Livia joven con su grácil cuello
Mujeres Singulares VII. Livia
Drusila
Una historia que fue sometida a toda clase de
tergiversaciones, no sólo por parte de quienes entonces vivían, sino también en
tiempos posteriores; porque es lo cierto que toda transición de prominente
importancia está envuelta en la duda y la oscuridad. Mientras unos tienen por
hechos ciertos los rumores más precarios, otros convierten los hechos en
falsedades. Y unos y otros son exagerados por la posteridad”.
Tácito. Principal historiador
romano
Obra principal: Los Anales, con textos sacados
especialmente de los escritos del Senado.
Cicerón,
creador del latín
Lo que en el momento actual es
vida se convertirá en historia. Pasados años o siglos, se contarán los hechos
acaecidos, tanto por su importancia en sí mismos como por la de los hombres que
los propiciaron. Tendrán su verdad y su leyenda, sin olvidar que la leyenda se
ha basado primero en una realidad.
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¿Qué nombres utilizaban los romanos?
Normalmente llevaban tres
nombres. El primero se refería a lo que ahora se llama nombre, segundo al actual
apellido que era el nombre de su “gens”,
de su familia. Por último, el apodo o sobrenombre, que se relacionaba con algún
acontecimiento de su vida. Por ejemplo en el caso de César: Caius (nombre
propio), Julius (apellido o nombre de familia) y Caesar por el hecho de su
nacimiento o de alguno de sus antepasados. Si el hijo era adoptado o famoso por
un hecho de armas, se le añadía un cuarto nombre. Por ejemplo Publio Cornelio
Escipión el Africano (236 aC-183 aC), perteneciente a la famosa familia de los
Escipiones y conocido así por su campaña en África. A los prohijados se añadía
otro nombre con referencia a alguno de la familia. Por ejemplo Cayo Octavio
Turino Octaviano.
Dato curioso: Caesar viene del verbo caedere (cortar). Sobrenombre que se le
dio a Julio César y a sus antepasados por la madre que sufrió una cesárea para
poder traer su hijo al mundo. Contrariamente a lo que se cree, esta mujer no
fue la madre del mismo César, sino de un antepasado de los Julios, de cuya
memoria se conservan escasas noticias.
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Vocabulario
Como lengua procedente del latín, han pasado al
español expresiones, frases, palabras, con un significado igual, semejante o distinto
al que tuvo en aquel momento, en que el latín era una lengua viva...
Ejemplos:
-Praetor:
Pretor, magistrado, juez, alcalde, gobernador; general, jefe de un ejército.
-Pontifex:
Pontífice, magistrado que presidía los ritos religiosos y los sacrificios; el
obispo; el sumo pontífice.
-Senator: senador,
consejero; decurión.
-Quaestor: cuestor,
magistrado que presidía los delitos públicos y al tesoro público; tesorero,
juez del crimen; gobernador de una provincia; asesor de un pretor o de un
cónsul.
-Tribunus.-
Tribunus plebis, militaris. Tribuno
del pueblo, o militar.
-Dictator.- Dictador, magistrado supremo,
general en jefe; primer magistrado en algunas ciudades.
Durante la República, si se produce algún desorden,
se nombra a un dictador eventual para resolverlo. Julio César, lo que quiere es
convertir la más alta magistratura en una dictadura perpetua, porque según su
experiencia y sus ideas políticas, es lo mejor para el pueblo romano.
Dato curioso. En 1783 Henry Knox
funda la Sociedad de los Cincinatos, con oficiales del ejército
que defiende la independencia de USA. Su finalidad es preservar los ideales de
la Revolución. En 1790 el general St. Clair da el nombre de Cincinnati a un
territorio del noroeste. George Washington, que presidió la Sociedad y dio muestras de mentalidad
liberal al rechazar el ser nombrado rey, fue a menudo llamado el “americano cincinato”. Este nombre es un
homenaje a los Padres Fundadores y al líder romano.
¿Quién fue Lucius Quinctius
Cincinnatus?
Un patricio, nombrado dos veces “Dictador eventual” dado que la
República estaba en peligro. Cumplida la misión, se retiró a su vida privada.
Se le considera el ciudadano romano ejemplar. ¿Verdad? ¿Leyenda? Tito Livio
habla de él en su Historia de Roma.
-Consul.- Supremo magistrado en la
república romana. Primer magistrado de ciertas ciudades.
-Imperator.- Emperador, príncipe, cabeza
del imperio; capitán general; título con que era honrado el general vencedor.
-Augustus.- Augusto, grande, magnífico,
ilustre; venerable, sagrado, respetable; majestuoso, suntuoso; perteneciente a
Augusto o al emperador.
César y Augusto son los nombres con que el pueblo
romano y el Senado designaron al primer emperador: Octavio. De ahí pasó a todos
sus sucesores.
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Caius Julius Caesar (100 aC-44aC)
-“¡¿Tú también, Bruto?!”, exclama Julio César al recibir
la decimotercera puñalada, asestada por Marco Junio Bruto, querido como un hijo
y cuyas traiciones han sido siempre perdonadas. Hasta ese momento el agredido
se ha defendido valientemente, pero, ante el amargo desengaño, apoya su mano en
la columna que sostiene la estatua de Pompeyo y se desliza suavemente hasta el
suelo donde yace muerto. Los médicos que le atienden dicen que entre las 23
puñaladas recibidas sólo una ha sido mortal. ¿Cómo saber la de quién, si han
sido 60 los conjurados? Julio César no ha querido atender los presagios de un
vidente:
-“¡Acuérdate de los Idus de marzo!”.
Tampoco escucha los ruegos de
Calpurnia para disuadirle de ir al Senado.
Asesinato de Julio César. Vincenzo Camuccini (1798)
Dato curioso. Se sugiere la lectura
de Julio César de Shakespeare para
gozar de la dramatización del trágico episodio que acaba con la vida de su
protagonista y la oración fúnebre de Marco Antonio, quien con su oratoria -tan
apreciada- cambia el modo de pensar de los ciudadanos.
Los senadores y el pueblo han
huido. Quedan en el Senado los conjurados, dándose cuenta de que su obra no ha
sido tan perfecta como pensaban ni ha dado los resultados apetecidos. ¿No
serían sus intenciones tan puras como deseaban demostrar? Huyen desperdigándose
pues saben que está a punto de comenzar la segunda guerra civil, en la que la
mayoría de ellos perecerá.
Quien hace de su enemigo un
mártir, es difícil que alcance la victoria.
Nacido y muerto en Roma, pertenecía
a una rama no muy adinerada, ni distinguida ni influyente del clan de los Julios,
una de las pocas familias patricias que existían en su tiempo y gobernaron
durante la República.
Se decía que el linaje de Julio
César entroncaba desde siglos atrás con la diosa Venus, a pesar de lo cual sus
miembros no eran esnobs ni de mentalidad conservadora. Dotado de una
inteligencia poco común, extraordinario como estratega militar y hombre de
Estado, con una gran formación jurídica, César queda huérfano de padre a los 16
años y enseguida se da a conocer en el Foro como abogado. Quiere profundizar
sus conocimientos de filosofía y perfeccionar su oratoria, para lo cual parte
con un grupo de amigos hacia Corinto, donde residen los mejores profesores en
dichas enseñanzas.
En el camino son interceptados
por un grupo de piratas que viven en una isla cercana. Los malhechores quieren
que de Roma les llegue un rescate por su persona. Es el único caso que se
conoce en que el secuestrado tramita su propia libertad. Elige a tres o cuatro
de entre sus fieles y les envía a la metrópoli. Vuelven con la cantidad exigida.
Julio César la entrega y los rehenes quedan libres. Al partir, el joven César
advierte a los raptores que volverá a recuperar su dinero y a masacrarlos. En
efecto, arma una flotilla, con la que torna a la isla de los piratas, los
vence, manda crucificarlos a todos y se queda con sus bienes.
El destino de César es claro,
sencillo y sin disquisiciones morales, que no es lo suyo. César se lanza a la carrera
política con grandeza espiritual y humana: es cónsul, pretor, miembro de la
corporación de pontífices, tribuno. En su carrera militar llega a jefe máximo.
Querido por la gente sencilla que
percibe su preocupación por ella, aunque no ganó la afección de sus oponentes
políticos a pesar de su magnanimidad y generosidad. Es difícil perdonar, pero a
veces el que recibe el perdón se siente humillado y su reacción es imprevisible.
Sus soldados sentían por él auténtica admiración, por sus victorias y porque
cuidaba de ellos. Y sí, aunque su modestia lo hizo disimularlo, gozó siempre del
amor y entrega de las patricias romanas.
Casa con la hija de Lucio
Cornelio Cina, de familia patricia, Cornelia con quien tiene una hija, Julia, a
quien de adolescente une en matrimonio con su aliado Pompeyo.
Viudo de Cornelia, se vuelve a casar
con Pompeya, patricia. Un escándalo de tipo sexual, no confirmado, pero con
visos de serlo, hizo que Julio César la repudiase pronunciando la célebre frase
que aún se utiliza en nuestros días:
-“La mujer del César no sólo ha de serlo, sino
parecerlo”.
Su tercera esposa fue Calpurnia,
noble, hija de Lucio Calpurnio Pisón. Desaparecido Julio César permaneció fiel
a su memoria hasta su propia muerte y donó todos sus papeles al Senado.
Las ideas que sustentaba eran
nuevas y especiales en su época:
-Ley Agraria para los soldados
veteranos.
-Posibilidad para el pueblo
romano de ocupar las tierras conquistadas y trabajarlas como propiedad suya.
-Reformas de tipo económico,
urbanístico y administrativo.
Realizadas, hubiesen favorecido
a todos sus conciudadanos, pero César defiende un nuevo sistema: pide al Senado
que le den el título de Dictador
Vitalicio, lo cual supondría dejar atrás la República con sus ideas
democráticas y entrar en el Imperio, lo que hizo Octavio en el camino que su
tío ya le había señalado.
Dato curioso. Es muy corriente
esta situación entre los idealistas. César puede responder por sí mismo, pero
no por esa serie de sucesores suyos, los últimos emperadores, que con su
conducta cavan la sepultura del Imperio Romano.
Marcial, poeta romano -natural
de Calatayud (España)-, habla de vigilar a ese jefe único, y Juvenal, poeta
epigramático y satírico, y más realista, le contesta textualmente:
-“Quis custodiet custodes? -¿Quién vigilará a los
vigilantes?-”.
En el terreno de las letras, César
pertenece al primer período de la Edad de Oro, que presencia la muerte de la
República -Tito Livio, Ovidio, Virgilio, Horacio-. Es época de gran inquietud
política. No extraña que la literatura esté íntimamente enlazada con la
historia. Gran parte de sus papeles se han perdido, pero nos quedan, sobre
todo, los relatos de la Primera Guerra Civil y la Guerra de las Galias.
A su talento militar, une los
dones de la elocuencia y de la oratoria. Hay escritos en los que parece que
está hablando con un interlocutor, tal es la frescura de la redacción. Por lo
que se recuerda especialmente a César como escritor es por La guerra de las Galias. Curiosamente este relato lo hace en
tercera persona, cuando podría haberlo hecho en primera, siendo como es el
protagonista. Esto no impide que su vanidad quede satisfecha, narrándolo en una
alabanza para él merecida, puesto que todo son victorias.
César tiene una gran fuerza de
voluntad y la prontitud de llevar a cabo una acción ya decidida. Se impacienta
viendo la lentitud de otros generales, mostrándoles que muchas veces la rapidez
en la acción es definitiva. Cuando conquista el Ponto dice:
-“Veni, vidit, venci” -“Vine, vi, vencí”-, para demostrar su premura.
Conquista las Galias y parte de Germania
y desembarca en Britania, donde pasado el tiempo, entre brumas, nacerá una
hermosa doncella pelirroja, Helena, madre del emperador Constantino.
Cabe imaginar que de no morir y
con libertad de acción, no hubiese habido más guerras civiles y las fronteras
romanas hubiesen expandido sus límites en Asia, hasta Babilonia.
Como hombre era un personaje
atractivo, hasta fascinante. La política que trataba de llevar a cabo con
habilidad, requería ser un genio en diferentes campos: administrativo, militar,
propagandístico. César era hombre de gran valía y llevaba algo en su interior,
que indudablemente no era corriente entre sus contemporáneos. Hubiera llegado a
ser el sorprendente gran hombre que ya se vislumbraba.
Cansado de esperar en las
Galias, cruza el Rubicón, pequeño río al lado de Ravena, al norte de Italia,
diciendo:
-“Alea jacta est”. -La suerte está echada-.
A ella se encomienda porque está
terminantemente prohibido cruzarlo con todos los efectivos del propio ejército y
lo hace dirigiéndose hacia Roma. Lo demás es ya Historia.
Los Julios tienen lo que se
puede llamar defectos, porque en ese tiempo
no se conoce su origen todavía:
-La calvicie, que a César le
molesta y trata de disimular -como muchos hombres en la actualidad- dirigiendo el
pelo desde la coronilla hacia la frente. Dado que no se podía permanecer
cubierto en el Senado, piensa en pedir permiso a los senadores, una vez elegido
como dictador perpetuo, para poder hacerlo. Su asesinato impide que se dé esta
circunstancia.
-Unos brotes epilépticos le
producen visiones a través de sus sueños para acometer acciones que le conducen
a la victoria. Esta sintomatología la tienen todos los Julios que le siguen,
como si fuese su ADN.
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En su honor, el calendario que
rige y que es obra suya, se llama “Juliano”.
Cambia en 1515 bajo el papado de Gregorio XIII, tomando su nombre. Por causas
políticas la Iglesia Ortodoxa sigue con el cómputo del anterior, lo que explica
la diferencia de fechas en fiestas importantes entre las iglesias ortodoxa y
romana.
También en su honor los romanos
cambian el nombre del mes en que nació -quintilis-
por el de julio, y así continúa llamándose actualmente.
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Los romanos descubren el arte
helénico en el sur de Italia y lo admiran. Al principio lo copian pero poco a
poco va tomando unas características propias, sobre todo en la época del
Imperio, no solo en la figura humana sino en las construcciones civiles y
militares. Admira lo que llegaron a hacer aquellos ingenieros.
“Obra de romanos” se dice para calificar las que
duran siglos. Quizás el Coliseo existiría tal como fue en la época de su
construcción, si por la noche no se hubiesen ido robando las piedras de
sillería que lo componían. Los romanos actuales, tan poco respetuosos con una
institución que les da de comer, dicen: “lo
que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini”.
Templo de César. Mausoleo
Livia, virtuosa
insoportable (58 aC-29)
“Hasta qué punto fue en ella imperiosa la ambición,
que se podría decir que esta fue su verdadera alma. Sus virtudes eran
manifiestas, hasta el punto de constituir una permanente invitación al vicio”.
Tarver. Tiberio el tirano. Westminster
1902
Livia es la mujer romana más importante al inicio del
régimen imperial y también la más retratada.
Debió ser una mujer notable por su belleza, si -lo
que es muy probable- había heredado la de su madre, Aufidia, de origen plebeyo
que con sus atributos físicos logró enamorar y casarse con un patricio
notabilísimo, Livio Druso Claudio. Hombre de recio carácter, padre de Livia, y
que, luchando a favor de la República, se quitó la vida ante la pérdida de la
batalla de Filipos (42 aC).
Dato curioso. Aufidio Lurco,
padre de Aufidia y por tanto abuelo de Livia, no era noble, pero ejerció cargos
públicos importantes en la misma Roma. El impresentable Calígula, bisnieto de
Livia, trata de denigrarla calificándola de plebeya, rebajando la categoría de
su abuelo. En realidad, a la clase social de este se le llamaría en la
actualidad burguesa o clase media, cuya mayoría es la que forma la grandeza de
una nación.
Es indudable que su belleza contribuyó a la conquista
de lo que ansiaba su ambición de poder, pero también debieron ayudarle su
inteligencia, su educación, su forma de moverse, de hablar, de actuar, y muy
especialmente el clan familiar al que pertenecía. Una de esas mujeres que
pueden provocar amor u odio, pero nunca indiferencia, ya que no se puede
escapar del interés y encanto que se desprenden de su figura.
Hay otra faceta de su personalidad que la ayuda de
manera extrema: su frigidez. Como decía Spengler, “las mujeres coquetas y ambiciosas son frías desde el punto de vista
sexual”. El alma de Livia estaba habitada por el ansia de mando y su forma
de ser la ayudó a manejar situaciones que no representaban un peligro para ella
a causa de su temperamento. Livia se hizo odiosa por su “decencia”. Sí que sabía aquella sociedad corrompida lo que era ser
“decente” o lo que esto significaba,
pero ¿conocían la causa?
Dado que la costumbre de la época era que los padres concertasen
los matrimonios de los hijos, Livio Druso Claudio arregló el de su hija con
Tiberio Claudio Nerón, sobrino suyo y primo de la desposada -que solo contaba
con 15 años de edad, estando ya el novio en la cuarentena-. Era precisamente el
que ella hubiera elegido, porque convenía a sus planes. A la vuelta del
destierro se convierte en un inútil, en un estorbo para ellos y se deshace de
él sin la menor misericordia.
Es oportuno pensar que la Livia adulta no podría
olvidar su formación desde la infancia y favoreció siempre que pudo a los
suyos. Pero, ¿por qué compartió el resto de la vida con Augusto -52 años- a
partir de su boda con él, si los Julios representaban lo contrario?
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¿Cómo sería la vivienda donde nació Livia? Sin duda del
mismo tipo que en la que vivió con su primer marido. Con el segundo, Octavio,
se trasladó primero a la casa de él, una villa bastante sencilla, adquirida a
un senador y que radicaba en una de las 7 colinas, la Palatina. Proclamados
emperadores, Livia se hizo construir una casa o villa al lado de la residencia
imperial y que lleva en la fachada su nuevo nombre: “Julia Augusta”. Separada y hacia el norte se encuentra “Villa Livia”, propiedad de su familia y
que la emperatriz arregló a su gusto.
Casa de Augusto
Tubería de casa de Livia. Se reconoce porque pone su
nombre de Emperatriz -JULIAEA-.
Tocador de Livia
Modelos de peinados
Dato curioso. Los romanos usaban orina humana para
lavarse el cabello, por los compuestos que contenía. ¡Qué pena que los espejos
tardasen tanto en aparecer! De momento utilizaban una superficie de metal
bruñida, donde se podía ver el contorno de la cabeza y las facciones, aunque
fuese de forma muy opaca.
La calvicie molestaba mucho a los hombres. Se
aprovisionaban del sitio de Germania cuando les interesaba el pelo rubio, que
tanto les admiró cuando llegaron a Roma los primeros esclavos germanos.
Colina Palatina
Fue la admiración de toda Roma. Dos elementos no
podían faltar en estas residencias de las reales personas: la comodidad y el
lujo. Entretanto, el emperador iba comprando las viviendas particulares de
nobles que había en torno a la suya, de forma que la parte alta del Palatino
quedó propiedad de la familia imperial y algunos césares engrandecieron los
lugares palaciegos. Como Tiberio casi siempre estaba fuera de Roma, construyó
un palacio nuevo en una zona de los alrededores de la ciudad, que se dedicó a
archivo y a sede de recepciones públicas y oficiales.
Las viviendas de Octavio y Livia se descubrieron a
finales del XIX. Hechos los arreglos oportunos, actualmente pueden ser
visitadas por el público.
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¿Era Livia hija única o tenía hermanos? El hecho de
que su segundo nombre fuera Drusila·-pequeña Drusa o Drusilita- hace pensar que
había por lo menos una hermana mayor y ella recibe el diminutivo para
diferenciarlas. ¿Y chicos? No se les nombra en referencia a la milicia o al
Foro. ¿Habría una sala de estudios en la casa? Un “liberto”, como en otras viviendas de nobles, ¿sería su maestro? De
adolescente eran admirables su corrección y su gracia. Poseía una gran fuerza
moral y una salud portentosa.
Al convertirse en mujer casada se alhaja siempre con
discreción. Viste de manera sencilla, pero elegante. Su porte es distinguido.
Eso indica que su vida se desenvuelve en
un ambiente familiar y social en el que impera el buen gusto.
Joyas de mujeres romanas
En el 43 aC se casan Livia y Tiberio. Debió ser un
enlace tan del agrado de todos los Claudios, que sería la boda del año.
A raíz del asesinato de Julio César, el Imperio está
en puertas, pero de momento los romanos se ven abocados a la segunda guerra civil,
que empieza en el 41 aC. En el 40, Tiberio padre, Livia y el hijo de ambos, Tiberio
de 2 años, tienen que dejar Italia por miedo a las represalias que sufren los
enemigos de Octavio. Embarcan en Nápoles, desde donde pasan a Sicilia y de allí
se dirigen a Corinto y a otras provincias griegas. Viajan a pie, de noche, a través
de los bosques. Estalla un incendio que casi da cuenta del pequeño Tiberio,
convirtiéndolo ya en el protagonista de la gran tragedia que iba a ser su
existencia. Un anciano fiel, que formaba parte del grupo, se deja ahogar para
distraer a la tropa de Octavio -ya cercana- que los persigue con empeño. Así se
salvan Livia y la nodriza, pues los gritos desaforados del infante señalaban su
presencia.
El destierro duró 2 años, escondiéndose de los
soldados de Octavio, el que luego sería esposo fiel y sumiso de la perseguida
Livia. Hasta tal punto, que cuando se convierte en Emperador, a los Iacedenomios,
el pueblo que mejor había acogido a su dulce enemiga, como recuerdo y
recompensa, les cede la Citerea. Con ello demuestra un rasgo típico de su
carácter conciliador, generoso e inteligente.
Homenaje al padre del emperador Tiberio
Tiberio Claudio Nerón (85 aC-33aC)
Era un hombre de buena presencia,
inteligente y de una moral aquilatada, dentro de los parámetros propios de la
época. Orgulloso de ser Claudio como todos los miembros de este clan, por el
simple hecho de serlo. En los Claudios se palpaba el espíritu aristocrático y
las ideas republicanas y antidictatoriales.
Tiberio ha sido aliado de Julio
César y nombrado por él para cargos de alto rango, lo que no le impide
traicionarle cuando le conviene y unirse a los conjurados. Imposible saber si
una de las 23 puñaladas asestadas en el cuerpo del muerto ha sido de mano suya.
Lucha también contra Octavio -luego Augusto- sufriendo el exilio y la
humillación de tenerse que ver perdonado, accediendo con buen semblante a los
deseos imperiales, su propio divorcio y la frecuentación de la nueva corte.
Sufrió las decepciones propias
de los exiliados y ninguna alegría, como no fuese la de volver a su patria y
recuperar su estatus familiar y sus bienes -que no era poco-.
En el año 38 aC, ha acabado la
guerra y el tribuno Octavio es el vencedor. Se establece definitivamente en Roma,
donde también ha vuelto Tiberio, con su pena de exilio ya condonada.
Los historiadores contemporáneos
hablan con elogio de Tiberio Claudio Nerón, hombre de gran influencia y al que
se tiene como un romano ejemplar. Sin embargo, Suetonio nos refiere las fechorías
que han cometido algunos de sus mayores, porque para ellos primero es su
familia, su gens, Quien detenta el
poder en ese momento, aunque busque el
bien común, pasa por delante el de su propia estirpe, el de los suyos. Las
posibilidades éticas de la época, aun en acciones dirigidas por césares, no son
lo irreprochables que ahora se piensa que debían haber sido. Por desgracia, en
la actualidad se sabe claramente cuál es la recta conducta y la diferencia
entre el bien y el mal, pero a veces también se obra como hacían estos
antepasados.
Pasado un tiempo, Livia anuncia en Roma su nuevo
embarazo, que no llama la atención, puesto que es la esposa de un matrimonio
legalmente constituido y tiene ya un hijo de 4 años.
Pero el hecho de que tanto Tiberio como Octavio
demanden sus respectivos divorcios, al tiempo que Livia anuncia su próxima
maternidad, hace surgir la duda. ¿Quién es el padre del niño que va a nacer? ¿El
marido o el amante? En este segundo supuesto se ha cometido adulterio -puesto
que el que se cree verdadero padre está también casado-, algo desastroso que
nadie sospechaba. ¿Cuándo han tenido encuentros furtivos los amantes? Las
lenguas viperinas y de 4 filos parecen saberlo todo a propósito de ellos y sus citas
y el pueblo está escandalizado y encantado al mismo tiempo. Hasta Suetonio y Horacio,
amigos y partidarios políticos de Octavio, están convencidos de la paternidad
de este, reforzada por su confesión:
-“Ha sido verla y caer en un
estado de enamoramiento que me impide esperar los 3 meses que quedan para que
dé a luz. Hemos de casarnos enseguida”.
Octavio consulta a los pontífices si se puede celebrar
la ceremonia en esas circunstancias y ellos le contestan -¡lo que hace el
poder!- que sí, siempre que sea ostentosa la silueta de la madre gestante.
El marido envejecido, desengañado, pone las máximas
facilidades y aún la dota a ella.
-“¡Hay que hacer las cosas como
establecen las costumbres!” -dice.
Asiste al convite nupcial en un lugar de honor.
Boda
¿Es el amor, la pasión lo que ha echado a uno en
brazos del otro? Por parte de Livia, más bien los sueños de grandeza, y por los
de Octavio, según propia confesión, ha quedado fascinado, enamorado de ella,
pero prima la política. En su situación es muy conveniente entroncar con una de
las familias más nobles del momento. Es una forma de actuar normal en los
autócratas, a los que la guerra o la revolución han elevado al poder. No tienen
más preocupación en todas las épocas que unirse o pertenecer a la misma
aristocracia que han combatido.
Todo arreglado oficialmente por hombres, sin tener en
cuenta la voluntad que propicia esta situación, que, aunque sea en la sombra,
es la de la propia Livia.
Camafeo representando a Augusto, Livia y Tiberio
Aquello de “qué
lío se armará en el Valle de Josafat cuando Dios diga: Cada hijo con su padre y
cada peseta a su bolsillo”, viene bien al caso. El niño esperado, al nacer
se inscribe como hijo de su supuesto padre: Nerón Claudio Druso será su nombre
y se le conocerá como Druso I o Druso el Mayor. Octavio, ante la caballerosidad
de su predecesor, permite que los dos hermanos vivan en casa de su padre,
aunque vayan a ver a la madre.
El Emperador Claudio, nieto de Livia, cuenta que su
padre Druso recordaba:
-“Vivíamos con papá, pero todas
las tardes nos llevaban a ver a mamá”.
Eran muy dados los pueblos de aquel momento a creer
en adivinos, videntes y astrólogos y aún continúa habiéndolos. A poco de conocer
su embarazo e impaciente por saber el sexo del niño esperado -de que fuera
varón dependía el logro de sus ambiciones-, Livia cogió un huevo de gallina y
lo puso a empollar entre sus senos. Al cabo de muchos días se rompió la cáscara
y salió un pollito con una cresta bien erguida y un principio de espolones. Hasta
aquí lo que cuenta Suetonio y que debió contentar a la futura madre.
Varón, sí, pero ¿qué haría en su vida? Es Plinio quien
relata otro hecho. Estando a punto de casarse Livia y Octavio, sentada ella en
el jardín de la vivienda que iban a compartir, a la ribera del Tíber, cayó en
el halda de su falda un aguilucho blanco como la nieve, recién nacido y muerto.
Llevaba en el pico unas hojas de laurel. La futura emperatriz mandó plantarlas
y aquellas hojas se convirtieron en un bosque. Augusto siempre cogía de allí
las hojas para coronarse cuando se mostraba ante el pueblo.
El astrólogo Escribonio fue convocado en secreto y
dijo a Livia que aquello significaba que, de adulto, reinaría. ¡Qué alegría
para la futura madre saber que el hijo sería emperador! Pero no por él, sino
por ella misma. A través de persona interpuesta -su propio hijo- sería la que
gobernaría en todo el mundo conocido.
Celebrada la boda, última en que la novia se presenta
en las condiciones de esta, ya que fueron prohibidas, Livia pasa a vivir en la
villa de Octavio, a la espera de que se pueda construir la suya propia.
Triclinio de la Casa Imperial
Dado que todas las hipótesis sobre actos humanos son
aceptables, aquí se ven el triunfo del tesón y la ambición de Livia, una
muchacha de 20 años cortejada por un impetuoso muchacho de 24, rodeados por una
aureola social que indica que ambos van a llegar a lo más alto. No parece desacertado
suponer que Livia piense en su interior:
-“Me ha fallado el primero,
vamos a probar con el segundo”.
Una súbita pasión de un mujeriego que normalmente acaba
desvaneciéndose, pero que una mujer frígida e inteligente sabe conducir al
mejor de los puertos: el suyo, con dos bazas, un embarazo y un matrimonio.
Un conquistador puede acabar con la reputación de una
dama, si no fuese porque en ese mismo hecho él queda atrapado en su ascenso
hacia la gloria. Estando el caballero casado, ha cometido un adulterio y,
siendo el primer magistrado de la nación, provoca un escándalo que hace
peligrar su puesto. Caer en la doble trampa preparada por Livia hará que todo se
olvide. La sociedad y la plebe no pedirán explicaciones.
Nacido Druso, Livia tuvo un nuevo embarazo fallido y
que la inhabilitó para tener más hijos. Octavio no tendrá, pues, casado con
ella, un sucesor masculino directo y ha de acudir a otros familiares y
prohijados a fin de encontrar quien continúe al frente de su imperio.
Tiberio, Livia y Druso
Livia fue emperatriz consorte, madre de emperador,
Tiberio, abuela de Claudio, bisabuela de Calígula y tatarabuela de Nerón.
De Livia, doblemente orgullosa, por pertenecer a la
estirpe de los Claudios y por los valores personales que encierra como ser
humano, se puede decir que es la antecedente -avant la lettre, como dicen los franceses-, de otro italiano, muy
posterior, que tomó como ejemplo a Fernando el Católico, Nicolás Maquiavelo. En
política, “el fin justifica los medios”.
De mayor era una matrona de perfecciones solemnes. Brilla en ella una energía
flexible pero inquebrantable, que la acompañará toda su vida de emperatriz. Los
historiadores coetáneos nos cuentan que se le da el título de Eminentísima, porque así es como la
considera la alta sociedad.
A Livia no le importa que el pueblo no la quiera,
desea que la admiren. Muerto Augusto recibe el título de “Genitrix Orbis” -Madre de la Patria- y los historiadores, que comparten
con ella el mismo tramo de vida, alaban sus virtudes domésticas, las horas que
pasa con las jóvenes de la familia y servidumbre femenina del hogar, tejiendo
las túnicas de Augusto y las suyas. Hay personas que la quieren y hasta la veneran,
pero en general a la emperatriz no le gusta que nadie vea su verdadero rostro,
sino el que ella quiere mostrar.
¿Es una hipócrita, una farisea, un sepulcro
blanqueado, como la llaman los historiadores actuales? Livia se hubiese sentido
muy sorprendida por estos insultos. Ella tiene una finalidad en su existencia y
todos los medios que utiliza para llevarla a cabo le parecen legítimos.
Livia Emperatriz
Se la consideraba el prototipo de la matrona romana
con todas sus virtudes. En su mesa reinaba la moderación, solo, tanto ella como
Augusto, tomaban varios vasos de mosto italiano al día, más que por afición
excesiva al vino, porque pensaban que la bebida ayudaba a mantenerse en forma.
Los dos fueron longevos para la época.
¿Cómo se entendieron en su larga vida matrimonial dos
personas que encabezaban dos clanes que se odiaban a muerte? Todo valía en
aquella situación: la calumnia, el falso testimonio, el reparto de documentos
falsos, el destierro, el veneno, la espada…
No se pudo acusar nunca a Livia de disolución o infidelidad.
Ovidio la llamó: “Vestal de nuestras
castas romanas”, y Tácito, avaro en sus elogios, decía:
-“Fue pura en sus costumbres,
como las mujeres de los días antiguos”.
El historiador Dión Casio informa de un rasgo de su
psicología. Livia no se escandalizaba por nada, antes bien, tenía amplitud de
miras, quizás porque la frigidez ahuyenta la tentación. Un día vio un grupo de
hombres desnudos conducidos al suplicio por exhibicionismo y pidió su perdón, aludiendo
a que mirarlos era como contemplar las estatuas de mármol en sus condiciones.
El juez, conmovido por sus ruegos, se lo concedió.
Catón tiene una frase célebre: “Los hombres manejamos el mundo, pero las mujeres nos manejan a
nosotros”. Nunca como ahora se habla tanto de feminismo -a pesar de la
pamema de la paridad y las cuotas-. En la Roma de los césares no habría clubs
de sufragistas, pero surgen mujeres con ambición de mando y extraordinariamente
dotadas para él.
Livia siempre respetó al emperador y actuó como si no
existiesen sus continuos deslices, pero compartían lecho. En las largas noches,
con el esposo insomne por las preocupaciones, Livia tenía ocasión de recibir
sus confidencias y de aconsejarle, siempre que podía, en provecho de ella misma.
Era notorio que Augusto pedía su opinión en cuestiones de Estado. Dión Casio dice:
-“Se ocupaba de asuntos
oficiales como si ella tuviese el máximo poder”.
Y Suetonio comenta:
-“Aparecía ante el pueblo en los
momentos de inquietud y tenía por costumbre exhortar públicamente a la multitud
y a los soldados”.
Parecía una intromisión impertinente por parte de Livia,
pero Augusto supo mantener dentro de sus límites estos abusos, con tal de que cada
esposo -sin injerencias del otro- pudiera conservar su preferencia irreductible
por cada uno de sus clanes.
¡Hay tantos accidentes en la vida! Livia no está
hecha para pelearse o gritar a la gente que no le gusta o le estorba. También
están los discretos sicarios, dispuestos a provocar infortunios, que hacen
desaparecer para siempre los obstáculos. Tiene medios y sabe asegurarse la fidelidad
de quienes la sirven.
Octavio le permite administrar sus bienes y el dinero
de sus cuentas bancarias, motivo por el cual no se puede saber a quién paga y
en concepto de qué. Se llega a decir que el célebre doctor Muza la ayuda en
alguna ocasión.
● ● ● ● ●
¿Qué es un asesino en serie? Un policía alemán, Erst
Gennat, define el concepto en 1930, pero no es hasta los años 70 cuando esta
definición toma carta de naturaleza, gracias al agente del FBl Robert Ressler:
-“Mismo modus operandi,
intervalo de tiempo entre una y otra muerte, ocupación similar de los muertos
con la suya, multitud de impulsos psicológicos, en particular ansias de poder y
control del arma asesina”.
Ninguno de los “muertos”
de Livia la señalan como sospechosa, ni se sabe si la causa de los
fallecimientos es natural o provocada. Pueden obedecer a un conjunto de
casualidades y ser la emperatriz inocente. Solo que las víctimas pertenecen
todas a la familia imperial y su desaparición la favorece en sus propósitos.
¿Qué ocurriría si este hecho se produjese en la
actualidad?
● ● ● ● ●
¿Víctimas?
Se achacan a Livia las siguientes muertes por
envenenamiento de miembros de la familia imperial que obstaculizan la subida de
su hijo Tiberio al trono. ¿Son ciertas?
Los historiadores que la favorecen dicen que no y los
que la denigran dicen que sí. De Voltaire es la frase: “Calumnia que algo queda”.
Urna funeraria de Marcelo II
Claudio Marcelo II
(42 aC-23 aC) es hijo de Claudio Marcelo y de Octavia -hermana de
Augusto- y por tanto sobrino carnal de este y sobrino bisnieto de Julio César -se
mezclan en él las sangres julia y claudia- y Augusto no tiene sucesores
masculinos directos. Encuentra que Marcelo es el más idóneo y el más grato para
ocupar su puesto. Al celebrarse el triunfo de la batalla de Actium, el Emperador
hace que su sobrino, de 13 años, cabalgue a su derecha y Tiberio a su
izquierda. Esto era muy importante entre los romanos, donde el ceremonial en la
Corte tenía significación de jerarquía.
Batalla de Actium
Joven al que adornaban virtudes manifiestas en medio
de la corrupción de aquel momento y especialmente las luchas entre los Claudios
y lo Julios. Séneca nos habla de él en estos términos:
-“Adolescente de fuerte ánimo,
de poderoso ingenio y de frugalidad y continencia absolutas”.
Le acompañaron en vida historiadores como Suetonio y
Dión Casio, Tácito y poetas y filósofos como Séneca, Horacio y Virgilio. El
emperador lo casó a los 16 años con su hija Julia de 14, pero falleció en plena
juventud, recién cumplidos los 19. Le atendió en su enfermedad el doctor Muza,
que ya había salvado a Octavio y poseía fama y fortuna, pero en el caso de
Marcelo fracasa. Esta muerte causó consternación en Roma y gran pena en Augusto,
que vio cómo perdía al mejor de sus sucesores. Ante el César y sus familiares,
Virgilio leyó unos pasajes de La Eneida y al llegar adonde se hace el elogio de
Marcelo, fue tal la impresión que produjo en Octavia la madre, que cayó
desmayada. El emperador le entregó al poeta 10 sestercios por cada uno de los
32 versos de que consta dicho elogio.
Cayo César (20
aC-4) y Lucio César (17
aC-2), hijos ambos de Julia I la Mayor y de Agripa. Su abuelo Augusto sentía
mucho cariño por estos niños, a los que había prohijado. Viven y se educan en
la corte imperial. Son nombrados sucesores bajo la regencia de su padre. Muerto
este y velando por la carrera de su hijo, la tenaz Livia hizo que el Emperador
ordenase el matrimonio de la reciente viuda de Agripa con su hijo. Parece ser
que, como cuenta Dión Casio, lo ordenó “bien
a pesar suyo”.
Lo aceptó como yerno y como tutor de los dos
adolescentes. Tiberio sentía hacia ellos un gran resentimiento, ya que se
sentía postergado frente a los nuevos herederos del trono, mientras él era un
simple tutor. Los sentía como usurpadores. Aparte de su brillante carrera
militar pertenecía a la casta de los Claudios, según estos muy superiores a los
Julios. Un historiador dice: “Tiberio no
digirió esta afrenta”.
El tutor los tenía sometidos a una férrea disciplina
militar. Cayo y Lucio no poseían ningún valor y su debilidad física y moral,
propia de la familia imperial, era notoria. De Lucio se sabe poco. Falleció de
manera súbita en Marsella, el año 2, yendo hacia España.
A Cayo se le considera un degenerado; “sus vicios eran atizados por los cortesanos
y su conducta tan desigual que ofrecería abundante tema, tanto para el elogio
como para la condenación”. El Emperador, cegado por el amor de casta, le
escribía con ternura llamándole “luz de mis
ojos”. Preparó en su honor una brillante expedición hacia Oriente. Cayo,
durante este viaje, dio pruebas de torpeza y recibió un golpe peleando con sus
enemigos, que le nubló el entendimiento. Preso de melancolía, se retiró a la
vida solitaria, viviendo en un barco de mercancías. El abuelo volvió a
intervenir para convencerle de que volviese a Roma, pero estaba tan enfermo que
murió antes de llegar a Italia, frente a la isla de Rodas. El pueblo creyó en
la intervención de Livia, contumaz envenenadora.
Agripa Póstumo (12
aC-14) Hijo de Julia I y de Agripa, hermano de los 2 niños Césares. “Póstumo es notoriamente anormal, como su
madre y se nota en el aspecto huidizo de su perfil en las monedas que con su efigie
circulan. Es depravado de alma, de carácter, brutal y de humor violento. Su ignorancia
es grosera y está orgulloso de su fuerza física”. Así lo describen sus
contemporáneos. Hasta el momento no ha cometido ningún acto delictivo, solo se
dedica a pescar con caña.
Es el último sucesor directo de Augusto, quien nombra
herederos a él y a Tiberio, obligando a este a que adopte como hijo a Germánico.
Livia odiaba a Agripa y empezó a intrigar, mandando agentes de los Claudios a
repartir cartas -falsas- supuestamente escritas por el nieto contra el abuelo.
Augusto se enoja y lo destierra a la isla de Planasia. Pasado el tiempo se
arrepiente y va a visitarlo y “a llorar
con él”. A pesar del secretismo, Livia recibe una confidencia y se entera y
ya todo son cuchicheos entre ella y Tiberio. La consigna es:
-“Hay que acabar con Agripa
Póstumo antes de que muera el César”.
Augusto estaba próximo a su fin. No se sabe quién
ordenó la muerte de Póstumo. Un centurión acudió a la isla y lo ajustició con
su espada, haciendo gran esfuerzo, porque la víctima, aun sin armas, era muy fuerte.
El verdugo va a Roma con la noticia:
-“He cumplido las órdenes del
César”.
Pero, ¿de qué César? Augusto ya había expirado. ¿Sería
posible que la intrigante Livia le hubiese arrancado una firma poco antes de
morir, y por tanto no se contaba con su testimonio? Tiberio mira hacia otro
lado, solo comunica públicamente la muerte del emperador, información que retiene
hasta saber con certeza que Póstumo es ya cadáver.
Dato curioso.- Antes de ser
ejecutado Agripa Póstumo, unos amigos suyos -senadores, personal de su Casa,
caballeros- traman una conjura contra Tiberio, ya en el poder. Les ayuda Clemente, esclavo de Agripa y parecido a
él físicamente. Se dirige en barco hacia la isla Planasia, pero por desgracia
los vientos le son adversos y cuando llega ya le han cortado la cabeza al
prisionero. Los comprometidos querían llevarlo a Germania, donde las legiones están
siempre en contra de Tiberio, y anuncian al pueblo romano que Póstumo ha
resucitado y algún día volverá. Clemente
estaba escondido, sale a la luz y se dirige al puerto de Ostia. Allí le recibe
una multitud entusiasta con grandes vítores, creyendo que en verdad es Agripa y
por tanto enemigo del César como ellos. Hay que imaginar el pánico de Tiberio
hasta que sus soldados lo apresan y muere en el potro sin denunciar a los conjurados.
En pleno tormento lo visita el nuevo emperador.
-“No comprendo cómo has llegado a ser Póstumo”, -dice
Tiberio-.
-“Y yo no comprendo como tú has llegado a ser César”,
-le contesta Clemente-.
Germánico
Agripina desembarcando con las cenizas de Germánico.
Turner
“Es indudable que Germánico reunía
en grado que nadie haya alcanzado nunca todas las virtudes del espíritu y del
cuerpo. Belleza y valor incomparables; superiores dones de sabiduría y elocuencia
en los dos idiomas, el griego y el latín; extraordinaria bondad; talento
maravilloso para ganar las simpatías, en fin, para ganar el afecto de los demás”.
Esta es la forma en que lo describe Suetonio.
Hijo de un matrimonio ejemplar: Druso I el Mayor y Antonia
II la Menor. Físicamente se parece a Druso, también en sus visiones y ensueños
en un grado mayor. Tiene arrebatos. Solo le encuentran un defecto: tiene las
piernas muy delgadas. Él lo corrige montando mucho a caballo. Augusto lo quiere
y le gustaría que fuese su sucesor. Lo casa a los 19 años con su nieta Agripina
la Mayor. Por su formación literaria escribe bien en latín y griego y deja
alguna pieza de teatro y poesías. Joven exaltado, pero prudente, no quiere
obrar de forma que disguste a su tío, que quiso tanto al padre, y al hijo lo
detesta. Excelente militar, impetuoso en la batalla donde se lanza al cuerpo a
cuerpo. En una ocasión en que Tiberio lucha en Dalmacia, Augusto manda a Germánico
para que le ayude. ¡Nunca lo hiciera! Tiberio lo considera una humillación que
merece venganza.
Dato curioso.- El pueblo
oprimido lo recibe con entusiasmo, porque piensa que será como su padre,
demócrata y restaurará la República. Deseo irrealizable, puesto que los césares
reciben una formación desde la cuna, que les impide responder de otra forma política
cuando suben al poder. En la República los cargos importantes los ocupan los
patricios, no la plebe.
Ya en el trono, Tiberio le llama desde Germania para
que le ayude.A las legiones les gustaría
que diese un golpe de Estado y ocupase el lugar del César. Germánico se niega,
pero Tiberio no olvida. Acabada la batalla, lo devuelve a Roma con todos los
honores, pero en excedencia. El pueblo está indignado y más con el viaje a
Oriente -que han hecho casi todos los príncipes romanos- y que organiza Tiberio
para honrar a su sobrino e hijo de adopción. El César nombra nuevo gobernador
en Siria a Pisón, gran amigo, para que tutele al ilustre viajero, al tiempo que
envía largos despachos, leídos por Pisón en secreto.
A Roma llegan noticias que
asustan a la gente, muy crédula con los presagios. Al pasar por Egipto,
Germánico ha tratado de dar de comer con su propia mano al buey Apis, el cual
ha apartado su cornamenta cabeza. ¿Inapetencia? ¿Aviso? El joven general -33
años- muere sin que se sepa la causa. ¿Paludismo? ¿Tuberculosis? ¿Qué motiva
las manchas lívidas que cubren su cuerpo y la espuma que sale por su boca? Al
producirse la cremación el corazón no se
quema. ¡Ahí estaba el mal! Ya se sabe que, cuando se padece una enfermedad cardíaca,
es este músculo el que no arde. Germánico tiene tiempo de decirle a su mujer
que lo han envenenado. Agripina llega con su nave a la costa romana donde se
oyen no los gritos del entusiasmo, sino los murmullos del dolor. Tiberio quiere
que tenga un entierro modesto, pero el pueblo consigue que se celebren las
honras fúnebres que merece.
Tiberio, cobarde como de costumbre, deja caer a
Pisón, el cual es juzgado y se suicida para no sufrir el tormento. Su mujer
Plancina, ¿de qué está acusada? ¿De ser su cómplice? Se salva por pertenecer al
círculo íntimo de Livia. La inevitable Livia de la que siempre se sospecha
cuando se habla de la muerte de algún miembro de la familia imperial.
Emperador Augusto
Augusto madruga y gusta de dar un paseo por el jardín.
Al final se acerca a su higuera preferida y come 2 ó 3 higos, su fruto
predilecto. ¿No recelaría nunca que alguien pudiera envenenarle? Si Livia lo
hizo sería porque el emperador le había ocultado su visita a su nieto Agripa
Póstumo para que volviese a Roma y fuese su heredero. Es el último obstáculo
para Tiberio. Todos se han hecho mayores, el tiempo apremia. ¿Y si se
encuentran con una sorpresa en el testamento?
● ● ● ● ●
Livia se encarga de que Tiberio reciba desde niño,
una excelente educación en todos los campos, como corresponde a un futuro
emperador, y que él asimiló. Hombre sin voluntad, tuvo que apoyarse en otra
voluntad enérgica, la de su madre, que más que tal fue siempre su emperatriz. No
es el clásico niño que adora a mamá y se siente correspondido por ella. Más
bien la desprecia por su comportamiento con su padre. Muerto Augusto, Tiberio
se niega a aceptar su herencia, pero reflexiona y finalmente decide gobernar,
si puede hacerlo solo. Para él es una esclavitud compartir el poder con Livia,
unido al humor quejumbroso que ella muestra en su vejez.
Livia en su vejez
Sin obstáculos entre Tiberio y el trono comienzan a
deshacerse unos lazos que han sido de ambición, no de ternura. Suetonio nos
cuenta la causa que convierte la ruptura en definitiva. Livia en su irritación,
hace leer al nuevo César unas viejas cartas, que le escribió Augusto años atrás,
en las que se quejaba del “humor acre e
intratable”·del hijastro. Este se indignó tanto de que su madre hubiese
guardado durante tan largo tiempo los documentos mortificantes, que a partir de
entonces solo la vio una vez. Ni siquiera acudió a sus funerales.
Se comprende la violenta ira que acomete a Tiberio y que
rompa definitivamente con su madre. Una carta es un documento íntimo en que se
pueden mostrar sentimientos que al día siguiente se han olvidado. ¡Qué poca generosidad
denota esta exhibición! Livia había pedido al Senado que deificase a Augusto y
se dedicó a su culto, que en poco tiempo paso a todo el Imperio. Tiberio le
prohibió que pidiese cualquier favor para sí misma. La visita el año 22, estando
enferma, pero no el año 29 en su lecho de muerte. Tampoco acude a sus honras
fúnebres. Manda un escrito al Senado diciendo que sus múltiples quehaceres se
lo impiden y expresándose a propósito de la recién muerta, su propia madre, en
términos poco halagüeños.
¿Por qué fueron tan difíciles las relaciones entre
Livia y Tiberio, y Augusto y Tiberio? Tiberio consideraba a su madre una
adúltera que había puesto en ridículo a su padre y Augusto era quien la había
ayudado. Por otra parte, Augusto veía en Tiberio el recuerdo de su propia infamia.
“Madre imperiosa” la llama Tácito. Livia ve en
Tiberio un instrumento de dominio y él en ella una aliada en sus odios. Cuando
a los 9 años pronuncia la oración fúnebre por su padre, la ve como ya la verá
siempre: una mujer bella, pero fría. Sin duda fue una de las causas principales
de que aquel hombre tuviese el corazón tan seco.
Livia deificada
En el año 41 su nieto Claudio la deifica. Livia se lo
pide porque teme ir al Averno. Se la representa subida a un carro tirado por
elefantes. Con este acto se cumple la parte del testamento de Augusto dedicada
a Livia, a quien le corresponde el título de “Julia Augusta”. Aparte el emperador le ha dejado una buena
aportación económica.
¡Extraña mujer! ¿Gata o pantera? ¿Valió la pena vivir
aquella vida, si es que aquella vida fue realmente su vida?
Livia vestida de gala
Cayo Octavio
Turino Octaviano (63 aC-14)
“… puesto que la crueldad de la
fortuna -se oye alta y clara la voz del liberto leyendo el testamento de Augusto,
en medio del atento silencio de los senadores- me ha quitado a mis hijos Cayo y Lucio, que Tiberio César sea mi
heredero”.
Al expresarse así, Augusto confirma la sospecha de
quienes piensan que al elegirlo lo ha hecho, no por afecto, sino por necesidad.
Suetonio piensa que el sensato emperador debió pesar con singular atención las virtudes y los vicios de Tiberio y
encontrar que aquellas eran superiores a estos. La maledicencia hace que
circulen comentarios sin base y el todo visto con la mentalidad de la época
donde pasan por minucias lo que actualmente se consideran horrendos crímenes. Sí
es cierto -entonces y ahora-, las presiones que sobre la persona pública puede
ejercer el hogar.
Tiberio no quiere aceptar tan altísimo puesto, porque
conoce la amargura del padrastro al otorgarle ese honor. Se entablan discusiones
fuertes entre él y los senadores que le ruegan que acepte. Al final lo hace,
pero sin entusiasmo, como un deber. Un trono que se asienta sobre bajas
pasiones, odios, muertes, ¿cómo distinguir la fatalidad de un crimen?
Tiberio conoce su propia conducta social y las veces
que Augusto ha tenido que presentar disculpas por los malos modales del yerno,
sobre todo delante de gente de rango.
● ● ● ● ●
Cayo Octavio Turino nace en Roma un 23 de septiembre.
Su familia paterna ostenta varios títulos políticos. El padre, senador, muere
cuando el niño tiene 4 años y su madre, Atia -sobrina de Julio César-, se
vuelve a casar. Es el padrastro quien lo educa en una férrea disciplina
militar. Suetonio lo describe así:
-“Rara belleza, ojos vivos
brillantes, nariz aguileña, cabello rizado”. Era flacucho y de corta
estatura. Cuando está rodeado de gente alta, se nota que él no lo es. Si está
solo, su apostura, su personalidad, la clase de su misión hacen que nadie
repare en su aspecto físico, sino en el halo que le rodea y que marca lo
extraordinario de su destino.
A pesar de sus graves enfermedades de juventud -se
dice que el doctor Muza le curó una tuberculosis a base de una hidroterapia
fría-, ayudado por su fuerza de voluntad y su energía moral, toda su vida
desplegó una enorme actividad, dirigida por una inteligencia muy práctica.
Hombre de intelecto cultivado, dejó varias obras escritas -pero perdidas-.
Ordinariamente no mostraba crueldad en su comportamiento, pero sabía aplicarla
para imponer normas en una sociedad tan vacía de contenido al acabar la guerra
civil. Los propios senadores se reían cuando les llegaban sus mandatos -que
naturalmente se aprobaban- porque el propio emperador, tan buen gobernante, no
era un dechado de moralidad.
Era muy mujeriego, y a este respecto se contaba que,
estando en un banquete en Roma, le hizo una seña a una señora y ambos se
retiraron, volviendo al poco tiempo, la dama con la tez ligeramente enrojecida
y él despeinado. La gente, con indiscreción, miraba al marido que estaba
también presente. Este defecto se le reprochó muchas veces, pero él continuó
así hasta el final de su vida.
Sobrino nieto de Julio César, al que visita cuando
está con su ejército en España -en lo que es actualmente Portugal y Andalucía-.
El tío queda impresionado ante su manera de actuar y lo hace subir a su carro
de vuelta a Roma, donde con gran discreción deposita sus últimas voluntades en
las estancias de las vestales. Lo adopta como hijo y lo nombra sucesor suyo. Añade
a su nombre el de Octaviano, que indica precisamente esta nueva relación. Entre
tanto, Octavio parte hacia Oriente para acabar su carrera militar -mucho más
joven que sus compañeros-, con lo que ya no verá vivo a Julio César cuando
vuelva a la metrópoli.
Marco Antonio, creyendo que es él y no Octavio el
sucesor señalado en el testamento, coge sin permiso estos papeles y no los
quiere devolver. El doble suicidio de Marco Antonio- a quien siguen los
patricios- y Cleopatra -cuya fortuna sirve para pagar a las legiones-, acaba
con la cuestión. Celebrada su boda con Livia, todos los patricios siguen a
Octavio. Los familiares le aconsejan que no acepte la voluntad del tío, pero él
piensa que por ahí va a encauzar su existencia.
Ostenta cargos de responsabilidad muy joven por su
madurez intelectual Se le conoce por primera vez hablando en público a los 12
años, durante las honras fúnebres por su abuela Julia la Menor. En los terrenos
político y militar a los 19 años, y como triunviro al empezar la segunda guerra
civil. Después de muchos avatares entra en Roma como vencedor, pero la
experiencia propia y ajena sirven para algo: no se quiere imponer como dictador
al estilo de su tío, sino que dice que el poder reside en el Senado y el pueblo
romano -Senatus populusque romanus-.
Toda Roma está llena de gallardetes con estas cuatro iniciales: SPQR, que
también lleva el ejército.
Octavio restaura los principios de la República, con
lo que el poder gubernamental reside en el Senado. En la práctica él continúa
siendo un autócrata porque se hace elegir año tras año para los puestos que
detenta la autoridad. Consigue que una entidad republicana en la práctica sea
gobernada por una sola persona y a esta nueva institución la llama Principado, porque él es el Princeps, el primero, la cabeza.
Augusto Prima Porta
Octavio va hacia el imperio absoluto, establecido el
año 27 primero por el imperio con formas republicanas. Recibe innumerables
títulos del Senado, que suponen poder. El pueblo le quiere; los soldados
también. Funda la Guardia Pretoriana,
que tiene dos ramas: policía y bomberos. A su muerte, casi toda Roma se ha
reconstruido bajo su reinado. Las legiones, le defienden, con lo que el perfil
del Senado se debilita. Los ingresos económicos son enormes, lo ayudan a
mantener la paz, llamada romana u octaviana, que dura 2 siglos. Es el
primer emperador y el que más años gobierna. Único dueño de los destinos de
Roma, acatan su autoridad unos 120 millones de súbditos, esparcidos en un
territorio de 6 millones de Km2.
Familia romana
Se crea una red de carreteras que comunica todo el
Imperio y otra de postas que une por correo.
Durante su mandato promulgó varios empadronamientos,
entre ellos el de Judea, que lo eran por primera vez. Hubo personas que no
encontraron posada, entre ellas José, María y Jesús, que nació el año 749 de la
fundación de Roma y 25 de su reinado.
“Y tú Belén, tierra de Judá, no eres la menor…”.
El año 14, Augusto se encuentra en Nola -municipio de
la ciudad de Nápoles-, lugar muy recordado por los romanos porque en sus
alrededores detuvieron la marcha del imparable Aníbal, dirigidos por un general
Claudio, antepasado de Tiberio.
En Nola le hizo levantar un templo su sucesor. Augusto
le había enseñado las artes de la guerra y del buen gobierno, y el hijastro lo
admiraba, solo que su eterno resentimiento le impedía reconocerlo o
manifestarlo.
¿Qué mejor maestro que el que lo ha sido primero de
sí mismo? Bien podía envanecerse Augusto -de no haber sido tan modesto-. El
pueblo le perdona los errores de su juventud al llegar a lo más alto de su
magistratura. El mes en que nació, sextilis,
pasa a llamarse agosto, en honor suyo.
Allí muere el más inolvidable de los emperadores romanos, sin que se sepa la
causa.
● ● ● ● ●
Cualidades típicas de su carácter son el espíritu
conciliador, la generosidad y la prudencia. Grande es su ambición y sabe dónde
quiere llegar y cómo. A pesar de la impetuosidad de los Julios que le posee,
puesto que él también lo es, sabe que esa cualidad ha de estar atemperada por
el don de la oportunidad. Realiza sus empresas al dictado de sus ensoñaciones.
Jamás desprecia ni las propias ni las de otros, relativas a esta cuestión.
“Si vis pacem para bellum” -si quieres la paz, prepara la
guerra-. Principio practicado por los romanos. Augusto fue maestro en el clientelismo: con el poderoso llegaba a
un acuerdo diplomático, y al pequeño no hay que decirle qué ejército hay detrás
de Roma para que cediese en sus derechos. Hay algo contra lo que no puede
luchar: la muerte, que le deja sin los herederos queridos. Muy amante de la
vida familiar que fomenta, lo que no se comprende es que sea tan rígido con los
parientes que no le obedecen. El castigo es el destierro o la muerte, no ocasionada
directamente pero sí por el sufrimiento. Los matrimonios dentro de la familia imperial
son una cuestión de Estado a la que no se pueden sustraer los elegidos.
En cuanto a la vida social privada, tiene poco tiempo
para ella. Es sencillo, poco amante del lujo. A veces se reúne con los buenos
amigos a tomar unas copas con almendras, como hacen los romanos cuando beben
entre comidas ¿durará mucho esta moda? Se ven en los salones de Villa Livia, especialmente
en el que está pintado el fresco del olivo con los pájaros.
Villa Livia
¿Hay mucha diferencia entre este fresco y cualquier
cuadro de una escuela francesa del XIX?
Los políticos, más que por amor, se casaban por
conveniencia con mujeres emparentadas con patricios que pudiesen ayudarles.
Augusto, después de romper varios compromisos, se casó con Escribonia, hermana
de Lucio Escribonio Livio, personaje de mucha influencia.
Llegado el momento en que tuvo que divorciarse de
ella, para casarse con Livia, pudo hacerlo con más caballerosidad y no presentando
por escrito papeles en que aseguraba que era insufrible e imposible la convivencia
con ella. Bien conocidas eran la bondad de esta señora y su espíritu de
sacrificio y la ayuda a su hija.
Endogamia
En el siglo XVI gobierna en
España la dinastía Habsburgo, o Austria, primos de los emperadores austriacos.
Ambas ramas se habían prometido que solo se casarían entre ellos. Si en el
siglo XVI no se conocían los problemas de la herencia genética, menos se iban a
conocer en la época del imperio romano. La política matrimonial en ambas
familias vio decaer física y mentalmente a los hombres potenciándose en ellos
las enfermedades hereditarias.
Curiosamente, también en ambos
casos, las mujeres se libran de estos males o están atemperados. Se observa su
fortaleza de carácter en la firmeza de las barbillas -Livia, Octavia, Antonia,
Agripina… - y en su actuación heroica.
Luchas entre las dos castas
Julios contra Claudios
La pugna entre Julios y Claudios tuvo 5 grandes episodios, correspondientes a las etapas
genealógicas siguientes:
1.º.- Marcelo II -Julio- contra Tiberio -Claudio-.
2.º.- Cayo y Lucio -Julios- contra Tiberio.
3.º.- Agripa Póstumo -Julio- contra Tiberio.
4.º.- Germánico -Julio- contra Tiberio.
5.º.- Hijos de Germánico -Julios- contra Druso II, hijo de
Tiberio, y contra su nieto, Tiberio Gemelo.
Estos cinco grupos se pueden
agrupar en dos:
1.º.- Augusto, trata de acabar
con los Claudios mientras Livia los
sostiene.
2.º.- Tiberio Emperador y Livia
entre bastidores, tratan de extinguir a los Julios.
Claudios contra Julios
La segunda parte se desarrolla
bajo el signo de Livia, mujer extraordinaria, implacable, tenaz, muy activa y
que sirve de eje a los últimos relatos de la gran lucha.
1.º.- Tiberio.
2.º.- Calígula.
3.º.- Claudio.
4.º.- Nerón.
Tiberio Claudio Nerón, Emperador (42 aC-37)
“Entre los pecados capitales no figura el resentimiento
y es el más grave de todos, más que la ira, más que la soberbia”.
Miguel de Unamuno
Se puede decir que Tiberio es un
anormal, no porque esté loco, sino porque debido al resentimiento que nunca le
abandona, es distinto a los demás
● ● ● ● ●
Séneca escribe: “El vino lava nuestras inquietudes, enjuga
el alma hasta su fondo, y entre otras virtudes, asegura la curación de la
tristeza”.
Bien que él y otros autores
están en contra de los excesos que producen la degradante embriaguez. Plinio
también lo critica duramente, pues dice que:
-“En tiempos de Tiberio se ha introducido la dañina y
pésima costumbre de beber en ayunas, por culpa de los médicos que buscan su
renombre con cualquier novedad”.
Tiberio, aunque bebiera, siempre
se mantuvo sobrio; el vino era el mejor remedio para la melancolía, enfermedad
que le acompañó toda su vida. Las aventuras de Julia llegaban hasta la
soldadesca como un perfume de burdel y las miradas furtivas de los legionarios
herían su dignidad.
● ● ● ● ●
Nace en Roma el año 42 aC y
muere, a los 78 años, el año 37. Un niño de 4 años, a quien Plinio calificó
siempre de “tristísimo”, hubiese
olvidado su infantil exilio al encontrarse en un ambiente del mayor bienestar
material, que le abre el camino a la gloria y la grandeza. Es el ver a su
padre, a quien tanto ama y con el que tan unido está, por el orgullo de
pertenecer a la gens claudia,
pesaroso por todo lo ocurrido, lo que le hace compenetrarse con él, de tal
forma que parece que hay una transferencia de sentimientos entre padre e hijo.
Llega la edad del amor y Augusto
piensa en casar a Tiberio y lo hace con Vipsania -hija de Agripa Vipsanio-. Él
ha sido desgraciado desde pequeño y continúa siendo misántropo, retraído,
escéptico y en su vida sexual poco fogoso y puritano. Con Vipsania encuentra lo
que necesita: creer que el matrimonio es monógamo, apacible y sin aventuras.
Pero es una mujer sin fuerzas para oponerse junto a su esposo a una situación
que no les gusta. Pasados ocho años con un hijo, Druso II, y con otro en camino,
Augusto obliga a Tiberio a divorciarse para casarse con Julia la Mayor. ¿No se
da cuenta que el caso es el mismo que el suyo con Livia? En el hijastro se
agudizarán sus defectos y el afán de vengarse. Nada se olvida, pero sin prisas.
Ya llegará el momento. “Los dioses
prefieren servir la venganza como plato frío”. Tiberio también.
¿Cómo era Tiberio? Un hombre de
buena figura, alto y guapo. Suetonio lo describe como ancho de tórax, rasgos
nobles y grandes ojos, piel muy blanca, fuerza física enorme y por tener una
cosa más rara dentro de su extraña personalidad, dicen los historiadores que
veía como las lechuzas, en la oscuridad. Eso podía durar unos minutos, ya que
cuando la luz diurna era normal, la visión era bastante deficiente. Fue una de
las causas que alegó para rechazar el poder a la muerte de Augusto: miopía. En
algunas estatuas se notan los globos oculares salientes.
Dato curioso: cuando se habla de
Nerón, aparte de sus actos de maldad intrínseca, se suelen contar sus
excentricidades. En ocasiones de grandes espectáculos, se sujetaba una
esmeralda al estilo de un monóculo para ver mejor. Tantas mezclas de Julios y Claudios,
¿cuántos miopes habría entre ellos, aunque solo se hable del primer y del
último Claudio?
En su temprana vejez, Tiberio
siente haber perdido las dos cosas que más aprecia: su cabellera y su dentadura.
Tácito lo ve muy delgado, encorvado y con pústulas que tenían muy mal aspecto, que
hacían volver la vista con horror a la gente.
Tiberio ha gozado siempre de buena
salud, pero como en mucha gente de la nobleza romana, le aparecen unas pústulas
que no son mortales. Un patricio que ha estado en Asia las contagia a sus
amigos. De origen desconocido, tampoco se conoce el remedio salvo limpiar
continuamente el pus con agua y poner un emplastro.
Dato curioso: Hay una leyenda de
la Edad Media en la que se asegura que la Verónica fue la encargada de curar
las pústulas del Emperador. Vino de Israel a Roma y depositó cada una de las
gotas que contenía el lienzo que enjugó la faz del Señor en cada una de las
pústulas, y eso es lo que lo curó definitivamente.
A partir de los 16 años, Tiberio
empieza a acompañar a Augusto en sus campañas guerreras. ¿Hubiese desaparecido
la tirantez entre ellos de no existir las influencias extrañas? Los legionarios
y el pueblo preferían a los Julios y la lucha cuerpo a cuerpo. Tiberio procura
ir más lento para evitar derramamiento de sangre. Menos espectacular, pero más
eficaz.
En cuanto a la vida de las
Bellas Artes, está muy informado y adquiere buenas colecciones para él y para
adornar lugares públicos. Solo hay algo que le retrae de adquirir más obras: su
tacañería proverbial. No le gusta la caridad sino la filantropía, por el
contacto personal que supone la primera.
Tiberio es el antipático
universal. Nos dice Tácito:
-“Carecía de modos afables”.
Suetonio informa:
-“Un gesto de sus manos suplía toda una frase”, lo cual molestaba mucho a la
gente de su entorno.
Estatua de Tiberio del Palacio de Capri
Augusto disculpaba continuamente
a Tiberio, siendo él tan simpático al lado de la impopularidad de su yerno. No
gustó nada su retiro a Rodas, pero sí que fue un momento de gloria para él su
vuelta a Roma y su adopción por parte de Augusto el año 4. Las legiones se
sublevaban continuamente, precisamente por la larga paz. Ejerció su poder
durante más de 20 años, con una excelente administración y fuerte disciplina,
pero sin ninguna cordialidad, lo que impedía que se le apreciase.
A pesar de su rectitud, lo que
le hacía más impopular eran los pleitos familiares, ya que los romanos se
decantaban por los Julios. Tiberio escribe al Senado:
-“El odio que suscita mi persona por servir bien a la
República…”. Le dolía el que no se reconociese que cumplía bien con
sus obligaciones. Le enviaban anónimos, por lo que se fue a Capri, en donde la
soledad le hizo sufrir un terror enfermizo en sus últimos años.
Palacio de Tiberio
Hubo una explosión de alegría el
día de su muerte. Ya no pensaban que era recto en su proceder, sino en su
antipatía. Por las calles de Roma iban gritando: “Tiberio al Tíber”.
Puente de Tiberio
El trapense Thomas Merton, dice:
-“No somos islas, somos por lo menos archipiélagos”.
Hablando de las islas en general
y de la soledad.
Tiberio no entendía la soledad
como nosotros creemos, sino más bien como Merthon. Por ejemplo, cuando estaba
Roma superpoblada, notaba la soledad y es cuando se iba a Rodas o a Capri. En la
primera isla hablaba con maestros griegos y en Capri con amigos selectos a los
que había invitado.
Los últimos once años de su vida
los pasa en Capri, pero conforme envejece le entra verdadero pavor y su guardia
pretoriana impide que se le acerque nadie. Hay dos cosas de las que no hay
visos que sean ciertas: la vida desordenada de Capri -¿cómo va a conducirse de
una manera que no ha podido hacerlo en su juventud?- y su muerte violenta. Los
historiadores actuales piensan que los enemigos del Emperador las han inventado
con el objeto de dejar esa visión tan desagradable de Tiberio.
Tiberio tiene una pulmonía y el
médico de la Corte lo está vigilado. De repente ve a Calígula y al valido
Macron que tratan de asfixiar a Tiberio con la almohada y les dice:
-“No os manchéis las manos, que va a durar unos
minutos”.
En efecto, Tiberio se levanta
para buscar el anillo que significa poder, y al ponerse en pie nota que el
corazón lo fulmina.
Muerte de Tiberio. J. Paul Laurens
Nerón Claudio Druso I (38 aC-9 aC)
Nacido en Roma y muerto en las
orillas del Elba. Simpático, jovial, acogedor con todos sin importar la clase
social, afable y cortés, todo cualidades julianas. Fue tal su popularidad que
la transmitió a su hijo Germánico y al hijo de este, su nieto Calígula, que por
sí mismos no eran capaces de estos merecimientos. Horacio habla de “la dulzura y el agrado de sus costumbres”.
El que el pueblo lo considerase un héroe popular, provendría de considerarlo
hijo del amor adulterino y en el contraste con la antipatía de su hermano
Tiberio. Físicamente se parecían mucho los dos hermanos. Esto es lo que aducen
los que defienden que ambos eran hijos del mismo padre. Fuese así o no, tenían
la misma madre y eso bastaba para que sus rasgos fisonómicos fueran muy
semejantes.
Druso sufre alucinaciones y
sueños fantásticos como el de la mujer de enorme tamaño que se le aparece en
Germania ordenándole que cese en sus conquistas. Sueños de ese tipo son
hereditarios y propios de los Julios. La madre de Octavio, Atia -sobrina nieta
de Julio César y presunta abuela de Druso-, también los tenía, algunos de tipo
erótico: sentir como si una serpiente se deslizase tan suavemente por su cuerpo
como las caricias del esposo. Al día siguiente se purificaba.
Druso muere en plena juventud y
en plena gloria. Acaparaba las simpatías de todos, especialmente del pueblo,
porque se las daba de demócrata, régimen que no hubiese podido implantar aun
llegando a emperador. Tiberio, tan parco en sus afectos, lo adoraba y recorre
desde Lyon al Elba, en un día y una noche, los 200.000 pasos que les separaban.
Druso muere en brazos de su hermano:
“…que está deshecho, pálido, con los cabellos en
desorden, los ojos llenos de lágrimas y el rostro desfigurado por el dolor”.
De esta manera, tan trastornado,
nadie volvería a ver al futuro emperador que dio el nombre de su hermano a su
hijo. Encabezada por Tiberio, parte la larga comitiva que, con toda solemnidad,
lleva el cuerpo de Druso a Roma. Allí se celebran unos magníficos funerales y
se le entierra en el mausoleo de Augusto.
Druso, evidentemente, no reina,
pero sí descendientes suyos. El emperador Claudio, que es su hijo menor.
Calígula, que es su nieto, hijo de Germánico, y Nerón, su bisnieto.
Augusto y sus soldados le
levantan un cenotafio en Moguntiae
-Maguncia-.
Todos los Drusos tienen un final
desgraciado.
Druso II (14 aC-23) el deportista
Amores a los que un ser humano
cree tener derecho: padres y padrastros, hermanos, hijos, amigos íntimos, parientes
cercanos… son los que Tiberio no recibe
y por tanto no puede corresponderlos.
Lo que le hace antipático y
odioso, aparte de su personalidad, es la falta de estos afectos que él quisiera
poder devolver. Es Druso II quien le quiere, le adora, lo encuentra la mejor
persona del mundo. A Tiberio le encantan las verduras y tiene un jardinero que se
ocupa de cultivarlas y cocinarlas todos los días. También le gustan mucho las
peras. Tiene un huerto de perales cerca del Tíber, donde presume de tener el árbol
más alto del mundo. A Druso le repugnan pero come
por complacer al padre.
Lo que sí le gustan son los
deportes. Es alto, fuerte, vigoroso, violento pero sin rencor. A quien ofende
le pide perdón en el acto. Lo que no consigue el César es que su hijo deje de
hacer apuestas sobre los gladiadores. Se prohíbe en toda Roma y es una de las
pocas veces en que el pueblo está de acuerdo con su emperador.
Malas costumbres, exceso de
bebida, amigos que lo expolian, falta da carácter…
Druso, cándido y enamorado, se casa
con Livila, viuda de Lucio César. Un día enferma y su padre piensa:
-“Es muy fuerte, será cosa de un par de días”.
Por desgracia, esta vez no hay
duda, es veneno. Livila observa una conducta muy ligera,, aventuras amorosas
con el médico de la Corte, otros patricios y especialmente con Sejano. Su plan:
deshacerse de Tiberio y Druso y ocupar ellos su puesto.
Acabada de leer la acusación
contra Sejano, los senadores emiten su sentencia. La plebe empieza a vociferar
por las calzadas que rodean el Senado. Aparece el verdugo y les echa el cuerpo y
todos se lanzaban sobre él con objetos punzantes y cortantes, dejándolo
reducido a trozos menudos. Al llegar a las escaleras de las Gemonías, puesto
que ya está muerto, lo dejan esparcido por el suelo. Cuando hay demasiados cadáveres,
se recogen y se llevan al cementerio donde se queman.
Al siguiente día, como mandaban
las leyes, se conduce a los calabozos subterráneos a los tres hijos adolescentes
con seriedad y nobleza, porque saben a dónde van y la actitud que deben tomar.
Pero hay una hermanilla de 10 años, toda asustada porque no sabe su destino. En
el imperio romano está severísimamente penado causar una muerte violenta a una
joven impúber. La violan y a continuación le ponen las manos en su cuello y al
asfixian.
¿Y Livila? Está a punto de sufrir
tortura y muerte. Antonia la Menor, su madre, le aconseja que se suicide y así lo
hace dejando de comer.
Julia I La Mayor o la loca (39 aC-14)
A los escritores modernos, interesados
por la Roma antigua les extraña que la vida de Julia no sea más conocida: hechos
concretos, historias, leyendas… ¿Qué pasa por el corazón de esta mujer, cuya
existencia es una auténtica tragedia? Lleva en sí una sensualidad como un mar sin
bordes, y si Mesalina no hubiese estado tan cercana a ella en el tiempo, es a
Julia a quien la Historia hubiese juzgado como la más insuperable del delirio
sexual.
Divorciados sus padres, Augusto
y Escribonia, el Emperador la confía a Livia. En su infancia recibe una
educación muy austera, pero conforme pasa el tiempo se ve que la madrastra
continúa en el período tradicional y Julia está entrando en el moderno. Por
parte de Livia, esta extrema severidad es debida al odio que siente por todo
aquel que aleja a Tiberio del trono. Por parte de Julia, su juventud, la
hartura de la rueca y el silencio, la mirada baja. Tantos matrimonios y
divorcios obligados por los padres, hacen que la razón de Estado se parezca a
una verdadera prostitución.
Educó a Julia y a sus hijas
Julia II y Agripina I con estrechez de miras. Dice Suetonio:
-“Las habituó a trabajar en la lana, a no pronunciar
una sola palabra secreta, a no ocultar la menor acción, a no tener relación
alguna con los extraños”. Tanta cerrazón puede conducir al efecto contrario:
el desenfreno.
Maridos y amantes, patricios, hombres
encontrados al paso y que no volverá a ver. Algunos buscan su propio placer,
pero acaban por suicidarse -como Julio Antonio-. Las relaciones dentro de la
familia imperial son muy difíciles desde un punto de vista político y matrimonial.
Augusto casa a su hija con su
sobrino Marcelo, que muere pasados dos años sin descendencia.
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Agripa Vipsanio es el mejor de los generales de
Augusto. Se dice que sin su ayuda no hubiese llegado al Imperio. Como recompensa
espera tener el mando conjunto con el padre o casarse con la hija. ¿Qué piensa
hacer el César? Celebrar el matrimonio de Julia con su primo Claudio Marcelo y
Agripa, ofendido, se ausenta de Roma. Un íntimo amigo de Augusto le dice:
-“Casa a Agripa con tu hija o mátalo, porque si no te
matará él a ti”.
Pasados dos años muere Marcelo
sin descendencia. Julia quiere casarse con Tiberio y Livia la apoya, pero Augusto
sigue el consejo de su buen amigo el casamentero.
El nuevo y maduro novio -tiene
22 años más que la esposa- muere de gota -causa muy frecuente entre la buena
sociedad romana por su enorme glotonería y la costumbre de vaciarse el estómago
para volvérselo a llenar-. Solo la familia imperial es morigerada.
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Ovidio (43 aC-17), poeta erótico. Augusto lo
exilia al Mar Negro, recorriendo para ello los 3.000 km que tiene el Danubio y
que es la frontera que separa el Imperio de las tribus del norte. Se dice que
Ovidio ha corrompido a Julia II, hija de Julia I, y que se comporta igual que
su madre. No hay necesidad de que ningún hombre les tenga que enseñar nada. La
mala conducta la llevan ambas bien aprendida desde su nacimiento. Ovidio muere
en el exilio porque no obtiene nunca el perdón.
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Al morir Agripa, Julia vuelve a pedirle
a su padre que la case con Tiberio. ¿Es amor o capricho? Livia también insiste
porque le interesa todo lo que beneficia a su hijo en relación con el trono.
Augusto quiere complacerla: es la segunda vez que se lo pide.
A Julia no le gusta ir a los castros
acompañando al marido, como las grandes mujeres romanas. Si acaso viajes que
parecen más turismo de alta calidad que campañas guerreras. Julia se queda en
Roma, organizando grandes bacanales, paseando o corriendo por el barrio de las
prostitutas, por el Foro, desde donde su padre ha proclamado solemnemente las
leyes sobre moralidad. Augusto se entera de que su hija ha profanado dicho
lugar. Calígula hace correr la voz de que padre e hija han cometido incesto,
cuyo fruto es su propia madre Agripina I. También sabe que los Claudios desprecian
a los Julios, como ocurre siempre con la aristocracia antigua y la de nuevo
cuño, y se burlan de Julia porque persigue a Tiberio, quien no atiende sus requerimientos.
Finalmente, aunque no la quiere y sabe que las cosas pueden ir mal, decide obedecer
a Augusto. Julia, embarazada, da a luz un hijo muerto y empiezan a vivir con
lechos separados y luego en casas distintas. La época de su unión es aquella en
la que ella demuestra lo peor de su conducta ¿Cómo pueden convivir una mujer de
una sexualidad desenfrenada y un hombre casto y puede que impotente, aunque no
se le llegue a acusar públicamente de ello?
Se repite por Roma una noticia,
cuya veracidad no está muy clara: le comunican al emperador que su hija ha tratado
de matarle. Cogida prisionera y condenada a la última pena, recibe el perdón
paterno y es exiliada a la isla de Pandataria, a donde la sigue su buena madre
y todo son incomodidades. Tiberio escribe varias
cartas a su suegro pidiéndole que la perdone. Su intención no es salvarla. Ha
recibido tantos desprecios por parte de ella, que quiere que viva hasta que él llegue
a Emperador para tomar cumplida venganza. Livia, como de costumbre, permanece en la sombra y no
hace conocer su pensamiento. Solo el pueblo la quiere porque es guapa,
simpática, frívola, ayuda a quien lo necesita. Se le ríen las gracias, aunque
no tenga mucho ingenio, atormentada su mente por las secuelas de la enfermedad
de los Julios y el mal ambiente social y familiar que ha respirado.
Un día se levanta triste porque
le han salido unas canas que indican el principio de la vejez. ¡Pobre Julia!
Todavía no sabe que su hijo Póstumo ha muerto y ella le va a seguir. ¡Pobre princesa
Julia!
Antonia la Menor (36 aC-37).- Sobrina de Octavio, hija del
matrimonio formado por Octavia y Marco Antonio. Recibe una copiosa herencia
moral de su virtuosa madre. Según los historiadores, era la mujer más bella de
su generación, unida a una radiante gracia y armonía. Antonia nunca interviene
directamente en política, pero sabe cómo actuar en asuntos que, aunque de forma
tangencial, la rozan. Sus cualidades: bondad, rectitud, prudencia. Una vez
viuda, vive en su casa de Roma y posee una villa en el campo. Tiene una
personalidad muy suya, que a veces resulta extravagante. En el jardín hay una
fuente donde vive una anguila, a la que adorna con sus propias joyas. A la
gente le llama la atención y permite que entren a contemplarla.
El Emperador la casa con Druso I
el Mayor, a quien sigue en todos sus desplazamientos militares con los hijos.
-¿Hubo jamás una pareja más perfecta y feliz que la
de Druso y su mujer?”, se pregunta el poeta Ovidio. Augusto siente por ella
mucho afecto. Se entiende bien con Livia debido a su irreprochable dignidad y
rectitud en su viudez. Ambas mujeres mantuvieron una correspondencia fluida y
continuada. La sociedad la admiraba por su pulcritud, ya que, según Plinio, ¡nunca escupía en público!
Por desgracia, los hijos no
fueron ni lo que era ella ni lo que se piensa que hubiese sido el padre. En
cuanto a su cuñado Tiberio, supo manejar muy bien la relación con él, ya que la
admiraba por su dignidad y su limpieza moral. El hijo de Germánico -y último
Julio- es Calígula, al que protegen sus bisabuela y abuela. Desde los 17 años
vive con Livia hasta que ella muere. Se traslada a casa de Antonia, donde están
también sus hermanas.
Tiberio, ya Emperador, está en
Capri con sus veleros preparados a fin de huir si es necesario y rodeado de su
guardia pretoriana. Hay algo en el ambiente que no es grato. Antonia logra
enviar a la isla a un liberto muy fiel con una carta para su cuñado, dándole
cuenta del complot que su valido Sejano ha urdido contra él. Tiberio actúa
rápidamente. Manda ir a Antonia y Calígula a la isla para que estén bajo su
protección.
A Sejano lo envía a Roma con una
carta para leer en voz alta ante el Senado y que supuestamente está llena de
alabanzas para el portador.
¿Sabe alguien lo que piensa
Calígula? Ante las preguntas-trampa se limita a sonreír y no contesta. Su
prudencia, su silencio y los consejos de Antonia son los que le salvan la vida.
Ya de emperador acusa a su madre Agripina I y hermanos de promover el desorden
público, que es lo que más molesta al César. Por eso le da la razón a su tío
abuelo.
Tiberio llama también a su lado
a su nieto Tiberio Gemelo -su hermano murió en la infancia- para que los primos
hagan amistad, y al hacer testamento pone en primer lugar a Calígula -de 25
años- y en segundo a Tiberio -de 18-, que heredará al primero a su muerte. No
lo hace por la edad, sino porque duda de la paternidad de su propio hijo Druso
II.
Quien más ayuda en esta elección
es Antonia, por la misma razón que todos los Julios: por la supervivencia del
clan. Le horroriza ver en su propia casa a Drusila compartiendo lecho con su
hermano. Convertido en César, los reproches de Antonia son recibidos con
amenazas:
-“No olvides que todo el poder
está en mi mano y que fulminaré a quien me plazca”.
Calígula no quiere hablar con su abuela a solas. Al morir se rumorea que que
el nieto ha utilizado el veneno para hacerla desaparecer y después de un festín
sale al aire libre de la noche para ver las llamas de la pira funeraria en que
se incinera el cuerpo de la difunta. Antonia ha muerto con la pena de saber que
por encima de la familia están la maldad y la bondad. Casada con Tiberio quizás
la Historia hubiera sido otra.
Augusto es tan amante de toda la familia, que en las cartas que le escribe
a Livia le habla mucho a propósito de Claudio, conocido como el “hijo imbécil”. Admira en un hombre tan
ocupado que dedique tanto tiempo a los problemas más nimios que ocasionan sus
familiares.
De los hijos de Druso y Antonia, el que más preocupa es Claudio, porque
desde niño tuvo diversas enfermedades muy
graves, y como reliquias una
debilidad de espíritu no exenta de inteligencia. Hablaba torpemente; andaba
con dificultad por tener las piernas flojas; se le caía la baba, y un continuo
temblor hacía oscilar su cabeza. Así es como nos lo pinta Juvenal. ¿Sería el
resultado de una encefalitis infantil?
El poco agraciado príncipe, tenía además unas protuberancias al lado de
los ojos que se le hinchaban cuando se excitaba. No se conoce el origen de
estas hinchazones. Si se encuentra una sombra en la vida de Antonia es
precisamente la poca bondad que demuestra con este hijo al que llama “caricatura de hombre”. Haciendo
comparaciones, también decía “es más
tonto que mi hijo Claudio”. De ese desprecio participan su hermana Livila y
la abuela Livia. El único que mantiene el dolor y la pena es el abuelo que le
escribe a su mujer cómo ha de tratar al inválido niño. Le pide que se lo lea a “nuestra querida Antonia”.
Dato curioso. Plinio cuenta que Augusto escribía en un papel tan fino que
no se leía bien al hacerlo por los dos lados. Durante una época en que hubo
problemas con el papiro, se nombró, como se hace ahora, una comisión de
senadores para solucionarlo. Esas comisiones tan beneficiosas para los que las
manejan.
Antonia y Tiberio se llevaron muy bien. ¿Amistad desinteresada? ¿Respeto a
la jerarquía y la casta? Una mujer atractiva y buena, con carácter y fuerza de
voluntad. Quizás casados, su habilidad hubiese cambiado el resentimiento de Tiberio
y por tanto la Historia.
Agripina I
Hija de Julia la Mayor y del
general Agripa. En su familia ocurre lo que en otras muchas. Una hija se parece
extraordinariamente al padre, mientras que los chicos son una nulidad.
Pertenece al grupo de mujeres que se significan en Roma por su afán de mando; es
menos refinada y más violenta y varonil. De las que no extraña que dirijan una
manifestación siempre que pida justicia.
Presume de maternidad porque ha
tenido nueve hijos de los que viven seis -Nerón I, Druso III, Calígula,
Agripina II, Drusila y Julia Livila-. Su expresión es agresiva y no se molesta
en disimular sus resentimientos. Germánico, a punto de morir, le comunica que
está seguro de que Tiberio lo ha envenenado. Basta este hecho para comprender
el ímpetu con que llega a Roma.
Era una mujer que no
contemporizaba y los historiadores dicen que
pasaba de la decisión a los actos y ninguna fuerza humana la pudo jamás vencer.
Sus hijos varones eran de carácter
blando, mientras que Agripina II -autora de las memorias en las cuales muchos
historiadores de inspiran- tenía tanta energía como su madre.
El último consejo que le da Germánico:
-“Te conjuro por mi memoria y el nombre de los hijos
a despojarte de tu orgullo y aprender a rebajar la altivez de tu alma ante los
golpes de la fortuna, así como a no irritar con rivalidades a los poderes
supremos”.
Ni que decir tiene que a Agripina
le fue imposible seguir el consejo de su marido, lo que crispó más las
relaciones entre ella y Tiberio. Se discutió en el Senado si las esposas de los
Generales debían o no acompañar a sus maridos a los campamentos. Lo que al
principio fue una discusión, se convirtió en una guerra, cuya parte juliana
defendían la madre y los hijos.
A fin de no tener que pedir
permiso para cualquier decisión importante, Agripina le pidió permiso al
Emperador para casarse. El elegido fue Asinio Gallo.
Dato curioso. Asinio Gallo era
Senador. Personaje petulante que casó con Vipsania una vez que Tiberio se
divorció de ella. Procuraba molestarle todo lo posible. Lo que Tiberio no le
perdonó nunca es que postulase en vida de Augusto para ser el sucesor imperial
y provoca tres muertes. Como no tiene motivos para ir contra Agripina, dice que
su relación con Gallo ha sido infamante, cuando en Roma se conocía la decencia
de esta mujer. La manda a la isla Pandataria donde muere de hambre. Los hijos,
excepto Calígula, son ajusticiados. Manda una carta al Senado para que condene
a Gallo y a este lo invita a palacio a beber la copa de la paz. Llegan noticias
del Senado con la condenación de Gallo que pasa inmediatamentea los calabozos
donde muere también de hambre.
A Francina, viuda de Pisón y
protegida de Livia, la manda matar después de desaparecer Agripina, porque la
odia tanto que, si lo hubiese hecho en vida de esta, le hubiese proporcionado
una alegría tal que no quiso hacerlo.
Botas de legionario
Cayo Julio
Germánico (12-41).- Conocido como Calígula, este nombre se lo pusieron los
legionarios porque, de pequeño, cuando estaban en los campamentos, le gustaba
probarse las botas o calzado militar de los soldados. En latín estas botas se
llaman caligas. Como era pequeño, se
le puso ese nombre en diminutivo: calígula.
Empezó bien su reinado, pero tuvo una enfermedad larga y grave y al curar
cambió completamente su conducta. Arruinó
la floreciente hacienda que había ahorrado Tiberio, para pagar su
locura, sus vicios y sus crímenes. Las enfermedades de los Julios las tenía en
el grado máximo. A su primo Gemelo lo hace matar porque dice que está formando
un complot para matarlo a él. A su caballo Incitato
lo nombra cónsul y le hace construir un palacio. Un complot de la guardia
pretoriana acaba con su vida y la de su mujer. Le sucede su tío Tiberio Claudio
Germánico.
Obelisco encargado por Nerón construye su Circo Sixto V, en 1586
Calígula en Egipto y puesto sobre la colina Vaticana hace trasladar el
delante del Panteón Imperial dedicado especialmente obelisco al centro
a martirizar a los cristianos. de la Plaza de
Allí muere Pedro San Pedro.
Se le llama el testigo
Silencioso.
Tiberio Claudio
Germánico (10 aC-54) Abandonado por su familia, que lo consideraba inepto
para el gobierno y también para las armas. Se dio al estudio y a la escritura
en griego y en latín, aunque todas sus obras se han perdido. El Senado quiso
que volviese la República, pero los soldados nombraron a Claudio Emperador. Fue
un juguete en manos de Mesalina y Agripina II.
Tuvo al mejor de los maestros de la época: Séneca, el cual decía:
-“Tiene dificultad para mover el
brazo, excepto cuando se trata de cercenar el cuello de algún enemigo”.
Era uno de los glotones más grandes de la época. Cuando había comido en
abundancia y se acostaba, rodaba sobre sí mismo. Había que obligarle a vomitar
moviendo una pluma de ave en su garganta, hasta que se reducía su perímetro.
La guardia pretoriana logró envenenarle y proclamar emperador a Nerón.
Nerón Claudio
Germánico (37-68) De pequeño había sido muy mal educado, hasta que
tuvo por maestro a Séneca, sin que este lograse que no se entregara a sus
pasiones. Construyó la Domus Aurea
-Casa de Oro-, como Palacio propio. Su Circo, construido sobre la colina
vaticana, lo dedicó especialmente al martirio de los cristianos.
Suetonio y Dión Casio, afirman que el incendio de Roma duró 6 días y 7
noches, y consumió diez de los catorce distritos de la ciudad. Quiso culpar a
los cristianos de esta destrucción, y finalmente reconstruyó Roma en mejores
condiciones en que estaba.
“Mira Nero de Tarpeya
A Roma cómo se ardía…”
Romance anónimo del Siglo de Oro Español
Hizo que Séneca se suicidase cortándose las venas.