Para comprender bien el siglo XVI, hay que tener en cuenta el valor
universal que había ido adquiriendo España. En Europa se imitan su moda, sus
costumbres y sus buenos modales. Se habla de ella con respeto y se valora su
opinión en las cancillerías extranjeras. Se admiran sus ejércitos y la estrategia
militar, así como su diplomacia. Una dinastía extranjera: los Habsburgo ocupa
el trono, pero España, con su poder de absorción, los españoliza enseguida. El esplendor hispano se extingue cuando
muere, sin sucesión, su último Monarca, por eso la Historia llama a este
período “el siglo de los Austrias”. Otras tierras, otros pueblos, han tenido
sus momentos de gloria. El del español no será mayor, pero tampoco menor que
cualquiera de ellos.
Nadie
más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.
Manuel
Machado
Aclaración
En el cuadro de Felipe IV, cuya contemplación inspiró a Manuel Machado su
poema, el Monarca sostiene un escrito en la mano derecha, no un guante. ¿Por
qué?
-¿Se equivocó el poeta, sin más?
-¿Consideró que rimaba mejor guante?
-¿Pensaría que el tacto del ante es más sensitivo que el pergamino?
-¿Se superpondría en su memoria el cuadro del infante Don Carlos y vería
realmente el guante?
Comentaristas hay que, viendo ambos cuadros, piensan que Don Carlos parece
un ‘clon’ de su hermano.
El cuadro de Don Carlos lo presenta la web del Prado con las siguientes
palabras: “…como la mano derecha que sostiene un amplio sombrero, o, sobre
todo la mano izquierda, que apenas sostiene un prodigioso guante” -Texto
extractado de Porrús, J., Velázquez. Guía
Museo del Prado, 1999, pág. 62-. A no ser que se refiera al retrato que
le pintó, al Infante, Juan van der Hamen.
Porque las manos del que admira las pinturas no son las mismas que las de
los retratados. Equivocarse es propio del ser humano. Si se pertenece al ‘vulgo’
la equivocación solo es conocida en los ámbitos familiar, amical o laboral. Si
se trata de alguien célebre, todo el mundo sabe que ‘ha metido la pata’.
Felipe IV (1621-1665) nace en 1605. No le adornan los
talentos de su abuelo ni las virtudes de su padre, a quien imita en lo peor:
dejar el gobierno del reino en manos de validos. El imperio colosal, iniciado
por los Reyes Católicos, engrandecido por Carlos V, mantenido por Felipe II y que
la inercia sostiene en tiempos de Felipe III, se desmorona con Felipe IV.
Su perfil como gobernante es bien discutible, siendo muy
favorable el que presenta como mecenas y espíritu refinado. El Monarca era
sensible y tímido, inteligente. Buen deportista, excelente jinete, apasionado
de la caza. Dotado de notable cultura, aficionado a la música -hasta llegó a
componer algunas piezas- y al teatro. Vive los últimos esplendores del Siglo de
Oro -la magnificencia del barroco de Calderón de la Barca-. Muy amante de las
Bellas Artes -adquirió unos 800 cuadros, adorno del palacio del Buen Retiro y
base del futuro Museo del Prado-.
Como todos los Austrias, tenía la misión de defender la
religión católica en todos sus dominios. También como ellos era espléndido y
dadivoso, practicante del complicado ceremonial borgoñés.
En 1623, el príncipe de Gales, futuro Carlos I de Inglaterra, visita
España. Le acompaña un grupo de nobles, todos de incógnito. Su intención es
casarse con la infanta María, de quien dice estar enamorado. Don Felipe,
hermano de la Infanta, solo le pone una condición: convertirse a la fe verdadera.
Carlos naturalmente se niega. Vuelve a su patria cargado de regalos regios,
cuadros y caballos. El desprecio recibido hace que su padre reanude la guerra
entre Inglaterra y España -Dunquerque, Las Dunas, ataque a Cádiz-. Carlos sube
al trono y en 1649 es ejecutado por sus maneras absolutistas. El Soberano
español manda emisarios a Inglaterra para que adquieran cuadros de la colección
del difunto puestos en subasta. ¿Pintó Velázquez al príncipe inglés? (Cfr.
Laura Cumming, Velázquez desaparecido).
En el mismo año, Velázquez es llamado a la Corte. Pinta a
Felipe IV. Al Soberano le gusta y le nombra Pintor del Rey -en épocas modernas
pintor de Cámara-. Se traslada desde Sevilla a Madrid donde permanece toda su
vida, con su familia. No todos los cortesanos comprendieron su
pintura que consideraban demasiado moderna. Quevedo, gran amigo, la alaba. La
califica de “manchas distantes”. El Monarca
pide al pintor que no lo halague, que lo pinte tal como lo ve. Por eso se notan
los estragos del tiempo en los cuadros de Don Felipe, pintados en años
sucesivos. Velázquez nos muestra la evolución física y anímica del Rey. Dice
Ortega y Gasset:
-“Cada cuadro es para
el maestro una experiencia”.
Velázquez es muy responsable y en cada obra se toma su
tiempo. El Monarca se queja de la calma
del pintor, de lo largo que se hace posar para él.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), maestro de la pintura
universal. Trabaja en el taller del pintor Pacheco, con cuya hija Juana se
casa. Muy protegido por su suegro, como él lo será con su yerno Juan Bautista
Martínez de Mazo. Velázquez y Don Felipe se profesan un afecto mutuo que perdura
a través de los años. El pintor es muy discreto, lo cual dificulta seguirle en
su vida y en su obra en años posteriores a su muerte.
En él destacan su amor a la pintura y la consideración de que es una
actividad noble, así como su deseo de recibir prebendas palaciegas,
reconocimiento y honor. Con los años es nombrado alguacil de cortes, ayuda de guardarropa y ayuda de cámara. Velázquez
lleva siempre consigo las llaves que abren todas las estancias de palacio.
Privilegio de sus cargos. En uno de sus dos viajes a Italia pinta al Papa
Inocencio X, al que naturalmente no quiere cobrar. El Pontífice está muy
agradecido por su detalle y por la magnificencia de la pintura. Para recompensarle
pide a Don Felipe que consiga su nombramiento de caballero de la Orden de
Santiago. Hay dificultades por la pureza de sangre y su trabajo. Finalmente es
admitido. Dicen que la noticia la recibió ya anochecido. ¡La había anhelado
tanto…! No pudo dormir sin pintar antes la venera en su pecho en el cuadro de Las Meninas.
El mayor mérito de Felipe IV es
haber dado a conocer al mundo al pintor Velázquez.
Don Felipe es
cobarde, débil. No tiene la voluntad necesaria para encarar los problemas
interiores y exteriores que cercan a España. Nombra a validos, poco dotados,
para gobernar el Reino y sus posesiones.
Gaspar de Guzmán y Pimentel, Ribera y Velasco de Tobar (1585-1645), conde
de Olivares, duque de Sanlúcar la Mayor, marqués de Heliche, conde de
Aznarcollar, príncipe de Aracena, es conocido como el Conde-Duque.
El Rey lo nombra valido y Don Gaspar acomete una política desastrosa. “La Unión
de Armas” significa una administración centralizada en una España
descentralizada. Su política belicista, en lugar de pacifista, supone un error
en una potencia que agoniza. España se despuebla y llega a tener menos de seis
millones de habitantes. Causas: expulsión de judíos y moriscos; emigración a
las colonias; bajas en el ejército; epidemias de los siglos XVI y XVII. El Conde-Duque
cesa en sus cargos y vive en el destierro.
La leyenda atribuye a Don Gaspar la “invención” del sofá. El cabezal y los
pies de la cama marcaban los apoyabrazos. Era un honor ser recibido por el
valido en esa intimidad. Solo lo conseguían embajadores, gente de alcurnia y
hasta señoras de la más alta nobleza.
Felipe IV es
amante de los placeres y con un temperamento sensual. Tiene numerosas amantes.
La más famosa es María Calderón.
María, conocida como la Calderona, es
una famosa actriz de teatro. Madre del único hijo bastardo, de entre los muchos
que tiene el Rey, que será reconocido: Don Juan José de Austria. Esta relación
ilícita produce escándalo en la Corte. Don Felipe le concede una prominencia a
su amante que humilla a la Reina. El Rey se ve obligado a encerrar a María en
el monasterio benedictino de San Juan, en la localidad de Valfermoso de las
Monjas, de Guadalajara. ¿La consolaría el que la nombrasen abadesa perpetua?
El Monarca
ha visto morir a sus familiares más queridos: sus hermanos Carlos (1632) y
Fernando (1641); su esposa Isabel de Borbón (1644); su hijo y heredero Baltasar
Carlos (1646), comprometido en matrimonio con su prima Mariana de Austria, una “teen-ager” de 13 años.
Don Felipe
tiene noticia de la existencia de una mujer excepcional, a la que visita.
María Coronel de Arana (1602-1665) -en religión sor María Jesús de Ágreda-.
Es miembro de una familia hidalga, dirigida por franciscanos. Los dos hijos
varones ya pertenecen a la orden y el padre se prepara para seguirlos. La madre
y las dos hijas van a entrar en clausura. María toma las riendas y se convierte
en fundadora. ¿Qué mejor local para convento que la propia casa familiar, ahora
vacía? Se lo ceden a la orden cuyo hábito van a tomar: el de la Inmaculada
Concepción. María será la abadesa.
Es mujer de gran espiritualidad, santidad de vida, penitencias, éxtasis,
levitaciones y… ¡bilocación! Un grupo de franciscanos, al llegar a Nuevo México,
se encuentra con una aldea cuyos habitantes ya conocen la doctrina cristiana.
Ha sido la Dama Azul -así la llaman por
el color del hábito- quien los ha visitado en varias ocasiones y se la ha
enseñado. ¿Y sus libros? Son examinados exhaustivamente. Sor María es convocada
por la Inquisición tan a menudo como un siglo después lo será la peruana Rosa
de Lima. La religiosa siempre responde lo mismo al Santo Oficio: de Ágreda, en Soria,
a México la transportan los ángeles y los escritos se los inspira Dios.
Don Felipe la conoce personalmente en 1643 y sus primeras palabras son:
-“Me siento viejo y de poco
provecho”.
Sor María le aconseja que actúe con prudencia y sentido común. A través de
las seiscientas cartas que intercambian hasta su muerte, tratan de asuntos
espirituales, políticos, sociales, militares. Dada su profunda religiosidad, lo
que atormenta al Monarca es el remordimiento que experimenta. Las desgracias
son un castigo divino por su comportamiento y así se lo confiesa en su
abundante correspondencia. Sor María es Venerable.
En Flandes se ha puesto el sol, titula
Eduardo Marquina su drama teatral escrito en 1910. Felipe IV hubiese podido pronunciar
las mismas palabras al firmar la Paz de Westfalia. ¿Imaginaría que con la Paz
de los Pirineos, aparte de ceder territorios a Francia, daría paso a una guerra
europea y civil? Al no pagar la dote, la infanta María Teresa conservaba su
derecho al trono español.
La
intervención de los Tercios en la guerra de los 30 años, en defensa de los
Habsburgo austriacos, provoca sangrientos episodios con alemanes, daneses y franceses.
España pierde su poderío naval: ataques piratas en las costas levantinas, la armada
holandesa y la inglesa abordan los navíos españoles en el Atlántico. Portugal
quiere separarse de España y lo consigue definitivamente en 1668. Cataluña
empieza un proceso que se repetirá en siglos posteriores.
El rey
Felipe sabe que está obligado a dejar un heredero. En 1649 se casa con la que
ha sido prometida de su hijo Baltasar Carlos, sobrina suya, que ya ha cumplido
15 años. Durante su largo reinado asiste a una decadencia económica y política
que no puede enderezar y debe aceptar la pérdida de la hegemonía española
frente a Europa.
Vive hasta
que su hijo y heredero Carlos II cumple 4 años. Tiempo suficiente para darse cuenta
de qué clase de pobre ser ha engendrado y que el ocaso total de su dinastía es
cuestión de poco tiempo.
efef
Flores de Aragón dentro de
Castilla son
Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, cronista y testigo de la época, en
1471 nos trasmite el siguiente relato:
“Después que se comenzaron las
guerras en Castilla entre el rey don Enrique e los caballeros de sus reinos, e
antes que el rey don Fernando casase con la reina doña Isabel, se decía un
cantar en Castilla que decían las gentes nuevas, a quien la música suele
aplacer, a muy buena sonada: Flores de Aragón, dentro en Castilla son: Flores
de Aragón dentro en Castilla son. E los niños tomaban pendoncicos chiquitos; y
caballeros en cañas, jineteando decían: Pendón de Aragón; pendón de Aragón. E
yo le decía e dije más de cinco veces”.
La difusión del
cantarcillo no fue grande y, al serlo por vía oral, queda muy poca constancia
de su existencia. No aparece en los cancioneros habituales escritos. ‘Flor’ se
entiende en sentido figurado. Como dice el Diccionario
de Autoridades: “Metafóricamente
significa la parte más selecta y escogida de una cosa”.
A finales de la Edad Media se termina el feudalismo. Según
las ideas del Renacimiento, el poder del Príncipe adquiere auge y a él se subordina
el de los nobles. Forman parte de la Corte y por eso se llaman ‘cortesanos’,
palabra de origen medieval español. ¿Qué significa ser un cortesano? Según
Baltasar de Castiglione:
“…un hombre que se dé con todo su corazón y pensamiento a amar y casi
adorar, sobre toda otra cosa humana, al príncipe a quien sirviere y su voluntad
y sus costumbres y sus artes todas las enderece al placer dél”.
España se encuentra en una mala situación: el problema
sucesorio. Enrique IV de Trastámara nombra heredero a su hermano Alfonso a
quien sus partidarios dan ya el ordinal de doce. Muerto el infante es en Isabel
donde recae la herencia, por la “Capitulación de los Toros de Guisando”, en 1468
-en la que no se hace mención explícita de su hija Juana-. En ello basan sus
enemigos la ilegitimidad de su hija. (Cfr. Enrique
IV, Gregorio Marañón) Ya hay dos bandos para la guerra civil: isabelistas y
juanistas.
La Casa de Trastámara tiene un comienzo y un final manchados
de sangre: al inicio con una pelea fratricida y al final con las luchas entre
la Monarquía y los nobles.
En el siglo XIV reina en Castilla Pedro I el Cruel -último representante de la Casa de Borgoña-. Le disputa el trono su hermano de padre, el conde de Trastámara. En una tregua de la Guerra de los 100 años, se desplazan a Castilla el Príncipe Negro, que ayuda a Don Pedro y el mercenario Bertran Du Guesclin, a quien le paga el Conde. Los dos hermanos luchan cuerpo a cuerpo en un espacio reducido: el interior de una tienda de campaña. Solo pueden manejar puñales. En un momento dado, Don Enrique está debajo de Don Pedro y por tanto a su merced. Du Guesclin, que está presente, se apresura a darles la vuelta, diciendo su célebre frase:
-“Ni quito ni pongo rey, pero
ayudo a mi señor”.
Asesinado Don Pedro, en España se entroniza una nueva
dinastía: los Trastámara.
Martín el Humano, heredero directo de Jaime I el Conquistador, muere sin
hijos. Por el Compromiso de Caspe se elige rey de Aragón a Fernando de
Trastámara -llamado “de Antequera” por ser quien ha ganado esta plaza a los
moros-. Alfonso V, el Magnánimo, no tiene hijos legítimos, por lo que le hereda
su hermano Juan. Con Isabel y Fernando se acaba la Casa de Trastámara y empieza
la de Austria en la persona de su nieto el Emperador Carlos V. Los Reyes Católicos
han conseguido unir España por tres causas:
-Unión definitiva propios reinos.
-Sumisión nobleza feudal.
-Final Reconquista.
Se puede considerar a Fernando e Isabel como el “final de
una raza”. A través de la Historia se ha podido ver familias con decisión de
poder, que, prontas a extinguirse, han alumbrado un miembro adornado con las
mejores virtudes de su dinastía. Fernando e Isabel de Trastámara parece que se
encuentran en ese caso. Ambos cumplieron con las obligaciones inherentes a sus
funciones históricas y solo la muerte de sucesores truncó sus proyectos. Es
mezquino denigrar a uno para ensalzar al otro. En la correspondencia mutua se
ve el amor y respeto que se profesaban y cómo cumplió cada uno su destino.
“…
pero quiero e mando que si el Rey mi señor eligiese sepultura en cualquier otra
parte o lugar destos mis Reynos, que mi cuerpo sea allí trasladado e sepultado,
junto al cuerpo de su Señoría, porque el ayuntamiento que tuvimos viviendo y en
nuestros ánimos, espero, en la misericordia de Dios, tornar a que en el Cielo
lo tengan e represenen nuestros cuerpos en el suelo”.
Testamento de Isabel La Católica
Juan II, rey de Aragón, tiene un hijo de su matrimonio con
Blanca de Navarra: el príncipe de Viana, nombrado lugarteniente de Cataluña. Cuando
este tiene 30 años, su padre, mayor, medio ciego y muy batallador, se casa con
Doña Juana Enríquez, hija del Almirante de Castilla, y que le da un hijo, conocido
en la Historia como Fernando el Católico. Llevará los títulos de Duque de
Montblanc y Príncipe de Sicilia.
Los Condes de Foix quieren desposeer a Juan II del Reino de Navarra:
empieza la guerra contra los franceses, apoyados por Enrique IV de Castilla -y
con la complacencia del papa Sixto IV, no hay que olvidarlo-.
Muere el Príncipe de Viana -posiblemente de tuberculosis, muy frecuente en
la época-. Los catalanes dicen que ha sido su madrastra quien lo ha envenenado
y, cuando el joven Fernando ocupa su puesto de Lugarteniente, se niegan a
aceptarlo. He aquí por qué Cataluña niega desde entonces que Fernando el
Católico ha sido Conde de Barcelona. Otro frente de guerra unido a los conatos
de independencia de las posesiones italianas.
El niño Fernando tiene una suerte que no todos conocen: más
que querido es adorado por sus padres, que procuran tenerle siempre cerca. Es
patente su religiosidad y le encanta la música. Recibe la mejor formación
humanística, aunque por poco tiempo: a los 10 años ya está con una espada en
las manos, tomando parte en las guerras de su padre. Es hombre de agradable
aspecto físico, sano, muy activo, buen soldado y mejor estratega. Un verdadero
hombre de estado -se dice que Nicolás Maquiavelo se inspira en su persona como
modelo para escribir El Príncipe-. A
Don Fernando le odian a muerte sus enemigos políticos, pero es simpático, de trato
afable y querido por sus colaboradores y súbditos. A partir de los 16 años, por
la libertad de modales de la época y el ambiente de los campamentos, tiene una
desbordante sensualidad. Dice:
-“Soy amante de lo bello”.
Los deslices amorosos de Su Alteza tienen consecuencias,
que ocuparán altos cargos de la Iglesia o serán moneda de cambio para matrimonios
que interesen al Estado.
Isabel de Trastámara es hija de Juan II de Castilla y de su
segunda esposa, Isabel de Portugal. Su abuela, primera mujer que lleva el
título de Princesa de Asturias, es Catalina de Lancaster, inglesa, de quien
hereda el cabello rubio y cierta robustez -por no decir que era “gordita”-. Su
madre es mujer que se debate entre un marido débil y un valido -Don Álvaro de
Luna-, a quien odia por su excesivo poder. Consigue que lo decapiten y los
remordimientos le hacen perder la razón. A la muerte del padre, sube al trono
su medio hermano Enrique IV. La reina madre y sus dos hijos son recluidos en el
palacio de Arévalo. Posteriormente a los infantes se les traslada al castillo
de Segovia para estar bajo vigilancia directa de las tropas del Monarca.
El Arzobispo Carrillo ayuda a que Isabel sea nombrada heredera. Luego se arrepiente,
porque ella no se somete a sus mandatos y dice:
-“Yo la he sacado de la rueca y
yo la volveré a hilar”.
Ya es tarde. El Cardenal Mendoza ha tomado el relevo y patrocina su boda
con el Infante de Aragón, que entra en Castilla disfrazado de arriero.
-“¡Ese, ese!”, dice Gutierre de Cárdenas, señalándoselo de lejos a la Princesa. El nuevo
matrimonio concederá al noble el privilegio de poner dos “eses” en su escudo.
Mendoza conduce a Don Fernando a una cámara, donde se
encuentra sola Doña Isabel y parece que se gustan desde el primer momento. Hablan
y comparan sus ideas políticas. Están de acuerdo. Se querrán hasta la muerte,
sin que para ello sea óbice los adulterios del Rey -la futura reina está en
conocimiento, antes de casarse, de que el novio ya ha tenidos dos hijos
naturales-, en una época en que hasta los Cardenales se permiten ciertas
licencias. Se dice que la Reina acariciaba las cabecitas de los niños Mendoza
exclamando:
-“¡Qué hermosos son los pecados de nuestro Cardenal!”.
El matrimonio de los príncipes se celebra en el Palacio de
los Vivero, en Valladolid, a las doce de la noche y en secreto, a fin de que no
llegue a oídos de Enrique IV, tan contrario a esta unión. Se lee una Bula de
dispensa, falsa, escrita por el propio Cardenal Mendoza. La Iglesia exige bulas
de dispensa matrimonial hasta en cuarto grado de parentesco -Isabel y Fernando
son primos en segundo grado-. Juan II de Aragón y hasta la propia Princesa en
carta particular, le piden a Sixto IV que la otorgue, pero el Papa es
partidario de los franceses, por lo que no quiere favorecer a los aragoneses.
El asunto se pone en manos del Cardenal Rodrigo de Borja, valenciano y futuro segundo
papa español. “Las cosas de palacio van despacio”. Cuando llegan las dispensas,
el matrimonio ya tiene dos hijos, pero la culpa de esta situación no se les
puede atribuir a sus Altezas.
Ambos Soberanos tienen el sentido de la dinastía, del
protocolo y del decoro:
-Toman decisiones conjuntas y nunca discuten en público.
-En sus encuentros, después de una ausencia, los Soberanos
se ponen uno frente a otro, separados por unos metros de distancia y se hacen
una mutua reverencia, adelantan unos pasos y se repite la reverencia y así
hasta tres veces, antes de abrazarse. Es la forma protocolaria castellana.
-Cuando el Rey se ausenta, la Reina jamás duerme sola: comparten
su cámara sus damas, sus dueñas o sus propias hijas cuando tienen edad
apropiada.
efef
Cristóbal Colón es como una raposa: con el rabo va borrando las huellas
que deja. En los escritos dedicados a él por Madariaga, Menéndez Pidal y Simon Wiesenthal -especialmente este último-, se dan
datos parecidos pero con matizaciones, enriquecidos y ampliados por el último. (Cfr.
S. Wiesenthal, Operación Nuevo Mundo)
31 de marzo de 1492. Se firma el Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada:
conversión o expulsión. Fecha máxima: 31 de julio de 1492. Por motivos
logísticos se alarga el plazo hasta el 2 de agosto. Colón y sus 90 hombres
tenían que embarcar ese mismo día, pero lo hacen el día 3, a punto de despuntar
el alba. ¿Lo pospuso por respeto a los judíos que ese día abandonaban definitivamente
España? En realidad, en esa fecha -correspondiente al 9 del mes de Ab del
calendario hebreo- se recuerda la destrucción del primer y segundo Templo con
ayuno y prohibición de realizar trabajo alguno.
Colón ya ha adquirido experiencia en viajes marítimos y ciencia náutica,
cuando le visita un marino llamado Sánchez, que muere al poco. Le habla sobre
una navegación realizada a través del Atlántico, donde ha avistado nuevas
tierras y le deja información cartográfica. ¿Qué le interesa en realidad a
Colón? No las riquezas, sino salvar a las diez tribus, desaparecidas a raíz de
la cautividad de Babilonia. Según la tradición, pueden hallarse en lo que será
el Nuevo Mundo: está seguro de que existe, aunque para él es la parte occidental
de las Indias. Morirá sin saber que ha descubierto un nuevo continente. Se le
tacha de visionario, de ser impreciso en sus explicaciones. De momento, lo que
pide a los Reyes Católicos, con verdadero afán, es el título de Don que no pueden conseguir los judíos.
La conducta que observa Colón es semejante a la de los hombres perseguidos por
pertenecer a determinado grupo social.
Don Fernando
acepta su plan -su trastarabuela por parte de madre, Paloma, fue judía y casi
todos los miembros de su Casa y sus consejeros son miembros de familias conversas-. Doña Isabel lo
rechaza. Necesita dinero para acabar la guerra de Granada. Luis de Santángel -escribano
de ración en Valencia, amigo y consejero del Rey-, habla con la Reina y la
convence. La Soberana hace traer su joyero -del cual faltan parte de las joyas
que están en empréstito- y lo ofrece para financiar la operación. Santángel le
contesta que él ya ha pensado en hacer un préstamo a la Corona: 6 millones de
maravedíes (1.125.000 euros aproximadamente). La Corona lo acepta.
Se habla de la Inquisición española como de la más dura del continente
europeo. Las encarcelaciones, las torturas, los autos de fe se utilizaron contra los judíos no conversos y los
conversos judaizantes, pero mucho más
contra los protestantes y heterodoxos españoles -iluminados, quietistas-. Los
países europeos habían expulsado a su población hebrea antes que España -parte
de la cual había recalado en la Península-. ¿Por qué los judíos solo se quejan
de España? El nostálgico perfume de Sefarad. Quizá porque -como en las
relaciones amorosas- se demanda más a aquel a quien más se amó.
El pueblo español había considerado como una cruzada los ocho años de la
Reconquista y tenía como enemigos a los que lo eran de su fe. Los reyes europeos
estaban en vías de formar estados fuertes. Ese era también el deseo de los
Reyes Católicos, que aparte la cuestión religiosa, no querían otros estados,
aunque solo lo fuesen de facto,
dentro de los suyos.
La estandarización de las
lenguas romances españolas
En Nebrija, Sevilla,
ciudad fundada por los fenicios, conquistada por romanos y árabes –estos dejan
su impronta en la arquitectura-, reconquistada en 1249, nace un niño al que
llaman Antonio (1441-1522). Son sus padres Juan Martínez de Cela y Catalina de
Xarena, hidalgos, descendientes de los conquistadores cristianos. En Nebrija,
el pequeño estudia Gramática y Lógica hasta los 14 años. A esa edad parte a
Salamanca para ampliar conocimientos y lo hace ya con el nombre con que será
conocido en Europa: Elio Antonio de Nebrija. ‘Elio’ por su devoción al mundo
clásico y ‘Nebrija’ por su amor a la
patria chica.
En la
Universidad clama por la Retórica. No achaca a los profesores desconocimiento
de las materias que imparten. Critica su modo de expresarse. Dice Nebrija:
-“…aquellos varones, aunque no en el saber, en dezir sabían
poco”.
El latín utilizado
debe ser el clásico. El mejor sitio para aprenderlo es Italia. Allí viaja
Nebrija en 1460. Encuentra sitios que son verdaderos tesoros en el aprendizaje
de latín y griego. El mejor: el Real Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles,
fundado en Bolonia, en 1364, por el Cardenal Gil de Albornoz. Obtiene
una beca para estudiar teología en dicho centro, donde hay mucho rigor en la
enseñanza. En 1469 es nombrado rector y continúa su estudio de lenguas clásicas
y orientales. Como prueba de su valía y buen recuerdo, el Real Colegio conserva
un cuadro que lo representa.
Vuelve a
España después de 10 años. Entra, como secretario, al servicio de Alonso de
Fonseca, arzobispo de Sevilla. A su muerte, en 1475, le contrata la Universidad
de Salamanca para enseñar Poesía y Elocuencia. Pasado un año, oposita a la
cátedra de Gramática y la gana. La deja en el curso siguiente para irse,
también como secretario, con don Juan de Zúñiga que es Maestre de Alcántara y
luego será Cardenal y arzobispo de Sevilla. Con él permanece durante 19 años,
hasta que Don Juan muere.
En 1503 gana
por tercera vez la cátedra de Gramática de la que es relevado en 1509. Don
Fernando, que lo aprecia mucho, le nombra cronista oficial y él escribe la Crónica de los Reyes Católicos. Ese
mismo año oposita a Retórica y da clases. En la Universidad hay una conjura del
Claustro contra él. Cuando cuatro años más tarde sale a oposición la cátedra de
Gramática -sabiendo que es su asignatura preferida, autor del primer libro
sobre esta materia, primer humanista español, heraldo del Renacimiento en España-, el Tribunal le rechaza a favor
de un incompetente. Es su último contacto con una universidad civil.
Lo suyo es
transmitir el saber. Aprender bien el latín clásico y después desaprenderlo en favor
de una lengua romance heredera directa de aquel.
Las lenguas romances derivan del bajo latín, hablado en tierras dominadas
por los romanos, y que se convertirán en naciones independientes al desaparecer
el Imperio: Francia, Italia, Portugal, España. Se escriben gramáticas y
diccionarios para normalizar las lenguas que hablarán por igual los naturales
de cada país.
Nebrija
publica un libro: Introducciones latinas.
Original suyo para el aprendizaje del latín, lengua en que están fundados todos
nuestros conocimientos. Sirve para que los enseñantes depuren su forma de
hablarlo. Sirve también para que lo estudien los que no son iletrados y puedan
leerlo. A continuación publica unos Vocabularios
que facilitarán dicho estudio.
Se habla de que en la corte de los Reyes Católicos había un porcentaje
alto de mujeres cultas -ejemplo, Beatriz Galindo, la Latina- y lo admirable no es que lo fuesen -el cerebro humano no
tiene sexo-, es que en aquel momento se permitiese a las mujeres acceder a un
estudio concreto del que participaban también los hombres: clérigos y laicos.
Quizás con más ‘Nebrijas’ se hubiesen
bordado menos tapetitos para los veladores y los órganos de decisión hubiesen
sido más paritarios.
El Dr. Gregorio Marañón decía:
-“Los dos pecados capitales del
español son la envidia y el odio al árbol”.
Don Antonio era persona de tan extraordinaria valía que los centros de enseñanza
españoles se disputaban, no por tenerlo en su plantilla, sino por cómo
deshacerse de él.
PEDRO.- ¿Todavía
se lee la Gramática del Antonio?
JUAN.- Pues
¿qual se había de leer? ¿Hay otra mejor cosa en el mundo?
(Cristóbal de Villalón, Viaje a Turquía.)
Ya lo dice el refrán: “De mis amigos líbreme Dios, que de mis enemigos ya me libro yo”.
A finales
del siglo XV, los españoles se encuentran en un estado de euforia y de
ambiciones. Hay paz en los reinos, se aproxima el descubrimiento de las “Indias
Occidentales”. Nebrija piensa que es llegado el momento de unificar los
romances que se hablan en España y convertirlos en una lengua común: la que se utilizará
en tierras que se conquistarán. En la llamada España oriental no tiene problemas. Se adhieren Aragón, Cataluña y
Valencia a las modalidades castellanas, prestigiadas por la literatura más
importante de la península.
El valenciano Narciso Viñoles (1442-1517) -casado con Brianda de
Santángel, sobrina de Luis de Santángel- es escritor y abogado, hombre de
confianza del Rey Católico. Ocupa cargos de responsabilidad en el terreno jurídico
y escribe:
“…esta limpia, elegante y
graciosa lengua castellana, bien puede ser llamada latín, sonante y
elegantísima”.
Doña Isabel, al estar con su madre, habla y escribe en portugués, pero
también en castellano. Don Fernando hablaba la lengua de Castilla al tiempo que
la suya. El problema de envergadura reside precisamente en esa Castilla donde
dos romances se disputan el honor de ser elegidos. Toledo, con sus antiguas escuela de traductores y la academia científica de Alfonso X, y
donde reside la gran nobleza. La misma Reina se siente bajo el peso de esa
cultura:
-“Nunca me siento necia, sino
quando estoy en Toledo”.
El habla debe de ser la del arte o sea la de la literatura. En esta no se
usaban ciertas formas gramaticales y vocablos de ese ‘toledanismo’ que impedía
el que se la tomase como norma. Los leoneses ya hablaban y escribían en
castellano. Es, pues, el castellano de León/Castilla el que Nebrija toma como
base.
En 1492
Nebrija presenta a la Soberana su Gramática
Castellana y Doña Isabel pregunta:
-“¿Para qué sirve este libro?”.
No hace
falta responder. El mismo año el orbe se completa con un hemisferio. A las
tierras recién descubiertas se las bautiza con palabras hispanas; los exóticos
productos que llegan al Viejo Mundo lo hacen con nombres españoles o
españolizados; las cartas, escritas por Hernán Cortés al Emperador, se divulgan
por toda Europa. Todos los que van, utilizan la misma lengua, y los naturales
del nuevo continente la aprenden. Gracias a la previsión de Nebrija, la lengua española
se convierte en ornato de la corona, brillante ropaje de la corte imperial.
Los
escritores portugueses, a partir de 1504, también empiezan a escribir en lengua
castellana. No por motivos políticos, siempre tan inciertos, sino sociales y
literarios.
Nebrija se
llamaba a sí mismo, y lo hacían sus amigos debelador
de la barbarie.
A él se debe
la fijación y expansión de la lengua llamada primero castellana y luego española.
Abrió nuevos cauces a la cultura hispánica.
Hacia 1505,
el Cardenal Cisneros pide a Nebrija que colabore en su obra máxima: La Biblia complutense. Es el primer
humanista, aunque no el único, en quien se fija la Inquisición acusándolo de
impío, porque la simple crítica significa herejía. Mientras Cisneros dirige el
Santo Oficio, consigue que actúe con (relativa) benevolencia. Libró de sus
garras a Nebrija porque sabía que era verdadero creyente.
En 1514, Don
Antonio no tiene trabajo y ha de mantener a una numerosa familia: su esposa,
Isabel de Solís, y siete hijos, todos muy amantes del padre y bien instruidos.
Se pone al servicio de Su Eminencia, quien ordena al Rector de la Universidad
de Alcalá que lo incorpore al Claustro, y que le dé:
-“60.000 maravedíes y 100 fanegas para pan y que, trabaje o
no, permanezca allí por pagarle lo que le debe España”.
Nebrija vive
al lado de la imprenta que visita muy a menudo Cisneros. Cada vez que pasa el Cardenal
se para en la calle y mantiene largos coloquios con el humanista, que está
asomado a su ventana. El catedrático da clases en la cátedra de Retórica hasta
el final de sus días.
Es un hombre
de genio vivo, pero amable. Sensible y con una agilidad intelectual
extraordinaria. Poeta, comentarista de textos y educador. Su último libro trata
de la educación de niños y su enseñanza, dedicado a padres y maestros.
Leyéndolo hoy en día, se encuentra de total actualidad.
Príncipe y
ornamento de la Universidad Complutense, cuyo nombre ha contribuido a ensalzar.
Está enterrado en la Iglesia de San Ildefonso, aneja a la misma Universidad,
donde yacen el Cardenal Cisneros y otros grandes hombres de España.
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El primer
diccionario español, titulado Tesoro de
la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias Orozco, aparece
en el año 1611.
Sebastián de Covarrubias y Horozco -u Orozco- (1539-1613). Pertenece a la
generación de Miguel de Cervantes, Juan de Austria, Antonio Pérez, Fernando de
Herrera, Juan de Mariana, Tomás Luis de Victoria, el Greco, Juan de la Cruz, Mateo
Alemán, Francisco Suárez… Estudiante en Salamanca, capellán de Felipe II,
consultor del Santo Oficio, comisario apostólico de la instrucción de moriscos
valencianos. Escritor y poeta. Autor de Tesoro
de la lengua castellana o española, tenido como el primer diccionario
monolingüe del español. No es apreciado hasta el siglo XVIII, fecha en la que
aparece el primer diccionario de la Real Academia Española, el Diccionario de Autoridades
(1726-1739). En este diccionario el Tesoro
ocupa un lugar destacado, siendo citado de forma continuada como autoridad
lexicográfica y etimológica. De la misma manera, lexicógrafos extranjeros como
César Oudin, Lorenzo Franciosini y otros muchos lo utilizaron para la
composición de sus repertorios.
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Trento
A partir de los siglos XV y XVI se presenta una situación
crítica, tanto para España como para Europa -entonces llamada cristiandad o comunidad de naciones que
comparten el mismo credo religioso-. Los cristianos y su cabeza -Roma-
necesitan una seria reforma, un cambio de espiritualidad. Protágoras dice:
-“El hombre es la medida de todas las cosas”.
En el Renacimiento -que no en vano pone de relieve el
humanismo clásico- empieza a contar el individuo. Se convierte en el centro del
mundo y en el autor, no anónimo, sino conocido por su nombre, de obras en el
campo literario y en el del arte. Se recuerdan las palabras de Gregorio Magno:
-“El arte figurativo es la Biblia del pobre”.
Es decir, un instrumento para aprender las verdades de la
fe los simples y los iletrados. Roma se llena de artistas que construyen magníficos
jardines y edificios. Los decoran con frescos, pinturas, esculturas. Los
visitantes acuden en aluvión. Cuando vuelven a sus tierras explican a los
párrocos que ya no les hace falta confesarse: con las indulgencias que han comprado tienen asegurada la entrada
en el cielo dos o tres veces.
Hay un agustino alemán, Martin Lutero, que se hace de notar
por su crítica contra la Iglesia y el Papado. Asegura que su intención es buena:
quiere salvaguardar la fe. Aboga por la convocatoria urgente de un concilio. Lo
mismo piden los príncipes alemanes cristianos o luteranos. El emperador Carlos V
es el más interesado en esta celebración. Ha asegurado por escrito que
defenderá a la Iglesia, aunque sea con las armas. Los cardenales y el papa no
están por la labor. Los pontífices recuerdan los concilios anteriores: Vienne y
Constanza, donde la autoridad ha emanado del concilio. No quieren dejar de ser
los jefes.
Se convoca el Concilio de Trento (1545-1563), difícil y con
continuas interrupciones. En conjunto es una toma de posición contra las tesis
protestantes de Lutero (1483-1546) y Calvino (1509-1564). (Cfr. Stefan
Zweig Castellio contra
Calvino: conciencia contra violencia).
Es de agradecer el retrato humano que el autor hace del aragonés Miguel
Servet, perseguido en aquel momento por la Inquisición española. Debido a
aquella circunstancia, hasta 1616 no se conoció su descubrimiento sobre la “circulación menor”.
El Emperador ruega que se invite a los protestantes. A
ellos no les gustan las condiciones y rechazan su participación. Posteriormente
piden que se les incluya en la asamblea. Dado que ya han sido excomulgados, tendrán
derecho a hablar, pero no a votar. Niegan su asistencia. Se consuma la diferenciación
clara entre la Iglesia Apostólica y los movimientos reformadores surgidos del
luteranismo.
El Concilio resolverá algunas cuestiones; otras, aunque
aprobadas, no se cumplirán, y las habrá que quedan por aclarar aún en el
momento actual.
La Iglesia se llamará católica, es decir universal. Su
composición es estrictamente romana, jerarquizada en su estructura piramidal.
Poder espiritual y temporal. Se reafirma la autoridad del Sumo Pontífice.
Fuentes de la revelación divina: Biblia y Tradición. Los
protestantes solo creen en la primera y en su libre interpretación. Los
católicos están obligados a creer en las dos. Como Biblia utilizarán la Vulgata -única autorizada en aquel
momento- con las notas aclaratorias de la autoridad eclesiástica.
Profesión tridentina de fe: credo
niceno-constantinopolitano.
Cultos. Latría:
adoración a Dios. Dulía: veneración a
los santos. Hiperdulía: veneración a María
en grado superior.
Los padres conciliares revisan todos los dominios que
competen a la Iglesia:
-Cuestiones doctrinales:
Pecado original, justificación, gracia.
-Cuestiones disciplinarias:
Clérigos: seminarios diocesanos, traje talar negro, igual al que
llevan los magistrados llamado sotana porque se lleva ‘soto el manteo’,
celibato, predicación, atender parroquia, registros parroquiales.
Obispos: obligación residencia en sus diócesis.
Religiosos y monjes: constituir congregaciones.
Religiosas: estricta clausura.
-Cuestiones pastorales y litúrgicas:
Doctrina y administración sobre los siete sacramentos. El
propio Palestrina se ocupa de la música sacra.
Doctrina sobre el Purgatorio y sufragios por los difuntos.
El Concilio habla de:
“La pena temporal que se satisface en el Purgatorio. El sacrificio de la
misa es propiciatorio y sirve para los difuntos que lo necesitan”.
Los protestantes no creen en la Transubstanciación y por
tanto esta doctrina les es ajena.
Los protestantes no admiten imágenes en sus iglesias. No
tienen santos y de María no aceptan ni el “Ave,
gratia plena”.
Discusiones y deseo de mostrarse contrarios en todo. No solo en las ideas filosóficas,
sino también estéticas. Los luteranos renuncian a los ornamentos y
manifestaciones de arte en cuestiones religiosas. Los católicos, por medio de
la pintura y las imágenes representan la poesía del dogma, el esplendor del
cielo, María, los santos, tradiciones, milagros. Estas obras que plasman les
proporcionan un manantial inagotable de inspiración. Los países de tradición
católica han tenido mejores artistas, en el terreno religioso y profano, que
los protestantes.
El concilio tridentino afirma:
“El santo concilio prohíbe que en las
iglesias se ponga una imagen, inspirada en error, que pueda inducir a engaño a
la gente sencilla: quiere que se evite toda impureza, que no se ofrezcan
imágenes de aspecto provocativo. Para asegurar el respeto a estas decisiones,
el santo concilio prohíbe, incluso en las iglesias que no están sujetas a la
visita del ordinario, una imagen insólita, a no ser que la haya aprobado el
obispo”.
No se conocen persecuciones contra artistas y, si
hubo algún inconveniente, se arregló mediante una conversación amistosa entre
la Inquisición y el interesado. Lo que pide el Concilio concierne solo a
lugares religiosos: conventos, iglesias. En lugares profanos es donde el ejecutante
puede volcar su lado sensual. Si a Miguel Ángel se le hace velar sus desnudos
en la capilla Sixtina, es porque se trata de la capilla papal. Los anatemas del
Concilio se dirigen al campo teológico no al del arte. Los protestantes
consideraban insoportable la proliferación en este terreno.
Los miembros del Concilio velaban por la pureza de
la fe, pero no podían dejar de ser renacentistas, amantes de la belleza. Lo que
parecía coartar la libertad de los artistas, que no fue tal, ¿no sería una
condena implícita del enemigo, que lo era en ambos terrenos: el doctrinal y el
artístico?
En el Concilio no participan
laicos y se dice:
“Aún hoy somos prevalentemente los clérigos quienes teologizamos o
legislamos para que los laicos vivan de nuestras reflexiones y cumplan las
leyes que para ellos elaboramos, interpretamos y aplicamos”.
Laico, lego o seglar que no tiene órdenes clericales. Pertenece a la vida,
estado o costumbre del siglo o mundo. Laico y clero: términos que se contraponen.
Para los fieles se establece la celebración del rito
latino, la llamada misa tridentina,
que en ese momento se celebra en Roma.
Decisiones sobre las indulgencias.
Índice de libros prohibidos.
Geert Geertz -conocido como Erasmo de Rotterdam (1466-1536)- ha
nacido en Holanda. Huérfano a los 14 años, sin familia y engañado por sus
tutores, que lo dejaron sin bienes. Aun sin vocación entró en un convento de
agustinos. Posteriormente Julio II le dispensó de sus votos. Se le considera el
más gran humanista del Renacimiento y amigo de muchos de ellos. Viajó en varias
ocasiones a Francia e Inglaterra y vivió en Roma. Consejero de Carlos V y
estudiante de Teología en la Universidad de Turín, disciplina de la que fue
profesor en Cambridge. Hombre de letras, erudito y adelantado a su tiempo. Con
una mente abierta y un ideal: la reforma pacífica y gradual de la iglesia y de
la sociedad. Mantuvo disputas con Lutero sobre el libre albedrío. Amigo de
Tomás Moro (Cfr. Utopía), mártir y
elevado a los altares por la Iglesia católica y a quien Erasmo dedicó su mejor
obra: Elogio de la locura en la que
satiriza a los retrógrados y alaba a las mentes libres, ingeniosas, rebeldes,
atrevidas. Un precursor del espíritu moderno del humanismo cristiano.
La Santa Sede pensó en invitarle al concilio, pero tuvo miedo porque la
Inquisición miraba con desconfianza su traducción del Nuevo Testamento. El
Cardenal Cisneros le invitó a venir a España, pero no vino. Debió de ser él el
miedoso en este caso.
El Concilio no pudo alcanzar la finalidad para la que se
había convocado: unificar a la cristiandad. Fue bien recibido en España y menos
en otros países aún con sus guerras religiosas y deseosas de tener iglesias
católicas, pero nacionales. Sí que puso orden y aclaró conceptos.
La Inquisición es reinstaurada para combatir herejes. Bien
vista en la época.
La Inquisición -inquisitio: encuesta-
fue una organización católica dedicada a la vigilancia y represión de la
herejía. Funcionó desde el siglo XIII al XIX, con mayor o menor regularidad y
severidad -por no decir barbarie- según los sitios y circunstancias. El papado
la instauró para que el trato a los supuestos culpables ‘no se les fuese de la
mano’ como en la cruzada contra los albigenses. Estaba centralizada en Roma,
desde donde la Santa Sede enviaba a sus legados. Este trabajo se les confió a
las órdenes mendicantes, especialmente a los dominicos. Por los edictos
emitidos en cada país, los ciudadanos estaban obligados a denunciar a los sospechosos.
En diez años la Inquisición se había extendido por toda Europa. Al denunciado
se le pedía que se retractase y, si lo hacía, no había juicio: solo multas,
peregrinajes, llevar la cruz sobre la ropa. Para los relapsos, la prisión, y
para los obstinados, la hoguera -en España llamada auto de fe-.
La Inquisición se mezcló en un proceso simulado como el instruido contra
los Templarios o el proceso contra Juana de Arco, canonizada después. Fue acusada
de bruja y quemada en la hoguera, como se procedía contra estas mujeres. Es
cierto que el mal se expande rápidamente, porque Salem no está en Europa.
Auto de fe se entendía en dos aspectos: literal e ideológico. Se quemaban personas y
también libros por las ideas o doctrinas que contenían.
Savonarola en la llamada hoguera de
las vanidades quema libros en Florencia. Pablo de Tarso, por su predicación,
consigue que se quemen libros de los ocultistas. La reproducción de este acto,
pintado por Eustaquio Le Sueur figura en el frontispicio del Índice de libros prohibidos. (Cfr. Epístola a los Efesios)
Pío V, acabado el Concilio, establece el uso del Misal, el
Breviario Romano y el Catecismo. Es un verdadero hombre de Dios y que no usa de
diplomacia. Estructura la Curia. Empieza a enviar Nuncios, que harán más
fluidas las relaciones con los reinos en donde residan. Para Felipe II y sus
colaboradores, Pío V es un hombre que les ‘descoloca’, no es un Pontífice ‘al
uso’. Cuando el soberano español lo comprende, se pone a su disposición, es un
fiel cumplidor del Concilio y hasta en la moda se deja influir por él.
Carlos Borromeo (1538-1584). Cardenal, arzobispo de Milán, es el hombre del Papa. Perteneciente a una
gran familia, gasta toda su fortuna en favor de los necesitados. Ayuda al Papa
a poner en funcionamiento los dictámenes del Concilio. Utiliza su propia sede
como ‘piloto’.
efef
Cuando la moda era española
los espejos a la moda!
MARTÍN.- Di cómo y no te alborotes.
LOPE.- ¿Qué es moda?
DON DIEGO.- ¡Mi rabia toda!
¡Que
no sepan lo que es moda
hombres que tienen bigotes!
La palabra moda, refiriéndose a asuntos de indumentaria, se incorporó al
español
a través de una obra teatral de Agustín Moreto: El lindo don Diego, 1662.
Hasta
entonces se utilizaban las palabras indumentaria, forma de vestir, vestido…
Indumentaria: conjunto de prendas de vestir y de adorno que usa una sociedad
con poder.
La clase de
vestido: el signo
distintivo que denota la calidad de los que lo llevan.
Privilegio
del ser humano es la insaciable curiosidad que le domina: conocer los misterios
de la naturaleza y las actividades de los que le precedieron. Hechos
trascendentales, sociales e individuales: la forma de vivir y de comportarse; comida,
higiene, vestido y hasta las anécdotas -la microhistoria-. Por el suelo, que es
una inmensa colección arqueológica; los escritores, que escriben sobre la
sociedad de su tiempo; los cronistas e historiadores que informan de lo
ocurrido en edades pasadas: reyes, cortes, políticas, batallas; los archivos,
que son memoria de la humanidad y el arte de pintores, escultores, grabadores,
joyeros, es posible conocer costumbres y eventos, entre ellos cómo era la moda española
en diferentes épocas.
España es
una península y un dique entre Europa y África. Tres mares la rodean pero no la
defienden: son una invitación a que la invadan otros pueblos. Se convierte en
una encrucijada de civilizaciones, cuya influencia recibe. Los recién venidos
permanecen cierto tiempo y son expulsados por nuevos visitantes. En general las
costumbres españolas son más sencillas y austeras que en el resto de Europa -cuya
forma de vestir, cuando se acepta, es reduciendo ampulosidades-. Puede que
también cuente un sentido trascendental que los españoles han dado a veces a la
vida y que los ha alejado de excesivos refinamientos, considerados superfluos.
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Luto: “Vestidura lúgubre en significación de dolor
y tristeza; así se dijo luto del nombre latino luctus que es
lloro”. Es la definición que da Covarrubias, pero
sin especificar el color de la vestidura.
Antiguamente los colores tenían un origen mineral vegetal o
animal. Su simbolismo es como un lenguaje que les da un significado.
El blanco evoca la nieve y significa el candor del recién
bautizado, la castidad de la futura esposa o de la postulante religiosa.
También se refiere a la pureza del papa, a partir de Pío V que siempre usó su
traje blanco de dominico. Dado que en latín canus
significa blanco, este color alude a la
sabiduría de las personas con el pelo blanco -ancianos, venerables-. También a
la inocencia de los elegidos, la fe que salva y la alegría de la resurrección.
Por todo ello, el blanco puede considerarse a veces el
color del luto y de la pena de las personas creyentes.
Las viudas blancas
En la Edad Media, las reinas viudas de las monarquías europeas cristianas,
solían llevar el color blanco como luto -especialmente en Francia-.
En España hay un caso curioso: la princesa Isabel viste de
luto con ropajes de sarga blancos a la muerte de su hermano Enrique IV. Acabados
los funerales regios se los cambia por un brial de brocado, profusamente bordado,
para ser entronizada como Reina de Castilla.
Brial: Viene del sur de Francia, de la palabra provenzal
-brialt-.
-Mujeres: Vestido largo de rica tela, que llegaba a arrastrar por el suelo,
ceñido a la cintura por un cordón y abriéndose en faldones por los lados.
-Hombres: Faldón de tela o seda, llevado por la gente de armas, desde la
cintura hasta las rodillas. Fue sustituido, a partir de la mitad del siglo XV,
por pequeñas faldillas y las calzas.
Botina: Zapato que se usa por la misma época. Llega
un poco más arriba del tobillo.
Cerca del Renacimiento cayó en desuso esta costumbre y se adoptó el negro,
pero nunca se derogó la primera costumbre. Este es el motivo por el que, en la
época presente, Fabiola, reina de los belgas, a la muerte del rey Balduino,
pudo elegir el blanco como color de luto, ya que era soberana viuda en un país
europeo y católico.
Hay un privilegio que también sigue vigente: el de que las
reinas de países europeos y católicos, en visita de Estado al Santo Padre,
puedan llevar vestido y mantilla blancos.
El negro es el color de la tierra, de la ceniza y representa a la muerte,
por ello es el color que se utiliza para manifestar externamente el dolor que
causa la desaparición de un ser querido.
Los tintoreros lo prefieren, porque su patrono es San Mauricio, santo de
piel oscura.
En el pasado había pautas que regulaban el tiempo en que se
había de llevar luto y el alivio de luto, según el parentesco
con el difunto. Hasta se cubrían los espejos del domicilio. Todas estas normas
sociales tienden a desaparecer en la actualidad.
¿Y la Iglesia? ¿No usaba el negro en funerales por los
difuntos? En el siglo XIII un obispo francés llamado Durand, vio en el morado
una variante del negro y que le recordaba el color lívido de las llagas de
Jesús en su Pasión. Ese es el color que eligió el Concilio Vaticano II en
sustitución del negro.
Felipe II, el Bueno (1419-1467)
Duque de Borgoña, es piadoso, bueno y un mecenas fastuoso. En su entorno
se desarrolla la más grande escuela de arte flamenco: Menling, Van Eyck, Van
der Weyden. Durante su mandato y el de su hijo se engrandecen sus posesiones.
Su nieta María une su herencia a la de Maximiliano de Habsburgo, emperador de
Alemania. Esa unión hace que cambie el nombre de la dinastía borgoñona. El
nieto de este matrimonio, Carlos de Habsburgo, cabeza de la rama Austria
española y jefe de la Orden del Toisón de Oro, hereda el ducado -Países Bajos-,
la corona de España y es electo Emperador de Alemania. Con él se introduce la
etiqueta borgoñona en tierras españolas.
Motivado por las costumbres de la época y su deseo de hacer
el bien, Felipe el Bueno funda una orden de caballería nobiliaria. La crea en
Brujas en 1425. Su nombre: La Orden del
Toisón de Oro. Se basa en un episodio de la mitología griega: Jasón y los argonautas, que van en busca
del “vellocino de oro.” Los caballeros de la orden identifican el vellocino con
Jerusalén. Quieren liberar la Ciudad Santa.
Felipe el Bueno viste de negro, como duelo por el asesinato de su padre.
Acabado el luto sigue utilizando este color porque es sobrio y bello. Simple
pero con impacto. Elegante y refinado. Además, como se observa en su cuadro,
cualquier joya resalta sobre él.
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Breves
apuntes sobre la indumentaria española
Prehistoria
Los primeros
grupos humanos que habitan la península usan la vestimenta en función del
clima. Más adelante empiezan a “pensar” y consideran otros elementos: el rango,
los valores religiosos, la organización de la vida. Usan pieles, tocados,
calzado. Conocen la técnica de la cestería. Está muy difundido el cultivo del
esparto. Adornos de asta, hueso, piezas dentales. Fuentes: pinturas levantinas,
yacimientos arqueológicos.
Vestimenta:
Taparrabos, calzones de cuero -cazadores desnudos con adornos de cintas en
piernas, brazos y cintura-, plumas y pieles, faldas.
En el Neolítico, collares y pulseras, conchas, hueso y piedra. Los grupos
más desarrollados fabrican textiles, o sea, utilizan ya el telar.
En las Edades de los metales -hierro, bronce- empiezan a trabajarlos:
collares de metal, cristal, oro, marfil.
-Íberos: evolución
de la tejeduría. Agujas metálicas. Influencia oriental a través de pueblos
colonizadores: fenicios, griegos y cartagineses. Fuentes: orfebrería y esculturas
monumentales en piedra, propias de sociedad estructurada y compleja. Materias
primas vegetales y animales.
Indumentaria:
-Las mujeres aparecen con túnicas que se utilizan hasta final de la Edad
Media -una interna y otra exterior larga hasta los tobillos, con manga o sin
ella, y con las primeras hombreras de lana-, mantos o sobretodo, cabeza
cubierta con velo, cofia o el mismo manto. Aparece la pasamanería, cenefas,
flecos, todo en colores. Joyas: collares, gargantillas, colgantes, grandes
pendientes.
-Los hombres llevan túnica corta o larga, ceñida con cinturón y manto. Los
guerreros llevan casco, túnica corta y unas placas que protegen pecho, espalda
y abdomen. Escudos redondos, espada corta y lanza.
-Hombres y mujeres llevan el mismo calzado: alpargatas o botas de media
caña. Cabello largo y ondulado. Fíbulas para sujetar las prendas,
En
Segóbriga, cuna de la Celtiberia, aparecen los celtíberos, unión de íberos y
celtas.
-Época
hispanorromana: durante la cual, la vestimenta en Hispania fue exclusivamente
romana. El poeta Marcial, en visitas a su patria, echaba de menos la
suntuosidad de Roma y le parecía excesiva la sencillez celtibérica. Solo
algunos senatores, en sus grandes
quintas llevaban una vida suntuosa y corrompida.
Indumentaria:
-Hombres: camisa interior, túnica exterior, toga, alba, candita; tres
palabras que se conservan en el idioma español actual: toga, alba, candidato. Pelo
corto, cabeza descubierta o cubierta con parte de arriba del manto, la toga o
añadiendo un capuchón, o con sombreros de paja como los actuales -para
defenderse del calor-.
Los gladiadores usaban calzones o bragas. Los campesinos, túnicas cortas.
Los esclavos, cortas o largas según su categoría.
¿Y los centuriones? Pertenecían al ejército y se podían considerar la
elite de él. Después de uno o dos años de servicio pasaban a la caballería. Su
vestimenta se componía de túnica corta blanca, armadura, sandalias y encima del
casco llevaban un penacho colocado de forma transversal, para no impedir la
vista a la tropa que le seguía. En zonas frías utilizaban un pantalón corto y
vendas que les cubrían las piernas. En la mano, un bastón de madera de vid,
símbolo de mando, que usaban a discreción para golpear a los torpes o
rezagados. Una espada corta -gladius-,
sujeta con un cíngulo. La palabra centurión venía de centuria, pero,
contrariamente a lo que se piensa, la centuria romana no significaba cien, sino
que estaba formada por 30, 50 u 80 hombres. Al frente de cada centuria había un
centurión y un grupo de ellas formaba una cohorte.
-Mujeres: sujetador- especie de faja tubular actual-; túnica interior y
exterior, stola -estola en la actualidad-,
manto. Banda púrpura o bordada en oro. Cabeza cubierta con parte de manto o con
cofias. Para protegerse contra el frío usaban el mantus -manguito para calentarse las manos-, y para protegerse del
calor, una sombrilla.
Cabello largo; las doncellas lo llevaban suelto y con ello denotaban su
estado -costumbre que duró hasta el siglo XX-. Las casadas o viudas, recogido
en peinados muy elaborados.
-Hombres y mujeres: telas de lino y lana. Seda y oro en la época imperial.
Pieles, en épocas muy frías, forrando su manto. Cintos o cíngulos para la
cintura. Calzado: sandalias, zueco -del latín soccus, calzado- y zapatos.
Caso curioso: en Mérida Augusta se conservan construcciones romanas por
cuyo suelo corren canalillos. Por ellos discurría agua muy caliente con cuyo
vapor se calentaban.
Debido a la
riqueza con que vistieron los emperadores, cuya autoridad era total, se habló
del peso de la púrpura, nombre que se
da a un tono rojo especial y que copiaron los cardenales de la Iglesia
Católica. Desde entonces hasta la época presente se sigue hablando de ese peso:
los rectores del mundo aceptan los cargos -honor-, pero es más difícil cumplir
con la carga -sacrificio-, siendo así que “todo cargo lleva aparejada una
carga”. Si no hay que cumplir lo segundo, mejor rechazar lo primero.
Edad Media
-Visigodos:
la época post-romana es de desorden, solo contenido por el creciente
cristianismo, que será religión oficial tras la conversión de Recaredo, rey de
los visigodos. Este pueblo germánico es rudo, su cultura escasa, su lujo
recargado y tosco. Pronto se romaniza y su corte es un ejemplo de orden y
buenas maneras. ¿Qué nos aportan los visigodos? Más que de ellos de Bizancio, con
cuya Corte mantienen buena relación. Allí van a estudiar los españoles cultos,
cuya influencia será decisiva a su vuelta. Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías, describe vestimentas, joyas
y muebles bizantinos que son los preferidos en aquel momento.
El primer
rey visigodo fue Ataúlfo, casado con Gala Placidia; el último, Don Rodrigo. Y
aquí viene la leyenda:
La monarquía visigoda era un cargo electo, no de herencia. A la muerte de
Witiza, la familia espera que sea su hijo quien le herede, pero el grupo de
notables elige a Don Rodrigo. La conducta de este es inmoral y seduce a
Florinda, llamada la Cava, hija del Conde Don Florián, gobernador de Tarifa.
Por este motivo, el Conde quiere vengarse y aglutina sus ejércitos con los
sucesores de Witiza y el obispo Don Opas.
Conde Don Julián y Tarik
En un nuevo ataque, vencen a Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete (711) o
de La Janda, pero los traidores son víctimas de su conducta. Se acaba el reino
de los visigodos, Don Rodrigo desaparece, sin que se haya conocido nunca su
paradero, y el invasor es detenido en su marcha hacia Europa por Carlos Martel,
en la Batalla de Poitiers (732). España comienza La Reconquista, dirigida por
Don Pelayo, con un grupo de hombres cuyas armas son las piedras y muy mala…
intención.
-Hay otra
influencia oriental en España más importante: la musulmana. Sus principales
centros del saber son Siria, Persia, India y aún Extremo Oriente. En torno al
siglo IX hay una depresión occidental que pone más de relieve la cultura asiática.
Los emires hacen traer de Bagdad tejidos y joyas. En Córdoba se fabrican sedas
y objetos suntuarios. Poetas de la corte de Harum-al-Raschid vienen a cantar la
de Abderramán III, personaje que se mueve entre la poesía y la leyenda:
contemplar a las esposas melancólicas porque en su reino no hay nieve, le mueve
a plantar almendros. Cuando caiga la flor imaginarán que son los copos que
desean ver. Medina Azahara no se puede
comprender sino viéndola.
Vestimenta
de los mozárabes: túnica, capa y manto que en España se llevará durante toda la
Edad Media. La camisa se generaliza a partir del siglo X. Lana, lino y seda; colores
vivos y gran diversidad de modelos. La mobatana, con ricas pieles, el alifafe y
barragán. Algunas de estas palabras han pasado al castellano con sentido
figurado.
El poncho: los romanos utilizaban un manto que tenía un agujero por el que
metían la cabeza y que caía en pliegues por el cuerpo. Se utilizó en toda
España y su uso lo recogieron los musulmanes. En América del sur se habla del
poncho mejicano, argentino, peruano…, como de creación autóctona en la época
precolombina. Sin embargo, hay autores que piensan que esta prenda fue llevada
al Nuevo Mundo por los españoles, puesto que la usaban corrientemente. ¿Origen
hispano? ¿Origen sudamericano? Hay opiniones para los dos.
Las cortes
cristianas aceptan estas modas. En Sevilla están de moda los mantos que, con el
tiempo, se irán aligerando y se convertirán en la mantilla española, fabricada con ricos encajes.
Las
corrientes exteriores occidentales vienen por las peregrinaciones a Santiago
por el camino francés, y por los
mercaderes extranjeros que se establecen en núcleos urbanos españoles.
La moda
española en la Edad Media se caracteriza por una mezcla de elementos orientales
y occidentales, en proporción al tiempo y región en que permanece el invasor. Sobre
el fondo común romano-germánico, que tienen las naciones europeas, en la moda
española se sobrepone un acento musulmán.
¿Qué es el mudejarismo? La influencia
del arte musulmán sobre el cristiano. A nivel popular, el arte mudéjar ha
permanecido hasta la actualidad.
En el siglo XI se nota una fuerte influencia del vecino país galo.
Francesa es la arquitectura de las catedrales y la letra de los códices. Esa
influencia aumenta en las cortes y en las capas sociales más altas que son las
que realmente se preocupan por la vestimenta. La guerra ya no es una
preocupación constante con lo que la vida se vuelve más fácil. Hay un refinamiento
en la existencia y en el lujo del vestir. Los mercaderes comercian con Flandes
y Francia.
Museo de Telas Medievales. Instalado en el
Monasterio Santa María Real de las Huelgas, se trata de uno de los museos
textiles más importantes del mundo, que cuenta con valiosos vestidos y telas
medievales que formaban parte de la indumentaria civil entre los siglos XI y
XIII.
En inventarios, testamentos y donaciones se hace mención a orofreses de
Inglaterra, cuyos tejidos están en boga. En el siglo XIV la Crónica de Alfonso XI
narra la magnificencia de una ceremonia: la de armar caballeros en Burgos, que
es reflejo de la admiración que causan en España las costumbres caballerescas y
galantes de la corte de los Valois.
Al avanzar el siglo XV el interés de la moda española se desplaza a Italia,
Flandes y el sur de Alemania. Enrique IV de Trastámara, para ir a una fiesta,
se pone su jubón de puntas.
En el último tercio del siglo los cronistas hablan de la extremada
austeridad de la corte de los Reyes Católicos. Es una época de concentración de
valores nacionales. El vestir español tiende a adquirir carácter propio, severo,
elegante y señoril, tonos oscuros y parsimonia en el adorno. Se acercan los
tiempos en que la moda de España será imitada y el traje de etiqueta de los
europeos elegantes será el que lleven los hidalgos españoles.
Dice Fernando el Católico:
-“Bien pocas camisas he usado en mi vida y
todas hiladas por la Reina y sus damas”.
Don Fernando tiene siempre poco dinero, debido a los gastos que provocan
las guerras de su padre. Afortunadamente la corte aragonesa no tiene tanto
boato como la castellana. Los reyes de Aragón poseen un collar de balaixos -balajes o rubíes de color
oscuro-, que sus esposas reciben como regalo de boda. El collar está empeñado
en Valencia. Juana Enríquez ha muerto y su propiedad ha vuelto a su viudo Juan
II, quien manda a su hijo a que lo rescate: es el regalo de esponsales de
Isabel.
El collar era: “rico en oro con
quince colgantes; en cada uno de los primeros 7 colgantes había un balaje
grueso engastado que eran siete balajes, 3 de talla, un codol y otros tres
codols a manera de tabla. Restantes 8 colgantes: había 8 perlas a manera de
perillas, otro balaje gordo horadado
sin engaste, pendiente de una perla larga a manera de perilla”. Así
constaba su descripción en documento guardado por el notario de Valencia,
Jacobo Eixiemeno.
El collar tenía un valor suplementario dado por la creencia
de que uno de los balajes provenía del rey Salomón, con lo cual, el que lo poseía
heredaba la sabiduría de dicho rey.
En Aragón no había costumbre de usar corona. Fernando de Antequera se la
pide a su hermano para coronarse rey aragonés, y por tanto no hay en Castilla. Doña
Isabel le encarga al orfebre valenciano García Gómez una que siga los antiguos
modelos imperiales del Reino de Sicilia. Consta de 8 piezas, para cuyo engaste
se usan águilas sanjuaneras, con esmaltes y piedras preciosas.
Estas dos joyas -collar y corona- pertenecen a la reina Juana de Aragón
como heredera de su madre. En el momento de la muerte de Doña Isabel, se
encuentran como empréstito depositadas en Simancas o en algún monasterio. Sea
como fuere, desde ese momento nadie vuelve a tener noticia de ellas.
El cristianismo ha entrado en España a través del Imperio Romano
y ha triunfado por la voluntad del pueblo y el pacto entre la Iglesia y el
Trono. Los clérigos, a través del púlpito y sus escritos no dejan de advertir a
las mujeres lo modesta que ha de ser su conducta, y severa y sencilla su forma
de vestir. La vestimenta sirve para proteger el cuerpo y disimular la anatomía,
no para desplegar la coquetería y conducir a los varones al pecado.
El confesor de la reina Isabel, Don Hernando de Talavera, le reprocha su
vasto vestuario y la Reina le explica que en ese aspecto ella no es una mujer,
sino la representante de la Corona de Castilla.
efef
La moda española empieza a hacerse de notar en Europa, cuando el
ascendiente de la monarquía hispana crece en todo el mundo. Don Carlos es emperador
de Alemania y rey de España. ¡Atención! La verdadera reina de España es su
madre, Juana de Aragón (1479-1555). Madre e hijo llegan a un acuerdo por el que
todos los documentos se expiden comenzando por las siguientes palabras:
“En nombre de la reina Juana y su hijo el rey
Carlos…”.
Por lo que Don Carlos es rey de pleno derecho solo un año y
su esposa será emperatriz, pero, al morir antes que Doña Juana, nunca llegará a
ser reina de España.
A la Corona pertenecen Flandes, parte del sur de Francia y las posesiones
en Italia, aparte de las colonias americanas. En verdad se puede decir que en
sus dominios no se pone el sol. La situación económica es tan brillante como
la política, debido al comercio con el Nuevo Mundo.
Hasta aquel momento ninguna nación se había mostrado
indiscutiblemente superior a las otras en cuestión de moda y buen gusto. Es en
el siglo XVI y parte del XVII cuando España se erige en rectora en ese aspecto.
No se impone, simplemente se deja copiar. Como en tantos otros asuntos no sabe
sacar partido material de la situación que se presenta. Francia, que toma el
relevo a partir de mediados del XVII, sí que sabe extender y afianzar sus
innovaciones, que se muestran tan importantes para su vida política y económica.
En el momento actual la moda está muy dispersa, pero París continúa siendo
París.
Dice el refrán: “Palabras de mujer pesan poco, pero el que
no las sigue es un loco”. Si se compara el siglo de los Austrias con el de Luis
XIV, ¿cuál es la diferencia? La importancia que en el segundo tuvieron las
mujeres, aquellas brillantes e ingeniosas aristócratas, que jalonaron todo el
reinado del Rey Sol. Más o menos abiertamente la opinión de la mujer pesa en
todo tipo de decisiones, tanto en lo que respecta a su sexo como al masculino.
Durante siglos, ¿se ha podido contar con la mujer española, devota, pero
inculta, dedicada a parir y confinada al hogar, cuyas riendas llevaba con mano
maestra?
Don Carlos viene por primera vez a España a la muerte de su abuelo el rey
Católico. Cuando vuelve a salir, atraviesa toda Europa, acompañado por un
brillante séquito y el ejército español. Son observados por los que ponen la
mirada en los usos, costumbres y trajes de un país tan interesante y poco conocido
como era entonces el español.
En la época medieval, los reyes y sus nobles tenían
mesnadas -conjunto de hombres armados al servicio del rey y de los nobles para
proteger su castillo o ir a la guerra, viene del latín mansionare, alojar-.
España, siempre metida en luchas, empieza a tener un ejército profesional y a
sus componentes se les llama soldados -de donde derivan las palabras soldada y sueldo-.
Los comerciantes alemanes que le acompañan, no lo hacen con las manos vacías.
Van pertrechados con telas, prendas y objetos que corresponden al nuevo gusto
español y han adquirido con ánimo de venderlos en su patria.
El Emperador viste a la española o a la borgoñona, aunque él personalmente
no promociona modas ni colores. Siempre se presenta con la ropa que corresponde
a los cargos que ostenta, con aspecto limpio, aseado y elegante. Al morir la
Emperatriz todo cambia. No le importa su presencia ni ir cubierto con un viejo
sombrero ni que su traje se caiga a pedazos. Su ayuda de cámara ha de estar peleando
con él para conseguir que se cambie.
Se cuentan varias anécdotas a propósito de su forma de
vestir. Un día, ve a un muchacho que está cargando una pieza de artillería en
un carro. Le entra ira al ver la torpeza con que lo hace y empieza a darle
bastonazos. El joven al ver su aspecto lo toma por un mendigo y le da un bofetón.
¡Horror! La pena que el Emperador tiene establecida para esos casos es la de
muerte. A ruegos de los nobles que le acompañan, se la conmuta por la de
cortarle la nariz. ¡La cosa tiene narices! ¿No es pasarse un poco? Claro que el
joven ya no pudo sonarse, pero ¿y lo que disfrutó contando a sus oyentes que había
abofeteado al Emperador?
Carlos V muere en Yuste, en 1558. En larga conversación con su heredero,
ha tenido tiempo de transmitirle su ideología:
-“Hijo, he sido débil con los protestantes. ¡Caña
con ellos!”.
Aparte de otros medios -Inquisición y guerras-, Felipe II tiene en sus
manos un instrumento muy eficaz: Trento. Se ha ofrecido al Papa como paladín de
su difusión, y así establece en todos sus reinos la obligatoriedad de seguir
sus directrices. Todos los días en distintos lugares de España se celebran
misas, rezos de rosarios, actos religiosos. Se recuerda lo que le escribe a su
embajador en Francia con motivo de la noche de San Bartolomé.
Le ayudan clérigos muy eminentes y órdenes religiosas nuevas o reformadas
en el Concilio. La nota más importante de este, ¿ha sido el triunfalismo? ¡No!
Más bien la realidad: volver a las fuentes. Quizás los promotores piensan que
los signos externos son muestra de lo que se siente en el interior. El caso es
que Felipe II elige el negro -color severo pero elegante- para vestir. Lo que
comienza como un sentimiento espiritual se convierte en una moda.
¿Y las mujeres? La devoción a María es patente en toda
Europa: las órdenes de caballería la tienen como Patrona, hay multitud de
congregaciones, cuadros, esculturas dedicados a Ella… El Concilio ha dado normas
sobre cómo representarla ante el escándalo que produce mostrarla con la
exuberancia necesaria para alimentar al Niño. Con las disposiciones del
Concilio no se verá el escote. Ni la menor fisura por la que se pueda ver la
carne. La contemplación de sus imágenes despierta en las mujeres el deseo de
imitar su pureza, su modestia, su dulzura. Todo en tonos severos, como los de
los hombres; no iban a vestirse de blanco y azul, colores que, desde Juan de
Juanes -pintor valenciano-, han quedado reservados para las representaciones de
la Purísima.
La imagen de una infanta española en el siglo XVI es el
símbolo de la condición femenina, la manifestación del espíritu que reinaba en
la corte de Felipe II. Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela representan la
esencia de la monarquía hispánica, con unos valores acordes a los del Concilio
de Trento: distinción, sobriedad, compostura y moderación. La mujer cumple los
roles que le corresponden como tal, pero con aspecto austero, mirada recatada,
una forma de comportarse amable pero distante y que no debe conducir al hombre
al pecado. Visten de tal forma, que se las hubiese podido trasladar a un
convento sin que hubiesen llamado la atención.
La moda española fue una tendencia: obligatoria para España según las
reales pragmáticas y que otros países aceptaron con placer, pero adaptándola a
sus gustos e idiosincrasia.
Colores: lo característico de la moda española del
XVI es el empleo de tejidos de un solo color, negro o sus variantes grises u
oscuras, brocados o terciopelos, lisos, bordados o con joyas. Aparte de en
España y sus posesiones, se utilizaron con preferencia a colores brillantes en
toda Europa, especialmente en bodas e importantes ceremonias.
Aceptaron menos que las mujeres la estrechez española del traje, dándole
mayor importancia de cintura para abajo, porque pensaban que con eso no perdían
su carácter de masculinidad.
Géneros de punto: las calzas o medias se inventaron en España.
Por ser de punto se amoldaban perfectamente a las piernas y se cosían o unían
por medio de puntas a los calzones para
que no se moviesen. Las primeras que llegaron a las cortes europeas lo hicieron
como regalo. A Inglaterra llegó el primer par en 1547 y a Francia en 1559. A
Alemania tardaron mucho en llegar. Se consideraban caras y en algunas ciudades
se prohibieron por tal motivo. Al duque de Wurtemberg le regaló un amigo doce
pares de medias, compradas en Inglaterra por 115 florines.
El señor Lee, inglés, inventó un telar para confeccionarlas,
lo que le valió el odio de sus compatriotas. En 1596 tuvo que emigrar a Francia,
donde un sicario lo ahogó por orden de un alto cargo alemán, que se justificaba
diciendo:
-“Lo he hecho para
precaver a la humanidad de mentes demasiado lúcidas y proteger a los tejedores
que las hacen a mano”.
Mister Lee fue un adelantado de su tiempo y el primer mártir
de la Revolución Industrial, puesto que, pasado el tiempo, es Inglaterra el
país pionero de este gran adelanto.
Orofreses: Galones de oro o plata.
Camisa: Vestidura de lienzo que el hombre trae
debajo de la demás ropa a raíz de las carnes (Covarrubias). Era prenda cara por los bordados que solía llevar.
Jubón o justillo: Prenda de vestir muy ceñida y adaptada al
cuerpo, estrecha, ajustada, tirante. Se exigía que en todo el traje no
existiese un solo pliegue. Se extendía desde los hombros a la cintura. Podía
llevar o no mangas.
Coleto: Prenda de
ropa antigua de piel -vuelta, o sea, ante- que cubría el cuerpo ciñéndolo hasta
la cintura. Con el tiempo se convierte en lo que hoy llamamos chaleco. De ahí
viene la expresión “echarse al coleto”.
Calzones o gregüescos: Pantalones abullonados que cubrían las
caderas, desde la cintura hasta mitad del muslo, punto en que se unían con las
calzas o medias.
Bragueta: Pieza de metal que durante el siglo XVI se
unió a los calzones.
Max von Bohen dice de ella: “era extremadamente repulsiva” y, según Montaigne: “con su forma, dibujaba perfectamente lo que en un lenguaje claro, ninguna persona bien educada se hubiese atrevido a nombrar”.
Tenía el tamaño de un melón pequeño. No sólo no desapareció -como pedían
algunas almas inocentes-, sino que se difundió desde España a Europa y Colonias,
siendo prenda de mucho uso. Los hombres, para ponerla bien de manifiesto, la
sujetaban con presillas y nudos corredizos. Se inició en la armadura, de donde
pasó al traje civil. A veces servía de bolsillo, donde se metía pañuelo o
dinero.
Si no fuese por lo dramático que resulta en la época
presente, daría que reír la siguiente anécdota: Un caballero fue al Concejo a
denunciar que le habían robado 50 monedas de oro que llevaba en dicho sitio.
¿Le preguntarían los alguaciles si era sexo consentido o no consentido?
Bordón: Báculo en que apoyarse para andar a pie.
Covarrubias le llama “caballo bastardo” y de ahí viene ‘bordón’. Ambos
elementos los usaban los peregrinos y se copiaron en la vida corriente.
Pelo: Largo con bucles y sin barba. Al suprimirse
los escotes, el cabello se corta hasta las orejas y vuelven las barbas.
Tabardo: Antecedente del abrigo y prenda de honor. El
traje masculino no parecía estar completo sin un buen tabardo. Lo que lo encarecía
era que se forrase con una buena piel y a veces que se pusiese también fuera, o
sea a los dos lados. Sobre una pieza que cubría los hombros por el pecho y la
espalda -a modo de canesú- se cosía el paño formando pliegues. No tenía mangas,
se abrían dos boquetes para poder sacar los brazos. Si se quería ponerlas, se
cerraban hasta el codo o el puño.
Los españoles dejaron pronto de usarlo y lo sustituyeron por la esclavina.
Esclavina: “Capa corta que llegaba un poco más abajo de
la cintura”. También utilizada por mujeres.
Gola: Pieza que en el uniforme militar servía para
proteger la garganta.
Gorjal: Pieza de la armadura antigua consistente en
una placa que se ajustaba al cuello para su defensa. En España se utilizó mucho
en el siglo XVI.
Collarín de la dalmática: Gorjal o pieza independiente colocada sobre
la dalmática para darle más vistosidad a esta vestidura litúrgica.
Hombres y mujeres
Puntas o agujetas: En ambos extremos tenían unos herretes con
lo que se podía unir una prenda con otra. Por ejemplo, el jubón y las calzas se
podían coser o unir con puntas.
Mangas: Podían estar cosidas al jubón, fijas,
‘sentadas’ en el hombro como las actuales y abullonadas en torno a este o
lisas. Si se prefería cambiar de mangas a menudo, se confeccionaban varios
pares distintos y se fijaban en el hombro con puntas o agujetas.
Sobremangas: O mangas dobles. Las primeras -como las
descritas anteriormente- y las segundas con vuelo y la costura abierta
totalmente o a trozos, de forma que se viesen las de debajo. También se usaban
echadas hacia atrás.
Abufonar: Ahuecar.
Acuchillar: Cortar la tela de forma horizontal o
vertical, para que se viese la tela inferior o forro. Era tan frecuente este
uso que, para evitarle el trabajo al sastre, se vendía la tela ya acuchillada.
Golilla: Cuello de cartón forrado de tela que se
ponía en torno al cuello. Los alguaciles debieron usarlas obligatoriamente con
su uniforme, por lo que el pueblo familiarmente les llamaba golillas.
Pechera: Pieza indumentaria que se utilizó en los
siglos XIV y XV para cubrir el descote que los corpiños y las camisas dejaba al
descubierto. En las mujeres se utilizó muselina plegada, bordada con perlas o
hilos de oro o plata. En los hombres se plegó la parte alta de la camisa.
Gorguera: Cuello que recogía y cerraba la parte alta
de la pechera.
Ticiano no conoció en vida a la Emperatriz. El Emperador el
encargó este retrato ocho años después de muerta y como modelo le entregó un
pequeño retrato que estaba en el Alcázar y que, según parece, desapareció en un
incendio.
Lechuguillas: Al cerrarse los escotes, tanto masculinos
como femeninos -que se convirtieron en lo que actualmente se llama escote a
caja-, y utilizar una gorguera, esta fue tomando tal importancia que su tamaño
creció enormemente. Era moda proveniente de Italia y Francia, que tuvo arraigo
en España. Ante las protestas por el precio de su coste y de su limpieza, fue suprimido
su uso por una pragmática de Felipe IV.
Covarrubias las define como: “cuellos o cabezones hechas con hilo de Holanda u otro lienzo. El
nombre viene por alcanzar el mismo tamaño que una lechuga, hortaliza muy
conocida y muy usada, especialmente en la cena. Mitiga el apetito venéreo, por
eso los griegos la llamaron ‘eunichion’. La lechuga cocida ablanda el vientre”.
Valona: Cuello liso cubierto por encaje. La moda
vino de Francia y costó que arraigase en España porque el encaje lo
consideraban más de uso femenino. El origen del nombre es desconocido, aunque
pudiera referirse a una de las provincias en que se dividía Flandes: La Valonía.
Birrete: Fabricado en tela o piel, grande y chato;
servía para cubrir la cabeza. Se ponía inclinado hacia un lado sobre un
casquete de color liso. Se adornaba con piedras preciosas, cosidas o pendientes
de cadenillas.
Casquete: Bonete en seda, oro o plata. Se ponía sobre
la cabeza solo o debajo del birrete.
Sombrero de copa: El casquete cedió el paso a un sombrerito de
copa alto y cónico con ala estrecha.
Calzado: Zapatos anchos de paño o cuero con suela. Se
añadía algún detalle que recodase el traje con que se llevaba. Con el tiempo se
estrechan y se hacen puntiagudos como borceguíes.
Adornos, joyas y alhajas: Aplicaciones en el traje de pasamanería,
bordados en oro y plata, piedras preciosas, perlas, marfil… Zarcillos,
pendientes, cadenas de oro, collares, anillos, brazaletes…
Todo lo cual añadía peso al vestido en sí. Una mujer podía
sentarse pero le resultaba difícil levantarse, si no era con ayuda.
Los relojes, las mujeres los llevaban prendidos de las faldas -como se ve
en algún cuadro- o colgados de una cadena al cuello.
No dejaron de usarse los de arena, pero los hombres empezaron a utilizar
los de bolsillo, que tenían una sola manecilla: la que marcaba las horas.
¡Algunos con música! A los caballeros poseedores de ellos, se les ponía una
expresión interesante cuando alguien preguntaba la hora y podían darse el
gustazo de sacar su reloj del interior de su vestimenta y comunicarla. Otros lo
llevaban colgado del cuello con una gruesa cadena de oro. ¡Qué elegancias!
Ninguno comparable al del emperador Carlos: de una cadenilla sujeta a la oreja
llevaba prendido un reloj diminuto.
Las mujeres
A las mujeres, la aceptación de la moda les produjo una gran rigidez. El
cuerpo estaba tan apretado, prensado y comprimido, que parecía un cilindro.
Ningún pliegue interrumpía la regularidad del traje.
Corpiño, justillo o corsé: Cubría la parte alta del cuerpo hasta el
cuello. Le apretaba el pecho como una coraza. Era como un instrumento de
tortura.
El famoso médico Ambrosio Paré, señaló los peligros que
dicha cotilla representaba para la
salud, pero fue una sensata voz que se perdió en el vacío.
Falda: Iba desde la cintura hasta los pies. A veces
esta parte exterior se abría delante para mostrar prendas interiores de la
misma o de otra tela y color.
Tontillo: Armazón interior para ahuecar las faldas.
Basquiña: Falda o saya con muchos pliegues en la
cintura a fin de que el vuelo estuviese muy abultado en la parte baja.
Verdugados: Aros forrados cosidos a la falda, a la que da
forma acampanada.
Guardainfantes: Artificio más hueco que el tontillo;
dificultaba el paso por las puertas y el sentarse. El nombre le viene de que disimulaba
los embarazos. A mediados del siglo XVII fue prohibido su uso por Real Pragmática
de Felipe IV. Esta moda vino de Francia, aunque en España se exageró su
volumen.
Saya: “Vestido de la mujer de los pechos abajo. La
parte de arriba se llama sayuelo”.
Mantellín: “Diminutivo del manto, por ser tan corto que
ni llega a la cintura”.
Maquillaje:
-Alcohol: “Cierto género de polvos que con un palillo
de hinojo teñido en ellos, lo pasan por los ojos para aclarar la vista y poner
negras las pestañas y para hermosearlas”.
-Color: “Hay varios, pero absolutamente llamamos al
rojo con el que las mujeres dan al de su rostro y labios”.
Infanta Catalina Micaela
“Viste saya sobre saya
mantellín de tornasol
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara tan blanca
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco alcohol.”
“Viste saya sobre saya
mantellín de tornasol
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara tan blanca
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco alcohol.”
Antonio Ruiz de Santillana
“La brisa de amor” (siglo
XVI)
Pelo: El pelo lo llevaban largo, recogido en
peinados muy elaborados.
Faja: “Faja o faisa. Listón ancho con que las
mujeres se aprietan el vientre y lo pechos. Las damas usaban apretarse con las
faysas o faja, porque no les creciesen los pechos que trayéndolos sueltos y
flojos se hacen tetonas. Faja, cerca de las mujeres, es una faldilla, a raíz de
la camisa, y que aprietan con una angosta que llaman fajero”.
Isabel de Valois (1559-1623). Tercera y amada esposa de
Felipe II. Tenía costosísimos vestidos, cuatro de ellos en tejido de oro; todos
en estilo español, que por Real Pragmática era el que estaban obligados a usar
los españoles. Según cuentan, los tenía en tal cantidad que los llevaba una
sola vez. El Monarca le regaló una ensaladera con la ensalada figurada: la lechuga era de
esmeraldas, el aceite de topacio, el vinagre de rubíes y grupos de perlas y
diamantes que figuraban una salsa blanca.
María Estuardo (1542-1587). Hija de Jacobo V, rey de
Escocia, y de la francesa María de Guisa. Su padre muere cuando ella tenía 5 ó
6 días y a los pocos meses se la corona y jura como reina de los escoceses. Su
madre queda como regente y cuando María cumple 7 años la envía a Francia porque
peligraba su vida. Madre e hija ya no volverán a verse. María es prometida a
Francisco II, con quien se casa a los 16 años, quedando viuda a los 18 y sin hijos.
Catalina de Médicis, su suegra, la agasaja y la viste con esplendidez. Es la
favorita de la corte francesa. Vivaz, bonita y lista, elegante y con buen tipo,
a lo que le ayuda su altura -1,80 m-. Hablaba inglés, francés, latín y griego.
Tocaba dos instrumentos musicales. Versada en prosa, equitación y costura.
¡Lástima que, aunque fuese reina de pleno derecho, por ser mujer, no se le
hubiera enseñado nada del arte de la
política! Su madre muere y ella es reclamada por los escoceses como su reina.
Sus desacertadas acciones matrimoniales le atraen el odio de sus súbditos y la
obligan a huir a Inglaterra, donde es hecha prisionera. Permanece en la cárcel
cerca de 20 años y se incoa un proceso para agradar a la reina Isabel de
Inglaterra. María se presenta vestida de terciopelo negro con una abertura por
delante que deja ver una saya de color púrpura, pues se considera mártir por
confesar la fe católica. En la mano lleva un crucifijo y la cabeza la cubre con
un velo. El verdugo le desgarra la ropa para mostrar bien el cuello y los
hombros. Una vez ajusticiada la coge del pelo para mostrar su cabeza al
público, pero se queda con la peluca en la mano y la cabeza calva rueda unos
metros.
La más importante prueba contra María eran las cartas
contenidas en el famoso cofre y que hasta el presente no se ha podido saber si eran
auténticas o falsas.
Las dos “primas” no se conocieron personalmente nunca. ¿Cuál
era el parentesco auténtico entre Isabel y María? Isabel Tudor era hija
-ilegítima según la Iglesia Católica- de Enrique VIII, cuya hermana mayor,
Margarita Tudor, se había casado con Jacobo IV rey de Escocia y eran padres de
Jacobo V, sucesor en el trono escocés y a su vez padre de María, que por tanto
era nieta de Margarita. Isabel tenía 10 años más que María y en realidad era prima hermana del
padre de esta y tía suya.. ¡Tanta sangre
derramada y el que sucede en el trono a Isabel es el hijo de María, Jacobo VI
de Escocia y I de Inglaterra, que une los dos reinos! Y cosas de familias linajudas:
todo queda en casa: El rey de Francia era su cuñado, puesto que María era viuda
de su hermano, el soberano anterior, Isabel de Valois, reina de España, era
también su cuñada por ser hermana del Monarca francés actual y del anterior, su
difunto marido y por tanto, cuñada también de Felipe II. Roma sabía que sufría
prisión una hija fiel, precisamente por serlo. Nadie acudió a salvarla.
En España, el protocolo y la etiqueta eran sagrados. Quizás el orgullo y
la altanería, propios de los españoles, contribuyeron a la grandeza de España
en este terreno y a suavizar las asperezas de trato que se daban en otros
países de Europa. Hay que recordar a Felipe II con sus “sosegaos”; a Felipe III recibiendo a embajadores sin moverse
durante toda la entrevista; a Felipe IV que, con gravedad y seriedad, hace que
sus visitantes recorran salas y más salas hasta llegar a su presencia.
Los reyes españoles vivían en dos palacios: el Alcázar de Toledo, que era
lúgubre y oscuro, y el Palacio del Buen Retiro que era estrecho y pobre. Sin
embargo, la Corte española costaba de mantener 150 millones de maravedises -unos
28.125.000 €-.
En el ceremonial español se incluía el que los servidores de las grandes
Casan llevasen todos el mismo uniforme. El del personal del Emperador era de
paño amarillo con adornos color ceniza.
1699. En el trascurso de una batalla, los españoles tienen
cercados a los franceses. Estos, sabiendo que van a perder, piden una tregua
para poder presentarse dignos y con los encajes destrozados, nuevos. Los
españoles la conceden. Entra el vendedor de encajes y, cuando los vencidos se
han recompuesto, preguntan el precio. El comerciante responde:
-“Nada, lo ha pagado el general español”.
Llega de Italia una costumbre: el besuqueo. Hombres y
mujeres se saludan besándose en las mejillas y, si les apetece, en la boca. Los
hombres de alta alcurnia dan a besar su propia mano a las damas. Montaigne se
queja porque, explica, de cada 50 mujeres que ha de saludar de tal manera, una
es guapa y el resto horrible.
Es difícil imaginar esta efusividad en la corte de los
Austria, tanto entre la nobleza como entre el pueblo llano.
Baltasar de Castiglione ejemplifica al caballero poniendo
de ejemplo al español con su formación integral y un equilibrio de sí mismo.
Dato curioso: en la correspondencia del siglo XIX entre una
señora y un caballero vemos a veces la siguiente despedida: s.s.s.q.b.s.m. -su
segura servidora que besa su mano-. Aunque en España nunca se utilizó este
besamanos -a no ser que el hombre perteneciese al estamento eclesiástico-, bien
pudo quedar en uso la mera fórmula.
Pocos e incómodos. Cuando una joven se casaba, los padres le regalaban un
arcón o arca donde guardaban el dinero en un cajón interior y los trajes y ropa,
puesto que todavía no existían los armarios.
Las reales personas utilizaban mucho los tapices, que daban calidez y
suntuosidad a las estancias.
En la mesa existían manteles y servilletas, pero pocos cubiertos. En
España se usaba el tenedor desde 1535; las cucharas y los cuchillos son
posteriores. Montaigne decía:
-“¡Qué manía querer utilizar los
cubiertos! ¿Para qué están los dedos?”.
Los platos de las vajillas solo se lavaban una o dos veces a la semana.
Felizmente no existía entre los españoles la costumbre de escupir en ellos,
como en otras partes de Europa
Higiene personal
Tanta riqueza por fuera y por dentro… ¡apestaban! En España, durante la
Reconquista, fueron destruyéndose los baños públicos. Seguramente los
cristianos pensaban que los baños musulmanes, a parte de la limpieza
significaban un rito del que ellos no querían participar.
En Valencia existían unos baños árabes que se conservaban tal
y como eran en su tiempo. Cumplieron una función pública hasta la primera mitad
del siglo XX. Actualmente están restaurados y vale la pena visitarlos. Hasta
hay una silla paritoria que admira por su modernidad.
¿Bañarse? Una o dos veces al año. Alguien había descubierto que el agua
era nociva para la salud y sí que existían los balnearios de hidroterapia, pero
solo para beberla.
Viajes
Largos, incómodos y peligrosos por los salteadores de caminos. Recuérdese
que cuando Fernando el Católico, retenido en Aragón por asuntos de su padre, quería
pasar las Navidades en Castilla con la Reina y los Infantes, lo hacía en
grandes galopadas. Solo le costaba 12 días ir de Zaragoza a Segovia o
Tordesillas. El transporte por tierra un siglo después continuaba siendo el
mismo: montar a caballo o en carruajes tirados por caballos.
Cultura
También en este terreno España es un modelo para Europa. Posteriores a Nebrija
y el Cardenal Cisneros, Mariana enseña en Roma y París; Rivadeneyra en Roma y
Lovaina. Los españoles salen y los extranjeros vienen. Para su formación
científica y literaria se fundan los Colegios Inglés de Sevilla e Irlandés en
Valladolid.
Un ministro francés, en visita a España en 1924, dice de El
Escorial:
-“Es la más
grandiosa manifestación de la voluntad humana”.
Diversión
Teatro: Parece ser que hacia 1587 se permitió la
actuación de las mujeres en él.
Baile: No se elegían entre sí las parejas, sino que
era el maestro de ceremonia quien informaba al caballero y a la dama cuándo
debían danzar juntos y qué pieza.
Para hombres: El trinquete, los toros, las justas y la
caza. En todos estos juegos masculinos solo podían participar los nobles.
Eso sí, los clérigos, tanto católicos como protestantes, ocupaban bastante
tiempo de sus fieles con prédicas, cantos y funciones religiosas.
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Siglo XVII
Durante las dos primeras décadas todavía lo español da el tono en las
cortes europeas. En la tercera empieza a cambiar, excepto en los países que
políticamente dependen de España y en la Corte vienesa de los Habsburgo. También
en los sitios más conservadores: el púlpito, la Audiencia, empleados públicos…
Hombres
El calzón se estrecha y baja hasta mitad de la pantorrilla, donde se une a
las calzas con una especie de liga que lleva un adorno. Jubón y calzón se unen también
y el traje se completa con el chaleco -al estilo del coleto- y una casaca: en
esencia lo que es ahora el traje de caballero.
Los cuellos ya no son rígidos, almidonados, sino blandos, que permite
llevar el pelo largo. Una masa de cabellos rodea la cabeza, unos lo llevan con
raya al medio, bien peinados hacia los dos lados, otros sin peinar con los
mechones flotando; con bucles, asimétricos, a ambos lados, atados, o a un lado
con una trenza. Nada como Velázquez para mostrarnos estos estilos.
Velázquez también inmortalizó a los bufones, pero no era solo en la Corte
española donde existían, sino en todas las europeas.
La segunda parte del siglo XVII fue época de muchas guerras, por lo que la
milicia aligeró su uniforme a fin de luchar más cómodos.
Mujeres
Las mujeres españolas fueron más conservadoras y tardaron más tiempo en
utilizar la nueva moda.
Esta consistía en un corpiño y cuello menos rígidos. Desaparecían los
rellenos en la cintura, con lo que bajaban las faldas y se veían el forro y las
enaguas. En estas se reflejó la afición al lujo, puesto que se veían bien en la
parte delantera del traje. Hasta 12 sayas llevaban las españolas en verano y 22
en invierno.
Se mantuvo la costumbre de que, para ser presentadas en la Corte y saludar
a los Reyes, las damas extranjeras debían llevar la vestimenta tradicional,
pero a diario ya se podía utilizar la nueva moda surgida en Holanda. En aquel momento
era una Republica y al no tener Corte, la influencia pasó a Francia, que la
conservó enriqueciéndola.
Se usaron telas muy ricas: satén, seda natural, brocados, rasos…
En los tiempos de decaimiento del XVII, España se enroca en sí misma, como
ha ocurrido en el XVIII y en el 98, y solo ve lo propio.
Pañuelos: Surge la moda de utilizarlos, en telas muy
ricas y con bordados y encajes. Al ser muy caros, su uso se restringe. Erasmo
de Roterdam ya había predicado su utilización para usos prácticos e higiénicos,
pero su voz resuena en el desierto.
Bebidas
Tres bebidas exóticas que se introducen en Europa en esta época:
-El chocolate llega a España en 1520, procedente de México, y a
Inglaterra y Francia un siglo después. Sigue comiéndose y bebiéndose en todo el
mundo.
-El té de China, donde tenían misiones, lo trajeron los jesuitas hacia
1638, y después empezó a comercializarse.
-El café venía de Turquía. En el sitio de Viena -igual que los
vieneses inventaron los cruasanes- conocerían la bebida por excelencia del
enemigo. En 1683 se abre en la capital austríaca el primer café para el público. De allí se sigue el ejemplo en el resto de Europa.
Imprimen un nuevo carácter social porque permiten ser centros de reunión y
fumar. Este placer no era elegante, ni se hacía delante de señoras. Lo elegante
era el rapé.
Los Habsburgo
Una familia
alemana crea un pequeño feudo, en tierras actualmente suizas. Le llaman Habichtsburg, castillo del azor, porque en su interior alberga un importante
centro de cetrería. Sus miembros toman el nombre del castillo: Habsburgo y se convierten en la familia reinante
más importante de Europa.
Se dividen en dos ramas:
-Habsburgo o Austrias españoles: Desde Carlos I de España y V de Alemania
hasta Carlos II.
-Habsburgo o Austrias austríacos: Desde Fernando I hasta final de la Gran
Guerra.
Ambas ramas hacen un pacto que siempre cumplirán:
-ayudarse mutuamente en sus necesidades,
-casarse entre ellos.
En 1864,
mediante el Tratado de Miramar, el emperador de Francia Napoleón III logra que
el archiduque Maximiliano de Austria, hermano del emperador Francisco José, y
su esposa Carlota de Sajonia-Coburgo acepten el nombramiento de emperadores de
México. Es una aventura trágica. Después de tres años de luchas, las tropas
francesas abandonan a Maximiliano que es hecho prisionero por Benito Juárez.
Maximiliano es
fusilado en el cerro de Las Campanas en Santiago de Querétaro. Carlota vuelve a
Bélgica, su patria, perdida la razón para siempre.
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Banquete de los monarcas
También llamado Banquete de los Habsburgo o Banquete de Carlos V.
Museo Naradove, Pozman.
Oleo sobre lienzo.
110x202 cm
Único cuadro
conocido de los Habsburgo españoles en
torno a una mesa, de grandes dimensiones, cortado por arriba y abajo, sin
que se sepa el motivo. Atribuido a Alonso Sánchez Coello. El lienzo lleva un
anagrama -AS- y una fecha -1596-. Coello había muerto en 1588, luego no pudo
ejecutarlo. ¿Hubiese podido pintarlo uno de sus discípulos como Pantoja de la
Cruz y atribuírselo a él? Lo más probable es que la autoría se deba a un pintor
flamenco, cuyo nombre se desconoce.
No es un
cuadro histórico, sino alegórico, puesto que reúne a tres generaciones de la
Casa de Habsburgo, rama española, que han vivido en distintas épocas. Su
finalidad es reforzar la autoridad de los reyes y la legitimidad de su origen y
poder. Los acontecimientos a que se refiere ocurrieron entre 1597 y 1599.
La mesa está
colocada sobre un estrado, según costumbre de la época. Se accedía a ella por
medio de un escalón o tres, rodeados de una balaustrada de escasa altura. Los
personajes sentados en torno son todos de sangre real y tres de ellos reyes por
herencia o dación: el emperador Carlos, el rey Felipe II y la nueva soberana de
los Países Bajos. Por desgracia los tres hijos que alumbró la Infanta murieron
de corta edad y las posesiones flamencas volvieron a la corona española y
finalmente lograron la independencia.
A la derecha
del que mira el cuadro, bajo un dosel, se ve al Emperador (1500-1558) y a su
lado a su esposa, la emperatriz Isabel (1503-1539) vestida como en los cuadros
que pintó Ticiano, después de muerta. Al lado de su madre, se sienta Felipe II,
rey de España (1527-1598) y a su derecha su cuarta mujer y sobrina, Ana de
Austria (1549-1580), ataviada con un vestido color amarillo.
A la
izquierda se encuentran la Infanta Isabel Clara Eugenia (1566-1633), hija
primogénita de Felipe II, y su esposo y primo el archiduque Alberto de Austria,
(1549-1580), que a su vez es hermano de Ana de Austria, cuñada y madrastra de
la Infanta que está ataviada con un vestido profusamente bordado: es su vestido
de novia.
La recién
casada recibe como dote la soberanía de los Países Bajos. Los esponsales se
celebran en 1597; el documento de cesión es de mayo de 1598 y la boda tiene
lugar en la Catedral de Valencia en 1599 y es doble: la infanta se casa con el
archiduque y la archiduquesa Margarita de Austria con el rey de España, Felipe
III. Preside la ceremonia el Patriarca de Antioquía y arzobispo de Valencia Don
Juan de Ribera, actualmente santo. Se sabe que con ese motivo se construyó el
llamado Puente del Real y que hubo grandes festejos populares. El gasto fue
criticado por algunos: comentaban que la ciudad no estaba para esos dispendios.
¿Qué decir
de los personajes que están en primer plano y dan la espalda? La mujer viste un
espléndido vestido color bermejo, en el que está bordada la flor de lis y en su
sillón consta su escudo de armas: es Isabel de Valois. ¿Por qué de las cuatro esposas
de Felipe II solo hay dos representadas en el cuadro? Son las que han alumbrado
a dos Monarcas: Isabel, a Isabel Clara Eugenia, y Ana, a Felipe III.
El
caballero, vuelto hacía la Infanta, debe de ser Ernesto de Austria, el amor perdido. Su muerte ha impedido
el matrimonio con su prima y es su hermano Alberto, después de pedir dispensas
por ser cardenal, quien se casa con ella.
Los
servidores de un banquete real -nunca mujeres- son nobles, pertenecientes a la
Orden de Santiago o a la del Toisón de Oro. En el presente caso han sido
también gobernadores de los Países Bajos.
Dos están
exentos de servicio y permanecen cubiertos porque son de sangre real: sentado a
la mesa el Archiduque Ernesto de Austria (1594-1595), y Juan de Austria
(1576-1578), detrás del Emperador, su padre, sosteniendo su banda y bastón
militar. Es un Habsburgo, como Ernesto, pero es bastardo: no puede compartir
asiento con ellos. Alejandro Farnesio, duque de Parma -en primer plano a la
izquierda de quien mira-, va descubierto y sirve, pero en un grado superior al
de los otros nobles: él no cambia platos. Es hijo de Margarita de Parma, hija
natural y reconocida del Emperador. Un caso similar al de Juan de Austria.
La misma
Duquesa de Parma, gobernadora de 1559 a 1567, no está representada. No puede
estar sentada a la mesa porque es bastarda y no puede servir porque es mujer. Quizá
las flores de lis, emblema de la casa real francesa y también de la familia
Farnesio, no solo representan a Isabel de Valois sino también a la duquesa,
puesto que estuvo unida por matrimonio a dicha familia. Es difícil comprender
hoy en día las alegorías que se usaban en la época.
Los otros
gobernadores se encuentran en la parte de atrás, de pie y descubiertos, por
orden de nobleza y de su posible parentesco o proximidad a los reyes. El duque
de Alba está inclinado sirviendo a Felipe II. Los nombres de los cuatro
gobernadores, contando de derecha del espectador a izquierda son: Luis de
Requesens (1572-1576); el conde de Fuentes (1595-1596), el duque de Saboya (1555-1559)
-el duque es primo hermano de Felipe II, porque las madres son hermanas, pero
sin relación de sangre con los Habsburgo, por lo que su presencia no es por
parentesco, sino por cargo-, y el conde de Mansfeld (1517-1604), único
gobernador perteneciente a la nobleza alemana -está ahí porque a Don Felipe le
ha gustado la forma en que llevó su gestión-.
¿Quién es el
adolescente que sirve bebida al Emperador? Es un copero real, que escancia vino
con agua a Don Carlos. Se ha querido suponer que es Felipe III, aunque en aquel
momento debía tener más de 20 años y ocupar ya el trono español. El representarlo
en el cuadro es la manera de agradecerle que se haya avenido -con mejor o peor
voluntad- a que se desgajen los Países Bajos de la Corona en favor de su
hermana.
De cualquier
forma no es así como se sirve la bebida a los reales invitados. Al fondo del
cuadro a la izquierda del espectador, hay un aparador preparado con vajilla,
cristalería y todos los utensilios necesarios para el servicio de mesa y
personal subalterno para atenderlo. Los jóvenes coperos están atentos a las
señas que puede hacer el comensal a cuya atención personal están adscritos. En
cuanto alguno de los ilustres personajes levanta la mano, se lo comunican al
sumiller o bodeguero, que sabe la copa que le corresponde y la cantidad de vino
y agua que ha de servir a cada uno. ¡Es lo único que hace en su vida! Las copas
no son todas iguales: su tamaño y calidad dependen del puesto que el bebedor
ocupe en la escala real. El copero lleva la copa en una bandejita adecuada y
permanece, rodilla en tierra, delante del bebedor. Cuando este termina y deja
la copa en su sitio, el copero se levanta y se la lleva. Los platos son todos
de plata con una cenefa de oro, y los cubiertos, que en aquel momento todavía
no usaban todos ni para todo -los dedos eran muy útiles-, se componían de
cuchillo y tenedor. El emperador lleva una cuchara que sería de su uso
particular. Un hermoso mantel de Reims con bordados alegóricos, y las
servilletas que ya se ponían sobre las rodillas.
El momento
que recoge el cuadro es el de la salida
o final del banquete. Faltan por servir los postres: fruta natural y
pastelería.
Los tres matrimonios
están juntos y curiosamente los esposos les dan la derecha a las esposas, cuando
-por lo menos en los dos primeros casos- es a ellos a quienes se les debe la
preeminencia. Mirando el cuadro salta a la vista que ‘algo’ une a las tres Isabeles -hija, madre y abuela-, es la continuidad
dinástica por línea femenina. La Reina Valois tiene el detalle de pelar una
pera para la Emperatriz -suegra a la que no ha conocido-. La Emperatriz Isabel
la coge con su mano.
Nadie posó, naturalmente.
Las cabezas se copiaron de cuadros, dibujos o grabados que de todos ellos se
tenía. Parece que estén con la mirada perdida. No hieráticos ni rígidos, relajados
aunque con el porte propio de la realeza; ni alegres ni tristes, tranquilos.
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