave para la casita que está delante del molino); había un molino y una casita que no se sabe lo que contenía, pero convenía tener bien cerrada.

1432.- Una partida de compra de madera: “per a fer cases als fols si caen IIII en IIII e de V en V, la qual obra era de gran necesitat” (para hacer habitaciones para los locos que quepan 4 y 5, es obra de gran necesidad); en los pabellones, de planta baja y piso, cabrían varias de estas habitaciones, con pocos pacientes, camas individuales y ventanas enrejadas que permitiesen una buena ventilación.

Estos pabellones se comunicaban con los extensos huertos y grandes patios con claustros, para que los locos pudiesen pasear y orearse con lluvia y con sol.

En otro pabellón estarían las cocinas, el obrador, el horno, las despensas, los lavaderos, sitios para el material de limpieza, el menaje, vajillas, los refectorios…

Aparte estaban las dependencias del Mayordomo y las del Spitaler, que vivía allí con su familia. También habría pabellones para enfermería, farmacia y personal facultativo.

Un cobertizo para aperos de labranza y, lo más triste pero inevitable, las celdas llamadas “gabies”.

Ya no eran cestas sino habitaciones individuales, con ventanas enrejadas y camastros encastrados en la pared. Se utilizan cadenas, collares, grillos, pieles de becerro como camisas de fuerza, cepos, perneras para reducir a los furiosos, algunos como los de las cárceles, aunque ya no estaban en un ambiente sórdido, propio de ellas ni con compañeros y carceleros que los pudiesen maltratar o injuriar; tenían soledad y ventilación…

En diferentes fechas se encarga y paga al herrero “camals de ferro per als fols, grillons e cadenes, vn cep de fusta, una garrotera per a la cadena de Na Griselda” (perneras de hierro para los locos, grillos y cadenas, un cepo de madera, una jarretera para la cadena de la señora Griselda).

No era la falta de principios de caridad, que regían en todo el hospital, lo que motivaba este trato a ciertos locos. En los albores del siglo XV se desconocía otro método que no fuese el coercitivo para defender de sus ataques de furor a las personas de su entorno y a ellos mismos.

Vestido, alimento, limpieza.- Eran las primeras necesidades materiales de los recién ingresados. Llevarían la misma ropa que el pueblo, sencilla, de la época. Cuando salían por la ciudad, a veces iban ataviados con trajes de colores detonantes: verdes y azules o azules y amarillos, quizás para llamar la atención para obtener limosnas. En ocasiones los presidía el ‘bisbet’ (obispillo) montado en un burro y llevando mitra y tambor.

¿La alimentación? Sencilla, nutritiva y abundante. Las comidas se repartían en varias horas diferentes, que ahora parecen absurdas, pero que no lo eran en una sociedad que vivía con el sol: a primera hora, una ligera refección; hacía las 10, la comida principal; después de mediodía, la merienda y por la noche, coincidiendo con las vísperas, la cena.

1416.- Hay un asiento de compra: “verema per a fer vi” (uvas para hacer vino), porque moderadamente los asilados lo bebían.

Su gran fiesta se celebraba el día de los Santos Inocentes (28 de diciembre) con una comida digna de cualquier mesa del cuatrocentista valenciano; también tenía importancia la de Jueves Santo.

En los libros de “Claveriats” (Cofrades) hay un apunte de dos de ellos, Bononato Ballester y Nicolás Agulló, muertos poco después de la Fundación. En su testamento dejaron dinero suficiente para que cada año se celebrasen ocho comidas extraordinarias, especificando los días y el menú: “La primera pitança se deu fer lo dia de Sent Maçia faent la dita pitança de gallines; la segona lo dia de Santa Maria de Març de peix; la terça lo dia de Sant Creu de cabrits e de vedella; la quarta lo dia de Sent Pere de anades; la cinquena lo dia de Santa Maria de Agost, de vedella; la sisena lo dia de Sent Miquel, de gallines e de vedella, la setena lo dia de Sant Andreu, de gallines; la huitena lo dia dels Ignoscens, de gallines” (El primer banquete se celebrará el día de San Maçia, constando de gallinas; el segundo el día de Santa María de Marzo, de pescado; el tercero el día de la Santa Cruz de cabritos y ternera; el cuarto, el día de San Pedro, patos; el quinto, día de Santa María de Agosto, de ternera; el sexto, día de San Miguel, gallinas y ternera; el séptimo, día de San Andrés, de gallinas; el octavo, día de los Santos Inocentes, de gallinas).

La limpieza era esencial tanto en edificios como en enfermos. Se les llevaba a los baños públicos de la ciudad y se compraba lo necesario para el aseo personal.

1421.- Hay una partida: “Al bany de En Miquel Lacer per lur dret de banyar les fembres ignoscentes” (para el baño del señor Miguel Lacer por el derecho de que se bañen las mujeres inocentes).
1438.- Otro apunte: “per fusos per a les dones” (para uso de las mujeres).

Finalmente el hospital cuenta con sus baños propios. Unas pilas de madera llamadas “pasteres” (artesas). El frío y la humedad lo combaten con esteras de esparto, puestas en suelos, bancos, zócalos y las ventanas las cubren con telas enceradas. Si no un tratamiento específico, que no existía, un tratamiento moral.

Se trataba de proporcionar a los locos la mayor tranquilidad y comodidad.

Gobierno del Hospital

El Gobierno de la Ciudad, que era de quien dependía el Hospital, nombraba como sus delegados y por tiempo definido, a personas de prestigio y de reconocida solvencia.

Régimen administrativo

-Mayordomo.- Se ocupaba de la administración; lo que hoy en día se llama un “gerente”. Este cargo lo ejercían de forma rotativa y durante un año, cada uno de los componentes de la Junta fundadora. Suyas eran la dirección interior de la casa, la administración de rentas, la elección de empleados, la otorgación de documentos notariales; concertaba contratos de obras, adquiría artículos de primera necesidad… Al acabar su período anual de mandato, en el que obviamente no percibía sueldo alguno, daba cuentas estrictas a quienes le habían nombrado.

-Procurador.- Este nombramiento recaía en un notario. Representaba al Hospital ante los tribunales: forales, civiles, eclesiásticos. Se ocupaba de documentos de compra-venta, de donaciones por testamentos o fuera de ellos y de ingresar en caja el producto de colectas y limosnas que se hacían en la ciudad o en cualquier parte del Reino.

-Recaptador.- (Recaudador) Empleado subalterno; recogía las limosnas aportadas por los locos y las de los puestos establecidos en iglesias y sitios importantes de la ciudad.

-Scrivá.- (Labores de secretaría) Aunque no consta documentalmente, es muy posible que este cargo lo desempeñase la misma persona que el de procurador. Redactaba las actas y acuerdos tomados en sesiones de las juntas, los cuales se protocolizaban en “los receptorios de escrituras de cada Scrivá” (los actuales Protocolos o Colegios de Notarios), lo cual ha permitido que mucha documentación de la época llegue a nosotros.

-Spitaler.- (Conserje actual o Relaciones Públicas) Recibía a los enfermos, los instalaba y se ocupaba de sus primeras necesidades. También se ocupaba del aseo personal de los internados, de la alimentación y de que estuviesen bien atendidos, así como de la limpieza del establecimiento y del buen orden. Para cumplir con su cometido tenía una serie de subordinados de ambos sexos. Su casa estaba en el mismo Hospital, donde vivía con la familia ya que era condición sine qua non que estuviera casado y que su mujer desempeñara con las mujeres el mismo papel que él con los hombres.

Por privilegio de la fundación se encargaba de salir por la ciudad para recoger a los dementes e internarlos, para lo que contaba con la ayuda de los empleados de los Justicias (actual policía) y autoridades del Reino. Por último y lo más importante, tenía la obligación de cumplir y hacer cumplir con toda exactitud las órdenes de su inmediato superior: el Mayordomo.

-Servicials.- (Enfermeros) de ambo sexos para el cuidado de enfermos.

-Criadas.- Y puede que hasta esclavas, que prestaban servicio en cocina, lavado de ropas, baldeo y aseo de los distintos departamentos.

-Cocineros.

-Otra clase de servicios.- Se llamaba a personal de fuera para algo determinado: herrero, albañil…

Régimen facultativo


 -Metge.- (Médico) Su sueldo era variable, dependía de sus actos y no muy alto, pero era puesto muy deseado por la importancia y honorabilidad que comportaba.

En el Hospital los hubo de la categoría de:
-Jaume Roig, clérigo, que fue también mayordomo; médico personal de la Reina María la Doliente e ilustre escritor. Su  libro más conocido “Spill de dones” (Espejo de mujeres).
-Bartolomé Martí, médico personal de Isabel Borja, hermana y madre de papas.
-Lluís Alcanyís, primer catedrático de medicina de la Universidad Valenciana, autor del “Regiment preservatiu e curatiu de la pestilencia”, que en su materia fue el primer libro que se imprimió en Valencia. La Inquisición los acusó, a él y a su mujer de ser judíos; sufrieron tormento y muerte. Dejaron gran fortuna. Y tantos otros…

-Cirurgia.- (no Cirujano en el sentido actual, más bien el antiguo “Practicante”) Iba todos los días a practicar curas, aplicar la medicación ordenada por los médicos…

-Specier o Apothecari.- (Farmacéutico) Preparaba pócimas o fórmulas magistrales en su despacho del mismo Hospital; su sueldo también era variable, dependiendo de los encargos que realizaba.

-Barber.- (Peluquero y barbero) Además de hacer su trabajo, ayudaba al Cirurgia.

-Fadrins o aprenents de cirurgia.- (Mancebos, estudiantes de cirugía) Ayudaban al Cirurgia y no cobraban mientras aprendían.

Régimen económico.-

INGRESOS
GASTOS
-cuotas de los miembros de la Junta
-sueldos personal administrativo, facultativo, subalterno
-donaciones
-mobiliario, ropa de cama y personal, menaje
-colectas y limosnas
-víveres, combustible, hierbas medicinales
-legados testamentarios
-albañilería, herrería, cultivo huertos
-los enfermos, al ingresar, contraían la obligación de dejar al Hospital como heredero forzoso
-gastos  varios y extraordinarios

El Gobierno de la Ciudad ayudaba a cubrir gastos cuando el ejercicio económico había sido deficitario.

Trato a los locos

Los furiosos y los enfermos encamados difícilmente podían prestar cooperación, pero la mayoría eran “locos pacíficos”, con aptitudes físicas para el trabajo, que empleado de forma racional y prudente se convertía en un ejercicio higiénico. Podían trabajar de peones, acarrear materiales y leña, ayudar en los huertos… Las mujeres hilaban lino, que luego se emplearía en la confección de sábanas y de vestidos; ayudaban en cocinas, limpieza de “su hogar”… Por vez primera se utiliza la “terapia ocupacional”.

Gozaban de cierta libertad de movimientos: iban a las playas cercanas, donde se bañaban, y “los locos limosneros” se paseaban por la ciudad pidiendo donativos.

¿Solo se admitía a enfermos valencianos? No, en el Spital se admitía a cualquiera que lo necesitase, español o extranjero. En el Libro Registro se encuentran las siguientes anotaciones: dos Vizquanzins, Alonsicho lo Castellá, Ortega de Valladolid, Johan de Pavía, Lo Flamench, Johan lo Francés, Johan l´Anglés…

Había dos excepciones: no se admitía a judíos ni a mahometanos, aunque viviesen en la ciudad.

Se permitía el que los padres permaneciesen con los hijos, cuidándolos, así como a personas piadosas, que, sin ser familiares, ofrecían ayuda gratuita. El Hospital también admitía a dementes ‘de pago’, que ocupaban las mejores habitaciones y podían comer ‘a la carta’, ya que pertenecían a familias pudientes.

No se llegó a tener más de 50 internados; en el Libro Registro consta los que hubo cada año, especificando sexo y edad.

En el siglo XX, con los locos ya en el Manicomio de Jesús, los médicos que trabajaban en el Hospital Provincial, lo hacían de forma gratuita, siendo siempre profesionales de gran valía y reconocidos méritos; las habitaciones de pago se llamaban “de distinguidos” y continuaba habiendo personas de buena voluntad que prestaban ayuda, lo que luego se llamó ”voluntariado”, término que todavía no se usaba en España.

Qué es lo que caracteriza a este nuevo Hospital

En aquel momento ya existían muchos hospitales en el mundo y en la misma Valencia, que acogían a toda clase de enfermos y hasta a indigentes privados de recursos. El del Padre Jofré se considera original y único en el sentido de que es “monotemático” (palabra empleada con todo el respeto debido a las personas de quienes se trata), porque solo asila a dementes.

1513.- “Els Jurats” (Los Jurados), brazo ejecutivo del Gobierno municipal, piden y Fernando el Católico lo concede, la firma de una ley que ordene la agrupación de todos los centros hospitalarios valencianos existentes en ese momento. Aunque hay polémicas, todos se agrupan en torno al psiquiátrico, quedando bajo su mandato, con el nombre de Hospital Real y General. En el plano del Padre Tosca (1651-1723) se ve cómo estaba constituido este “complejo hospitalario” en el siglo XVII.

Relación entre la sociedad valenciana y los locos

Los valencianos del siglo XV aceptan que los locos estén dentro del recinto urbano, integrados en la sociedad, pero controlados: el orden lo establece el Hospital. Sus administradores se esfuerzan por conseguir que sus conciudadanos no olviden a los recluidos, pero que los miren de otra manera. Los locos (magníficos actores) dan representaciones teatrales dentro del recinto hospitalario para toda clase de público que quiera verlos.

Lope de Vega (1562-1635), durante su destierro en Valencia, ve una representación que le inspira la comedia “Los Locos de Valencia”, a la que pertenecen estos versos:

“…Tiene Valencia un hospital famoso
Adonde los frenéticos se curan
Con gran limpieza y celo cuidadoso…”

En pleno siglo XVI, Lope ve la perspectiva satírica de los locos y el motivo es el hospital valenciano. En una época en que la literatura sobre la locura apasiona a Europa, un autor español es el primero que utiliza este tema en una obra teatral; es imitado, pero no superado en calidad.

Es indudable que la fundación de los primeros hospitales psiquiátricos estuvo motivada por los valores cristianos; son consecuencia de la caridad cristiana que cuida a estos enfermos con espíritu de sacrificio, tanto más cuanto que es incurable el mal que padecen.

El siglo XV fue el Siglo de Oro Valenciano; la urbe experimenta una notable expansión demográfica y el Reino se convierte en uno de los centros mercantiles más activos del Mediterráneo; comercio internacional, seda, cerámica. Se vive con el optimismo que da el que las cosas vayan bien.

Llega el XVII y en España aparecen los primeros síntomas de una crisis económica profunda y duradera; de esa época es el dicho “todos somos locos, los unos y los otros”. En el siglo en que vio la luz algo tan único como “El Quijote”, ¿hubiese tenido Jofré la misma respuesta que tuvo en el suyo?