viernes, 6 de abril de 2018

Mujeres singulares V. Coco Chanel


A Celina Velázquez. ¡Cómo le hubiera gustado
a Coco tenerla de modelo!




¡Coco! ¡Coco! ¡Coco!

A finales del XIX y principios del XX, dos canciones triunfan en París: Ko Ko Ri Ko y ¿Quién ha visto a Coco en el Trocadero? En el café La Rotonda de Moulins, debuta una joven interpretando las dos. Está convencida de que tiene condiciones y quiere llegar a ser primera figura en el music hall. Sus admiradores exclaman: ¡Coco! ¡Coco!, cuando quieren que las cante o que las repita. Con el paso del tiempo, ese es el nombre con el que la conocerán sus amigos, París y hasta el mundo entero.




Conocer a Coco Chanel es conocer siete décadas del siglo XX.

En abril de 1960 le hacen una entrevista a la célebre actriz Marilyn Monroe. Se publica en Vogue, la conocida revista de arte y moda. El entrevistador pregunta:
-¿Qué se pone Marilyn Monroe para dormir?

Y ella contesta:
-Solo dos gotas de Chanel N.º 5.

El ‘atrevimiento’ de la respuesta provoca murmullos de risas y además, ¿hay alguien que no conozca a Chanel y su perfume?


En noviembre de 1963, una foto da la vuelta al mundo: la de Jacqueline Kennedy con el vestido ensangrentado. Es un traje Chanel de color rosa; la ya viuda de Kennedy es elegante hasta en la tragedia. Sube al avión que vuelve de Dallas a Washington. En él va el vicepresidente Lyndon B. Johnson que, en pleno vuelo jura su nuevo cargo: Presidente de los EE.UU. de América. La Sra. Kennedy no quiere cambiarse: “Quiero que ‘ellos’ me vean así”. ¿Se conoce la identidad de “ellos”? La Comisión Warren, recién constituida, trata de averiguarlo. La familia Kennedy no quiere que se haga público el resultado.


Infancia

                                                                                    Chanel niña a la búsqueda del tiempo de Chanel joven


¿Quiénes son los Chanel antepasados de Coco?

El poeta inglés Wordsworth decía: “El niño es el padre del hombre”. Un hombre es realmente el producto del comportamiento y de las costumbres que desarrolla en su infancia. Tal es el caso de Coco Chanel.

Chanel se ‘inventa’ una vida falsa, llena de inexactitudes, fantasías, mentiras, con personajes ficticios que ocultan los reales. ¿Por gusto, porque no quiere que nadie conozca sus principios? Nunca da explicaciones a este respecto.

Maurice Chevalier cuando le preguntan:
-¿Qué oficio tenía su padre?

Contesta:
-Mi padre era borracho.

A Chevalier no le importa decir la verdad, que va bien con su carácter ligeramente cínico y no le impide triunfar.

“Es corriente que la verdad de un hombre se encuentre en primer lugar en lo que oculta”. André Malraux (Antimemorias).

No hay nada más engañoso que la apariencia, pero el pasado aflora de continuo y hay que estar muy sobre sí para que no se escape ningún ‘fleco’. Tanto Chanel como Malraux supieron ocultar bien el personaje real. Al final todo se sabe.

Chanel vive ‘poseída’ por su leyenda. Existe un pasado real del que no habla nunca, porque del que habla es del que ha inventado para enmascarar sus orígenes. Admiran su constancia y tesón en esta operación de travestismo. Elige a dos excelentes escritores franceses -Louise de Vilmorin y Paul Morand- para que redacten las memorias que ella les va dictando y las publiquen a su muerte. Los autores no se ‘tragan’ lo que ella les cuenta. ¿No piensa que, una vez desaparecida, se puede conocer la verdad?

Nacida por donde lo hace el mistral, imparable como él. Se presenta como una turbonada de aire que aparece por donde menos se piensa. Chanel sorprende, pero no improvisa. Nadie diría que sus acciones están bien meditadas desde tiempo atrás. Chanel es todo un cerebro.

Año 1792. En Ponteils vive Joseph Chanel. Resulta ser el bisabuelo de Gabrielle. Los hombres de la familia son buhoneros, modestos comerciantes. Buscan para vivir pequeñas ciudades equidistantes de multitud de pueblos donde se celebran mercadillos en las fiestas patronales y en distintos días de la semana. Allí ofrecen sus mercancías.

Los suyos son agrestes, duros, intransigentes; marcados por la rudeza, la violencia, la pasión. Lo que Chanel obtiene no es obra de la casualidad sino de su trabajo, de su fuerte voluntad por salir de su clase social, de su miseria.

Ellos se caracterizan por su afición a la bebida. Sus borracheras duran días. Son maestros en el arte de ‘desaparecer’ cuando les conviene y volver a aparecer porque les conviene.

Ellas son eternas Penélopes, enamoradas hasta la locura. Se dejan embarazar con vistas al matrimonio, que se celebrará, sí, claro, cuando las circunstancias lo hagan necesario. Paridoras continuas, ocupadas del cuidado de hijos y maridos, de los hogares. Cargan con las cestas que llevan a los puestos de venta, donde vocean la calidad de sus ofertas.

En 1832 nace Henri Adrien, abuelo de Gabrielle, que de mayor, y ya casado, aparece en Nîmes. Allí viene al mundo, en 1856, su hijo Albert, padre de Coco, sus hermanos y numerosísimos primos, que forman los distintos clanes Chanel.

Albert es un mujeriego. Embaraza a Jeanne Devolle, hermana de su mejor amigo y huye al enterarse de su estado. La familia le persigue y logra que vivan juntos, aunque no se casan hasta que nace el tercer hijo.

Albert Chanel y Jeanne Devolle viven en pareja una vida de miseria. Él no tiene ganas de trabajar y pasa largas temporadas fuera de casa. Bebedor y hablador en exceso, explaya sus fantasías ante los ociosos que le escuchan; él no es el modesto revendedor de unas botellas de vino que ha comprado a un rico propietario de viñas. Él es el mismo dueño de los viñedos.

Jeanne tiene poca salud; realiza las más humildes tareas para sobrevivir, arrastrándose por las calles con el peso del nuevo embarazo y los niños agarrados a sus faldas. Alojamientos poco saludables. Jeanne, que quiere a sus hijos y se preocupa por su salud, los tiene continuamente al aire libre. Siempre da a luz en el Hospicio con el padre ausente. Se casan en 1884 y Albert reconoce a las dos niñas habidas fuera de matrimonio: Julia en 1882 y Gabrielle en 1883. Alphonse, el preferido de Coco, nace en 1885, Antoinette en 1887, Lucien en 1889. Finalmente, en 1891 llega Agustin, un pobre niño que no cesa de llorar. Muere a los pocos meses sin que se sepa la causa.

Jeanne ha heredado de su madre una enfermedad asmática grave y dolorosa. Vuelve a la casa familiar con los niños, para reponerse. Serán los tres mejores años de la infancia de Gabrielle, junto a Julia y Alphonse: ir a la pequeña escuela del pueblo, ayudar al tío abuelo en el cuidado del jardín, correr por la montaña…

De adulta le confía a una amiga:
-“Mis padres eran personas corrientes con una forma de comportarse corriente”.

¿Puede llamarse corriente a una esposa enloquecida por la pasión, persiguiendo a un marido siempre ausente? ¿Qué decir de un individuo brutal que pega, engaña, insulta, embaraza a una infeliz mujer como castigo y para que no le moleste?

Jeanne desmejora. Finalmente localiza a Albert, que dice ser dueño de una posada. Corre a buscarlo con las dos hijas mayores. ¡Dolorosa sorpresa! Es un simple criado que huye en cuanto la ve, dejándole su parte de trabajo en aquel lugar. Jeanne se extenúa totalmente y sucumbe. Yace durante días en un camastro, ahogándose hasta llegar a una muerte horrible. Es indudable que las hijas estarían con ella. Gabrielle es quien podría contarlo, pero no lo hace. ¿Disimula? Parece sentir bastante indiferencia por su madre y le cambia el final de su vida: la hace morir de tuberculosis, escenificada al estilo ‘dama de las camelias’. A su padre no le reprocha nada y lo convierte en un terrateniente que pasea por sus propiedades, conduciendo un ligero cochecillo tirado por un caballo. Asegura que pasa una temporada en Inglaterra perfeccionando la lengua.

Cuando Albert vuelve, la muerta ya está enterrada. ¿Qué hacer con los cinco hijos? Lo que suponga la menor molestia para él. A los chicos los ‘alquila’ a una familia de granjeros. Costumbre establecida y tolerada, pero muy cruel por lo mal tratados que son estos muchachos. En marzo de 1895, a Julia, 13 años, Gabrielle, 12 y Antoinette, 8, las lleva a un orfanato donde permanecerán 7 años sin que ningún pariente se acuerde de los chicos ni de ellas. Gabrielle los odiará toda su vida. La familia no le guarda rencor por sus crueles críticas. Conocen hechos horrorosos de su infancia y demuestran cierta grandeza no dándolos a conocer.

Los hermanos Chanel adultos, y viviendo en diferentes lugares, han guardado siempre contacto. Gabrielle ayuda económicamente a los dos chicos, que a veces van a París y la visitan. El padre, no se sabe con qué intención, invita al pequeño a su casa y trata de que su amante lo seduzca. Todos los Chanel se ponen en su contra. Debe huir y su rastro se pierde. Nadie sabrá más de él.

Empezada la guerra en 1939, Coco les escribe cartas a Lucien y Alphonse diciéndoles que está completamente arruinada y no puede seguir ayudándoles. Lucien le dice que él trabajará y le ofrece los pocos ahorros que tiene. Muere en 1941. Alphonse no ofrece nada y se contentará con los cortos beneficios que le da un kiosco. Muere en 1953. Ninguno de los tres volverá a verse. Los Chanel le comunican a Gabrielle sus acontecimientos familiares. Ella nunca contesta ni recibe a las jóvenes sobrinas que la visitan en París.

Palabras que nunca dirá Chanel: orfanato y huérfano.

En su madurez y con influencias, trata de destruir papeles, evitar pruebas. Que nadie sepa en qué lugar pasó su adolescencia. Empeño inútil. Hoy se sabe que resultó ser la Abadía de Aubazine.


Adolescencia


Una abadía cisterciense, con elegancia severa, líneas rectas, sin adornos, muros desnudos, belleza descarnada proporcionada por los volúmenes, la riqueza de la piedra, el genio de las proporciones. La simplicidad del románico desprende un encanto inmaterial. En el interior, un decorado de líneas puras, grandes espacios, claridad, limpieza.


Gabrielle tiene el sentido del olfato muy desarrollado. Cuando empieza su vida de sociedad, decir de una persona: ‘huele bien’ es el máximo elogio que le puede hacer. La ropa tan sencilla, que posteriormente creará, da la sensación de que quien la lleva también ‘huele bien’. Retiene el ‘buen olor’ de la Abadía y utiliza las telas burdas que allí conoce; por el recuerdo y por la escasez de tejidos de calidad que existe después de la guerra del 14.



Del ‘esoterismo’, ciencia a la que accedieron pocos sabios en la Edad Media, quedan muestras: los ventanales emplomados con dos ‘ces’ -una al anverso y otra al reverso y que casualmente son las iniciales de su nombre-; los dibujos geométricos que se entrelazan y servirán de modelo para sus joyas; y los mosaicos del suelo, que forman extraños dibujos, cuyo inicio es siempre un ‘5’ -número fetiche que le dará la gloria y la fortuna-. Como cualquier niña de su edad, Gabrielle absorbe lo que ve sin ser consciente de ello. En el momento oportuno de su vida, se concretará proporcionándole las armas del triunfo.


Inolvidable la escalera que suben todas las noches para acceder a los dormitorios. Años después, Gabrielle la hará copiar en su finca “La Pausa”.


La vida de las internas siempre es la misma. Largas caminatas los domingos, excursiones a los alrededores. Clases. Gabrielle aprende a coser y a bordar primorosamente, lecturas piadosas, funciones religiosas en la capilla, cantos devotos, las alumnas son las cantoras y su propia voz le encanta a Chanel. ¿Será el de cantante su porvenir?, piensa.

Dos colores que contrastan entre sí, quedan grabados para siempre en su vida: el negro de los hábitos de las religiosas y el blanco, del que están llenos los grandes armarios de los pasillos: sábanas, toallas, ropa de comedor… Las colegialas llevan falda negra y blusa blanca.

Cumplidos los 18 años, Aubazine las envía al convento de Agustinas en la ciudad de Moulins hasta su mayoría de edad. Chanel no se queja de la temperatura, a pesar de ser zona fría y de que no hay chimeneas, ni del trato de las buenas monjitas siempre sonrientes y afables con ellas.

Hacia 1900, Gabrielle se traslada de un convento al otro. En el nuevo, encuentra a Adrienne Chanel, hermana pequeña de su padre. Ambas son de la misma edad. Tía y sobrina permanecerán siempre muy unidas.

Salen del convento para ir a Misa Mayor, a las procesiones. Gabrielle se ofrece siempre para cantar y cada vez está más convencida de que ese será su oficio. Coco es muy observadora. Cuando pasean por la ciudad se fija en todo, especialmente en los uniformes de los chicos: sus blusas negras y corbatas de seda negra. Pasados los años darán la vuelta al mundo, aunque nadie sepa de dónde ha salido esa creación.

Louise Chanel -hermana de Adrianne y Albert Chanel-, a quien no se sabe por qué todos llaman ‘tía Julia’, tiene una pequeña sombrerería. Una vez al mes se desplaza a ciudades importantes a comprar sombreros y con la ayuda de Adrienne y Gabrielle los transforma. Ahí se ven ya las futuras creaciones de Coco.


La plancha es fundamental para las transformaciones y la sobrina le debe a la tía algo impagable: el saber planchar bien. Pasados 30, 40 años, las empleadas de Coco oyen a la ‘jefa’ unas expresiones extrañas, que ‘suenan a tía Julia’: “Pero mira cómo me planchas; qué me haces; eso me lo planchas otra vez…”.

La plancha es un electrodoméstico imprescindible en el hogar. Parece que ya se usaba en el siglo IV -hierro, mármol- puesto sobre la ropa para estirarla. Hacia 1920 aparecen en EE.UU. las primeras planchas eléctricas. Entre tanto se usan las de hierro hueco que se llenan con brasas, y unos juegos muy útiles compuestos de 4 ó 5 unidades que se calientan sobre rescoldos de fuego. Son todas iguales, solo difieren en el peso, marcado con un número en la parte superior. Se escoge una u otra según la clase de tejido que se va a planchar: no es lo mismo lino que seda natural. Actualmente estas planchas son objeto de colección.





21 años. Mayoría de edad de Gabrielle y Adrienne. Las religiosas las han colocado en un buen comercio donde venden encajes, ropa para recién nacidos y dotes para novias. El trabajo de las jóvenes es muy valorado. Cosen divinamente. Para vivir alquilan habitaciones en casas respetables pero modestas. Con lo que ganan no pueden gastar mucho.

Gabrielle continúa con sus ideas rebeldes, contestatarias. Cree que la vida no es eso.

En Moulins, guarnición militar, hay alegría, ruido y movimiento. Por las tardes los oficiales visitan las tiendas, las pastelerías… Por las noches se reúnen en los cafés. La vida de los oficiales es más bien frívola, con pocas obligaciones. Su relación con las mujeres es ligera. Tienen una amante fija o reparten su atención entre varias. Gabrielle y Adrienne se convierten en el centro de sus reuniones y salidas nocturnas: son las preferidas de sus nuevos amigos militares. Llevan tras de sí una corte de admiradores. Influye en ello el hecho de que están liberadas de la tutela familiar, por ser mayores de edad, y su belleza.

Adrienne es más guapa que Gabrielle, parece una princesa de cuento de hadas; tiene una finura, una manera de estar y de moverse que cautiva.

Gabrielle es otra cosa, algo especial: alta, muy delgada, cuello fino y largo, tono de piel oscuro. La suya es una belleza de clase diferente, extraña, que la hace única. Está llena de vida y en camino de descubrir ‘el arte de la seducción según Chanel’. Fue la mejor representante de su propia moda. Todo un espectáculo: Chanel vestida por Chanel.

                                                       "Con zapatos cómodos, una mujer nunca está enfadada". Chanel





Imposible saber si tía y sobrina tienen ya amantes entre los oficiales. En todo caso al principio no hay uno fijo que las mantenga. Puede haber una promiscuidad que no suscita los celos entre los acompañantes, puesto que están a disposición de todos. Coco aprovecha la influencia de sus conocidos para debutar como cantante, pero no triunfa.

Etienne de Balsan le dice:
-“No llegarás a nada. No tienes voz”.

Lo que perdura para siempre es el nombre: Coco.

Antoinette está todavía en el convento por su edad, cuando salen Adrienne y Gabrielle. Julia hace dos años que vive con los abuelos, ayudándoles. De repente cae en el círculo de familia femenino Chanel: un mal tipo la embaraza y da a luz un niño. El padre lo reconoce y no se niega a convivir con ellos, pero sin casarse.

Gabrielle vive la tragedia de su hermana como propia. Decide pasar la estación termal -verano de 1905- en Vichy con Adrienne. Etienne de Balsan en la sombra les ayuda: el hotel, pequeños gastos. Coco consigue dos audiciones musicales, pero es inútil, por más que el director de orquesta quiera ‘echarle una mano’, tiene un hilo de voz, no sabe moverse, se queda rígida.

En contacto con mujeres del espectáculo, Coco aprende un difícil arte: el de ‘decorarse’; tanto maquillarse como peinarse con maestría. Las cantantes parisinas han puesto de moda llevar en escena trajes de vivos colores bordados de azabache. En una época en que el negro significa luto absoluto, Coco tiene la osadía de confeccionarse para sus pruebas musicales un vestido de este color con el mismo tono de bordado: dos finos tirantes en los hombros, cuerpo sencillo y ajustado y falda evasé larga hasta un palmo por encima de los tobillos. A años vista, su autora deja entrever lo que será su ‘petite robe noire’ -el trajecito negro-. Desde mediados de los años 20 formará parte del ‘fondo de armario’ de cualquier mujer que se precie, sea cual sea su clase social.

Faltas de recursos, por el fracaso musical, y con Etienne lejos, ambas deben ingeniárselas para pagarse la estancia en Vichy: cosen y hasta son vendedoras de vasos con agua termal, que se ofrecen en mostradores en los paseos. En pleno triunfo, establecida ya en París, Chanel sorprende a sus clientes exponiendo en el escaparate unos botines blancos: formaban parte del uniforme de aquellas empleadas.

Al llegar el otoño, el balneario cierra por fin de temporada. Tía y sobrina son huéspedes de una amiga. Adrienne es cortejada por varios aristócratas de la vecindad y uno de ellos le propone matrimonio. Los papás de él dicen:
-¡Por encima de nuestros cadáveres!

Los enamorados se echan uno en brazos del otro decididos a esperar que los buenos señores se mueran. Solo tardarán unos 30 años: el 29 de abril de 1930 se celebra su matrimonio en París. Gabrielle es testigo de su tía.


Amantes

Etienne de Balsan


En diciembre de 1904, Etienne, en posesión ya de su herencia, compra una antigua abadía: Royallieu. Se retira del ejército y emprende obras de acondicionamiento del nuevo hogar y la construcción de cuadras para sus caballos. Gabrielle le visita y, al oír sus proyectos le dice:
-¿No te hace falta un aprendiz?
-¡Ah, mi pequeña Coco quiere aprender a montar a caballo y que me haga cargo de ella! Pues te complazco.

Coco le salta al cuello llena de alegría. Se encuentra más cerca de París. Etienne de Balsan se convierte en el primer amante oficial de Coco Chanel. Lo suyo no es el amor-pasión. Es el cariño y el llevarse bien después de varios años de conocerse.

Etienne es oficial de caballería, muy aficionado a los caballos, y pertenece a la alta burguesía. Sus padres poseen una gran fortuna, que a su muerte ha heredado por ser hijo único. Había estado destinado en Moulins, donde conoció a la joven Chanel.

Cuando, pasados los años, alguno de los conocidos le recuerda lo que Coco le debe, él se limita a responder:
-“Nada. No hice nada. Simplemente actué de estribo para ayudarla a montar”.

Es un hombre paciente, educado. Todo un caballero. Gabrielle no olvidará nunca que, aun siendo su amante, la ha tratado siempre como a una señorita de buena familia y se lo agradecerá.

¿Cómo es su vida en Royallieu? Gabrielle está cómoda en aquella residencia campestre, donde vive como una invitada. Ni siquiera actúa como ama de casa porque no sabe ‘recibir’. Continuamente llegan antiguos amigos de Moulins y otros nuevos que acuden con ellos. Las señoras que les acompañan son ignorantes y de escasa virtud. Coco tendrá que esperar épocas futuras para introducirse en la sociedad a la que aspira.

Comidas espléndidas, galopadas por los bosques, visitas a todos los hipódromos. A los 26 años Gabrielle solo conoce de París las carreras de caballos y algo de las afueras: el habitual recorrido de los landós que les llevan a la estación de vuelta a la Abadía.

¿Y la lectura? ¿Cómo leer en una casa donde no hay libros? Coco devora folletines en publicaciones semanales y revistas mundanas; forma de conocer la ‘intimidad’ de reyes, alta aristocracia, grandes duquesas rusas…

Con las huéspedes de Royallieu hablará de las ballenas que lleva en el corsé la Bella Otero, de lo guapísima que es Cleo de Merode, amante del rey Leopoldo II de Bélgica -y de la que está tan enamorado y tan pendiente que, entre sonrisas y en voz baja, se le llama el rey ‘Cleopoldo’-. También de las magníficas joyas que esperan recibir de sus amantes y ¡cómo no! de sombreros.

Coco tiene una memoria prodigiosa y un rencor que no olvida los desaires recibidos.

En 1961 compra una yegua a la que llama Conquista, y que, montada por los mejores yóqueis del momento, gana varios campeonatos. ¿Es un homenaje tardío a Arthur Capel o la satisfacción de poder ir a las carreras y sentarse en el palco donde no pudo hacerlo 50 años atrás? En los hipódromos, en los paseos, en la calle, atrae las miradas curiosas y admirativas de los pasantes. Las hijas y nietas de aquellas señoras que le volvían la espalda ahora imploran su amistad, la siguen, quieren que las vista, la rodean, le piden consejo.

De la Belle Époque no le gusta la moda. Su traje de amazona es de buen paño, pero extremadamente sencillo y se toca con un canotier confeccionado por ella misma. Fuera encajes, plumas, bordados. Es el mismo Etienne quien le ha dado clases por lo que domina el arte de la equitación y el de conducir un cochecillo con un caballo.

El sastre del personal de servicio masculino le confecciona un traje igual al de los empleados. A la madrugada, sin testigos, se lanza al galope por en medio del bosque, montada a horcajadas; ¡qué escándalo si alguien viese a una mujer galopar de esta manera!

A sus ochenta años le preguntan:
-¿Cómo se las arreglaba para montar así?
-“Con un par de… (y señala el sitio) que me servían de almohadón”.

Hace tres años que está en Royallieu y se aburre. ¿Qué hacer? ¿Volver al canto? Los amigos la convencen de que no es ese el camino. ¿Entonces? ¡Tía Julia! Coco piensa que ha aprendido bastante con ella como para poner una sombrerería y se acuerda de la facilidad de las mujeres Chanel para “hacer algo con nada”.

A lo largo de su vida, cuando Coco Chanel coge entre sus manos unas tijeras y un trozo de tela, no se sabe lo que va a pasar, pero algo pasa: nace una creación Chanel.


Para todo se necesita dinero; Coco se lo pide a Etienne. Darlo no, porque es un hombre que solo lo gasta en caballos, y dejarle dinero a una mujer hace ‘feo’ en el marco de la mentalidad masculina de la época.

Arthur Capel


1908.- Los asiduos a Royallieu se ven sorprendidos por la presencia constante de Arthur Capel, llevado por amigos de Balsan. ¿A qué categoría social pertenece? Además a Boy -nombre con el que se le conoce familiarmente- ¡le da por trabajar! Se envía un emisario a Londres que trae respuestas adecuadas. El joven Capel es católico y ha estudiado en los mejores colegios jesuitas y benedictinos ingleses. Frecuenta los sitios más elegantes -el rey Eduardo VII le honra con su amistad-. Es un as jugando al polo. ¿Qué tiene la rareza de estudiar y trabajar? Se le puede perdonar, dicen sus compatriotas. Se conoce la riqueza que ha generado en las posesiones de carbón que ha heredado en Newcastle.

Es hombre atractivo, pero a su manera: cabellos oscuros que producen como una aureola de jade en torno a su cabeza. Amante y amado por las mujeres. La que se sienta enfrente de él en el comedor de Royallieu no lo mira: se lo ‘come’ con los ojos. Boy y Coco se reconocen no solo en el terreno amoroso, sino en el laboral. Él es consciente de la valía de ella y le ayuda todo lo que puede. Coco está exultante: es la primera vez que un hombre la considera.

Boy no habla nunca de su madre. Hay un misterio en su vida: quién ha sido su padre. Se cree que un banquero judío. No se conocen las confidencias que le hizo Coco, pero si a alguien le contó la verdad sobre su vida, tuvo que ser a él. El único que podía comprenderla.

Etienne y Coco siguen discutiendo sobre el trabajo de ella. No le hará un préstamo, pero le dejará un ‘picadero’ en el 160, bulevar Malesherbes, para instalar su tienda de sombreros. Coco todavía vive en Royallieu, pero Boy se ha trasladado a vivir al lado de la tienda para aconsejarla.

Antoinette Chanel ha cumplido 21 años. Ya es libre y va a Vichy a probar si puede triunfar donde fracasó Coco. Por desgracia tiene el mismo tipo de voz. Adrienne va a buscarla y la envía a París a trabajar en la nueva sombrerería. ¡Qué diferentes son las dos hermanas! Antoinette es guapa y con buena figura, pero tiene una expresión bobalicona y los hechos posteriores demostrarán que lo es. Sí que tiene la capacidad de trabajo y el rendimiento de las mujeres Chanel; es de gran ayuda.

¿Qué es un sombrero sin aigrettes, plumas de avestruz, tul, terciopelo, cintas, fruncidos…? No es nada, a menos que sea una creación Chanel, es decir, algo que gusta siendo completamente distinto de lo que es la moda del momento.

Etienne al principio toma este trabajo como un juego, un pasatiempo y manda a sus amigas como clientes. Boy manda a las suyas y las amigas de las amigas también van. Coco, vestida de colegiala, parece que tiene 10 años menos y una cualidad propia de todos los Chanel: es buena vendedora.

La afluencia de clientes hace que el local quede pequeño. Coco vuelve a pedirle un préstamo a Etienne. Nueva negativa: tiene en vista la compra de unos caballos.

¡Bien que se arrepentirá! Coco no cede ante sus celos y a finales de 1910 se traslada al 21 de la calle Cambon -donde paga bajo el epígrafe de sombrerera-. Tres meses antes de la muerte de Boy se traslada al 31 de la misma calle, pagando como modista y allí permanecerá hasta su muerte. Los amigos de Royallieu se dan cuenta de que nada la asusta y de lo que puede sorprender. Posee dones no habituales en mujeres de su clase. Serán fieles a su mutua amistad.


Boy está verdaderamente enamorado y le adelanta el dinero. Chanel comentará en varias ocasiones, refiriéndose a Capel, y por una vez dirá la verdad:
-“Solo he estado enamorada una vez en la vida y de un hombre que parecía hecho para mí”.

¡Cómo hubiese querido casarse con él, adquirir la respetabilidad que ello le daría, entrar en otra sociedad, encontrar felicidad y fortuna! Nunca se habló de esta cuestión entre ellos. Al principio duda de un hombre tan distinto a los que ha conocido, pero él la trata con cariño y respeto, como a una igual. Boy es un hombre con autoridad, en quien puede encontrar apoyo. Gran lector y de muy diversos temas, le indica los títulos que debe leer. Hace venir de Inglaterra a su hermana Bertha y las dos congenian.

Capel le presenta a sus amigos:
-“Y tú, ¿qué opinas? ¡Di algo! ¿No tienes nada qué decir?
Ella quiere mezclarse en la conversación, pero no sabe de qué hablan.

A Boy le gusta Coco, su forma de ser, su humor negro, su causticidad. Hay niveles que no se alcanzan si no se tiene una buena inteligencia y ella la tiene. La causa de su incultura es el ambiente de donde procede. Es prudente y atenta a aprender lo que ve y oye en los ambientes que le muestran sus amantes y grupos de amigos intelectuales y artistas. Hay lugares lujosos y confortables, donde mujeres y hombres muestran su grado de conocimientos y del esprit y gracia de la vieja Europa.

Boy determina:
-“Fuera los flirteos con admiradores y las conversaciones con putillas”.

Capel ha sido yóquey por afición durante años. En el Jockey Club parisino se recuerda su pose, su elegancia, la postura de sus manos. Ambos renuncian a la equitación para poder dedicarse enteramente a sus ocupaciones.

En esos momentos, a Coco -aparte de los nombres de algunos militares célebres o de gente conocida por su relación con los caballos-, no le ‘suenan’ otros bien conocidos en Europa -Rimsky Korsakov y Rachmaninoff han dirigido conciertos en París-. Hay una pléyade de pintores, músicos, escritores que alcanzan el triunfo en la primera década del siglo XX y que, con el tiempo, serán buenos amigos de ella. Entre ellos, tres españoles: Juan Gris, Dalí y Picasso.

1911, París. A Coco, camino del propio éxito, le ‘vuelve el gusanillo’ del arte y piensa:
-“Ya que no el canto, ¿por qué no la danza?”.

Capel le aconseja que vaya al estudio de Isadora Duncan.

Y allá va. Isadora es una bailarina autodidacta, nacida en EE.UU. Sabe que en París tendrá más libertad para bailar sus creaciones que en su propio país. Su osadía llega al extremo de presentarse en escena cubierta solo con la bandera francesa. Vive en un falansterio y, un día señalado, recibe a toda clase de gente: señoras bien vestidas, artistas que empiezan, curiosos. Risas, bebidas alcohólicas… De repente, Duncan dice:
-“Estoy inspirada. Voy a bailar”.

Aunque lo suyo, más que una danza convencional, son unos movimientos rítmicos de reciente creación, que procuran la libertad de los sentidos. Lleva el pecho desnudo y el resto cubierto con guirnaldas de papel pinocho rosa. Levanta los brazos y da saltos hacia el techo encristalado, como si en él se encontrase un Olimpo con cuyos dioses quisiera fundirse.

De repente, Coco se pregunta:
-“¿Qué hace ese sátiro?”.

Ha bajado de lo alto y coloca las manos sobre el culito de la diva. Todos chillan, ríen, salvo Coco que tarda en darse cuenta que no es una broma, sino un ritual. Se levanta de su asiento y sale sin decir palabra. No volverá. Es muy libre en su modo de conducirse, pero ha sido educada en un colegio de monjas y eso marca: el puritanismo no la abandonará en su vida.

Al sátiro con el tiempo lo tratará por ser Kees van Dongen, fauvista y uno de los pintores más interesantes del movimiento expresionista.

La Duncan pasará a la historia por ser una bailarina única en su estilo y por otros dos acontecimientos bien tristes. De su relación con Singer -el de la máquina de coser- ha tenido dos hijos. Una noche, cara al Sena, se quedan los dos pequeños en el coche, solos. Padres y chófer pasean en torno suyo. El vehículo se desliza tan despacio que no lo perciben, hasta oír el ruido que produce su caída al agua. ¿Estaba mal puesto el freno o se ha aflojado? Imposible salvar a aquellos chiquillos.

Unos meses después, Isadora conduce el coche ella misma. Con el viento, el largo echarpe que rodea su cuello revolotea y se engancha fuertemente a los radiales de una rueda. Cuando el coche para, ella es ya cadáver.

Coco no cesa en su empeño y se va del lado de Montmartre, aunque siempre negará que ha estado allí. La ayudan diferentes profesoras, pero está claro que lo suyo no son ni el canto ni el baile. Gabrielle deja definitivamente artes que le encantan, pero para las que no está dotada.

Boy le presenta a gente de teatro, donde lo que prima es el talento. Coco está a gusto; se puede permitir ser ella misma. Son discretos y muchos han tenido principios como los suyos o peores. A una de las mejores actrices del momento le confecciona dos sombreros de paja para llevarlos en una obra teatral de mucho éxito. Los sombreros también lo tienen. Es la primera vez que trabaja para el teatro.

1922. Dicen los periódicos:
-“Chanel se convierte en griega”.

No es una nueva tendencia de la moda: es un comentario sobre los bocetos y confección de vestuarios. El trabajo de Coco es muy apreciado por el público. Vogue dice:
-“Esos vestidos de lana con tonalidades neutras, dan la impresión de ropajes antiguos encontrados después de siglos”.

Textos sobre los que trabaja Chanel: teatro de Cocteau y ballet ruso: El tren azul.

En mayo de 1913, Diaghilev estrena la Consagración de la primavera. Libreto y música de Stravinsky -con la sonoridad muy avanzada para la época-, y coreografía de Nijinsky. Coco acude con una amiga que es ‘forofa’ de la modernidad. El teatro es un caos. Es la primera vez que Coco asiste a un espectáculo de este género y se queda horrorizada: aplausos de los pros, gritos e insultos de los contras. Solo falta que se levanten los espectadores y empiecen a liarse a ‘mamporros’.


Sergio de Diaghilev, nacido en San Petersburgo en el seno de una familia de la alta burguesía, estudió música. Se dedicó a renovar la ópera y el ballet rusos y se le considera el creador del ballet moderno. Tuvo que trasladarse a París por disidencias con los organismos oficiales de su país. Bohemio, desordenado, apasionado, con un temperamento eslavo, gran sensibilidad, falso y charlatán, pero de gran corazón, con eternos problemas económicos que solían solucionar sus admiradores. Ser amigo de Diaghilev era formar parte de un círculo selecto y muy restringido, al que no pertenecía la sociedad convencional, de la que lo separaba su homosexualidad tan acusada y conflictiva. Coco siente por él admiración y afecto y lo ve a menudo en casa de los Sert, en ensayos de teatro, casas de amigos fieles, en su propia casa en el Fauburg.

Años 20. A Coco y Diaghilev los presentan los Sert en Venecia. Ante el grupo de amigos que allí se encuentran, el empresario habla de la penosa situación económica que le impedirá poner en escena, por segunda vez, La consagración de la primavera. Vueltos a París, Chanel, de una manera discreta, lo visita en su casa. Le entrega un cheque, con la condición de que nadie conozca su ayuda. Él lo promete y solo lo sabrá su secretario, Boris Kochno. Dice el empresario:
-“La cantidad sobrepasaba todas mis esperanzas”.

Kochno lo incluirá en su libro sobre los “Ballets Rusos”, publicado 50 años más tarde.

Diaghilev se encuentra en Venecia en 1929. Los médicos franceses le han diagnosticado diabetes en su último grado. Va a morir y avisa a Misia y a Coco, que están de crucero por la zona. La ‘caja’ de los ballets se encuentra en números rojos, como de costumbre. También, como de costumbre, Misia no tiene dinero: es Coco la que se hace cargo de todos los gastos y del entierro. ¡Que no lo vean los huéspedes! Cuando empieza a amanecer, cuatro góndolas se alejan del hotel del Lido y se dirigen a la isla fúnebre de San Michele. Hay una fosa en tierra, en la zona ortodoxa, donde descansará para siempre su cuerpo. Aún en la actualidad se ven zapatillas de baile sobre la piedra. Tributos de admiración de bailarinas que han triunfado o de las que quieren hacerlo inspirándose en él.


Algo se mueve en Europa: son los aires de guerra. Reuniones de banqueros, políticos, empresarios Capel se da cuenta de que especialmente en Francia aumentan el antisemitismo y la xenofobia. No ha podido resolver el problema de su padre e imagina un plan indigno de él: casarse con una mujer de la aristocracia que haga olvidar quién lo fue.

Coco está deshecha, pero piensa que, pase lo que pase, ella no lo dejará nunca. Ante la situación política, Capel no se queda al margen. Toma partido, empieza a organizar sus bienes que han aumentado en cantidad. ¿Montar en el puerto de Casablanca un lugar desde el que abastecer de carbón a los barcos ingleses? Se dice que actuó de espía a favor de Francia. En todo caso, al acabar la guerra, es condecorado y elevado al rango de capitán.

En sus viajes a Inglaterra le acompaña Coco. ¿Qué ocurre? La gente la trata como si su situación no fuese ‘irregular’. Está encantada. Desde entonces considera a Gran Bretaña como el país más maravilloso de la tierra.

Junio de 1913. Mientras Capel trabaja y viaja a un ritmo frenético, Gabrielle hace lo que le ha prometido: montar una boutique en el mejor sitio de Deauville. Como está en el lado bueno de la calle -aquel en que da el sol- pone un toldo blanco y en el borde pintado su apellido en negro: es la primera vez que ocurre lo que en adelante ya será norma. Coco ha hecho venir a Antoinette para que le ayude en la tienda, que ya está funcionando. Pero ella lo que quiere es casarse.


En 1919, conoce a un aviador canadiense y se casan sin saber nada el uno del otro. El regalo de Coco a su hermana es un dote cuyo transporte necesita 17 maletas. Para la ceremonia la viste de un modo maravilloso y pone a su disposición al chófer y el Rolls Royce que se ha comprado para sus desplazamientos. Testigos de la novia son el amor de Adrienne y Arthur Capel. Llegado el nuevo matrimonio a Canadá, comprueban que todo ha sido un engaño: él no ha acabado la carrera de Derecho y su padre lo hace volver a la Universidad y ella no ayuda en la casa; no tiene fortuna y se pasa el día fumando y bailando al son del tocadiscos. Se va a la Argentina con el pretexto de dar a conocer la obra de Chanel. Su hermana hace tiempo que trata de averiguar lo que le ha ocurrido. Finalmente le comunican que en 1921 ha muerto a consecuencia de la gripe española.

A las 9 de la mañana hay niños en la playa con sus nanas. Van armados de palas y pozales. Tienen permiso para hacer construcciones en la arena, pero ¿meterse en el agua?

Sus abuelas están mirando con prismáticos desde sus casas y de repente se horrorizan:
-“¡Qué hacen esas mujeres! ¿No saben que el mar no es para bañarse?”.

Adrienne está pasando unos días con ellas. ¡Qué felicidad poderse reunir las tres, ya que no las cuatro! Julia ha muerto y de la custodia de su hijo, André Palasse, se han hecho cargo Coco y Boy. Está interno en uno de los colegios en que estuvo Capel.

El comienzo del verano de 1914 es extremadamente cálido. Los habituales de Deauville adelantan su llegada.

28 de junio. En Sarajevo resuena un pistoletazo que se oye en toda Europa. El ¿honor? de un anciano promueve una guerra que durará 4 años y causará 18 millones de muertos entre civiles y militares.

Los franceses se alistan con el ánimo muy ligero, pensando que la drôle de guerre -¡qué guerra más divertida!- durará dos o tres semanas y volverán a casa con Alsacia y Lorena otra vez en su poder.

Deauville se ha quedado medio vacío, puesto que han movilizado a los hombres. Enseguida se vuelve a llenar de familias que viven en los castillos, requisados por los alemanes a su paso hacia Bélgica. Las señoras han huido con lo puesto. Preguntan:
-“¿Hay alguna tienda abierta?”.

Allí está Chanel. Ha obedecido a Boy cuando le ha dicho:
-“¡No te muevas!”.

Chanel les ofrece la ropa que acaba de ‘inventar’ y lleva ella misma. Todo un éxito.

Gabrielle se familiariza con la moda masculina y la convierte en femenina -siempre mirando en los armarios de sus amantes-; ‘copia’ el cárdigan, el blazer, el jersey de marinero. Sus creaciones no marcan excesivamente el cuerpo, como ocurre con la moda anterior. Suaves curvas o líneas que insinúan. Las mujeres pueden vestirse sin ayuda de terceros y rápidamente. El cuerpo se encuentra libre dentro de la nueva vestimenta, que flota. Al acortar el largo de la falda se ve el calzado bicolor, de punta redondeada, que no oprime el pie. Permite el paso ligero. Es la imagen de lo cotidiano, lo que marca el sentido común.

Entretanto los heridos no paran de llegar. Los médicos dicen:
-“Habilitemos los hoteles como hospitales y las señoras que los cuiden en silencio y vestidas de forma adecuada”.

Toda la ropa blanca de las sirvientas de los hoteles se confía a Chanel que la convierte en uniformes de enfermera funcionales y severos. Es un recuerdo Aubazine.

Llegan más aristócratas que Coco ha visto por los bosques de Royallieu. Las guerras relajan las costumbres y estas señoras necesitan un guardarropa. Pasa como en Inglaterra: encuentran a Coco ‘saludable’.

Las señoras de Deauville se dicen:
-“¿Qué hacer con tanto tiempo libre? ¿Probamos a bañarnos?”.


Chanel cose para ellas unos bañadores bien castos. Tienen forma de camiseta con tirantes anchos y breve escote tanto por delante como por la espalda. El tejido es de una especie de punto que cede y se amolda al cuerpo de una manera irregular. La camiseta llega justo por encima de la rodilla y en ese punto aparecen -en forma de calzoncillo- dos camales que terminan por bajo de aquella.

Cuando está acabando 1916, los alemanes se alejan de París. Vuelven los parisinos creyendo que se acerca el armisticio. No hay servicio doméstico y las casas están frías. Los que pueden se alojan en el Hotel Ritz. Otro paso hacia la libertad de las mujeres: antes de la guerra no podían entrar en un bar sin compañía ni hablar directamente con el barman. Ahora, dentro del hotel, una señora sola puede conversar con hombres conocidos. No hay transporte público. Los taxis llevan a los soldados al frente. La boutique Chanel queda muy céntrica, por lo que las mujeres, obligadas a ir a pie, comprueban que Gabrielle sigue cosiendo. Para hacerlo se ve falta del material como el que ha usado en Deauville. El Sr. Rodier es un empresario francés que se dedica a la fabricación de género de punto hecho a máquina. Lo llama jersey, en honor de la isla del mismo nombre. Le ofrece a la modista una partida de color beis, que no ha podido vender, porque hasta para prendas masculinas resulta áspero. Ella quiere el doble de cantidad.


Discusión habitual con proveedores:
-“Quiero el doble o nada”.

Rodier, exasperado, le grita:
-“¡Se lo haré, si mañana viene vestida con una prenda confeccionada con este material!”.

Al día siguiente se presenta Chanel, elegantísima, vestida con un chaquetón tres cuartos, recto. Las mangas son como medias puestas al revés. Es tela en la que no se pueden hacer ‘pinzas’, ni tratarla como otro tejido.


En Francia, desde el comienzo de la guerra, han dejado de publicarse revistas de moda. En el extranjero no pueden saber cómo ha evolucionado la forma de vestir de este país.

Los jóvenes poilus -soldados franceses- se fueron al frente con 18 años, dejando mujeres en retaguardia a las que solo se les veía la punta del zapato. A su vuelta observan con asombro que se les ve el tobillo.


Nueva York. En 1916 el largo de la falda llega a los talones. En 1917 las mujeres del Cosmopolitan Club desfilan juntas por la ciudad: se les ve parte del tobillo. La revista de moda Harper´s Bazaar publica por primera vez un vestido Chanel. Los redactores norteamericanos se quedan asombrados por su simplicidad y admirados por su elegancia. Lo etiquetan como “The Chanel´s charming chemise robe” (El encantador vestido camisero de Chanel). Es un vestido de la “Colección Biarritz”. Las revistas de moda francesas ignoran a Coco hasta 1920. Harán falta 4 años para que Francia recupere el gusto por la frivolidad.


Chanel no concibe que una mujer salga a la calle sin sombrero. Presenta uno que tiene la forma de medio melón, bien encasquetado -en francés le llaman cloche, campana-. No tiene adornos, salvo un trozo de piel -es la primera vez que se utiliza este material en sombreros- y se coloca como una cinta. ¡Es de marta cebellina!


Las huéspedes del Ritz le piden que confeccione algo con lo que poder meterse en un refugio durante los bombardeos, que no sea el camisón. Coco les sirve una especie de pijama de color naranja. Es el antecedente de los pantalones, que no llevarán las mujeres hasta los primeros años 20. ¡Pistoletazo de salida! A mediados de 1917 las mujeres deciden cortarse el pelo à la garçonne o sea como un chiquillo adolescente rebelde.

Laura de Sade, condesa de Chevigné. Inmortalizada por Proust en su Duquesa de Guermantes. Es un personaje fascinante, con elegancia y distinción naturales. Amiga de Coco, con la que se asemeja por tener entre los labios un eterno cigarrillo. Fue una de las primeras mujeres en atreverse a pasear por París ataviada con un traje de chaqueta -la gran revolución de Chanel-. La condesa era de expresión muy libre, lo que atribuía a un privilegio de su clase. A Coco le pasó lo mismo, conforme fue adquiriendo cultura.

¿Fue Chanel una feminista? No en su pleno sentido. ‘Liberar’ a las mujeres lo entendió literalmente: quitarle lo que oprimía y masacraba su carne, como los corsés. Devolver al cuerpo la libertad que le es propia. Sí que fue feminista en la creencia de que dentro de un terreno concreto, como el suyo, quiere que la mujer pueda decidir sobre sí misma y no estar sujeta al mandato de los caballeros.

Millares de mujeres la llevan a la celebridad y la califican de genial en su trabajo, como lo son en el suyo los pintores, escritores, artistas de cuya amistad gozó.

Ella se tenía por una simple artesana, pero fue una inventora. Y sí, tuvo un rasgo genial, extraordinario: el de crear belleza. La elegancia y el lujo fueron la finalidad de su existencia. Todo llevado con mano férrea, absoluto control, porque lo que cohesionaba al conjunto era su trabajo personal.

Boy consigue sus planes más ambiciosos: lejos del frente y del peligro, viajando continuamente entre París y Londres. Nombrado miembro de la Comisión anglo-francesa para los carbones de guerra, es de los pocos que puede tomar decisiones importantes.

Se da un respiro e invita a Gabrielle:
-“¿Vienes conmigo a Biarritz? Podías cerrar Deauville y abrir casa allí”.

Capel adelanta el dinero. Tiene como ella el gusto por la lucha y el triunfo. Esta vez no se trata de una tienda lujosa, sino nada menos que de un elegante palacete. Primero lo alquilan. Pasados unos años, Coco lo compra.

España ha permanecido neutral durante la guerra, por lo que es fácil desplazarse a la nación vecina para adquirir materias primas. El todo-Madrid, las señoras de San Sebastián y Bilbao, y hasta la misma Casa Real están encantados con tener a Chanel tan cercana y poderle hacer encargos.

                                                                                                          Reina Victoria Eugenia y Emperatriz Eugenia

El éxito tan rápido asombra a la misma Gabrielle. En Biarritz tiene 60 trabajadoras y en París uno de los talleres está dedicado solo a España. En 1916 entre las dos casas tiene 300 empleadas. El carácter de Coco ha cambiado: está amargada porque se da cuenta de que Boy se aleja de ella, de que su amor no será ya nunca como ella quería. Tristeza, pena, deseos de imponerse, humor cambiante, autoritarismo y mal trato, riñas con los proveedores. Se vuelve impulsiva, rompedora. Esta forma de ser, que será ya la suya propia, hará que Boy se arrepienta cada vez que hace algo gratificante sin ella. ¿Es su actitud la que ha hecho que Coco cambie? Ella ‘hace números’ y comprueba que puede devolverle todo lo que debe y lo hace sin avisarle. Capel reacciona con rabia, celos, envidia. Pero ella ha ganado la independencia y la conservará rabiosamente. Es curioso ver la fidelidad que le profesan personas que están a su servicio.

Ni contigo ni sin ti
tienen mis males remedio.
Contigo porque me matas
y sin ti porque me muero.
                                              Cuarteto popular

Boy tiene un círculo aristocrático de viudas de guerra que lo agasajan y de entre ellas piensa elegir a su próxima esposa. Se entera de que Gabrielle también tiene su propio círculo en París: políticos, intelectuales, artistas. Lo ha conseguido por sus propios medios y cada vez está más guapa, más elegante. Consigue que alquile una casa para ella sola -“La Milanaise”, en las afueras de París, entre el Sena y el Trocadero- y así poder estar juntos cada vez que él vaya a Francia.

Capel demuestra su valía intelectual escribiendo un libro para ‘después de la guerra’: Reflections on Victory and a project for the Federations of Governments. Un proyecto de “Mercado Común” a 30 años vista -Coco guardaba amorosamente algunas hojas manuscritas de esta publicación-. Aunque no se explica de manera práctica cómo se ha de hacer, sí que se dice que el castigo y el odio excesivos a los alemanes pueden impedir este proyecto, como se comprobará en el Tratado de Versalles. En mayo del 17 se publica en Inglaterra, con muy buena crítica. Pocos días después Boy va a París para celebrar allí su presentación. Coco está a su lado.

Capel ofrece al ejército francés su flota marítima de distribución de carbón. Unos meses después es nombrado secretario político, de la sección británica, en el Gran Consejo interaliado de Versalles. Conecta muy bien con Clemenceau, apodado ‘el Tigre’ y defensor de la guerra, a quien los franceses confiarán el gobierno de la nación.

A primeros de 1918 visita en Francia un puesto de ambulancias, dirigido por aristócratas inglesas. Encuentra a Diana, viuda reciente de guerra, hija de Lord Ribblesdane. La pide en matrimonio y ella lo acepta. Gabrielle se conforma con seguir siendo su amante. Lo amará siempre, pero ya no le respeta. La ha desengañado. Se burla, le critica. Por su reciente pasado y el actual presente, él pertenece ya a la elite que deseaba, pero la mujer que ha rechazado, por su oficio y personalidad, tendrá trato con una clase aún más superior.

A la mujer de Capel -dicen- no le gusta viajar. Permanece en Londres cuando él va a París, lo que le permite ver a Gabrielle libremente. Vísperas de la Navidad de 1919. Capel sale de la capital hacia la Costa Azul, conduciendo el coche, acompañado de Mansfield, su chófer. Horas después el coche aparece volcado y medio quemado en una curva de la carretera. Arthur Capel ha muerto instantáneamente.

¿Por qué las informaciones son tan contradictorias? Para unos iba al encuentro de su mujer, que está en Cannes, esperándole para celebrar las fiestas. Otros sostienen que está separado de ella y que ha buscado una finca por la costa, donde le espera Gabrielle. ¿Accidente? Se habla de la explosión de una rueda. Mansfield esta herido de gravedad. No se sabe si ha prestado declaración.

A las 3 de la madrugada Chanel está durmiendo en “La Milanaise” y la despiertan sus viejos amigos de Royallieu para llevarla al lugar de la tragedia. En la Costa Azul es Bertha Capel la que acude a hacerse cargo del cadáver de su hermano. Entonces ¿dónde está en realidad la reciente viuda?


Gabrielle pide que la conduzcan donde se encuentra el automóvil siniestrado. Quiere estar sola. Se sienta en tierra y llora durante horas. Se despide de Bertha y no quiere ni ver el cuerpo -tan amado- ni asistir al funeral, que se celebrará en Frejus con honores militares. La vida de Capel ¿ha sido una constante contradicción entre lo que era y lo que podría haber llegado a ser? Nadie puede ya explicarlo. Su testamento -ológrafo- se publica en los periódicos: todos sus bienes son para sus dos hijas -el usufructo lo tendrá la madre- y una cantidad de libras muy apreciable para dividir entre dos señoras: Gabrielle Chanel y una condesa italiana, cuyo marido, oficial francés, ha caído en Verdún.

Coco permanece llorando en “La Milanaise” y, pasados tres meses, se traslada a “Bel Respiro”, en el municipio de Garches, a 12 km de París. Se incorpora a su trabajo, pero sin ánimo, rota.

Los Sert -Misia y José María- han decidido llevarla a Venecia para que se reponga de su mal de amores. Es el sitio a donde va Misia cuando se encuentra en esas circunstancias. Coco viajó mucho el resto de su vida, pero la impresión causada por Venecia en esos momentos, nunca la podrá olvidar: no era solo la ciudad sobre el agua, sino la ciudad más brillante de Europa, en aquellos “roaring twenties (años locos)”, década que ya no volverá.

Misia Godbeski, hija de un escultor, es de origen polaco, muy bien relacionada familiar y socialmente, acostumbrada a derrochar dinero. De conducta un poco libre y mal vista por algunos sectores de la sociedad por sus divorcios -Sert es su tercer marido-. Es una mujer fascinante, atractiva y de delicados modales.

Amiga y confidente de toda clase de artistas: poetas, pintores, escritores, actores… Las puertas de su casa están siempre abiertas. A Coco la conoce en casa de una amiga común en mayo de 1917. La toma bajo su protección. Ambas dicen que van a escribir sus Memorias, pero ninguna de las dos deja un solo papel que pueda incriminarlas en lo que no quieren que se sepa. La carencia de bienes, la ceguera y el uso de drogas hacia el final de su vida, hace que sea Coco quien se ocupe de ella: la emplea como señora de compañía. Muerto el marido en 1947, con quien se ha vuelto a casar después de la muerte de la segunda mujer, no puede soportar su ausencia y muere en 1950. Al morir, Gabrielle se queda sola con ella para amortajarla -lo que no ha hecho nunca, ni volverá a hacer- como Misia deseaba, toda de blanco: un vestido largo y vaporoso y una rosa natural, sujeta al pecho por una cinta de raso.

Sert. Hijo de una familia burguesa catalana con muy buena posición económica. Hombre exuberante en todos los sentidos, con una gran cultura humanística. Se le deben creaciones como la Catedral de Vic, la Sociedad de Naciones, el comedor del hotel Waldorf Astoria y muchas obras de particulares -Arthur Capel le había encargado la decoración de su comedor poco antes de morir-. Su pintura -se la clasifique en un estilo u otro- es única por el uso del oro y su monumentalidad. Divorciado de Misia y vuelto a casar con una joven de delicada salud, que muere pronto. Entre los tres malgastan la fortuna heredada y la ganada. Coco empezaba a convertirse en coleccionista y continuamente le pedía su parecer.

Venecia, explicada a la manera Sert, se convertía aún en más especial.

Igor Stravinsky


Verano de 1914. Igor Stravinsky y los suyos -mujer, cuatro hijos, madre y hermana con su propia familia- están en Suiza, veraneando. El golpe revolucionario les impide volver a Rusia y pierden dinero y propiedades. Hay amigos que ponen a su disposición casas en la misma Suiza y en Francia. ¿Qué hacer? Al compositor le conviene París por su trabajo y le escribe a Chanel en demanda de amparo. ¿Hay o ha habido entre ellos una relación tan estrecha que justifique lo que parece un exceso de confianza? Coco le ofrece “Bel Refugio”, a donde los Stravinsky llegan en otoño de 1920 y allí permanecen dos años. Igor siempre sentirá por Coco un gran afecto. Lo demostrará en sus sucesivos encuentros, en acontecimientos sociales en que coinciden. En 1925, como recuerdo de su estancia en Bel Refugio, le regala un icono, que Gabrielle tiene siempre sobre su mesita de noche. Ahí está cuando muere, junto a una pequeña imagen de San Antonio y una pila de agua bendita.

Dimitri Pavlovich


El gran duque Dimitri Pavlovich, nieto, sobrino y primo de zares -físicamente un Romanov: guapo y muy alto-, ha tenido una infancia desgraciada. Su madre muere al darle a luz, su padre vuelve a casase sin pedirle permiso al zar, por lo que pierde la custodia de sus hijos. Es educado en la nursery imperial, por severas institutrices inglesas.

Está muy unido a su hermana, la gran duquesa María. La familia la promete al heredero sueco para que los hermanos se separen. Dimitri pertenece a un batallón de caballería, al que se incorpora al empezar la guerra. La zarina le persigue con odio por haber participado en la conjura para matar a Rasputín. Dimitri huye -¡a través de Persia!- hasta llegar a Biarritz, donde encuentra rusos que han conservado sus villas y otros tan pobres como él: han de ponerse periódicos en los pies para protegerlos de los agujeros de los zapatos. Tiene 29 años.

Coco está en Biarritz. Ya se puede hablar de “imperio Chanel” y el palacete da unos resultados económicos tan importantes que justifican sus visitas periódicas. Tiene 40 años.

¿Cómo se conocen ambos? Se habla de la gran duquesa, tía de Dimitri, como presentadora, o de amigas comunes. Coco vuelve a París, no sin haber invitado a Dimitri a ir a su casa, ya que este se presenta en “Bel Refugio” a finales de año.

En el verano de 1921 los Ballets Rusos están en España. Coco y Stravinsky han quedado en reunirse en Barcelona. Ella no aparece y posteriormente se sabe que ha pasado dos meses en la costa atlántica, en una villa cercana a Arcachon, con un solo invitado: Dimitri. A Coco le gusta causar admiración entre los hombres, verse rodeada de un grupo grande de amigos, tanto en viajes, como en veraneos. Lo que ocurre con el gran duque, esa deseada soledad, es la primera y la única vez que sucede. A la vuelta Dimitri deja “Bel Refugio” y gestiona en EE.UU. una boda de conveniencia. Se casa en Biarritz con una norteamericana: Audrey Emery. Su hijo, hablando de él, decía:

-“De mayor no había perdido el atractivo varonil que tuvo de joven. Nunca olvidó a Coco, conservando hacia ella todo su agradecimiento. El recuerdo estuvo siempre vivo en su espíritu. Chanel fue la gran aventura de su vida”.


En 1937 el Gran Duque es el acompañante de Coco en el estreno de los Ballets de Montecarlo. Se les ve a los dos encantados, cogidos de la mano. Dimitri muere en 1942 en Davos, a causa de la tuberculosis, y es enterrado en la iglesia del palacio de la isla de Mainau, en el lago Constanza de Alemania.


El “crack del 29” se produce en EE.UU., con repercusiones económicas y políticas muy graves. Sus efectos se extienden a todo el mundo, especialmente a la sociedad europea, donde a lo largo de la década de los 30 se producirán dos guerras: la de España y la Segunda Guerra Mundial.



Samuel Goldwyn -Goldfish es su verdadero apellido- es hijo de un emigrante polaco y sabe lo que es el hambre: la ha pasado de niño en un ghetto de Varsovia. Ha tenido muchos oficios hasta levantar también un imperio: Hollywood. Se traslada a Montecarlo con el fin de pedirle a su amigo Dimitri que le presente a su pareja. Es duro convencer a Chanel de que acepte sus planes: ir a EE.UU. a ‘vestir a las actrices que trabajarán en sus nuevas películas”. Goldwyn no va a dar pan ni dinero, pero puede dar ilusiones -en aquel momento de dura crisis que padece su país de acogida- a través de buenos filmes con figurines de Chanel, quien emprende el viaje en 1931. Irá dos veces al año y percibirá un millón de dólares. Las actrices están encantadas, pero les pesa que les impongan lo que llega a cansarles. Se rompe el acuerdo. Coco no volverá hasta 1947. Como de costumbre, Misia Sert, que la ha acompañado, no puede callar y deja uno de sus ácidos comentarios:

-“Si yo hubiese descubierto América, no se lo hubiera dicho a nadie”.

1921, Rusomanía. En la nueva tienda de la calle Cambon, su dueña ve con placer cómo se mueven las jóvenes vendedoras y maniquíes rusas, primas de Dimitri. Emplea a las que se han quedado sin bienes y se convierten en clientes suyas las que han conservado la fortuna. En honor del gran duque confecciona, en versión femenina, las pellizas de los boyardos y las blusas de los mujiks con faldas rectas, cuello redondo y puños bordados. ¡Ella, tan contraria a emplear esta forma de adorno! Piezas que utilizan las clases modestas rusas, pero a las que la creadora da una elegancia parisina. Son muy bien aceptadas.

La gran duquesa María Pavlovna, divorciada del príncipe sueco, va a París y borda para Chanel. Cercana la guerra huye a Nueva York y Argentina. Trabaja en moda y arte. Cuida a Dimitri en Davos. En 1958 muere de un cáncer y es enterrada en la isla de Misnau, junto a su hermano Dimitri.


1920, Chanel N.º 5. Sería excesivo pensar que Dimitri tuvo parte activa en su ‘creación’ pero es indudable que el trato con él producía en la creadora seguridad, confianza y la fuerza necesaria para enfrentar un problema que parecía insoluble. Todos los modistos pensaban que la costura y la perfumería se complementaban, aunque ningún perfumista se había atrevido a hacer cambios.

Los ingresos producidos por las ventas de este perfume están en el apuntalamiento de la fabulosa fortuna que dejó Chanel al morir. El periódico The Times de 25/01/1971 da como cifra 15 millones de dólares. Es difícil comparar entre sí fechas tan alejadas en el tiempo, pero proporciona una idea de las ganancias que pudo generar una mujer con solo su trabajo. De entre todos los dedicados a la “Alta Costura”, su nombre -junto con su fotografía- es el único que publica la revista Time.


El gran duque le contó muchas anécdotas referentes a perfumes, ya que en la corte rusa hacía siglos que se empleaban, mucho antes que en las otras cortes europeas. Se perfumaban tanto hombres como mujeres, con una esencia floral que olía a lo que era: heliotropo, gardenia, jazmín... Precisaban derramarse una buena cantidad de aquel líquido, “mojarse”, para oler todavía, aunque débilmente, pasadas varias horas.

Con la obsesión de Chanel por “oler bien”, ¿quizás pensaba que el perfume intentaba ocultar malos olores? ¿Algo de lo que contó Dimitri la impulso a intentar aquel riesgo? ¿Fue su afán emprendedor, recuperado a su vuelta de Venecia? ¿Era Dimitri quien le había presentado a Ernest Beaux, conocido suyo de San Petersburgo por ser su padre empleado del zar? Muchas preguntas que le sirven a Coco para levantar una leyenda en torno al nuevo producto.

Uno de los mejores químicos del perfumista Coty ha desaparecido de forma espectacular, llevando consigo una fórmula sobre la que ha trabajado durante años. La casa se negaba a fabricarla por lo costosa. ¿Sería Ernest? ¿Se puede llamar coincidencia el que 7 años más tarde la misma casa lance su “Amant”? ¿Es también casualidad el que “Amant” y “Chanel N.º 5” se parezcan como dos gotas de agua? El primero tuvo buena acogida, pero la marcha del segundo era ya imparable.

Beaux y Gabrielle se reúnen, intercambian sus conocimientos, se ponen uno al servicio del otro, se exigen un esfuerzo de creatividad. Las esencias sintéticas pueden dar estabilidad a las naturales -de animales o vegetales- y hay que crear un perfume estable para poder dosificar su uso. Quieren que su olor sea inidentificable: que tenga la frescura de un jardín, pero que huela a algo desconocido. Por ello el N.º 5 tiene un carácter sorprendente: es una creación abstracta. Con 80 ingredientes y aún Coco pone, quita, añade, corta… Finalmente Beaux se impone: le presenta unas pocas probetas para que elija.


En cuanto al frasco, obra del artista Jean Helleau, es un simple cubo, sin adornos y el tapón tallado en forma de diamante. La etiqueta es sencilla, un poco apremiante: tiene más importancia el contenido que el continente. Desaparecidas Julia y Antoinette, ¿quién puede hablar de Aubazine, de aquellos mosaicos en el suelo con los dibujos esotéricos y de las dos “ces” en ventanales emplomados?

1924. Chanel establece un tratado comercial con Pierre y Paul Wertheimer. Ellos asumen el coste de producción, comercialización y publicidad. A ella le entregan el 10%. En 1927 el perfume se convierte en el más vendido del mundo. Coco siente que la han estafado. Dado que Pierre y Paul son judíos, han huido a Nueva York. Teme que la empresa se convierta en americana y empieza a entablar una serie de pleitos que duran 20 años. Ella dice que su porcentaje es pequeño, y ellos que son los que han corrido el riesgo. Finalmente, en 1947 llegan a un acuerdo satisfactorio, por el que los hermanos se comprometen a entregar a la creadora un millón anual de dólares. Ha nacido la sociedad House-Chanel, de la que en la actualidad son propietarios los nietos de los fundadores. En el momento del nuevo compromiso, Coco tiene 63 años.

A su vuelta a Francia, Pierre Wertheimer se apresura a visitarla para decirle lo que la admira y que en la lejanía siempre ha estado enamorado de ella.

El Chanel N.º 5 ha participado en exposiciones de moda en el MOMA de Nueva York y Andy Warhol lo ha pintado en varias versiones.


Se dice que se vende un frasco del famoso perfume cada 30 segundos.


“Bel Refugio” se ha quedado pequeño y lejano. Coco piensa que sus ingresos le permiten elegir una de las mejores zonas parisinas para vivir: el Faubourg St. Honoré. El número 29 corresponde a un palacete del siglo XVIII, de estilo neoclásico. Inmensos árboles, que parecen anclados en el tiempo, lo protegen y le dan sombra. Con la cercanía del Art-Deco y Klint, Coco se decide a cambiar poco a poco su decoración interior. ¿Muebles? Lo primero un piano de cola -¡hay tantos invitados excelentes pianistas!- y los biombos Caramandel, puestos en torno al piano, aislándolo como una habitación en la que se puede entrar o salir por cualquier esquina, o colgados en la pared a poca altura. La mesa para almuerzos y cenas se coloca cada vez donde conviene según el número de comensales. Chanel alquila la planta baja a la que pronto añade el primer piso. En el segundo vive el dueño del palacete que siempre está quejándose de las ‘juergas’ que organizan los nuevos vecinos: música, cantos, gritos, dentro y fuera de la casa.

Pasados los 80 años, edad en que su impostura se había desarrollado hasta el delirio, le dice a un periodista:
-“Me gustan los parabanes chinos desde que tenía 18 años”.

¿Ha olvidado a los Sert, a los buenos amigos que le aconsejaron? En 1922 se relaciona con el estilo griego por su trabajo. Adquiere una pieza extraordinaria de este arte que presidirá la casa.

El escritor Jean Cocteau la describe así: “…sus cóleras, sus maldades, sus joyas fabulosas, sus creaciones, sus manías, sus ofensas, sus amabilidades, su sentido del humor como su generosidad, componían un personaje único que atraía, que repelía… en fin, un ser humano”.

Un rasgo de su carácter, que nunca cambió: no reconocer el mérito de los demás; todo se debía a su ingenio. Y es cierto que era superior a muchos hombres que trabajaron con ella.

Amasó una gran fortuna, pero no donde es habitual, en los aledaños del poder: la industria, la Bolsa, la política. Es dinero que se debe a ella misma, a su actuación, a su mérito. Se la tacha de avara. ¡Ella que ayudó a tantos! Sí es cierto que proviene de un medio donde el ahorro es fundamental para sobrevivir.

Chanel era una persona muy compleja. Muy habladora, se empeña en contar a quien le interesa y a quien no, cuál ha sido su vida -en versión falsa-. Es como una araña al acecho de una presa. Cuando esa presa le hace caso, la desprecia por crédula.

Pierre Reverdy


Coco conoce a Pierre Reverdy en 1919, pero pasan dos años antes de que empiecen a tratarse con intimidad. Ella se siente profundamente amada por el poeta, que la quiso hasta su muerte en 1960. ¿Matrimonio? Lo piensa seriamente sabiendo que es la última oportunidad de su juventud, que está llegando a su fin. En que le puede proporcionar a su enamorado una vida tranquila, feliz, placentera. Es inútil. Pierre escribe:
“Huir. Huir donde sea. Hay un inexplicable placer en huir”.

Reverdy es italiano de origen. Tiene un físico de gitano: pelo negro como ala de cuervo, tono de piel mate, voz sonora. Un aire entre soñador y místico, atormentado y romántico; solitario, contemplativo y espiritual. Al tiempo que esnob y mundano; atraído y desdeñoso por la sociedad sofisticada y brillante de los años 20. Ni alto ni elegante, siempre vestido con una gorra estilo yóquey y un chaquetón cruzado que nunca se quita. Tiene el extraño poder de metamorfosear las cosas, y una mirada profunda: lo que más atraía de él era la claridad negra de sus ojos.

En 1917 funda una revista “Norte-Sur”, cuya característica principal es el afán renovador y rompimiento con todo lo establecido. Es demasiado cara -50 cts. de franco- y tiene pocos lectores. Deja de editarse.

Su padre ha perdido las viñas y está arruinado. Librepensador y socialista educa a sus hijos sin religión. Admira al padre, como a los tíos, porque son artesanos -él también tiene habilidad manual- y todos aman la tierra.

Para Coco y Pierre hablar debió ser el mayor de los placeres. Aportaban ese grano de locura propio del medio del que provenían los dos. Un hombre lleno de contradicciones: le gusta comer y beber en exceso, pero odia el dinero; vivir en Montmartre pero desprecia las costumbres del entorno. Escribe:
“Si fuéramos felices con la realidad, no inventaríamos los sueños”.
“Lo que más une, son las barreras que nos separan”.
“Cuanto más pequeñas son las raíces, más inspirado está el poeta”.

Discusiones, gritos. Coco dice:
-“Entonces, ¿qué soy para ti, barrera o raíz?”.

En la biblioteca de Chanel están todos los libros de Reverdy. Algunos ejemplares son únicos. A través de las palabras manuscritas de dedicación, se puede seguir su historia de amor. Coco muy frecuentemente lee y relee sus poesías. Pasados los años piensa en Pierre: en que no fue lo que pudo haber sido, en los escritores de su generación que han triunfado, en los que han recibido honores oficiales. Protesta, le entra rabia. En su vejez lo recordará como el único hombre que la ha querido con verdadero desinterés.

Crecen los desencuentros, no cesan de hacerse daño. Paul Morand envía un libro con la siguiente dedicatoria:
“A Coco Chanel, amiga de las causas desesperadas, 1923”.

Pierre está cayendo en una crisis literaria absoluta. Coco todavía no lo ha advertido.

Una tarde lluviosa en casa de Coco, Pierre, sin decir palabra, coge una cesta y va al jardín a buscar caracoles. Todos los contertulios quedan asombrados. Cree que sus amigos le abandonan. La realidad es que se ha desconectado de todas las escuelas literarias que existen. En la ausencia, el heroísmo es la única fuente de inspiración. Escribe:
“La poesía está en lo que no es o en lo que quisiéramos que fuera”.

1924 es un año de lucha y de tentación de soledad, que es la que triunfa.

Y de repente, Dios.

Ante lo que Chanel se inclina.

El día 6 de mayo de 1926, Pierre quema sus papeles, ante sus amigos, que no entienden su actitud, y recibe el Bautismo. Ocupa una casita al lado de la abadía de Solesmes. Irá a París solo ocasionalmente. No ha sabido tender puentes. Chanel sí que lo ha hecho, poniendo en el esfuerzo toda la fortaleza moral que la caracteriza. Ha sido su única aventura literaria y, cuando hablen de Reverdy, siempre se le asociará al nombre de ella.

¡Con qué delicadeza le ayudó siempre! Compraba sus manuscritos, entregaba dinero a sus editores para que se lo diesen en concepto de ventas.

Pasado el tiempo hay encuentros esporádicos que no cristalizan. A su muerte, y según sus disposiciones, Reverdy es enterrado en el cementerio de la abadía, sin comunicárselo a nadie. Los amigos, incluida Gabrielle, se enteran por los periódicos. A pesar de sus ideas antagónicas en política, Pierre nunca le dirá a Coco una sola palabra de reproche.

Parte de una entrevista que le hacen al poeta:
-“¿Cuál es su santo preferido?
-San Pedro.
-¿Por qué?
-Porque fue un traidor”.

Si Reverdy perdona por amor, ¿cómo no va a hacerlo el pueblo francés por su propio beneficio? Es demasiado importante Coco Chanel para echarla en el olvido. Forma parte del imaginario de Francia. Eso, suponiendo que realmente haya algo que perdonar.

1925. El dólar se revaloriza. Escritores norteamericanos famosos van a vivir a París.

Chanel debe hacer frente a su pena. Por donde va es reconocida: París, Montecarlo, Biarritz, Deauville. Es invitada por sus clientes; ella también las invita a su casa. Le prestan mucha atención, sobre todo los maridos. Se clausura solemnemente la “Art-Deco”. Ha tenido gran éxito, siendo visitada por millones de franceses y extranjeros. La exposición incluye un ‘Palacio de la Elegancia’ y las conclusiones que se sacan son las mismas que Coco ha puesto en uso.

La mujer quiere ser la igual del hombre, su compañera de trabajo: poco pecho, cabello corto, comodidad. Es un reconocimiento social del estilo Chanel. Los periódicos se ocupan continuamente de ella.

Todos los que en París se interesan por la forma de vestir pasan por los salones Chanel. Lo sutil está en el corte con su aparente simplicidad: el esfuerzo permanece invisible.



Y ella renuncia a luchar contra los “copistas”. La revista Vogue, tan importante en aquel momento, dice:
“Copiar no significa vulgarización. La comodidad y simplicidad de este vestido -el negro- hace que sea un poco impersonal y no se compare a otros. Es como una determinada marca de coche: el que haya miles de vehículos de un mismo modelo, no quiere decir que nos abstengamos de comprarlo, si nos gusta. Aquí tenemos el Ford firmado por Chanel”.


1925 se convierte en el año de ‘la mujer de negro’. No fue una moda pasajera, sino la expresión de toda una época. Primero produce escándalo, luego aceptación total.


Coco y Pierre, por su origen campesino, saben que la sombra es lo que pone de relieve lo esencial y que el negro es la ausencia de color. Para ella además es Aubazine.


Madurez





Duque de Westminster


¿Puede un hombre llevar el nombre de un caballo? Sí, si es inglés, aristócrata y millonario. A Hugh Richard Arthur Grosvenor, nacido en 1879, segundo duque de Westminster, el público de los hipódromos le llama Bendor, nombre del caballo que tantas satisfacciones ha dado a su abuelo. El primer duque ha recibido el título nobiliario de la reina Victoria, quien lo tiene en alta estima.

Bendor pierde a su padre a los 4 años y es educado por el abuelo -curioso que los tres hombres que más influyen en la vida de Chanel y de relevante clase social sean huérfanos de padre desde la infancia: Boy, Dimitri y Bendor-.

Bendor es alumno de Eton y perteneciente al regimiento de Guardias Reales. Rubio, muy alto, robusto, elegante; se le ve cómodo porque no está pendiente de él. Fantástico, fastuoso, aburrido y divertido al mismo tiempo. Original. Buen marino. Le gustan los deportes, la caza, los caballos, los perros. Le encantan el juego y las bromas de estilo infantil: poner brillantes debajo de la almohada de sus amantes o un broche en su sombrero, sin que ellas lo adviertan. Disfruta de su fortuna y de las mujeres, pero siempre pensando en que ha de tener un heredero varón. Tuvo cuatro esposas. Las dos primeras solo le dieron hijas. Al divorciarse de la segunda, pasa una temporada lejos de la corte, donde el puritanismo de la reina no ve con buenos ojos estas situaciones.

¡A Montecarlo, el sitio más divertido en aquellos momentos! Allí, en 1925, una amiga le presenta a Coco y queda admirado. Él creía que era moderno, pero en realidad permanecía tan victoriano como su abuelo. Lo que le atrae de esta mujer nueva -nueva en muchos sentidos para él- es el deseo de dominar a alguien tan independiente, de conocer lo más íntimo de una persona liberada por el trabajo y que se identificaba con la época en que vivía por la preocupación permanente de la realidad.

Al principio Coco ‘no está por la labor’. Lo rechaza enérgicamente. Duda. El grupo de artistas que le rodea forma ya parte de su vida. ¿Se entenderán mezclados con Bendor y su entorno? ¿Dejar su vida profesional?

Él insiste y, por medio de sus barcos o del avión si es urgente, le envía presentes todos los días. De sus invernaderos, flores y frutas exóticas. Salmones de Escocia, recién pescados. Una enorme esmeralda, sin pulir, escondida en un estuche… Y sobre todo cartas de amor. Bendor va muy frecuentemente a París y ella empieza a ir a Inglaterra. Le conmueve la estima con que él la trata, la alfombra de oro que está desenrollando a sus pies. También le maravilla su fortuna, sus posesiones. En Londres, manzanas enteras son suyas. Las tierras de Escocia y de Gales, el castillo de Cheshire. Grandes bosques en el extranjero. Los castillos de Saint-Saens y Normandía. Los dos barcos, decorados con muebles Reina Ana y que llevan a sus invitados costeando el Mediterráneo. Trenes especiales donde se enganchan sus coches pullman para viajeros y furgones para equipaje y perros. Y sobre todo Eaton Hall, la propiedad donde vive la familia. Los fines de semana se reúnen por lo menos 60 invitados, entre ellos los Churchill. Es una construcción tan enorme que el ama de llaves da vueltas por los pasillos para indicar el camino a las personas ‘perdidas’. Enorme y horrible; finalmente Coco encontró la ‘gracia’ que se hallaba en su mal gusto, como otras construcciones europeas de la época.

En 1900 Bendor ha acompañado a su íntimo amigo Winston a esa ‘pequeña aventura’ que fue la Guerra de los Boers, cuando Churchill ejercía de periodista. A la muerte del duque, en 1953, es el ilustre político quien pronuncia la oración fúnebre, exalta sus cualidades, todas inglesas, por supuesto. Churchill siempre tuvo en cuenta las opiniones de su compañero de infancia.

En Londres se rumorea que Bendor ya ha elegido esposa. Las amigas se asombran de que haya preferido a una mujer con una manera de vestir tan simple.

De 1926 a 1931 la moda Chanel es inglesa. Muy femenina, aunque de origen masculino. Hace suya y de sus clientes la costumbre británica de llevar chándal, pero realzando su simplicidad con brillantes: collares, broches.

Coco, en el tiempo de sus amores con Bendor, llegó a pensar en casarse con él. Se sumergió en su tipo de vida: sin complicaciones, cambiando sin parar de residencia, viajando.

Todo era inglés en él: la ropa, las anécdotas que contaba. Era más divertido estar con los amigos del Faubourg, pero si quiere ‘pescar’ al duque ha de aguantar sus ‘rollos’: cabalgadas, batalla en el desierto de Libia con sus ocho Rolls Royce…
 
¡Más de lo mismo! En 1929 se entera de que Bendor la engaña y su memoria la retrotrae al tiempo de Capel. Finalmente comprende que no se trata solo de matrimonio, si no de que nazca un heredero. Se somete a visitas al ginecólogo que le habla de esterilidad, por tener una matriz infantil.

Al final del verano el duque está en Londres y no vuelve a “La Pausa”. Está enfadado y celoso: Chanel ha vuelto a su vida habitual. Bendor la visita cuando va a París y ella prefiere sonreír para que la sociedad no crea que es una tormentosa ruptura, sino un acuerdo amistoso. El duque de Westminster se promete con la que será su tercera mujer: una aristócrata inglesa. En su inconsciencia corre a presentársela a Coco y a preguntarle qué le parece su elección.

Dice Coco refiriéndose a la inseguridad interior que Bendor sufrió durante su vida:
-“Sabiendo lo que su abuelo había sido, se comprendía lo que el nieto no era”.

Refiriéndose a su categoría mental afirmaba mientras vivió con él:
-“Lo encuentro perfecto dentro de su clase”.

Cuando ya había dejado de verlo:
-“Sí, es cierto, había en él cierta incapacidad intelectual”.

Si Bendor supo algo de Coco que pudiese perjudicarla, no lo dijo. Debió recordarla con afecto y la ayudó en momentos difíciles. ¿Es posible que el duque le proporcionase información sobre asuntos secretos? Es complejo averiguar la realidad entre lo que dicen los documentos desclasificados y las declaraciones de espías que han actuado al mismo tiempo a favor de dos naciones enemigas. El barón Louis de Vaufreland -francés al servicio de Alemania y, supuestamente, ‘compañero’ de Coco en estos menesteres- se ‘pasa’ a los ingleses y ¿qué le cuenta al M16 -Servicios Secretos de Gran Bretaña-? ¿Se podría recomendar a los agentes y jefes de servicios la lectura de El libro de cabecera de un espía de Graham Greene? Que, por cierto, dicen que también lo fue.


La Pausa.- Cerca de Roquebrune-Cap St. Martin, Coco construye una finca. Dice la leyenda que el nombre del lugar viene del descanso que allí se tomó María Magdalena cuando, procedente de Jerusalén, iba en pos de Jesús resucitado. Se trata de 5 acres de un terreno poblado de olivos y con vistas preciosas sobre el mar. Llamaron la atención y se copiaron sus ideas sobre la decoración. Mandó a su arquitecto a la Abadía de Aubezine para que pudiese copiar la escalera.

El contrato de compraventa se firmó en febrero de 1929 en Nimes, pero tres años antes ya habían empezado las conversaciones sobre la transacción. No fue por tanto Bendor quién se la regaló, solo que, al construirlo durante sus primeros amores, le dio ilusión hacer de aquella casa el hogar de ambos. En el entorno había casas de veraneo de personalidades inglesas -Churchill estaba muy frecuentemente invitado en ellas- lo que podía ser muy agradable para el duque.

Cuando Coco se exilió en Suiza, se le permitió pasar temporadas en “La Pausa”. A mediados de los 50 se vendió la propiedad, que actualmente ha sido comprada por la compañía “House-Chanel” -ha vuelto a casa-. Coco no podría soportar volver sola a la finca que conservaba la habitación del duque de Westminster.

Paul Iribe


-“¡Iribarnegaray! ¡Qué no hubiese dado porque la gente olvidara que ese era mi apellido”.

Quien lo decía era Paul Iribe, que lo acortó. Nacido en 1883 -el mismo año que Coco- en Angulema, de padres vascos.

Tiene cierto cosmopolitismo y un ‘barniz’ adquiridos voluntariamente, para que no se note su origen campesino. Lo que no pudo evitar nunca fue el ‘ceceo’, a pesar de haber vivido 30 años en París. Decía:
-“¡Cómo me mortificaba que mis amigos se burlasen de mí!

El padre es periodista y quiere que el hijo también lo sea. Él prefiere el dibujo. A los 17 años publica sus primeros trabajos en un periódico. Es muy bueno en este terreno, sobre todo en los satíricos. Trabaja en una imprenta y sigue cursos de arquitectura.

Desde joven muestra un apetito voraz por el dinero -que nunca tiene-, los honores -que no recibe- y las mujeres -gracias a las cuales puede sobrevivir-. Lo que cuenta para él es el lujo en todas sus formas. Procura imitar a la elite a la que trata. Lo que más envidia son los buenos modales, la facilidad de movimientos: es decir, el pertenecer a la misma clase social que aquellos que los tienen por nacimiento. Para él la elegancia radica en cierto modo de pensar, propio de dicha clase. Sin domicilio fijo y cobrando anticipadamente sus trabajos -ya que sus gastos son mayores que sus ingresos- para ir a sitios elegantes donde hacerse admirar. Iribe se definía en función de sus éxitos femeninos. Ninguna de sus conquistas quedaba en la sombra: para adquirir notoriedad era preciso que el menor detalle de sus relaciones amorosas fuera conocido.

¿Era un seductor o un gigoló? No roba a las mujeres, consigue que le den lo que les pide.

Iribe es un nostálgico de los tiempos pasados, de la “grandeza de Francia”. Si una cosa es bella ¿qué importa que pertenezca a uno u otro estilo? Se refiere a cosas de menor entidad como peinados, collares, bordados… o de más importancia como la decoración interior, muebles, cortinas… Hay grandes coleccionistas que acuden a él. Crea telas de una seducción innegable.

1919. Cambio de rumbo: lo que interesa ahora son el dólar y las mujeres americanas. Encuentra una, adornada por una buena fortuna y con la que se casa en EE.UU.

En la entrevista que le hacen en 1920 dice:
-“Los rascacielos me han im-pre-sio-na-do”.

Porque es lo suficientemente pedante como para hablar así: la palabra que quiere enfatizar la pronuncia separando las sílabas. La impertinencia tampoco le es ajena:
-“Para serle franco, el peor enemigo de EE.UU. es su mal gusto”.

Iribe toma confianza: su nombre es bastante célebre como para hablar de sus orígenes:
-“Todos los países poderosos, en algún momento de su historia, son deudores de su notoriedad a los vascos. ¿No era vasco Cristóbal Colón?”.

Se retira a vivir a una casa de campo de la reciente esposa y, como es la época dorada de Hollywood, allí se va. Gusta. El estilo Iribe es bien conocido en diferentes campos: arquitectura, dibujo, historia del traje, mobiliario… Es nombrado Director Artístico.

Trabaja bien, pero su falta de previsión - bastante frecuente en él- provoca un desastre en la película que ruedan. Iribe es despedido. Deja California y promete no volver a aquel país.

En París su mujer le ha montado una tienda lujosa donde se puede dedicar a las artes decorativas, su tarea preferida. Gana muchísimo dinero.

-“¿Qué me apetece que sea muy costoso, innecesario y hasta inútil?”.

Se compra un coche lujoso con adornos de plata, un yate, una casa en Saint Tropez.

No pasa mucho tiempo sin que tenga que venderlo. Desde Norteamérica la familia de su mujer se preocupa por la situación de esta: de seguir así, su fortuna peligra. La esposa y los dos hijos de ambos regresan a su país y ya no se verán hasta el divorcio.

Iribe se convierte en fotógrafo, prueba nuevas técnicas de publicidad, mezcla la tipografía y la fotografía y se convierte en un virtuoso del fotomontaje. En 1931 gana el segundo premio en un concurso internacional de publicidad, celebrado en Nueva York: participan 50 fotógrafos europeos de 8 países distintos.

Lo que le reprochan los que le conocen es que en él nada es definitivo, todo es provisional.

Los amigos sospechan que desde los años 30 ó 31 Coco e Iribe tienen una relación amorosa muy discreta. Ella ha comprado una casa rústica en la montaña para verse. A partir de 1932 la situación es ya pública: conviven en el Faubourg, en el Ritz, en “La Pausa”.


¡Algo nunca visto! Por vez primera se celebra una exposición de joyas en un domicilio particular. El 7 de noviembre de 1932 se inaugura en casa de Chanel. Los dibujos son de ella misma inspirados en el esoterismo que vio en Aubazine: suelo, paredes, algunos armarios… También colaboran personalidades del “todo-París”. Ha conseguido que le dejen ver ejemplares que casi siempre duermen en cajas fuertes. La exposición es solo para profesionales franceses y extranjeros. A algunos amigos o conocidos de especial sensibilidad se les permite pasar. Entrada: 20 Fr., producto dedicado a fines benéficos. Risitas irónicas ya que Coco es desconocida en esta faceta.

Es extraño que utilice brillantes auténticos: lleva tiempo aconsejando que se usen joyas de fantasía y hasta las perlas es mejor que sean falsas. No por seguridad, pura moda.

Respecto a estas su caso es especial: se pone collares en cantidad todos falsos, todos de calidad o bien mezclados. Cuando discute en público, se enfada, se pone nerviosa, enreda los dedos en aquellas largas tiras, estira y muchas veces se rompen los hilos. ¡Qué espectáculo ver a los amigos por tierra, recogiendo ‘bolitas’! Porque con ella nunca se sabía el valor de aquellos adornos…

Se utilizan vitrinas, maniquíes de busto, luces bajas y biombos de espejos que multiplican las imágenes. Todo brilla, vigilado por guardas armados y tiene un aire nuevo: las pulseras son transformables -se pueden llevar tal cual o dividirse en varias-. No hay tiaras, hay lunas que se cogen de forma invisible al cabello, soles que cuelgan de largas cadenas y una joya muy especial: la que años después se llamará “franja Chanel” llevada al estilo faraónico, especie de cortina que cae desde el nacimiento del pelo hasta las cejas en tiras de diamantes del mismo grosor.


¿Gustó? Parece que sí, aunque fue más espectacular que discreta: hollywoodiense.

Se nota la influencia de Paul Iribe que ya ha entrado en su vida


A las íntimas de Coco no les gusta Iribe. Ella con todos sus defectos es franca, clara. Él un poco sinuoso. Piensan que lo ama por las consideraciones que tiene con él, en la casa, en los negocios. Que Chanel pierda la más mínima parcela de poder a favor de alguien, es muy significativo.

Chanel odia a las mujeres a quienes viste porque no ha tenido su suerte. Hasta las ‘irregulares’ como ella se han casado. Queda pendiente el mal recuerdo que algunos hombres le han dejado. Fuera los genios; prefiere un hombre corriente al que le une el mundo del arte en todas sus manifestaciones. A Iribe no le preocupa el medio social -Capel- ni le oprime la ascendencia nobiliaria -Dimitri y Bendor-.

Iribe no la puede desengañar. Hace años que conoce bien sus defectos y el matrimonio borrará todo mal recuerdo que han dejado otros amores. ¡Por fin ya se ve casada!

Iribe, tan extremoso siempre, critica a todos los países que tomarán parte en la próxima guerra. ¡Pobre Francia! Lo que cuenta es su bandera y la Marianne, escultura que representa a la República y que pinta con expresión entristecida y los rasgos de Gabrielle. Coco se siente muy halagada.

Principios de verano de 1935. Coco se ha trasladado al Ritz y en sus habitaciones reproduce un decorado tan fastuoso como el del Faubourg. En “La Pausa” y con sus amigos las conversaciones son ligeras, frívolas. ¿Va a ‘pararle los pies’ a una nueva modista llamada Schiaparelli y que, con su barroquismo, tanto éxito tuvo en los 40? Acabados los pantalones ‘pata de elefante’: hay que llevarlos como Gabrielle, ni más anchos ni más estrechos que los de los hombres. Se habla también de su nueva idea: unos brazaletes de gasa que se retienen en el codo; de los bailes del próximo otoño.

Agosto de 1935. Iribe está en “La Pausa” con unos amigos. Juegan al tenis. Coco llega de París y se dirige a las pistas. Se miran un momento a los ojos y de repente Iribe cae fulminado al suelo. En la clínica de Menton solo pueden certificar su muerte: un accidente cardiovascular. ¡No! ¡Otra vez Capel, no! ¡El mismo choque emocional, en la misma Costa Azul! Es un sufrimiento horroroso, que procura no exteriorizar. Ha de seguir su vida.

En la primavera de 1939 se celebra la exposición Chanel. Tendrán que transcurrir quince años antes de que se celebre otra. Tienen gran éxito los trajes largos. La autora les añade ligeras pinceladas rojas y azules en memoria de la bandera, en memoria de Iribe. Pasarán seis veranos antes de que los puedan volver a utilizar.

6 de febrero de 1933. Hay una manifestación que empieza en la Plaza de la Concordia y alrededores y llega hasta el Faubourg, a la puerta de Chanel. Hombres armados subidos a los árboles defienden a los manifestantes; una mujer muerta; heridos graves. El gobierno está cercado en el Elíseo y el palacio Bourbon. Dimite.

Joseph Lecrerc, el fiel y excepcional mayordomo, que ha servido a Chanel durante 16 años, es despedido en la primavera de 1934. No se conocen ni el motivo ni la última conversación que han mantenido. Se separan enfadados y no se volverán a ver ni a escribir. ¡La de cosas que podría contar Joseph! Sobre los gorrones que la han rodeado siempre. Sobre sus amantes fijos y ocasionales. Sobre los Chanel que él conoce. Sobre lo que sería un escándalo, si ahora se supiese. Sobre el príncipe de Gales, discutiendo con el cocinero del Faubourg, de cómo hacer los profiteroles… Joseph sigue sirviendo a su última empleadora con su silencio. Sabe de su vida por los periódicos. En 1957 dice:
-“Esta tarde hay ‘pase’”.

Y muere. Su último pensamiento ha sido para Coco.

Al despedir a Lecrerc despide también a otros componentes del servicio. Solo conserva a su doncella y se traslada al Hotel Ritz, su última vivienda en París. Allí muere. A las habitaciones que ocupó se les llama Suite Chanel.

                                                                                                              Suite Chanel

César Ritz, suizo y judío. Es el decimotercer hijo de un campesino que lo tiene destinado a cuidar ganado. El adolescente se rebela y se va de casa: camarero, estudiante, viajero, observador… Pasa muchas penurias hasta que consigue levantar su primer hotel en París. Se le considera el creador de la hostelería moderna. A su muerte le sustituye su hijo Carlos. Siente mucho afecto y admiración por Chanel.

¿Por qué en Madrid se construye un Hotel Ritz no siendo la ciudad más importante de Europa? En las trágicas bodas de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Batenberg ha habido que alojar en casas particulares a los ilustres invitados heridos o conmocionados por las circunstancias, ya que en la capital no hay hoteles, solo posadas. El Rey y un grupo de caballeros se convierten en promotores y accionistas de una sociedad y llaman a Ritz, que en dos años levanta su hotel.


1936, en Francia se convocan elecciones. Leon Blum es tan amado como odiado. La eterna conjura judeomasónica. El 26 de abril llueve torrencialmente. La derecha lo toma como pretexto para no salir y no vota. Triunfo del Frente Popular. Una amiga le escribe a otra:
-“Querida, en París pasan cosas terribles; mi peluquero me ha hecho esperar diciéndome: Princesa, que yo también tengo mis derechos”.

En julio comienza la guerra civil española. El gobierno francés ayuda al ruso en el engaño a España.

La gente compra oro. La Bolsa se desploma. Chanel abre todos los días pero no entran clientes. Nacionalizaciones. Huelgas. Gabrielle quiere que todo continúe igual, pero es imposible. No entiende la huelga. Está sola frente a cuatro mil empleados. Dice que la huelga es cosa de hombres. En estas situaciones se acuerda de Aubazine, de la miseria, del ahorro. No comprende la sindicación, ni que la relación patrono-obrero del siglo XIX haya cambiado. Precisamente porque ella ha vivido y trabajado en esa época, cree que lo único que tiene valor es el trabajo, no las mejoras sociales que protegen al trabajador. Empiezan las huelgas femeninas y, entre ellas, la de sus empleadas. Ponen un letrero en la puerta de la tienda: ‘Ocupado’. A Coco la visitan las “delegadas de talleres” en el Ritz. Comenta que no sabe lo que es “eso” y no las recibe. Pasa ella a la tienda y se niegan a dejarla entrar.

En 1937 se celebra en París la Exposición de las Artes: Coco se encuentra sola y triste. Dice que la inspiración la ha abandonado. Acude a una cena al recinto ferial con un vestido tan ligero -la ligereza es uno de sus secretos- que el público se pregunta:
-“¿Qué es lo que rodea sus caderas, esa especie de espuma pálida y nube de flores?”.

Otra noche el vestido es de organdí con una diadema floral entre sus cabellos.

Después del último pase de modelos -primavera de 1939-, Coco se niega a que su negocio permanezca abierto. La Cámara Sindical presiona para que Francia de cierta sensación de “normalidad”:
-“¡Empresarios, no cerréis!”.

Finalmente Coco transige: cierra los talleres y deja la tienda abierta.

Sus principales clientes durante la guerra son los alemanes ocupantes: quieren como recuerdo un frasco de Chanel N.º 5. Al entrar los americanos en París ocurre lo mismo. Hay que dar buena impresión. Los nuevos clientes están delante de la boutique en una fila ordenada y se comportan con perfecta urbanidad.


Soplan los mismos aires de guerra que en el 14. En septiembre del 38, las potencias aliadas se abandonan a su destino: permiten la invasión de Checoslovaquia. Mussolini envía sus tropas a Etiopía. Seis de octubre de 1939: ¡Danzig! La guerra ha comenzado.

Chanel sale de París y se traslada a Corberes, bajo Pirineo, donde se hospeda en el hotel Pellegrin. Allí vive André Palasse, el sobrino tan querido y que le ha dado no pocas satisfacciones.

Agosto de 1940. André entra en combate y es hecho prisionero. Se encuentra en Alemania. Su tía vuelve a París deseosa de salvarle. Desagradable sorpresa: en el Ritz la tratan de malos modos, porque los alemanes, al invadir Francia, han requisado este hotel. Su suite está ocupada y los muebles arrinconados. Finalmente le permiten utilizar una habitación pequeña para dormir y le dejan que monte su salón en el altillo de la tienda.




Hans Günther von Dincklage nace en 1896 y recibe su bautismo de fuego el año 14. Es oficial del ejército alemán, en el cuerpo de caballería de ulanos. Pertenece a una familia noble de militares. Madre inglesa, de mayor posición económica y social que el padre. Hans habla perfectamente inglés y francés.

Muy alto, guapo, delgado, elegante. El pelo rubio, los ojos color agua pálida. Gusta enormemente. Es lo que se suele llamar un seductor, poco serio, de conducta ligera. Le llaman Spatz -Gorrión- por su forma de conducirse en amores.

En 1928 está en Francia. ¿Qué hace? Dice que turismo -los alemanes han estado enviando durante años oficiales para aprender el idioma y espiar-. Vuelve cinco años después, destinado en París. Monta un piso muy elegante y le sirve una asistenta doméstica alemana -documentada como agente-. Sabe recibir, baila bien, es invitado, acogido. Su trabajo oficial: funcionario. ¿De qué? Gorrión tiene la prestancia de un diplomático y un despacho en la embajada alemana: la gente piensa que lo es. En realidad no ha pasado por la Escuela Diplomática, pero su pasaporte indica que pertenece al Cuerpo para ponerle a resguardo de los peligros de su trabajo: el espionaje.

Ha desarrollado una sorprendente actividad desde hace años, especialmente en el área francesa, Norte de África, la Costa Azul, en naciones que tienen intereses comunes con Francia. Su tarea: desestabilizar. Posee una cualidad especial, les cae igual de bien a hombres que a mujeres; tiene colaboradores de ambos sexos. Las mujeres le son fieles hasta el final: su esposa, cuñada, amantes actuales y antiguas. Su mente es venenosa, pero es muy persuasivo.

El Deuxieme Bureau -servicio de inteligencia francés- tiene sospechas sobre él. Documentos ya desclasificados lo confirman. Él siempre logra evitar a sus perseguidores. Atraviesa la frontera francesa -antes de que sus compatriotas empiecen la evacuación- y se establece en Suiza sin problemas. Cuando encuentra a Coco, salen juntos tan a menudo que da la impresión de que se han casado. Él trata de extorsionarla directamente o buscando documentos que puedan implicarla. El gobierno de España le da asilo político durante años. Muere en 1974 en Mallorca.

El idilio entre Coco y Gorrión empieza cuando ella tiene 56 años. Dice:
-“Yo me sentía sin edad porque lo amaba”.

Ambos aseguran que se habían conocido hacía años. Sea encuentro o reencuentro ¿cuándo, dónde y cómo se produce? No se aclara.

Gorrión siempre viste de civil y es muy discreto. La pareja sale poco. Sí que visitan los buenos restaurantes, en los que no faltan excelente comida y vinos de marca, cosas de las que carecen los parisinos. Pasan mucho tiempo en el salón de Coco. Han puesto un piano y a los dos les encanta la música. Coco lo tacha de indolente porque no ha logrado que vuelva su sobrino.

Un día se encuentran con un antiguo compañero de armas, Theodor Momm, y Coco lo invita a su salón.

Momm es un alemán a la antigua usanza. Coco piensa que, vista la actitud de los actuales, es de los que ya no existen. En su familia se dedican a los textiles y él pertenece a la quinta generación que se ocupa de esta labor. Se nota su afición a la profesión. Ha nacido y se ha educado en Bélgica y su padre tenía relaciones de trabajo con los algodoneros de Manchester. Momm es llamado a Alemania cuando va a empezar la guerra del 14 y al año siguiente conoce a Von Dincklage porque pertenecen a la misma compañía de caballería en el ejército. Momm cuenta que un primo hermano en los años 34-35, ha sido campeón en concursos de hípica y ganado varios trofeos. ¡Hablarle de este deporte a Chanel! Enseguida dice que lo ha visto correr y le ha aplaudido. Momm cuenta ya con toda su confianza y simpatía.

Theodor Momm es serio y responsable y su puesto es importante: está al frente de los textiles franceses que tanto interesan a los alemanes. Días después, Coco va a verle a su despacho y él se da cuenta enseguida de la situación, porque conoce a su amigo. Momm atribuye a Chanel la propiedad de unos textliles en San Quintín y hace venir a André Palasse para dirigirlos. Cuando acaba la guerra está en Suiza y ayuda a todos, especialmente a Coco. Parece que interpone su gran cuerpo entre ella y todo lo que puede perjudicarla. Vuelve a sus actividades civiles. A pesar de su edad viajó mucho y ocupó puestos en la Sociedad Textil del Chad y en la Algodonera Industrial del Camerún.

En 1943 se han cambiado las tornas. Los alemanes no pueden mantener dos frentes: los rusos están ya a sus puertas. ¿No podrían llegar a un acuerdo con Inglaterra y ocuparse solo del frente oriental?

Muchos occidentales piensan igual: los de buena voluntad, los especuladores, los que están cansados... Roosevelt y Churchill se muestran inflexibles. Coco, con su forma de ser y viviendo en aquellas circunstancias, imagina que ella puede encontrarse con ‘el querido Winston y darle un tirón de orejas’. Se entrevista con Momm. Lo encuentra un poco escéptico, por lo que ‘mima’ la supuesta escena:
-“Mayor, siéntese aquí como si fuese el premier británico y oiga lo que pienso decirle: Winston, tu predicción de sangre y lágrimas se ha cumplido y no es eso lo que te hará entrar en la Historia. Ahora tu misión es acabar la guerra, impedir que se pierdan más vidas humanas: tiende la mano de la paz y con ello mostrarás tu fuerza”.

Y he aquí que Winston, mordiendo el puro y bajando la cabeza, le contesta:
-“¡Qué razón tienes, Coco, qué razón!”.


Operación Modellhut (Sombrero)

El mayor alucina. “El peso de una personalidad única” diría refiriéndose a Chanel, aún 30 años después comentándolo con los amigos. Convencido él, solo faltaba ir a Berlín para recabar permiso de los superiores. Con la guerra y las ‘purgas’ muchos altos cargos han desaparecido. El ministro de Asuntos Exteriores acaba de tomar posesión y “no sabe de qué va”. Entre los posibles, Momm elige a Walter Schllenberg.

Schllenberg no es militar. Ha estudiado leyes en Bonn y en el año 1933, con 23 años se encuentra sin medios económicos, muchos hermanos y un padre sin trabajo. Es admitido en la Gestapo, cuerpo en el que es muy valorado. Forma parte de la Guarda de elite de los altos jerarcas y especialmente de Hitler. Facilidad de palabra, talento, espíritu de iniciativa. Espía de gran envergadura. Ha realizado misiones muy importantes. Especialidad: el rapto. Su físico es el de un artista de cine, educado, inconmovible. De la entera confianza de Himmler, su jefe. Con 33 años ocupa la jefatura de todos los espías alemanes. Tanto él como Himmler piensan:
-“Si ‘Modellhut’ fracasa, no puede tener consecuencias y si triunfa será bueno para nuestras carreras”.


Coco y él no se conocen personalmente. A la vuelta de la misión fracasada, Coco le visita en Berlín. Se desconoce su conversación, pero sí que se ha creado cierta dependencia entre ellos. Cinco días antes de la rendición, sus superiores le envían a Suecia con un mensaje para Bernadotte. El conde le protege y le aconseja que escriba un memorando sobre ‘Modellhut’. Obligado a ir a Nuremberg en junio de 1945, condenado a seis años en abril del 49. Abandona la prisión en 1951, por enfermedad grave. Pide ayuda económica a Chanel y quiere escribir sus Memorias. Expulsado de Suiza, se establece en una cabaña en el Lago Mayor de Italia, con todos los gastos pagados por Gabrielle. En 1952 muere en un hospital de Turín.

Diciembre de 1943. Con salvoconductos recién expedidos, Coco y una amiga, muy amiga de Churchill, suben a un tren. Destino: Madrid. Von Dincklage dijo que las había acompañado: no hay pruebas y sus amigos lo desmienten, aparte de que en España ellas no se ocultan y hay muchos testigos que las han visto solas. ¿Hotel? Naturalmente el Ritz -lleno de alemanes y de espías vigilantes de esos alemanes-. Al día siguiente de su llegada, Chanel visita al embajador británico y queda en espera de su contestación. Londres recomienda calma.

El día 16 los ingleses leen un comunicado:
-“El ‘Premier’ ha pasado una buena noche y está mejorando”.

¿Estaba enfermo? No era del conocimiento público. Todas las visitas quedan anuladas. Una gripe solo se cura con reposo. A Madrid llega la noticia y Coco la toma como una respuesta. El médico particular del primer ministro lo cuenta en su diario del día 10:
“Churchill estaba en Túnez para encontrarse con el general Eisenhower. Al llegar se sentía mal, al borde de la neumonía. Tardó unos días en mejorar y fue a Marrakech para reponerse”.


La enfermedad era cierta, pero en África, no en Londres.

Coco vuelve a París, sabiendo que no habrá otra oportunidad. Y se entrevista con Momm. Gabrielle está a punto de cumplir 60 años. Después de su “conspiración pasajera” se encuentra en París, sola. Ninguno de sus antiguos amigos se acerca a visitarla. Entre ellos hay “colaboracionistas” -algunos lo pagarán hasta con muerte-. Un caso excepcional: Picasso. Ha colaborado con el invasor y con la resistencia y no ha querido ayudar a Max Jacob, poeta y pobre, que cuando él llegó de España sin dinero, lo acogió en su casa, lo alimentó, le buscó trabajo, le presentó amigos... De todo sale indemne.

El que llegue la paz no quiere decir que llegue la justicia. Es corriente después de una guerra.

París, 24 de agosto de 1944: el general Leclerc entra al frente del llamado “ejército francés”. En su mayoría son norteamericanos: llevan uniforme y armas estadounidenses. Dos días después, el general de Gaulle desfila por los Campos Elíseos: París ha sido liberado.

Ciudadanos vengativos deambulan por las calles. Durante 4 años han soportado una ocupación brutal, ha llegado el “ajuste de cuentas” por su propia mano: todo aquel que ha favorecido o lo ha sido por un alemán es apaleado o muerto. Las mujeres que han concedido ‘favores’ al enemigo son rapadas y hasta marcadas con la esvástica. Los mismos parisinos forman Comités de Depuración.

Ante uno de estos es llevada Coco por dos muchachos, que la obligan a salir del Ritz. No hay duda de que la supuesta culpable -se la acusa de connivencia con el invasor- iría gritando, proclamando su inocencia y que volvería enseguida. Vuelve en pocas horas y se exilia en Suiza. ¿Quién ha sido su valedor? Las tropas británicas se han instalado en Garches -donde se encuentra Bel Refugio-. Un secretario de Churchill ha telefoneado con apremio par que busque a Mademoiselle Chanel y la saquen de Francia. El coronel al mando lo comenta en el comedor y un joven oficial no sabe callarse.

De Gaulle restablece el orden y sus soldados presiden tribunales provisionales, sustituidos posteriormente por los tribunales especiales del Ministerio de Justicia. Gabrielle es obligada a presentarse ante uno de ellos el 1 de abril de 1946. Lo hace de forma voluntaria y es exonerada.

Se ha comentado siempre la supuesta “neutralidad” suiza. En la posguerra se llenó de exiliados, bastantes de ellos criminales. Chanel es una cuentacorrentista millonaria. Todas sus ganancias, generadas durante la guerra, se han abonado en un banco suizo. Se aloja en los mejores hoteles y finalmente se compra una villa -La Signal- y hasta una parcela en un cementerio de Lausana donde está enterrada.


En 1947 a Chanel se le permite viajar a EE.UU.

En el mismo año se da a conocer el “new look” de Christian Dior, cuyo socio aporta millones de dólares. Coco, en su situación, no puede criticar en voz alta. Es contraria a una moda que utiliza los corseletes que oprimen y entretela las faldas con lo que aumenta el peso de la ropa. La largura baja a más de media pierna. Por medio de pinzas se ajusta al cuerpo y puede llegar a impedir que las mujeres se muevan con facilidad. Todo a lo que se opone Chanel. De momento es Dior quien triunfa y Coco parece que está entrando en el olvido.

Se la acusa de antisemita y posiblemente lo era, como muchos franceses, no porque se lo hubiesen enseñado en Aubazine, ni porque imitase a Iribe.
Este antisemitismo no le impide:
-Vestir a las baronesas Rothschild, cuyos maridos pagan fabulosas cuentas.
-Tener negocios con los hermanos Wertheimer. Los pleitos se acaban en cuanto su porcentaje le parece razonable.

                                                                                  Foto del barón Adolf Gayne de Meyer. MOMA

En 1957: premio Neiman Marcus Fashion.
En 1959: miembro del MOMA de Nueva York.
En 1961 todo el mundo oye que el traje de la Sra. Kennedy en Dallas “es un Chanel rosa”. Coco la recordaría entrando o saliendo de la boutique de la rue Cambon, donde ella la ha atendido.


Vejez


A los 70 años a Coco se le permite volver a Francia y reabrir su negocio. Ocho años de exilio y quince de inactividad, el peso de tanto secreto, el cuidado de no traicionarse al hablar, el convencerse de que lo que no se dice no existe, hacen que al dejar Suiza parezca envejecida, oxidada, sin brillo. Única ilusión: abrir los talleres y conseguir que tengan el mismo número de empleados que en el pasado. Sola y sin apoyos. Amantes y amigos desaparecidos. Enfrentada a la hostilidad de sus conciudadanos.

En la tarde del 5 de febrero de 1954, Chanel hace su “rentrée” oficial -se ha reincorporado al trabajo el año anterior después de su exilio en Suiza- y ahora lo muestra en sus salones abarrotados. El pase de modelos anterior fue en la primavera de 1939. La atmósfera es la de una sala donde los jueces van a dictar sentencia. Los periodistas franceses la masacran. La mala opinión de los ingleses le duele mucho, por la cantidad de amigos que tiene allí. El acto trascurre en silencio, no se oyen aplausos. Ninguna cliente pide una cita. Un joven escritor francés escribe:
“Estaba a mi lado y noté que era una mujer hecha de hierro”.

Los compradores norteamericanos están desesperados:
-“¡Cuánto género! ¿Qué vamos a hacer?”.

Su población femenina lo resuelve. La clase media, la que compra en los Grandes Almacenes, arrasa. Se llevan todo Chanel, incluida “la petite robe noire”. Chanel vuelve a ser Chanel hasta el final de su vida.

El consejo de administración de la Chanel-House quiere deshacerse de su socia, ya que su fracaso personal puede hundir a la sociedad. Pierre Wertheimer va a visitarla a París para darle ánimos. Ella le dice:
-“¿Sabes? Quisiera continuar y ganar”.

Y él le contesta:
-“Continúa”.

Y al consejo le pide:
-“Démosle un poco de margen”.

Los especialistas de la 7.ª Avenida hablan del nuevo look-Chanel y los periódicos lo alaban. Gracias a EE.UU., pasados tres años, Coco vuelve a ser la que fue.

A los 80 años el triunfo le devuelve la seducción: el afán por usar sus collares de oro, la ligereza de los chales de muselina, el poner una flor en su solapa.

¿Cómo enfrentarse a los grandes modistos -hombres y mujeres- que triunfan en el momento? Asombra la inteligencia con que Chanel lo hizo. No eran enemigos, ni dejaba de valorar su trabajo, su buen hacer. Solo que no presentaban novedades, sino reminiscencias. Ella quería volver a la pureza de líneas puesta al servicio de la vida, de lo cotidiano. El lado mágico de su hazaña se encuentra en las palabras de Robert Musil:
-“…los vestidos, como formas superpuestas a una figura humana, son extrañas excrecencias y añadidos tubulares. Pero ¡cómo fascinan vistos junto a los atributos de que revisten a su poseedora… ese poder de hacer visible lo invisible es el que muestra a diario una prenda de vestir bien hecha!”. El hombre sin atributos

Dificultades, peligros, sufrimientos que la llevan a la victoria. Por segunda vez: consigue modificar el vestido femenino con un estilo riguroso y sobrio.

Durante 17 años esa es su vida: sus talleres y el Ritz. Utiliza la puerta de servicio del hotel que da a la calle Cambon: economía del tiempo. Está dramáticamente sola y sabe que se aprovechan de ella para obtener una entrevista, para comer mejor. Dinero, siempre dinero. Las vacaciones las pasa en Suiza. Los domingos da un corto paseo y descansa para levantarse el lunes llena de ánimo y fuerza, a fin de encarar la semana.

El domingo 10 de enero de 1971 entra en su habitación y le dice a su doncella:
-“Voy a tumbarme un poco. Estoy fatigada”.

Celina le quita los zapatos e intenta desvestirla.

-“No, ahora, no, después de cenar”.

La mujer se retira discretamente, se sienta y no deja de vigilarla. Pasa un momento y la oye decir:
-“¡Celina… me ahogo!”.

Se acerca con rapidez a la cama. Trata de romper una ampolla y cargar la jeringuilla. Apenas la oye decir:
-“Es así como se muere”.

Gabrielle Chanel ha entrado ya en la Historia.

Celina se acerca y le cierra los ojos.



                                                                                Modelos de Chanel en el funeral de Gabrielle



















https://www.youtube.com/watch?v=rQXtC6B3CKQ

https://www.youtube.com/watch?v=ItSmQ8HYBOg

https://www.youtube.com/watch?v=SIxOl1EraXA

https://www.youtube.com/watch?v=sutlG32fnrU