viernes, 10 de enero de 2020

Mujeres Singulares VII. Livia Drusila




Livia joven con su grácil cuello


Mujeres Singulares VII. Livia Drusila



Una historia que fue sometida a toda clase de tergiversaciones, no sólo por parte de quienes entonces vivían, sino también en tiempos posteriores; porque es lo cierto que toda transición de prominente importancia está envuelta en la duda y la oscuridad. Mientras unos tienen por hechos ciertos los rumores más precarios, otros convierten los hechos en falsedades. Y unos y otros son exagerados por la posteridad”.
Tácito. Principal historiador romano
Obra principal: Los Anales, con textos sacados especialmente de los escritos del Senado.



               Cicerón, creador del latín

Lo que en el momento actual es vida se convertirá en historia. Pasados años o siglos, se contarán los hechos acaecidos, tanto por su importancia en sí mismos como por la de los hombres que los propiciaron. Tendrán su verdad y su leyenda, sin olvidar que la leyenda se ha basado primero en una realidad.


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¿Qué nombres utilizaban los romanos?



Normalmente llevaban tres nombres. El primero se refería a lo que ahora se llama nombre, segundo al actual apellido que era el nombre de su “gens”, de su familia. Por último, el apodo o sobrenombre, que se relacionaba con algún acontecimiento de su vida. Por ejemplo en el caso de César: Caius (nombre propio), Julius (apellido o nombre de familia) y Caesar por el hecho de su nacimiento o de alguno de sus antepasados. Si el hijo era adoptado o famoso por un hecho de armas, se le añadía un cuarto nombre. Por ejemplo Publio Cornelio Escipión el Africano (236 aC-183 aC), perteneciente a la famosa familia de los Escipiones y conocido así por su campaña en África. A los prohijados se añadía otro nombre con referencia a alguno de la familia. Por ejemplo Cayo Octavio Turino Octaviano.

Dato curioso: Caesar viene del verbo caedere (cortar). Sobrenombre que se le dio a Julio César y a sus antepasados por la madre que sufrió una cesárea para poder traer su hijo al mundo. Contrariamente a lo que se cree, esta mujer no fue la madre del mismo César, sino de un antepasado de los Julios, de cuya memoria se conservan escasas noticias.


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Vocabulario

Como lengua procedente del latín, han pasado al español expresiones, frases, palabras, con un significado igual, semejante o distinto al que tuvo en aquel momento, en que el latín era una lengua viva...

Ejemplos:
-Praetor: Pretor, magistrado, juez, alcalde, gobernador; general, jefe de un ejército.

-Pontifex: Pontífice, magistrado que presidía los ritos religiosos y los sacrificios; el obispo; el sumo pontífice.

-Senator: senador, consejero; decurión.

-Quaestor: cuestor, magistrado que presidía los delitos públicos y al tesoro público; tesorero, juez del crimen; gobernador de una provincia; asesor de un pretor o de un cónsul.

-Tribunus.- Tribunus plebis, militaris. Tribuno del pueblo, o militar.

-Dictator.- Dictador, magistrado supremo, general en jefe; primer magistrado en algunas ciudades.

Durante la República, si se produce algún desorden, se nombra a un dictador eventual para resolverlo. Julio César, lo que quiere es convertir la más alta magistratura en una dictadura perpetua, porque según su experiencia y sus ideas políticas, es lo mejor para el pueblo romano.

Dato curioso. En 1783 Henry Knox funda la Sociedad de los Cincinatos, con oficiales del ejército que defiende la independencia de USA. Su finalidad es preservar los ideales de la Revolución. En 1790 el general St. Clair da el nombre de Cincinnati a un territorio del noroeste. George Washington, que presidió la Sociedad y dio muestras de mentalidad liberal al rechazar el ser nombrado rey, fue a menudo llamado el “americano cincinato”. Este nombre es un homenaje a los Padres Fundadores y al líder romano.

¿Quién fue Lucius Quinctius Cincinnatus?
Un patricio, nombrado dos veces “Dictador eventual” dado que la República estaba en peligro. Cumplida la misión, se retiró a su vida privada. Se le considera el ciudadano romano ejemplar. ¿Verdad? ¿Leyenda? Tito Livio habla de él en su Historia de Roma.



-Consul.- Supremo magistrado en la república romana. Primer magistrado de ciertas ciudades.

-Imperator.- Emperador, príncipe, cabeza del imperio; capitán general; título con que era honrado el general vencedor.

-Augustus.- Augusto, grande, magnífico, ilustre; venerable, sagrado, respetable; majestuoso, suntuoso; perteneciente a Augusto o al emperador.

César y Augusto son los nombres con que el pueblo romano y el Senado designaron al primer emperador: Octavio. De ahí pasó a todos sus sucesores.


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Caius Julius Caesar (100 aC-44aC)

-“¡¿Tú también, Bruto?!”, exclama Julio César al recibir la decimotercera puñalada, asestada por Marco Junio Bruto, querido como un hijo y cuyas traiciones han sido siempre perdonadas. Hasta ese momento el agredido se ha defendido valientemente, pero, ante el amargo desengaño, apoya su mano en la columna que sostiene la estatua de Pompeyo y se desliza suavemente hasta el suelo donde yace muerto. Los médicos que le atienden dicen que entre las 23 puñaladas recibidas sólo una ha sido mortal. ¿Cómo saber la de quién, si han sido 60 los conjurados? Julio César no ha querido atender los presagios de un vidente:
-“¡Acuérdate de los Idus de marzo!”.
Tampoco escucha los ruegos de Calpurnia para disuadirle de ir al Senado.


Asesinato de Julio César. Vincenzo Camuccini (1798)

Dato curioso. Se sugiere la lectura de Julio César de Shakespeare para gozar de la dramatización del trágico episodio que acaba con la vida de su protagonista y la oración fúnebre de Marco Antonio, quien con su oratoria -tan apreciada- cambia el modo de pensar de los ciudadanos.

Los senadores y el pueblo han huido. Quedan en el Senado los conjurados, dándose cuenta de que su obra no ha sido tan perfecta como pensaban ni ha dado los resultados apetecidos. ¿No serían sus intenciones tan puras como deseaban demostrar? Huyen desperdigándose pues saben que está a punto de comenzar la segunda guerra civil, en la que la mayoría de ellos perecerá.

Quien hace de su enemigo un mártir, es difícil que alcance la victoria.

Nacido y muerto en Roma, pertenecía a una rama no muy adinerada, ni distinguida ni influyente del clan de los Julios, una de las pocas familias patricias que existían en su tiempo y gobernaron durante la República.

Se decía que el linaje de Julio César entroncaba desde siglos atrás con la diosa Venus, a pesar de lo cual sus miembros no eran esnobs ni de mentalidad conservadora. Dotado de una inteligencia poco común, extraordinario como estratega militar y hombre de Estado, con una gran formación jurídica, César queda huérfano de padre a los 16 años y enseguida se da a conocer en el Foro como abogado. Quiere profundizar sus conocimientos de filosofía y perfeccionar su oratoria, para lo cual parte con un grupo de amigos hacia Corinto, donde residen los mejores profesores en dichas enseñanzas.

En el camino son interceptados por un grupo de piratas que viven en una isla cercana. Los malhechores quieren que de Roma les llegue un rescate por su persona. Es el único caso que se conoce en que el secuestrado tramita su propia libertad. Elige a tres o cuatro de entre sus fieles y les envía a la metrópoli. Vuelven con la cantidad exigida. Julio César la entrega y los rehenes quedan libres. Al partir, el joven César advierte a los raptores que volverá a recuperar su dinero y a masacrarlos. En efecto, arma una flotilla, con la que torna a la isla de los piratas, los vence, manda crucificarlos a todos y se queda con sus bienes.



El destino de César es claro, sencillo y sin disquisiciones morales, que no es lo suyo. César se lanza a la carrera política con grandeza espiritual y humana: es cónsul, pretor, miembro de la corporación de pontífices, tribuno. En su carrera militar llega a jefe máximo.

Querido por la gente sencilla que percibe su preocupación por ella, aunque no ganó la afección de sus oponentes políticos a pesar de su magnanimidad y generosidad. Es difícil perdonar, pero a veces el que recibe el perdón se siente humillado y su reacción es imprevisible. Sus soldados sentían por él auténtica admiración, por sus victorias y porque cuidaba de ellos. Y sí, aunque su modestia lo hizo disimularlo, gozó siempre del amor y entrega de las patricias romanas.



Casa con la hija de Lucio Cornelio Cina, de familia patricia, Cornelia con quien tiene una hija, Julia, a quien de adolescente une en matrimonio con su aliado Pompeyo.

Viudo de Cornelia, se vuelve a casar con Pompeya, patricia. Un escándalo de tipo sexual, no confirmado, pero con visos de serlo, hizo que Julio César la repudiase pronunciando la célebre frase que aún se utiliza en nuestros días:
-“La mujer del César no sólo ha de serlo, sino parecerlo”.



Su tercera esposa fue Calpurnia, noble, hija de Lucio Calpurnio Pisón. Desaparecido Julio César permaneció fiel a su memoria hasta su propia muerte y donó todos sus papeles al Senado.

Las ideas que sustentaba eran nuevas y especiales en su época:
-Ley Agraria para los soldados veteranos.
-Posibilidad para el pueblo romano de ocupar las tierras conquistadas y trabajarlas como propiedad suya.
-Reformas de tipo económico, urbanístico y administrativo.

Realizadas, hubiesen favorecido a todos sus conciudadanos, pero César defiende un nuevo sistema: pide al Senado que le den el título de Dictador Vitalicio, lo cual supondría dejar atrás la República con sus ideas democráticas y entrar en el Imperio, lo que hizo Octavio en el camino que su tío ya le había señalado.

Dato curioso. Es muy corriente esta situación entre los idealistas. César puede responder por sí mismo, pero no por esa serie de sucesores suyos, los últimos emperadores, que con su conducta cavan la sepultura del Imperio Romano.

Marcial, poeta romano -natural de Calatayud (España)-, habla de vigilar a ese jefe único, y Juvenal, poeta epigramático y satírico, y más realista, le contesta textualmente:
-“Quis custodiet custodes? -¿Quién vigilará a los vigilantes?-”.

En el terreno de las letras, César pertenece al primer período de la Edad de Oro, que presencia la muerte de la República -Tito Livio, Ovidio, Virgilio, Horacio-. Es época de gran inquietud política. No extraña que la literatura esté íntimamente enlazada con la historia. Gran parte de sus papeles se han perdido, pero nos quedan, sobre todo, los relatos de la Primera Guerra Civil y la Guerra de las Galias.

A su talento militar, une los dones de la elocuencia y de la oratoria. Hay escritos en los que parece que está hablando con un interlocutor, tal es la frescura de la redacción. Por lo que se recuerda especialmente a César como escritor es por La guerra de las Galias. Curiosamente este relato lo hace en tercera persona, cuando podría haberlo hecho en primera, siendo como es el protagonista. Esto no impide que su vanidad quede satisfecha, narrándolo en una alabanza para él merecida, puesto que todo son victorias.



César tiene una gran fuerza de voluntad y la prontitud de llevar a cabo una acción ya decidida. Se impacienta viendo la lentitud de otros generales, mostrándoles que muchas veces la rapidez en la acción es definitiva. Cuando conquista el Ponto dice:
-“Veni, vidit, venci” -“Vine, vi, vencí”-, para demostrar su premura.

Conquista las Galias y parte de Germania y desembarca en Britania, donde pasado el tiempo, entre brumas, nacerá una hermosa doncella pelirroja, Helena, madre del emperador Constantino.

Cabe imaginar que de no morir y con libertad de acción, no hubiese habido más guerras civiles y las fronteras romanas hubiesen expandido sus límites en Asia, hasta Babilonia.

Como hombre era un personaje atractivo, hasta fascinante. La política que trataba de llevar a cabo con habilidad, requería ser un genio en diferentes campos: administrativo, militar, propagandístico. César era hombre de gran valía y llevaba algo en su interior, que indudablemente no era corriente entre sus contemporáneos. Hubiera llegado a ser el sorprendente gran hombre que ya se vislumbraba.



Cansado de esperar en las Galias, cruza el Rubicón, pequeño río al lado de Ravena, al norte de Italia, diciendo:
-“Alea jacta est”. -La suerte está echada-.
A ella se encomienda porque está terminantemente prohibido cruzarlo con todos los efectivos del propio ejército y lo hace dirigiéndose hacia Roma. Lo demás es ya Historia.



Los Julios tienen lo que se puede llamar defectos, porque en ese tiempo no se conoce su origen todavía:
-La calvicie, que a César le molesta y trata de disimular -como muchos hombres en la actualidad- dirigiendo el pelo desde la coronilla hacia la frente. Dado que no se podía permanecer cubierto en el Senado, piensa en pedir permiso a los senadores, una vez elegido como dictador perpetuo, para poder hacerlo. Su asesinato impide que se dé esta circunstancia.

-Unos brotes epilépticos le producen visiones a través de sus sueños para acometer acciones que le conducen a la victoria. Esta sintomatología la tienen todos los Julios que le siguen, como si fuese su ADN.


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En su honor, el calendario que rige y que es obra suya, se llama “Juliano”. Cambia en 1515 bajo el papado de Gregorio XIII, tomando su nombre. Por causas políticas la Iglesia Ortodoxa sigue con el cómputo del anterior, lo que explica la diferencia de fechas en fiestas importantes entre las iglesias ortodoxa y romana.

También en su honor los romanos cambian el nombre del mes en que nació -quintilis- por el de julio, y así continúa llamándose actualmente.


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Los romanos descubren el arte helénico en el sur de Italia y lo admiran. Al principio lo copian pero poco a poco va tomando unas características propias, sobre todo en la época del Imperio, no solo en la figura humana sino en las construcciones civiles y militares. Admira lo que llegaron a hacer aquellos ingenieros.



“Obra de romanos” se dice para calificar las que duran siglos. Quizás el Coliseo existiría tal como fue en la época de su construcción, si por la noche no se hubiesen ido robando las piedras de sillería que lo componían. Los romanos actuales, tan poco respetuosos con una institución que les da de comer, dicen: “lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini”.


Templo de César. Mausoleo



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Livia, virtuosa insoportable (58 aC-29)

“Hasta qué punto fue en ella imperiosa la ambición, que se podría decir que esta fue su verdadera alma. Sus virtudes eran manifiestas, hasta el punto de constituir una permanente invitación al vicio”.
Tarver. Tiberio el tirano. Westminster 1902

Livia es la mujer romana más importante al inicio del régimen imperial y también la más retratada.

Debió ser una mujer notable por su belleza, si -lo que es muy probable- había heredado la de su madre, Aufidia, de origen plebeyo que con sus atributos físicos logró enamorar y casarse con un patricio notabilísimo, Livio Druso Claudio. Hombre de recio carácter, padre de Livia, y que, luchando a favor de la República, se quitó la vida ante la pérdida de la batalla de Filipos (42 aC).

Dato curioso. Aufidio Lurco, padre de Aufidia y por tanto abuelo de Livia, no era noble, pero ejerció cargos públicos importantes en la misma Roma. El impresentable Calígula, bisnieto de Livia, trata de denigrarla calificándola de plebeya, rebajando la categoría de su abuelo. En realidad, a la clase social de este se le llamaría en la actualidad burguesa o clase media, cuya mayoría es la que forma la grandeza de una nación.

Es indudable que su belleza contribuyó a la conquista de lo que ansiaba su ambición de poder, pero también debieron ayudarle su inteligencia, su educación, su forma de moverse, de hablar, de actuar, y muy especialmente el clan familiar al que pertenecía. Una de esas mujeres que pueden provocar amor u odio, pero nunca indiferencia, ya que no se puede escapar del interés y encanto que se desprenden de su figura.

Hay otra faceta de su personalidad que la ayuda de manera extrema: su frigidez. Como decía Spengler, “las mujeres coquetas y ambiciosas son frías desde el punto de vista sexual”. El alma de Livia estaba habitada por el ansia de mando y su forma de ser la ayudó a manejar situaciones que no representaban un peligro para ella a causa de su temperamento. Livia se hizo odiosa por su “decencia”. Sí que sabía aquella sociedad corrompida lo que era ser “decente” o lo que esto significaba, pero ¿conocían la causa?

Dado que la costumbre de la época era que los padres concertasen los matrimonios de los hijos, Livio Druso Claudio arregló el de su hija con Tiberio Claudio Nerón, sobrino suyo y primo de la desposada -que solo contaba con 15 años de edad, estando ya el novio en la cuarentena-. Era precisamente el que ella hubiera elegido, porque convenía a sus planes. A la vuelta del destierro se convierte en un inútil, en un estorbo para ellos y se deshace de él sin la menor misericordia.

Es oportuno pensar que la Livia adulta no podría olvidar su formación desde la infancia y favoreció siempre que pudo a los suyos. Pero, ¿por qué compartió el resto de la vida con Augusto -52 años- a partir de su boda con él, si los Julios representaban lo contrario?


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¿Cómo sería la vivienda donde nació Livia? Sin duda del mismo tipo que en la que vivió con su primer marido. Con el segundo, Octavio, se trasladó primero a la casa de él, una villa bastante sencilla, adquirida a un senador y que radicaba en una de las 7 colinas, la Palatina. Proclamados emperadores, Livia se hizo construir una casa o villa al lado de la residencia imperial y que lleva en la fachada su nuevo nombre: “Julia Augusta”. Separada y hacia el norte se encuentra “Villa Livia”, propiedad de su familia y que la emperatriz arregló a su gusto.


Casa de Augusto


Tubería de casa de Livia. Se reconoce porque pone su nombre de Emperatriz -JULIAEA-.


Tocador de Livia


Modelos de peinados

Dato curioso. Los romanos usaban orina humana para lavarse el cabello, por los compuestos que contenía. ¡Qué pena que los espejos tardasen tanto en aparecer! De momento utilizaban una superficie de metal bruñida, donde se podía ver el contorno de la cabeza y las facciones, aunque fuese de forma muy opaca.

La calvicie molestaba mucho a los hombres. Se aprovisionaban del sitio de Germania cuando les interesaba el pelo rubio, que tanto les admiró cuando llegaron a Roma los primeros esclavos germanos.


   Colina Palatina

Fue la admiración de toda Roma. Dos elementos no podían faltar en estas residencias de las reales personas: la comodidad y el lujo. Entretanto, el emperador iba comprando las viviendas particulares de nobles que había en torno a la suya, de forma que la parte alta del Palatino quedó propiedad de la familia imperial y algunos césares engrandecieron los lugares palaciegos. Como Tiberio casi siempre estaba fuera de Roma, construyó un palacio nuevo en una zona de los alrededores de la ciudad, que se dedicó a archivo y a sede de recepciones públicas y oficiales.

Las viviendas de Octavio y Livia se descubrieron a finales del XIX. Hechos los arreglos oportunos, actualmente pueden ser visitadas por el público.


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¿Era Livia hija única o tenía hermanos? El hecho de que su segundo nombre fuera Drusila·-pequeña Drusa o Drusilita- hace pensar que había por lo menos una hermana mayor y ella recibe el diminutivo para diferenciarlas. ¿Y chicos? No se les nombra en referencia a la milicia o al Foro. ¿Habría una sala de estudios en la casa? Un “liberto”, como en otras viviendas de nobles, ¿sería su maestro? De adolescente eran admirables su corrección y su gracia. Poseía una gran fuerza moral y una salud portentosa.

Al convertirse en mujer casada se alhaja siempre con discreción. Viste de manera sencilla, pero elegante. Su porte es distinguido. Eso  indica que su vida se desenvuelve en un ambiente familiar y social en el que impera el buen gusto.


Joyas de mujeres romanas

En el 43 aC se casan Livia y Tiberio. Debió ser un enlace tan del agrado de todos los Claudios, que sería la boda del año.

A raíz del asesinato de Julio César, el Imperio está en puertas, pero de momento los romanos se ven abocados a la segunda guerra civil, que empieza en el 41 aC. En el 40, Tiberio padre, Livia y el hijo de ambos, Tiberio de 2 años, tienen que dejar Italia por miedo a las represalias que sufren los enemigos de Octavio. Embarcan en Nápoles, desde donde pasan a Sicilia y de allí se dirigen a Corinto y a otras provincias griegas. Viajan a pie, de noche, a través de los bosques. Estalla un incendio que casi da cuenta del pequeño Tiberio, convirtiéndolo ya en el protagonista de la gran tragedia que iba a ser su existencia. Un anciano fiel, que formaba parte del grupo, se deja ahogar para distraer a la tropa de Octavio -ya cercana- que los persigue con empeño. Así se salvan Livia y la nodriza, pues los gritos desaforados del infante señalaban su presencia.

El destierro duró 2 años, escondiéndose de los soldados de Octavio, el que luego sería esposo fiel y sumiso de la perseguida Livia. Hasta tal punto, que cuando se convierte en Emperador, a los Iacedenomios, el pueblo que mejor había acogido a su dulce enemiga, como recuerdo y recompensa, les cede la Citerea. Con ello demuestra un rasgo típico de su carácter conciliador, generoso e inteligente.



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Homenaje al padre del emperador Tiberio

Tiberio Claudio Nerón (85 aC-33aC)

Era un hombre de buena presencia, inteligente y de una moral aquilatada, dentro de los parámetros propios de la época. Orgulloso de ser Claudio como todos los miembros de este clan, por el simple hecho de serlo. En los Claudios se palpaba el espíritu aristocrático y las ideas republicanas y antidictatoriales.

Tiberio ha sido aliado de Julio César y nombrado por él para cargos de alto rango, lo que no le impide traicionarle cuando le conviene y unirse a los conjurados. Imposible saber si una de las 23 puñaladas asestadas en el cuerpo del muerto ha sido de mano suya. Lucha también contra Octavio -luego Augusto- sufriendo el exilio y la humillación de tenerse que ver perdonado, accediendo con buen semblante a los deseos imperiales, su propio divorcio y la frecuentación de la nueva corte.

Sufrió las decepciones propias de los exiliados y ninguna alegría, como no fuese la de volver a su patria y recuperar su estatus familiar y sus bienes -que no era poco-.

En el año 38 aC, ha acabado la guerra y el tribuno Octavio es el vencedor. Se establece definitivamente en Roma, donde también ha vuelto Tiberio, con su pena de exilio ya condonada.

Los historiadores contemporáneos hablan con elogio de Tiberio Claudio Nerón, hombre de gran influencia y al que se tiene como un romano ejemplar. Sin embargo, Suetonio nos refiere las fechorías que han cometido algunos de sus mayores, porque para ellos primero es su familia, su gens, Quien detenta el poder en ese momento, aunque  busque el bien común, pasa por delante el de su propia estirpe, el de los suyos. Las posibilidades éticas de la época, aun en acciones dirigidas por césares, no son lo irreprochables que ahora se piensa que debían haber sido. Por desgracia, en la actualidad se sabe claramente cuál es la recta conducta y la diferencia entre el bien y el mal, pero a veces también se obra como hacían estos antepasados.



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Pasado un tiempo, Livia anuncia en Roma su nuevo embarazo, que no llama la atención, puesto que es la esposa de un matrimonio legalmente constituido y tiene ya un hijo de 4 años.

Pero el hecho de que tanto Tiberio como Octavio demanden sus respectivos divorcios, al tiempo que Livia anuncia su próxima maternidad, hace surgir la duda. ¿Quién es el padre del niño que va a nacer? ¿El marido o el amante? En este segundo supuesto se ha cometido adulterio -puesto que el que se cree verdadero padre está también casado-, algo desastroso que nadie sospechaba. ¿Cuándo han tenido encuentros furtivos los amantes? Las lenguas viperinas y de 4 filos parecen saberlo todo a propósito de ellos y sus citas y el pueblo está escandalizado y encantado al mismo tiempo. Hasta Suetonio y Horacio, amigos y partidarios políticos de Octavio, están convencidos de la paternidad de este, reforzada por su confesión:
-“Ha sido verla y caer en un estado de enamoramiento que me impide esperar los 3 meses que quedan para que dé a luz. Hemos de casarnos enseguida”.

Octavio consulta a los pontífices si se puede celebrar la ceremonia en esas circunstancias y ellos le contestan -¡lo que hace el poder!- que sí, siempre que sea ostentosa la silueta de la madre gestante.

El marido envejecido, desengañado, pone las máximas facilidades y aún la dota a ella.
-“¡Hay que hacer las cosas como establecen las costumbres!” -dice.
Asiste al convite nupcial en un lugar de honor.


Boda

¿Es el amor, la pasión lo que ha echado a uno en brazos del otro? Por parte de Livia, más bien los sueños de grandeza, y por los de Octavio, según propia confesión, ha quedado fascinado, enamorado de ella, pero prima la política. En su situación es muy conveniente entroncar con una de las familias más nobles del momento. Es una forma de actuar normal en los autócratas, a los que la guerra o la revolución han elevado al poder. No tienen más preocupación en todas las épocas que unirse o pertenecer a la misma aristocracia que han combatido.

Todo arreglado oficialmente por hombres, sin tener en cuenta la voluntad que propicia esta situación, que, aunque sea en la sombra, es la de la propia Livia.


Camafeo representando a Augusto, Livia y Tiberio

Aquello de “qué lío se armará en el Valle de Josafat cuando Dios diga: Cada hijo con su padre y cada peseta a su bolsillo”, viene bien al caso. El niño esperado, al nacer se inscribe como hijo de su supuesto padre: Nerón Claudio Druso será su nombre y se le conocerá como Druso I o Druso el Mayor. Octavio, ante la caballerosidad de su predecesor, permite que los dos hermanos vivan en casa de su padre, aunque vayan a ver a la madre.

El Emperador Claudio, nieto de Livia, cuenta que su padre Druso recordaba:
-“Vivíamos con papá, pero todas las tardes nos llevaban a ver a mamá”.

Eran muy dados los pueblos de aquel momento a creer en adivinos, videntes y astrólogos y aún continúa habiéndolos. A poco de conocer su embarazo e impaciente por saber el sexo del niño esperado -de que fuera varón dependía el logro de sus ambiciones-, Livia cogió un huevo de gallina y lo puso a empollar entre sus senos. Al cabo de muchos días se rompió la cáscara y salió un pollito con una cresta bien erguida y un principio de espolones. Hasta aquí lo que cuenta Suetonio y que debió contentar a la futura madre.

Varón, sí, pero ¿qué haría en su vida? Es Plinio quien relata otro hecho. Estando a punto de casarse Livia y Octavio, sentada ella en el jardín de la vivienda que iban a compartir, a la ribera del Tíber, cayó en el halda de su falda un aguilucho blanco como la nieve, recién nacido y muerto. Llevaba en el pico unas hojas de laurel. La futura emperatriz mandó plantarlas y aquellas hojas se convirtieron en un bosque. Augusto siempre cogía de allí las hojas para coronarse cuando se mostraba ante el pueblo.

El astrólogo Escribonio fue convocado en secreto y dijo a Livia que aquello significaba que, de adulto, reinaría. ¡Qué alegría para la futura madre saber que el hijo sería emperador! Pero no por él, sino por ella misma. A través de persona interpuesta -su propio hijo- sería la que gobernaría en todo el mundo conocido.

Celebrada la boda, última en que la novia se presenta en las condiciones de esta, ya que fueron prohibidas, Livia pasa a vivir en la villa de Octavio, a la espera de que se pueda construir la suya propia.


Triclinio de la Casa Imperial

Dado que todas las hipótesis sobre actos humanos son aceptables, aquí se ven el triunfo del tesón y la ambición de Livia, una muchacha de 20 años cortejada por un impetuoso muchacho de 24, rodeados por una aureola social que indica que ambos van a llegar a lo más alto. No parece desacertado suponer que Livia piense en su interior:
-“Me ha fallado el primero, vamos a probar con el segundo”.

Una súbita pasión de un mujeriego que normalmente acaba desvaneciéndose, pero que una mujer frígida e inteligente sabe conducir al mejor de los puertos: el suyo, con dos bazas, un embarazo y un matrimonio.

Un conquistador puede acabar con la reputación de una dama, si no fuese porque en ese mismo hecho él queda atrapado en su ascenso hacia la gloria. Estando el caballero casado, ha cometido un adulterio y, siendo el primer magistrado de la nación, provoca un escándalo que hace peligrar su puesto. Caer en la doble trampa preparada por Livia hará que todo se olvide. La sociedad y la plebe no pedirán explicaciones.

Nacido Druso, Livia tuvo un nuevo embarazo fallido y que la inhabilitó para tener más hijos. Octavio no tendrá, pues, casado con ella, un sucesor masculino directo y ha de acudir a otros familiares y prohijados a fin de encontrar quien continúe al frente de su imperio.


Tiberio, Livia y Druso

Livia fue emperatriz consorte, madre de emperador, Tiberio, abuela de Claudio, bisabuela de Calígula y tatarabuela de Nerón.

De Livia, doblemente orgullosa, por pertenecer a la estirpe de los Claudios y por los valores personales que encierra como ser humano, se puede decir que es la antecedente -avant la lettre, como dicen los franceses-, de otro italiano, muy posterior, que tomó como ejemplo a Fernando el Católico, Nicolás Maquiavelo. En política, “el fin justifica los medios”. De mayor era una matrona de perfecciones solemnes. Brilla en ella una energía flexible pero inquebrantable, que la acompañará toda su vida de emperatriz. Los historiadores coetáneos nos cuentan que se le da el título de Eminentísima, porque así es como la considera la alta sociedad.

A Livia no le importa que el pueblo no la quiera, desea que la admiren. Muerto Augusto recibe el título de “Genitrix Orbis” -Madre de la Patria- y los historiadores, que comparten con ella el mismo tramo de vida, alaban sus virtudes domésticas, las horas que pasa con las jóvenes de la familia y servidumbre femenina del hogar, tejiendo las túnicas de Augusto y las suyas. Hay personas que la quieren y hasta la veneran, pero en general a la emperatriz no le gusta que nadie vea su verdadero rostro, sino el que ella quiere mostrar.

¿Es una hipócrita, una farisea, un sepulcro blanqueado, como la llaman los historiadores actuales? Livia se hubiese sentido muy sorprendida por estos insultos. Ella tiene una finalidad en su existencia y todos los medios que utiliza para llevarla a cabo le parecen legítimos.


Livia Emperatriz

Se la consideraba el prototipo de la matrona romana con todas sus virtudes. En su mesa reinaba la moderación, solo, tanto ella como Augusto, tomaban varios vasos de mosto italiano al día, más que por afición excesiva al vino, porque pensaban que la bebida ayudaba a mantenerse en forma. Los dos fueron longevos para la época.

¿Cómo se entendieron en su larga vida matrimonial dos personas que encabezaban dos clanes que se odiaban a muerte? Todo valía en aquella situación: la calumnia, el falso testimonio, el reparto de documentos falsos, el destierro, el veneno, la espada…

No se pudo acusar nunca a Livia de disolución o infidelidad. Ovidio la llamó: “Vestal de nuestras castas romanas”, y Tácito, avaro en sus elogios, decía:
-“Fue pura en sus costumbres, como las mujeres de los días antiguos”.

El historiador Dión Casio informa de un rasgo de su psicología. Livia no se escandalizaba por nada, antes bien, tenía amplitud de miras, quizás porque la frigidez ahuyenta la tentación. Un día vio un grupo de hombres desnudos conducidos al suplicio por exhibicionismo y pidió su perdón, aludiendo a que mirarlos era como contemplar las estatuas de mármol en sus condiciones. El juez, conmovido por sus ruegos, se lo concedió.

Catón tiene una frase célebre: “Los hombres manejamos el mundo, pero las mujeres nos manejan a nosotros”. Nunca como ahora se habla tanto de feminismo -a pesar de la pamema de la paridad y las cuotas-. En la Roma de los césares no habría clubs de sufragistas, pero surgen mujeres con ambición de mando y extraordinariamente dotadas para él.



Livia siempre respetó al emperador y actuó como si no existiesen sus continuos deslices, pero compartían lecho. En las largas noches, con el esposo insomne por las preocupaciones, Livia tenía ocasión de recibir sus confidencias y de aconsejarle, siempre que podía, en provecho de ella misma. Era notorio que Augusto pedía su opinión en cuestiones de Estado. Dión Casio dice:
-“Se ocupaba de asuntos oficiales como si ella tuviese el máximo poder”.

Y Suetonio comenta:
-“Aparecía ante el pueblo en los momentos de inquietud y tenía por costumbre exhortar públicamente a la multitud y a los soldados”.



Parecía una intromisión impertinente por parte de Livia, pero Augusto supo mantener dentro de sus límites estos abusos, con tal de que cada esposo -sin injerencias del otro- pudiera conservar su preferencia irreductible por cada uno de sus clanes.

¡Hay tantos accidentes en la vida! Livia no está hecha para pelearse o gritar a la gente que no le gusta o le estorba. También están los discretos sicarios, dispuestos a provocar infortunios, que hacen desaparecer para siempre los obstáculos. Tiene medios y sabe asegurarse la fidelidad de quienes la sirven.

Octavio le permite administrar sus bienes y el dinero de sus cuentas bancarias, motivo por el cual no se puede saber a quién paga y en concepto de qué. Se llega a decir que el célebre doctor Muza la ayuda en alguna ocasión.


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¿Qué es un asesino en serie? Un policía alemán, Erst Gennat, define el concepto en 1930, pero no es hasta los años 70 cuando esta definición toma carta de naturaleza, gracias al agente del FBl Robert Ressler:
-“Mismo modus operandi, intervalo de tiempo entre una y otra muerte, ocupación similar de los muertos con la suya, multitud de impulsos psicológicos, en particular ansias de poder y control del arma asesina”.

Ninguno de los “muertos” de Livia la señalan como sospechosa, ni se sabe si la causa de los fallecimientos es natural o provocada. Pueden obedecer a un conjunto de casualidades y ser la emperatriz inocente. Solo que las víctimas pertenecen todas a la familia imperial y su desaparición la favorece en sus propósitos.

¿Qué ocurriría si este hecho se produjese en la actualidad?


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¿Víctimas?

Se achacan a Livia las siguientes muertes por envenenamiento de miembros de la familia imperial que obstaculizan la subida de su hijo Tiberio al trono. ¿Son ciertas?

Los historiadores que la favorecen dicen que no y los que la denigran dicen que sí. De Voltaire es la frase: “Calumnia que algo queda”.




Urna funeraria de Marcelo II

Claudio Marcelo II (42 aC-23 aC) es hijo de Claudio Marcelo y de Octavia -hermana de Augusto- y por tanto sobrino carnal de este y sobrino bisnieto de Julio César -se mezclan en él las sangres julia y claudia- y Augusto no tiene sucesores masculinos directos. Encuentra que Marcelo es el más idóneo y el más grato para ocupar su puesto. Al celebrarse el triunfo de la batalla de Actium, el Emperador hace que su sobrino, de 13 años, cabalgue a su derecha y Tiberio a su izquierda. Esto era muy importante entre los romanos, donde el ceremonial en la Corte tenía significación de jerarquía.


Batalla de Actium

Joven al que adornaban virtudes manifiestas en medio de la corrupción de aquel momento y especialmente las luchas entre los Claudios y lo Julios. Séneca nos habla de él en estos términos:
-“Adolescente de fuerte ánimo, de poderoso ingenio y de frugalidad y continencia absolutas”.

Le acompañaron en vida historiadores como Suetonio y Dión Casio, Tácito y poetas y filósofos como Séneca, Horacio y Virgilio. El emperador lo casó a los 16 años con su hija Julia de 14, pero falleció en plena juventud, recién cumplidos los 19. Le atendió en su enfermedad el doctor Muza, que ya había salvado a Octavio y poseía fama y fortuna, pero en el caso de Marcelo fracasa. Esta muerte causó consternación en Roma y gran pena en Augusto, que vio cómo perdía al mejor de sus sucesores. Ante el César y sus familiares, Virgilio leyó unos pasajes de La Eneida y al llegar adonde se hace el elogio de Marcelo, fue tal la impresión que produjo en Octavia la madre, que cayó desmayada. El emperador le entregó al poeta 10 sestercios por cada uno de los 32 versos de que consta dicho elogio.



Cayo  
Lucio

Cayo César (20 aC-4) y Lucio César (17 aC-2), hijos ambos de Julia I la Mayor y de Agripa. Su abuelo Augusto sentía mucho cariño por estos niños, a los que había prohijado. Viven y se educan en la corte imperial. Son nombrados sucesores bajo la regencia de su padre. Muerto este y velando por la carrera de su hijo, la tenaz Livia hizo que el Emperador ordenase el matrimonio de la reciente viuda de Agripa con su hijo. Parece ser que, como cuenta Dión Casio, lo ordenó “bien a pesar suyo”.

Lo aceptó como yerno y como tutor de los dos adolescentes. Tiberio sentía hacia ellos un gran resentimiento, ya que se sentía postergado frente a los nuevos herederos del trono, mientras él era un simple tutor. Los sentía como usurpadores. Aparte de su brillante carrera militar pertenecía a la casta de los Claudios, según estos muy superiores a los Julios. Un historiador dice: “Tiberio no digirió esta afrenta”.

El tutor los tenía sometidos a una férrea disciplina militar. Cayo y Lucio no poseían ningún valor y su debilidad física y moral, propia de la familia imperial, era notoria. De Lucio se sabe poco. Falleció de manera súbita en Marsella, el año 2, yendo hacia España.

A Cayo se le considera un degenerado; “sus vicios eran atizados por los cortesanos y su conducta tan desigual que ofrecería abundante tema, tanto para el elogio como para la condenación”. El Emperador, cegado por el amor de casta, le escribía con ternura llamándole “luz de mis ojos”. Preparó en su honor una brillante expedición hacia Oriente. Cayo, durante este viaje, dio pruebas de torpeza y recibió un golpe peleando con sus enemigos, que le nubló el entendimiento. Preso de melancolía, se retiró a la vida solitaria, viviendo en un barco de mercancías. El abuelo volvió a intervenir para convencerle de que volviese a Roma, pero estaba tan enfermo que murió antes de llegar a Italia, frente a la isla de Rodas. El pueblo creyó en la intervención de Livia, contumaz envenenadora.





Agripa Póstumo (12 aC-14) Hijo de Julia I y de Agripa, hermano de los 2 niños Césares. “Póstumo es notoriamente anormal, como su madre y se nota en el aspecto huidizo de su perfil en las monedas que con su efigie circulan. Es depravado de alma, de carácter, brutal y de humor violento. Su ignorancia es grosera y está orgulloso de su fuerza física”. Así lo describen sus contemporáneos. Hasta el momento no ha cometido ningún acto delictivo, solo se dedica a pescar con caña.

Es el último sucesor directo de Augusto, quien nombra herederos a él y a Tiberio, obligando a este a que adopte como hijo a Germánico. Livia odiaba a Agripa y empezó a intrigar, mandando agentes de los Claudios a repartir cartas -falsas- supuestamente escritas por el nieto contra el abuelo. Augusto se enoja y lo destierra a la isla de Planasia. Pasado el tiempo se arrepiente y va a visitarlo y “a llorar con él”. A pesar del secretismo, Livia recibe una confidencia y se entera y ya todo son cuchicheos entre ella y Tiberio. La consigna es:
-“Hay que acabar con Agripa Póstumo antes de que muera el César”.

Augusto estaba próximo a su fin. No se sabe quién ordenó la muerte de Póstumo. Un centurión acudió a la isla y lo ajustició con su espada, haciendo gran esfuerzo, porque la víctima, aun sin armas, era muy fuerte. El verdugo va a Roma con la noticia:
-“He cumplido las órdenes del César”.

Pero, ¿de qué César? Augusto ya había expirado. ¿Sería posible que la intrigante Livia le hubiese arrancado una firma poco antes de morir, y por tanto no se contaba con su testimonio? Tiberio mira hacia otro lado, solo comunica públicamente la muerte del emperador, información que retiene hasta saber con certeza que Póstumo es ya cadáver.

Dato curioso.- Antes de ser ejecutado Agripa Póstumo, unos amigos suyos -senadores, personal de su Casa, caballeros- traman una conjura contra Tiberio, ya en el poder. Les ayuda Clemente, esclavo de Agripa y parecido a él físicamente. Se dirige en barco hacia la isla Planasia, pero por desgracia los vientos le son adversos y cuando llega ya le han cortado la cabeza al prisionero. Los comprometidos querían llevarlo a Germania, donde las legiones están siempre en contra de Tiberio, y anuncian al pueblo romano que Póstumo ha resucitado y algún día volverá. Clemente estaba escondido, sale a la luz y se dirige al puerto de Ostia. Allí le recibe una multitud entusiasta con grandes vítores, creyendo que en verdad es Agripa y por tanto enemigo del César como ellos. Hay que imaginar el pánico de Tiberio hasta que sus soldados lo apresan y muere en el potro sin denunciar a los conjurados. En pleno tormento lo visita el nuevo emperador.
-“No comprendo cómo has llegado a ser Póstumo”, -dice Tiberio-.
-“Y yo no comprendo como tú has llegado a ser César”, -le contesta Clemente-.



Germánico


Agripina desembarcando con las cenizas de Germánico. Turner

“Es indudable que Germánico reunía en grado que nadie haya alcanzado nunca todas las virtudes del espíritu y del cuerpo. Belleza y valor incomparables; superiores dones de sabiduría y elocuencia en los dos idiomas, el griego y el latín; extraordinaria bondad; talento maravilloso para ganar las simpatías, en fin, para ganar el afecto de los demás”.
Esta es la forma en que lo describe Suetonio.

Hijo de un matrimonio ejemplar: Druso I el Mayor y Antonia II la Menor. Físicamente se parece a Druso, también en sus visiones y ensueños en un grado mayor. Tiene arrebatos. Solo le encuentran un defecto: tiene las piernas muy delgadas. Él lo corrige montando mucho a caballo. Augusto lo quiere y le gustaría que fuese su sucesor. Lo casa a los 19 años con su nieta Agripina la Mayor. Por su formación literaria escribe bien en latín y griego y deja alguna pieza de teatro y poesías. Joven exaltado, pero prudente, no quiere obrar de forma que disguste a su tío, que quiso tanto al padre, y al hijo lo detesta. Excelente militar, impetuoso en la batalla donde se lanza al cuerpo a cuerpo. En una ocasión en que Tiberio lucha en Dalmacia, Augusto manda a Germánico para que le ayude. ¡Nunca lo hiciera! Tiberio lo considera una humillación que merece venganza.

Dato curioso.- El pueblo oprimido lo recibe con entusiasmo, porque piensa que será como su padre, demócrata y restaurará la República. Deseo irrealizable, puesto que los césares reciben una formación desde la cuna, que les impide responder de otra forma política cuando suben al poder. En la República los cargos importantes los ocupan los patricios, no la plebe.

Ya en el trono, Tiberio le llama desde Germania para que le ayude.A las legiones  les gustaría que diese un golpe de Estado y ocupase el lugar del César. Germánico se niega, pero Tiberio no olvida. Acabada la batalla, lo devuelve a Roma con todos los honores, pero en excedencia. El pueblo está indignado y más con el viaje a Oriente -que han hecho casi todos los príncipes romanos- y que organiza Tiberio para honrar a su sobrino e hijo de adopción. El César nombra nuevo gobernador en Siria a Pisón, gran amigo, para que tutele al ilustre viajero, al tiempo que envía largos despachos, leídos por Pisón en secreto.

A Roma llegan noticias que asustan a la gente, muy crédula con los presagios. Al pasar por Egipto, Germánico ha tratado de dar de comer con su propia mano al buey Apis, el cual ha apartado su cornamenta cabeza. ¿Inapetencia? ¿Aviso? El joven general -33 años- muere sin que se sepa la causa. ¿Paludismo? ¿Tuberculosis? ¿Qué motiva las manchas lívidas que cubren su cuerpo y la espuma que sale por su boca? Al producirse la cremación el  corazón no se quema. ¡Ahí estaba el mal! Ya se sabe que, cuando se padece una enfermedad cardíaca, es este músculo el que no arde. Germánico tiene tiempo de decirle a su mujer que lo han envenenado. Agripina llega con su nave a la costa romana donde se oyen no los gritos del entusiasmo, sino los murmullos del dolor. Tiberio quiere que tenga un entierro modesto, pero el pueblo consigue que se celebren las honras fúnebres que merece.

Tiberio, cobarde como de costumbre, deja caer a Pisón, el cual es juzgado y se suicida para no sufrir el tormento. Su mujer Plancina, ¿de qué está acusada? ¿De ser su cómplice? Se salva por pertenecer al círculo íntimo de Livia. La inevitable Livia de la que siempre se sospecha cuando se habla de la muerte de algún miembro de la familia imperial.



Emperador Augusto


Augusto madruga y gusta de dar un paseo por el jardín. Al final se acerca a su higuera preferida y come 2 ó 3 higos, su fruto predilecto. ¿No recelaría nunca que alguien pudiera envenenarle? Si Livia lo hizo sería porque el emperador le había ocultado su visita a su nieto Agripa Póstumo para que volviese a Roma y fuese su heredero. Es el último obstáculo para Tiberio. Todos se han hecho mayores, el tiempo apremia. ¿Y si se encuentran con una sorpresa en el testamento?


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Livia se encarga de que Tiberio reciba desde niño, una excelente educación en todos los campos, como corresponde a un futuro emperador, y que él asimiló. Hombre sin voluntad, tuvo que apoyarse en otra voluntad enérgica, la de su madre, que más que tal fue siempre su emperatriz. No es el clásico niño que adora a mamá y se siente correspondido por ella. Más bien la desprecia por su comportamiento con su padre. Muerto Augusto, Tiberio se niega a aceptar su herencia, pero reflexiona y finalmente decide gobernar, si puede hacerlo solo. Para él es una esclavitud compartir el poder con Livia, unido al humor quejumbroso que ella muestra en su vejez.


Livia en su vejez

Sin obstáculos entre Tiberio y el trono comienzan a deshacerse unos lazos que han sido de ambición, no de ternura. Suetonio nos cuenta la causa que convierte la ruptura en definitiva. Livia en su irritación, hace leer al nuevo César unas viejas cartas, que le escribió Augusto años atrás, en las que se quejaba del “humor acre e intratable”·del hijastro. Este se indignó tanto de que su madre hubiese guardado durante tan largo tiempo los documentos mortificantes, que a partir de entonces solo la vio una vez. Ni siquiera acudió a sus funerales.

Se comprende la violenta ira que acomete a Tiberio y que rompa definitivamente con su madre. Una carta es un documento íntimo en que se pueden mostrar sentimientos que al día siguiente se han olvidado. ¡Qué poca generosidad denota esta exhibición! Livia había pedido al Senado que deificase a Augusto y se dedicó a su culto, que en poco tiempo paso a todo el Imperio. Tiberio le prohibió que pidiese cualquier favor para sí misma. La visita el año 22, estando enferma, pero no el año 29 en su lecho de muerte. Tampoco acude a sus honras fúnebres. Manda un escrito al Senado diciendo que sus múltiples quehaceres se lo impiden y expresándose a propósito de la recién muerta, su propia madre, en términos poco halagüeños.

¿Por qué fueron tan difíciles las relaciones entre Livia y Tiberio, y Augusto y Tiberio? Tiberio consideraba a su madre una adúltera que había puesto en ridículo a su padre y Augusto era quien la había ayudado. Por otra parte, Augusto veía en Tiberio el recuerdo de su propia infamia.

“Madre imperiosa” la llama Tácito. Livia ve en Tiberio un instrumento de dominio y él en ella una aliada en sus odios. Cuando a los 9 años pronuncia la oración fúnebre por su padre, la ve como ya la verá siempre: una mujer bella, pero fría. Sin duda fue una de las causas principales de que aquel hombre tuviese el corazón tan seco.


Livia deificada

En el año 41 su nieto Claudio la deifica. Livia se lo pide porque teme ir al Averno. Se la representa subida a un carro tirado por elefantes. Con este acto se cumple la parte del testamento de Augusto dedicada a Livia, a quien le corresponde el título de “Julia Augusta”. Aparte el emperador le ha dejado una buena aportación económica.

¡Extraña mujer! ¿Gata o pantera? ¿Valió la pena vivir aquella vida, si es que aquella vida fue realmente su vida?


Livia vestida de gala


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Cayo Octavio Turino Octaviano (63 aC-14)

“… puesto que la crueldad de la fortuna -se oye alta y clara la voz del liberto leyendo el testamento de Augusto, en medio del atento silencio de los senadores- me ha quitado a mis hijos Cayo y Lucio, que Tiberio César sea mi heredero”.
Al expresarse así, Augusto confirma la sospecha de quienes piensan que al elegirlo lo ha hecho, no por afecto, sino por necesidad. Suetonio piensa que el sensato emperador debió pesar con singular atención  las virtudes y los vicios de Tiberio y encontrar que aquellas eran superiores a estos. La maledicencia hace que circulen comentarios sin base y el todo visto con la mentalidad de la época donde pasan por minucias lo que actualmente se consideran horrendos crímenes. Sí es cierto -entonces y ahora-, las presiones que sobre la persona pública puede ejercer el hogar.

Tiberio no quiere aceptar tan altísimo puesto, porque conoce la amargura del padrastro al otorgarle ese honor. Se entablan discusiones fuertes entre él y los senadores que le ruegan que acepte. Al final lo hace, pero sin entusiasmo, como un deber. Un trono que se asienta sobre bajas pasiones, odios, muertes, ¿cómo distinguir la fatalidad de un crimen?

Tiberio conoce su propia conducta social y las veces que Augusto ha tenido que presentar disculpas por los malos modales del yerno, sobre todo delante de gente de rango.


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Cayo Octavio Turino nace en Roma un 23 de septiembre. Su familia paterna ostenta varios títulos políticos. El padre, senador, muere cuando el niño tiene 4 años y su madre, Atia -sobrina de Julio César-, se vuelve a casar. Es el padrastro quien lo educa en una férrea disciplina militar. Suetonio lo describe así:
-“Rara belleza, ojos vivos brillantes, nariz aguileña, cabello rizado”. Era flacucho y de corta estatura. Cuando está rodeado de gente alta, se nota que él no lo es. Si está solo, su apostura, su personalidad, la clase de su misión hacen que nadie repare en su aspecto físico, sino en el halo que le rodea y que marca lo extraordinario de su destino.

A pesar de sus graves enfermedades de juventud -se dice que el doctor Muza le curó una tuberculosis a base de una hidroterapia fría-, ayudado por su fuerza de voluntad y su energía moral, toda su vida desplegó una enorme actividad, dirigida por una inteligencia muy práctica. Hombre de intelecto cultivado, dejó varias obras escritas -pero perdidas-. Ordinariamente no mostraba crueldad en su comportamiento, pero sabía aplicarla para imponer normas en una sociedad tan vacía de contenido al acabar la guerra civil. Los propios senadores se reían cuando les llegaban sus mandatos -que naturalmente se aprobaban- porque el propio emperador, tan buen gobernante, no era un dechado de moralidad.

Era muy mujeriego, y a este respecto se contaba que, estando en un banquete en Roma, le hizo una seña a una señora y ambos se retiraron, volviendo al poco tiempo, la dama con la tez ligeramente enrojecida y él despeinado. La gente, con indiscreción, miraba al marido que estaba también presente. Este defecto se le reprochó muchas veces, pero él continuó así hasta el final de su vida.

Sobrino nieto de Julio César, al que visita cuando está con su ejército en España -en lo que es actualmente Portugal y Andalucía-. El tío queda impresionado ante su manera de actuar y lo hace subir a su carro de vuelta a Roma, donde con gran discreción deposita sus últimas voluntades en las estancias de las vestales. Lo adopta como hijo y lo nombra sucesor suyo. Añade a su nombre el de Octaviano, que indica precisamente esta nueva relación. Entre tanto, Octavio parte hacia Oriente para acabar su carrera militar -mucho más joven que sus compañeros-, con lo que ya no verá vivo a Julio César cuando vuelva a la metrópoli.

Marco Antonio, creyendo que es él y no Octavio el sucesor señalado en el testamento, coge sin permiso estos papeles y no los quiere devolver. El doble suicidio de Marco Antonio- a quien siguen los patricios- y Cleopatra -cuya fortuna sirve para pagar a las legiones-, acaba con la cuestión. Celebrada su boda con Livia, todos los patricios siguen a Octavio. Los familiares le aconsejan que no acepte la voluntad del tío, pero él piensa que por ahí va a encauzar su existencia.

Ostenta cargos de responsabilidad muy joven por su madurez intelectual Se le conoce por primera vez hablando en público a los 12 años, durante las honras fúnebres por su abuela Julia la Menor. En los terrenos político y militar a los 19 años, y como triunviro al empezar la segunda guerra civil. Después de muchos avatares entra en Roma como vencedor, pero la experiencia propia y ajena sirven para algo: no se quiere imponer como dictador al estilo de su tío, sino que dice que el poder reside en el Senado y el pueblo romano -Senatus populusque romanus-. Toda Roma está llena de gallardetes con estas cuatro iniciales: SPQR, que también lleva el ejército.



Octavio restaura los principios de la República, con lo que el poder gubernamental reside en el Senado. En la práctica él continúa siendo un autócrata porque se hace elegir año tras año para los puestos que detenta la autoridad. Consigue que una entidad republicana en la práctica sea gobernada por una sola persona y a esta nueva institución la llama Principado, porque él es el Princeps, el primero, la cabeza.


Augusto Prima Porta

Octavio va hacia el imperio absoluto, establecido el año 27 primero por el imperio con formas republicanas. Recibe innumerables títulos del Senado, que suponen poder. El pueblo le quiere; los soldados también. Funda la Guardia Pretoriana, que tiene dos ramas: policía y bomberos. A su muerte, casi toda Roma se ha reconstruido bajo su reinado. Las legiones, le defienden, con lo que el perfil del Senado se debilita. Los ingresos económicos son enormes, lo ayudan a mantener la paz, llamada romana u octaviana, que dura 2 siglos. Es el primer emperador y el que más años gobierna. Único dueño de los destinos de Roma, acatan su autoridad unos 120 millones de súbditos, esparcidos en un territorio de 6 millones de Km2.


Familia romana

Se crea una red de carreteras que comunica todo el Imperio y otra de postas que une por correo.


Durante su mandato promulgó varios empadronamientos, entre ellos el de Judea, que lo eran por primera vez. Hubo personas que no encontraron posada, entre ellas José, María y Jesús, que nació el año 749 de la fundación de Roma y 25 de su reinado.
“Y tú Belén, tierra de Judá, no eres la menor…”.

El año 14, Augusto se encuentra en Nola -municipio de la ciudad de Nápoles-, lugar muy recordado por los romanos porque en sus alrededores detuvieron la marcha del imparable Aníbal, dirigidos por un general Claudio, antepasado de Tiberio.

En Nola le hizo levantar un templo su sucesor. Augusto le había enseñado las artes de la guerra y del buen gobierno, y el hijastro lo admiraba, solo que su eterno resentimiento le impedía reconocerlo o manifestarlo.

¿Qué mejor maestro que el que lo ha sido primero de sí mismo? Bien podía envanecerse Augusto -de no haber sido tan modesto-. El pueblo le perdona los errores de su juventud al llegar a lo más alto de su magistratura. El mes en que nació, sextilis, pasa a llamarse agosto, en honor suyo. Allí muere el más inolvidable de los emperadores romanos, sin que se sepa la causa.


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Cualidades típicas de su carácter son el espíritu conciliador, la generosidad y la prudencia. Grande es su ambición y sabe dónde quiere llegar y cómo. A pesar de la impetuosidad de los Julios que le posee, puesto que él también lo es, sabe que esa cualidad ha de estar atemperada por el don de la oportunidad. Realiza sus empresas al dictado de sus ensoñaciones. Jamás desprecia ni las propias ni las de otros, relativas a esta cuestión.

“Si vis pacem para bellum” -si quieres la paz, prepara la guerra-. Principio practicado por los romanos. Augusto fue maestro en el clientelismo: con el poderoso llegaba a un acuerdo diplomático, y al pequeño no hay que decirle qué ejército hay detrás de Roma para que cediese en sus derechos. Hay algo contra lo que no puede luchar: la muerte, que le deja sin los herederos queridos. Muy amante de la vida familiar que fomenta, lo que no se comprende es que sea tan rígido con los parientes que no le obedecen. El castigo es el destierro o la muerte, no ocasionada directamente pero sí por el sufrimiento. Los matrimonios dentro de la familia imperial son una cuestión de Estado a la que no se pueden sustraer los elegidos.

En cuanto a la vida social privada, tiene poco tiempo para ella. Es sencillo, poco amante del lujo. A veces se reúne con los buenos amigos a tomar unas copas con almendras, como hacen los romanos cuando beben entre comidas ¿durará mucho esta moda? Se ven en los salones de Villa Livia, especialmente en el que está pintado el fresco del olivo con los pájaros.


Villa Livia
¿Hay mucha diferencia entre este fresco y cualquier cuadro de una escuela francesa del XIX?

Los políticos, más que por amor, se casaban por conveniencia con mujeres emparentadas con patricios que pudiesen ayudarles. Augusto, después de romper varios compromisos, se casó con Escribonia, hermana de Lucio Escribonio Livio, personaje de mucha influencia.

Llegado el momento en que tuvo que divorciarse de ella, para casarse con Livia, pudo hacerlo con más caballerosidad y no presentando por escrito papeles en que aseguraba que era insufrible e imposible la convivencia con ella. Bien conocidas eran la bondad de esta señora y su espíritu de sacrificio y la ayuda a su hija.



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Endogamia



En el siglo XVI gobierna en España la dinastía Habsburgo, o Austria, primos de los emperadores austriacos. Ambas ramas se habían prometido que solo se casarían entre ellos. Si en el siglo XVI no se conocían los problemas de la herencia genética, menos se iban a conocer en la época del imperio romano. La política matrimonial en ambas familias vio decaer física y mentalmente a los hombres potenciándose en ellos las enfermedades hereditarias.

Curiosamente, también en ambos casos, las mujeres se libran de estos males o están atemperados. Se observa su fortaleza de carácter en la firmeza de las barbillas -Livia, Octavia, Antonia, Agripina… - y en su actuación heroica.



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Luchas entre las dos castas

Julios contra Claudios
La pugna entre Julios y Claudios tuvo 5 grandes episodios, correspondientes a las etapas genealógicas siguientes:
1.º.- Marcelo II -Julio- contra Tiberio -Claudio-.
2.º.- Cayo y Lucio -Julios- contra Tiberio.
3.º.- Agripa Póstumo -Julio- contra Tiberio.
4.º.- Germánico -Julio- contra Tiberio.
5.º.- Hijos de Germánico -Julios- contra Druso II, hijo de Tiberio, y contra su nieto, Tiberio Gemelo.

Estos cinco grupos se pueden agrupar en dos:
1.º.- Augusto, trata de acabar con los Claudios mientras Livia los sostiene.
2.º.- Tiberio Emperador y Livia entre bastidores, tratan de extinguir a los Julios.

Claudios contra Julios
La segunda parte se desarrolla bajo el signo de Livia, mujer extraordinaria, implacable, tenaz, muy activa y que sirve de eje a los últimos relatos de la gran lucha.
1.º.- Tiberio.
2.º.- Calígula.
3.º.- Claudio.
4.º.- Nerón.



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Tiberio Claudio Nerón, Emperador (42 aC-37)

“Entre los pecados capitales no figura el resentimiento y es el más grave de todos, más que la ira, más que la soberbia”.
Miguel de Unamuno

Se puede decir que Tiberio es un anormal, no porque esté loco, sino porque debido al resentimiento que nunca le abandona, es distinto a los demás


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Séneca escribe: “El vino lava nuestras inquietudes, enjuga el alma hasta su fondo, y entre otras virtudes, asegura la curación de la tristeza”.

Bien que él y otros autores están en contra de los excesos que producen la degradante embriaguez. Plinio también lo critica duramente, pues dice que:
-“En tiempos de Tiberio se ha introducido la dañina y pésima costumbre de beber en ayunas, por culpa de los médicos que buscan su renombre con cualquier novedad”.



Tiberio, aunque bebiera, siempre se mantuvo sobrio; el vino era el mejor remedio para la melancolía, enfermedad que le acompañó toda su vida. Las aventuras de Julia llegaban hasta la soldadesca como un perfume de burdel y las miradas furtivas de los legionarios herían su dignidad.


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Nace en Roma el año 42 aC y muere, a los 78 años, el año 37. Un niño de 4 años, a quien Plinio calificó siempre de “tristísimo”, hubiese olvidado su infantil exilio al encontrarse en un ambiente del mayor bienestar material, que le abre el camino a la gloria y la grandeza. Es el ver a su padre, a quien tanto ama y con el que tan unido está, por el orgullo de pertenecer a la gens claudia, pesaroso por todo lo ocurrido, lo que le hace compenetrarse con él, de tal forma que parece que hay una transferencia de sentimientos entre padre e hijo.

Llega la edad del amor y Augusto piensa en casar a Tiberio y lo hace con Vipsania -hija de Agripa Vipsanio-. Él ha sido desgraciado desde pequeño y continúa siendo misántropo, retraído, escéptico y en su vida sexual poco fogoso y puritano. Con Vipsania encuentra lo que necesita: creer que el matrimonio es monógamo, apacible y sin aventuras. Pero es una mujer sin fuerzas para oponerse junto a su esposo a una situación que no les gusta. Pasados ocho años con un hijo, Druso II, y con otro en camino, Augusto obliga a Tiberio a divorciarse para casarse con Julia la Mayor. ¿No se da cuenta que el caso es el mismo que el suyo con Livia? En el hijastro se agudizarán sus defectos y el afán de vengarse. Nada se olvida, pero sin prisas. Ya llegará el momento. “Los dioses prefieren servir la venganza como plato frío”. Tiberio también.



¿Cómo era Tiberio? Un hombre de buena figura, alto y guapo. Suetonio lo describe como ancho de tórax, rasgos nobles y grandes ojos, piel muy blanca, fuerza física enorme y por tener una cosa más rara dentro de su extraña personalidad, dicen los historiadores que veía como las lechuzas, en la oscuridad. Eso podía durar unos minutos, ya que cuando la luz diurna era normal, la visión era bastante deficiente. Fue una de las causas que alegó para rechazar el poder a la muerte de Augusto: miopía. En algunas estatuas se notan los globos oculares salientes.

Dato curioso: cuando se habla de Nerón, aparte de sus actos de maldad intrínseca, se suelen contar sus excentricidades. En ocasiones de grandes espectáculos, se sujetaba una esmeralda al estilo de un monóculo para ver mejor. Tantas mezclas de Julios y Claudios, ¿cuántos miopes habría entre ellos, aunque solo se hable del primer y del último Claudio?

En su temprana vejez, Tiberio siente haber perdido las dos cosas que más aprecia: su cabellera y su dentadura. Tácito lo ve muy delgado, encorvado y con pústulas que tenían muy mal aspecto, que hacían volver la vista con horror a la gente.



Tiberio ha gozado siempre de buena salud, pero como en mucha gente de la nobleza romana, le aparecen unas pústulas que no son mortales. Un patricio que ha estado en Asia las contagia a sus amigos. De origen desconocido, tampoco se conoce el remedio salvo limpiar continuamente el pus con agua y poner un emplastro.

Dato curioso: Hay una leyenda de la Edad Media en la que se asegura que la Verónica fue la encargada de curar las pústulas del Emperador. Vino de Israel a Roma y depositó cada una de las gotas que contenía el lienzo que enjugó la faz del Señor en cada una de las pústulas, y eso es lo que lo curó definitivamente.

A partir de los 16 años, Tiberio empieza a acompañar a Augusto en sus campañas guerreras. ¿Hubiese desaparecido la tirantez entre ellos de no existir las influencias extrañas? Los legionarios y el pueblo preferían a los Julios y la lucha cuerpo a cuerpo. Tiberio procura ir más lento para evitar derramamiento de sangre. Menos espectacular, pero más eficaz.

En cuanto a la vida de las Bellas Artes, está muy informado y adquiere buenas colecciones para él y para adornar lugares públicos. Solo hay algo que le retrae de adquirir más obras: su tacañería proverbial. No le gusta la caridad sino la filantropía, por el contacto personal que supone la primera.

Tiberio es el antipático universal. Nos dice Tácito:
-“Carecía de modos afables”.

Suetonio informa:
-“Un gesto de sus manos suplía toda una frase”, lo cual molestaba mucho a la gente de su entorno.


Estatua de Tiberio del Palacio de Capri

Augusto disculpaba continuamente a Tiberio, siendo él tan simpático al lado de la impopularidad de su yerno. No gustó nada su retiro a Rodas, pero sí que fue un momento de gloria para él su vuelta a Roma y su adopción por parte de Augusto el año 4. Las legiones se sublevaban continuamente, precisamente por la larga paz. Ejerció su poder durante más de 20 años, con una excelente administración y fuerte disciplina, pero sin ninguna cordialidad, lo que impedía que se le apreciase.

A pesar de su rectitud, lo que le hacía más impopular eran los pleitos familiares, ya que los romanos se decantaban por los Julios. Tiberio escribe al Senado:
-“El odio que suscita mi persona por servir bien a la República…”. Le dolía el que no se reconociese que cumplía bien con sus obligaciones. Le enviaban anónimos, por lo que se fue a Capri, en donde la soledad le hizo sufrir un terror enfermizo en sus últimos años.


Palacio de Tiberio

Hubo una explosión de alegría el día de su muerte. Ya no pensaban que era recto en su proceder, sino en su antipatía. Por las calles de Roma iban gritando: “Tiberio al Tíber”.



Puente de Tiberio

El trapense Thomas Merton, dice:
-“No somos islas, somos por lo menos archipiélagos”.
Hablando de las islas en general y de la soledad.
Tiberio no entendía la soledad como nosotros creemos, sino más bien como Merthon. Por ejemplo, cuando estaba Roma superpoblada, notaba la soledad y es cuando se iba a Rodas o a Capri. En la primera isla hablaba con maestros griegos y en Capri con amigos selectos a los que había invitado.

Los últimos once años de su vida los pasa en Capri, pero conforme envejece le entra verdadero pavor y su guardia pretoriana impide que se le acerque nadie. Hay dos cosas de las que no hay visos que sean ciertas: la vida desordenada de Capri -¿cómo va a conducirse de una manera que no ha podido hacerlo en su juventud?- y su muerte violenta. Los historiadores actuales piensan que los enemigos del Emperador las han inventado con el objeto de dejar esa visión tan desagradable de Tiberio.

Tiberio tiene una pulmonía y el médico de la Corte lo está vigilado. De repente ve a Calígula y al valido Macron que tratan de asfixiar a Tiberio con la almohada y les dice:
-“No os manchéis las manos, que va a durar unos minutos”.

En efecto, Tiberio se levanta para buscar el anillo que significa poder, y al ponerse en pie nota que el corazón lo fulmina.


Muerte de Tiberio. J. Paul Laurens



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Nerón Claudio Druso I (38 aC-9 aC)

Nacido en Roma y muerto en las orillas del Elba. Simpático, jovial, acogedor con todos sin importar la clase social, afable y cortés, todo cualidades julianas. Fue tal su popularidad que la transmitió a su hijo Germánico y al hijo de este, su nieto Calígula, que por sí mismos no eran capaces de estos merecimientos. Horacio habla de “la dulzura y el agrado de sus costumbres”. El que el pueblo lo considerase un héroe popular, provendría de considerarlo hijo del amor adulterino y en el contraste con la antipatía de su hermano Tiberio. Físicamente se parecían mucho los dos hermanos. Esto es lo que aducen los que defienden que ambos eran hijos del mismo padre. Fuese así o no, tenían la misma madre y eso bastaba para que sus rasgos fisonómicos fueran muy semejantes.

Druso sufre alucinaciones y sueños fantásticos como el de la mujer de enorme tamaño que se le aparece en Germania ordenándole que cese en sus conquistas. Sueños de ese tipo son hereditarios y propios de los Julios. La madre de Octavio, Atia -sobrina nieta de Julio César y presunta abuela de Druso-, también los tenía, algunos de tipo erótico: sentir como si una serpiente se deslizase tan suavemente por su cuerpo como las caricias del esposo. Al día siguiente se purificaba.

Druso muere en plena juventud y en plena gloria. Acaparaba las simpatías de todos, especialmente del pueblo, porque se las daba de demócrata, régimen que no hubiese podido implantar aun llegando a emperador. Tiberio, tan parco en sus afectos, lo adoraba y recorre desde Lyon al Elba, en un día y una noche, los 200.000 pasos que les separaban. Druso muere en brazos de su hermano:
“…que está deshecho, pálido, con los cabellos en desorden, los ojos llenos de lágrimas y el rostro desfigurado por el dolor”.

De esta manera, tan trastornado, nadie volvería a ver al futuro emperador que dio el nombre de su hermano a su hijo. Encabezada por Tiberio, parte la larga comitiva que, con toda solemnidad, lleva el cuerpo de Druso a Roma. Allí se celebran unos magníficos funerales y se le entierra en el mausoleo de Augusto.

Druso, evidentemente, no reina, pero sí descendientes suyos. El emperador Claudio, que es su hijo menor. Calígula, que es su nieto, hijo de Germánico, y Nerón, su bisnieto.



Augusto y sus soldados le levantan un cenotafio en Moguntiae -Maguncia-.

Todos los Drusos tienen un final desgraciado.



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Druso II (14 aC-23) el deportista

Amores a los que un ser humano cree tener derecho: padres y padrastros, hermanos, hijos, amigos íntimos, parientes cercanos…  son los que Tiberio no recibe y por tanto no puede corresponderlos.

Lo que le hace antipático y odioso, aparte de su personalidad, es la falta de estos afectos que él quisiera poder devolver. Es Druso II quien le quiere, le adora, lo encuentra la mejor persona del mundo. A Tiberio le encantan las verduras y tiene un jardinero que se ocupa de cultivarlas y cocinarlas todos los días. También le gustan mucho las peras. Tiene un huerto de perales cerca del Tíber, donde presume de tener el árbol más alto del mundo. A Druso le repugnan pero come por complacer al padre.

Lo que sí le gustan son los deportes. Es alto, fuerte, vigoroso, violento pero sin rencor. A quien ofende le pide perdón en el acto. Lo que no consigue el César es que su hijo deje de hacer apuestas sobre los gladiadores. Se prohíbe en toda Roma y es una de las pocas veces en que el pueblo está de acuerdo con su emperador.

Malas costumbres, exceso de bebida, amigos que lo expolian, falta da carácter…
Druso, cándido y enamorado, se casa con Livila, viuda de Lucio César. Un día enferma y su padre piensa:
-“Es muy fuerte, será cosa de un par de días”.
Por desgracia, esta vez no hay duda, es veneno. Livila observa una conducta muy ligera,, aventuras amorosas con el médico de la Corte, otros patricios y especialmente con Sejano. Su plan: deshacerse de Tiberio y Druso y ocupar ellos su puesto.

Acabada de leer la acusación contra Sejano, los senadores emiten su sentencia. La plebe empieza a vociferar por las calzadas que rodean el Senado. Aparece el verdugo y les echa el cuerpo y todos se lanzaban sobre él con objetos punzantes y cortantes, dejándolo reducido a trozos menudos. Al llegar a las escaleras de las Gemonías, puesto que ya está muerto, lo dejan esparcido por el suelo. Cuando hay demasiados cadáveres, se recogen y se llevan al cementerio donde se queman.

Al siguiente día, como mandaban las leyes, se conduce a los calabozos subterráneos a los tres hijos adolescentes con seriedad y nobleza, porque saben a dónde van y la actitud que deben tomar. Pero hay una hermanilla de 10 años, toda asustada porque no sabe su destino. En el imperio romano está severísimamente penado causar una muerte violenta a una joven impúber. La violan y a continuación le ponen las manos en su cuello y al asfixian.

¿Y Livila? Está a punto de sufrir tortura y muerte. Antonia la Menor, su madre, le aconseja que se suicide y así lo hace dejando de comer.



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Niña 
                    

Joven

Julia I La Mayor o la loca (39 aC-14)

A los escritores modernos, interesados por la Roma antigua les extraña que la vida de Julia no sea más conocida: hechos concretos, historias, leyendas… ¿Qué pasa por el corazón de esta mujer, cuya existencia es una auténtica tragedia? Lleva en sí una sensualidad como un mar sin bordes, y si Mesalina no hubiese estado tan cercana a ella en el tiempo, es a Julia a quien la Historia hubiese juzgado como la más insuperable del delirio sexual.

Divorciados sus padres, Augusto y Escribonia, el Emperador la confía a Livia. En su infancia recibe una educación muy austera, pero conforme pasa el tiempo se ve que la madrastra continúa en el período tradicional y Julia está entrando en el moderno. Por parte de Livia, esta extrema severidad es debida al odio que siente por todo aquel que aleja a Tiberio del trono. Por parte de Julia, su juventud, la hartura de la rueca y el silencio, la mirada baja. Tantos matrimonios y divorcios obligados por los padres, hacen que la razón de Estado se parezca a una verdadera prostitución.

Educó a Julia y a sus hijas Julia II y Agripina I con estrechez de miras. Dice Suetonio:
-“Las habituó a trabajar en la lana, a no pronunciar una sola palabra secreta, a no ocultar la menor acción, a no tener relación alguna con los extraños”. Tanta cerrazón puede conducir al efecto contrario: el desenfreno.

Maridos y amantes, patricios, hombres encontrados al paso y que no volverá a ver. Algunos buscan su propio placer, pero acaban por suicidarse -como Julio Antonio-. Las relaciones dentro de la familia imperial son muy difíciles desde un punto de vista político y matrimonial.

Augusto casa a su hija con su sobrino Marcelo, que muere pasados dos años sin descendencia.


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Agripa Vipsanio es el mejor de los generales de Augusto. Se dice que sin su ayuda no hubiese llegado al Imperio. Como recompensa espera tener el mando conjunto con el padre o casarse con la hija. ¿Qué piensa hacer el César? Celebrar el matrimonio de Julia con su primo Claudio Marcelo y Agripa, ofendido, se ausenta de Roma. Un íntimo amigo de Augusto le dice:
-“Casa a Agripa con tu hija o mátalo, porque si no te matará él a ti”.

Pasados dos años muere Marcelo sin descendencia. Julia quiere casarse con Tiberio y Livia la apoya, pero Augusto sigue el consejo de su buen amigo el casamentero.

El nuevo y maduro novio -tiene 22 años más que la esposa- muere de gota -causa muy frecuente entre la buena sociedad romana por su enorme glotonería y la costumbre de vaciarse el estómago para volvérselo a llenar-. Solo la familia imperial es morigerada.


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Ovidio (43 aC-17), poeta erótico. Augusto lo exilia al Mar Negro, recorriendo para ello los 3.000 km que tiene el Danubio y que es la frontera que separa el Imperio de las tribus del norte. Se dice que Ovidio ha corrompido a Julia II, hija de Julia I, y que se comporta igual que su madre. No hay necesidad de que ningún hombre les tenga que enseñar nada. La mala conducta la llevan ambas bien aprendida desde su nacimiento. Ovidio muere en el exilio porque no obtiene nunca el perdón.


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Al morir Agripa, Julia vuelve a pedirle a su padre que la case con Tiberio. ¿Es amor o capricho? Livia también insiste porque le interesa todo lo que beneficia a su hijo en relación con el trono. Augusto quiere complacerla: es la segunda vez que se lo pide.

A Julia no le gusta ir a los castros acompañando al marido, como las grandes mujeres romanas. Si acaso viajes que parecen más turismo de alta calidad que campañas guerreras. Julia se queda en Roma, organizando grandes bacanales, paseando o corriendo por el barrio de las prostitutas, por el Foro, desde donde su padre ha proclamado solemnemente las leyes sobre moralidad. Augusto se entera de que su hija ha profanado dicho lugar. Calígula hace correr la voz de que padre e hija han cometido incesto, cuyo fruto es su propia madre Agripina I. También sabe que los Claudios desprecian a los Julios, como ocurre siempre con la aristocracia antigua y la de nuevo cuño, y se burlan de Julia porque persigue a Tiberio, quien no atiende sus requerimientos. Finalmente, aunque no la quiere y sabe que las cosas pueden ir mal, decide obedecer a Augusto. Julia, embarazada, da a luz un hijo muerto y empiezan a vivir con lechos separados y luego en casas distintas. La época de su unión es aquella en la que ella demuestra lo peor de su conducta ¿Cómo pueden convivir una mujer de una sexualidad desenfrenada y un hombre casto y puede que impotente, aunque no se le llegue a acusar públicamente de ello?

Se repite por Roma una noticia, cuya veracidad no está muy clara: le comunican al emperador que su hija ha tratado de matarle. Cogida prisionera y condenada a la última pena, recibe el perdón paterno y es exiliada a la isla de Pandataria, a donde la sigue su buena madre y todo son incomodidades. Tiberio escribe varias cartas a su suegro pidiéndole que la perdone. Su intención no es salvarla. Ha recibido tantos desprecios por parte de ella, que quiere que viva hasta que él llegue a Emperador para tomar cumplida venganza. Livia, como de costumbre, permanece en la sombra y no hace conocer su pensamiento. Solo el pueblo la quiere porque es guapa, simpática, frívola, ayuda a quien lo necesita. Se le ríen las gracias, aunque no tenga mucho ingenio, atormentada su mente por las secuelas de la enfermedad de los Julios y el mal ambiente social y familiar que ha respirado.

Un día se levanta triste porque le han salido unas canas que indican el principio de la vejez. ¡Pobre Julia! Todavía no sabe que su hijo Póstumo ha muerto y ella le va a seguir. ¡Pobre princesa Julia!



Los romanos la quisieron entonces y ahora.



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Antonia la Menor (36 aC-37).- Sobrina de Octavio, hija del matrimonio formado por Octavia y Marco Antonio. Recibe una copiosa herencia moral de su virtuosa madre. Según los historiadores, era la mujer más bella de su generación, unida a una radiante gracia y armonía. Antonia nunca interviene directamente en política, pero sabe cómo actuar en asuntos que, aunque de forma tangencial, la rozan. Sus cualidades: bondad, rectitud, prudencia. Una vez viuda, vive en su casa de Roma y posee una villa en el campo. Tiene una personalidad muy suya, que a veces resulta extravagante. En el jardín hay una fuente donde vive una anguila, a la que adorna con sus propias joyas. A la gente le llama la atención y permite que entren a contemplarla.

El Emperador la casa con Druso I el Mayor, a quien sigue en todos sus desplazamientos militares con los hijos.

-¿Hubo jamás una pareja más perfecta y feliz que la de Druso y su mujer?”, se pregunta el poeta Ovidio. Augusto siente por ella mucho afecto. Se entiende bien con Livia debido a su irreprochable dignidad y rectitud en su viudez. Ambas mujeres mantuvieron una correspondencia fluida y continuada. La sociedad la admiraba por su pulcritud, ya que, según Plinio, ¡nunca escupía en público!

Por desgracia, los hijos no fueron ni lo que era ella ni lo que se piensa que hubiese sido el padre. En cuanto a su cuñado Tiberio, supo manejar muy bien la relación con él, ya que la admiraba por su dignidad y su limpieza moral. El hijo de Germánico -y último Julio- es Calígula, al que protegen sus bisabuela y abuela. Desde los 17 años vive con Livia hasta que ella muere. Se traslada a casa de Antonia, donde están también sus hermanas.

Tiberio, ya Emperador, está en Capri con sus veleros preparados a fin de huir si es necesario y rodeado de su guardia pretoriana. Hay algo en el ambiente que no es grato. Antonia logra enviar a la isla a un liberto muy fiel con una carta para su cuñado, dándole cuenta del complot que su valido Sejano ha urdido contra él. Tiberio actúa rápidamente. Manda ir a Antonia y Calígula a la isla para que estén bajo su protección.

A Sejano lo envía a Roma con una carta para leer en voz alta ante el Senado y que supuestamente está llena de alabanzas para el portador.

¿Sabe alguien lo que piensa Calígula? Ante las preguntas-trampa se limita a sonreír y no contesta. Su prudencia, su silencio y los consejos de Antonia son los que le salvan la vida. Ya de emperador acusa a su madre Agripina I y hermanos de promover el desorden público, que es lo que más molesta al César. Por eso le da la razón a su tío abuelo.

Tiberio llama también a su lado a su nieto Tiberio Gemelo -su hermano murió en la infancia- para que los primos hagan amistad, y al hacer testamento pone en primer lugar a Calígula -de 25 años- y en segundo a Tiberio -de 18-, que heredará al primero a su muerte. No lo hace por la edad, sino porque duda de la paternidad de su propio hijo Druso II.

Quien más ayuda en esta elección es Antonia, por la misma razón que todos los Julios: por la supervivencia del clan. Le horroriza ver en su propia casa a Drusila compartiendo lecho con su hermano. Convertido en César, los reproches de Antonia son recibidos con amenazas:
-“No olvides que todo el poder está en mi mano y que fulminaré a quien me plazca”.

Calígula no quiere hablar con su abuela a solas. Al morir se rumorea que que el nieto ha utilizado el veneno para hacerla desaparecer y después de un festín sale al aire libre de la noche para ver las llamas de la pira funeraria en que se incinera el cuerpo de la difunta. Antonia ha muerto con la pena de saber que por encima de la familia están la maldad y la bondad. Casada con Tiberio quizás la Historia hubiera sido otra.

Augusto es tan amante de toda la familia, que en las cartas que le escribe a Livia le habla mucho a propósito de Claudio, conocido como el “hijo imbécil”. Admira en un hombre tan ocupado que dedique tanto tiempo a los problemas más nimios que ocasionan sus familiares.

De los hijos de Druso y Antonia, el que más preocupa es Claudio, porque desde niño tuvo diversas enfermedades muy graves, y como reliquias una debilidad de espíritu no exenta de inteligencia. Hablaba torpemente; andaba con dificultad por tener las piernas flojas; se le caía la baba, y un continuo temblor hacía oscilar su cabeza. Así es como nos lo pinta Juvenal. ¿Sería el resultado de una encefalitis infantil?

El poco agraciado príncipe, tenía además unas protuberancias al lado de los ojos que se le hinchaban cuando se excitaba. No se conoce el origen de estas hinchazones. Si se encuentra una sombra en la vida de Antonia es precisamente la poca bondad que demuestra con este hijo al que llama “caricatura de hombre”. Haciendo comparaciones, también decía “es más tonto que mi hijo Claudio”. De ese desprecio participan su hermana Livila y la abuela Livia. El único que mantiene el dolor y la pena es el abuelo que le escribe a su mujer cómo ha de tratar al inválido niño. Le pide que se lo lea a “nuestra querida Antonia”.

Dato curioso. Plinio cuenta que Augusto escribía en un papel tan fino que no se leía bien al hacerlo por los dos lados. Durante una época en que hubo problemas con el papiro, se nombró, como se hace ahora, una comisión de senadores para solucionarlo. Esas comisiones tan beneficiosas para los que las manejan.

Antonia y Tiberio se llevaron muy bien. ¿Amistad desinteresada? ¿Respeto a la jerarquía y la casta? Una mujer atractiva y buena, con carácter y fuerza de voluntad. Quizás casados, su habilidad hubiese cambiado el resentimiento de Tiberio y por tanto la Historia.



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Agripina I

Hija de Julia la Mayor y del general Agripa. En su familia ocurre lo que en otras muchas. Una hija se parece extraordinariamente al padre, mientras que los chicos son una nulidad. Pertenece al grupo de mujeres que se significan en Roma por su afán de mando; es menos refinada y más violenta y varonil. De las que no extraña que dirijan una manifestación siempre que pida justicia.

Presume de maternidad porque ha tenido nueve hijos de los que viven seis -Nerón I, Druso III, Calígula, Agripina II, Drusila y Julia Livila-. Su expresión es agresiva y no se molesta en disimular sus resentimientos. Germánico, a punto de morir, le comunica que está seguro de que Tiberio lo ha envenenado. Basta este hecho para comprender el ímpetu con que llega a Roma.

Era una mujer que no contemporizaba y los historiadores dicen que pasaba de la decisión a los actos y ninguna fuerza humana la pudo jamás vencer.

Sus hijos varones eran de carácter blando, mientras que Agripina II -autora de las memorias en las cuales muchos historiadores de inspiran- tenía tanta energía como su madre.

El último consejo que le da Germánico:
-“Te conjuro por mi memoria y el nombre de los hijos a despojarte de tu orgullo y aprender a rebajar la altivez de tu alma ante los golpes de la fortuna, así como a no irritar con rivalidades a los poderes supremos”.

Ni que decir tiene que a Agripina le fue imposible seguir el consejo de su marido, lo que crispó más las relaciones entre ella y Tiberio. Se discutió en el Senado si las esposas de los Generales debían o no acompañar a sus maridos a los campamentos. Lo que al principio fue una discusión, se convirtió en una guerra, cuya parte juliana defendían la madre y los hijos.

A fin de no tener que pedir permiso para cualquier decisión importante, Agripina le pidió permiso al Emperador para casarse. El elegido fue Asinio Gallo.

Dato curioso. Asinio Gallo era Senador. Personaje petulante que casó con Vipsania una vez que Tiberio se divorció de ella. Procuraba molestarle todo lo posible. Lo que Tiberio no le perdonó nunca es que postulase en vida de Augusto para ser el sucesor imperial y provoca tres muertes. Como no tiene motivos para ir contra Agripina, dice que su relación con Gallo ha sido infamante, cuando en Roma se conocía la decencia de esta mujer. La manda a la isla Pandataria donde muere de hambre. Los hijos, excepto Calígula, son ajusticiados. Manda una carta al Senado para que condene a Gallo y a este lo invita a palacio a beber la copa de la paz. Llegan noticias del Senado con la condenación de Gallo que pasa inmediatamentea los calabozos donde muere también de hambre.

A Francina, viuda de Pisón y protegida de Livia, la manda matar después de desaparecer Agripina, porque la odia tanto que, si lo hubiese hecho en vida de esta, le hubiese proporcionado una alegría tal que no quiso hacerlo.



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Botas de legionario

Cayo Julio Germánico (12-41).- Conocido como Calígula, este nombre se lo pusieron los legionarios porque, de pequeño, cuando estaban en los campamentos, le gustaba probarse las botas o calzado militar de los soldados. En latín estas botas se llaman caligas. Como era pequeño, se le puso ese nombre en diminutivo: calígula.
Empezó bien su reinado, pero tuvo una enfermedad larga y grave y al curar cambió completamente su conducta. Arruinó  la floreciente hacienda que había ahorrado Tiberio, para pagar su locura, sus vicios y sus crímenes. Las enfermedades de los Julios las tenía en el grado máximo. A su primo Gemelo lo hace matar porque dice que está formando un complot para matarlo a él. A su caballo Incitato lo nombra cónsul y le hace construir un palacio. Un complot de la guardia pretoriana acaba con su vida y la de su mujer. Le sucede su tío Tiberio Claudio Germánico.


Obelisco encargado por                                           Nerón construye su Circo                                   Sixto V, en 1586
Calígula en Egipto y puesto                                       sobre la colina Vaticana                                    hace trasladar el
delante del Panteón Imperial                                     dedicado especialmente                                  obelisco al centro
                                                                                a martirizar a los cristianos.                                 de la Plaza de
                                                                                      Allí muere Pedro                                          San Pedro.
                                                                                                                                                        Se le llama el testigo
                                                                                                                                                            Silencioso.



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Tiberio Claudio Germánico (10 aC-54) Abandonado por su familia, que lo consideraba inepto para el gobierno y también para las armas. Se dio al estudio y a la escritura en griego y en latín, aunque todas sus obras se han perdido. El Senado quiso que volviese la República, pero los soldados nombraron a Claudio Emperador. Fue un juguete en manos de Mesalina y Agripina II.

Mesalina

Tuvo al mejor de los maestros de la época: Séneca, el cual decía:
-“Tiene dificultad para mover el brazo, excepto cuando se trata de cercenar el cuello de algún enemigo”.

Era uno de los glotones más grandes de la época. Cuando había comido en abundancia y se acostaba, rodaba sobre sí mismo. Había que obligarle a vomitar moviendo una pluma de ave en su garganta, hasta que se reducía su perímetro.

La guardia pretoriana logró envenenarle y proclamar emperador a Nerón.



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Nerón Claudio Germánico (37-68) De pequeño había sido muy mal educado, hasta que tuvo por maestro a Séneca, sin que este lograse que no se entregara a sus pasiones. Construyó la Domus Aurea -Casa de Oro-, como Palacio propio. Su Circo, construido sobre la colina vaticana, lo dedicó especialmente al martirio de los cristianos.



Suetonio y Dión Casio, afirman que el incendio de Roma duró 6 días y 7 noches, y consumió diez de los catorce distritos de la ciudad. Quiso culpar a los cristianos de esta destrucción, y finalmente reconstruyó Roma en mejores condiciones en que estaba.

“Mira Nero de Tarpeya
A Roma cómo se ardía…”
Romance anónimo del Siglo de Oro Español

Hizo que Séneca se suicidase cortándose las venas.



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