martes, 23 de agosto de 2022

 

MEMORIA DE SANTA ROSA DE LIMA

 

Santa Rosa de Lima. Claudio Coello

 

Hoy, la Iglesia Católica celebra la memoria de santa Rosa de Lima, primera mujer canonizada en Latinoamérica, y primera también que lleva este nombre en el orbe católico por la explicación que a continuación se da.

 

Parte de este artículo se publicó ya en noviembre del año 2017:

 

La Rosa de Lima

 

Entre las miles de beatas que recorrían las calles del Perú, ninguna causó mayor impacto entre la población como Isabel Flores de Oliva.

 

Su padre, Gaspar Flores de la Puente (1525-1626), nacido en Baños de Montemayor (actual provincia de Cáceres), era un hidalgo venido a menos y que emigró a Perú donde se empleó como arcabucero de la guardia del virrey. Tuvo varios empleos suplementarios para subvenir a las necesidades de su numerosa familia, pero que no tuvieron éxito. En 1525-1527 se había casado con María de Oliva Herrera, una criolla o mestiza (no se comprende por qué hay tanto interés en ocultar si Rosa de Lima tenía o no sangre india). María cosía y bordaba con primor y continuó haciéndolo después de casada como ayuda familiar. Tuvieron 13 hijos, aunque algunos de ellos murieron en edad temprana. Isabel fue la cuarta hija. La precedió un hermano, Hernando, con el que estuvo muy unida y era su ayudante en todo cuanto le pedía.

 

Los Flores de Oliva eran una más entre las muchas familias modestas que vivían en Lima y hubiesen continuado en el anonimato sin un hecho, al que aquella sociedad tan religiosa y creyente en leyendas piadosas, consideró milagroso. Un día, la pequeña Isabel dormía en su cuna y la joven sirvienta india, que ayudaba en los trabajos domésticos, quiso ver como se encontraba. Le retiró la sábana. ¡Quedó estupefacta! La niña lucía en cada mejilla una rosa de vivos colores. Llamó a gritos a la madre, parientes y vecinos. Todos consideraron aquella señal como una elección divina: el Señor la había marcado con un atributo mariano: ‘rosa sin espinas’. La pequeña fue conocida desde entonces como “’La rosa de Lima’.

 

A los 11 años, el obispo de Lima, Toribio de Mogrovejo (un futuro santo que confirma a tres niños futuros santos), la confirmó con el nombre de Rosa de Santa María. Ella no abandonó nunca la vida laica ni la casa paterna, siendo una de las mujeres más respetadas e influyentes en la ciudad de Lima.

 

Sus padres la querían casada y hasta le habían buscado un novio rico, pero Rosa ya tenía hecho el voto de castidad. Se le aparecía el demonio, la tentaba con el fin de apartarla del Divino Esposo, por lo que extremó los ayunos, las mortificaciones y los cilicios; el permanecer despierta por las noches para seguir rezando y ofreciendo sus sacrificios a Dios. Los intentos de entrar en conventos resultaron fallidos por lo que comprendió que el Señor la quería en una Orden como Terciaria. De muy joven había llevado el hábito franciscano, pero lo cambió por el dominico, ya que era a Catalina de Siena a quien quería imitar.

 

El marianismo estaba en pleno auge y, como ocurría en otras partes del mundo, para ocupar ciertos puestos había que jurar que se creía en el dogma de la Inmaculada Concepción, aunque este no se declarase de forma oficial hasta siglos después. Rosa visitaba todos los días iglesias de advocación mariana: la dominica de Nuestra .Señora del Rosario y otras dos jesuitas, Nuestra Señora del Loreto y la de los Remedios. Eran sacerdotes de estas órdenes los que la dirigían espiritualmente. Rosa era ‘camarera’ de estas tres imágenes.

 

A fin de tener cierta independencia para recibir a sus visitas, Hernando la ayudó a construir una especie de cabaña, hecha de adobe, en un extremo del jardín. Dada la cercanía del río, la humedad y las plagas de mosquitos eran constantes pero, cuando llegaban visitas, Rosa conminaba a los molestos animalillos a que permaneciesen en las alturas para no picar a nadie.

 

Rosa hizo de su vida un eterno regalo a Dios. No solo fue una mujer dedicada a rendirle culto, sino que tenía otras habilidades: pericia para coser y bordar, sabía leer y escribir y poseía talento para la redacción. Como Teresa de Ávila, escribía “coplas a lo divino”. A través de sus escritos demuestra que tenía mucho conocimiento de Dios, una especie de iluminación de lo alto. Sus confesores decían que era muy docta y que, por lo que había escrito, tenía una formación muy especial. Fue una revolucionaria en su tiempo porque era autónoma, es decir, sabía tomar sus propias decisiones.

 

Rosa tenía un gran carisma religioso. En su cabaña recibía, por separado, a dos generaciones: madres e hijas. Las señoras iban a visitarla y la habían convertido en su mentora; permanecían horas con ella, embelesadas, oyéndola hablar. La invitaban a pasar temporadas en sus lujosas casas, a ir con ellas en sus carrozas a la iglesia y a hacer visitas a amistadas y enfermos. Era un honor y un privilegio que Rosa aceptase y se convirtiese en su amiga. Los esposos de estas damas recibían sus palabras y consejos como norma de vida. El trato con la aristocracia limeña le dio una aceptación y respetabilidad que no le correspondía por su propio estatus.

 

A las jóvenes, cuyas madres las habían puesto bajo su guía, las recibía otro día junto con sus sirvientas, y, aparte de sus pláticas espirituales, les enseñaba a coser y bordar; ella misma lo hacía para vender sus trabajos y ayudar a la familia. Con las jóvenes se divertía de “manera honesta”: tocaban la guitarra, cantaban… Algunas de sus seguidoras tomaron los hábitos.

 

Pasa gente cerca de su cubículo, y se para a verla, igual que cuando va por la calle. Todos son atendidos por igual: pobres y ricos, laicos y clérigos. Le entregan ropa y cuantiosos donativos, que ella emplea adecuadamente socorriendo a los necesitados.

 

Sabiendo cómo era la Inquisición, Rosa pidió a sus oficiales que examinasen su doctrina para corregir cualquier error, si lo hubiese, antes de emprender ninguna enseñanza.

 

Rosa tenía mucha influencia sobre dos órdenes religiosas: los jesuitas y los dominicos; hombres que dirigían a teólogos y a confesores de fieles de la alta sociedad, la seguían a ultranza y declararon a favor de su santidad en el proceso de beatificación.

 

Meses antes de su muerte, se produjo un extraño suceso que el pueblo consideró un milagro suyo y la veneró aún más.

 

En la noche del 15 de abril de 1617, Rosa se hallaba hospedada en la casa de Don Gonzalo de la Maza. Llegada la noche, la esposa, Doña María de Uzátegui, empezó a preparar la capilla privada para la plegaria familiar nocturna en la que se reunían el matrimonio, los hijos, sirvientes y esclavos. Rosa se postró de rodillas ante el altar, presidido por un lienzo del Ecce Homo, y cayó en trance; nadie fue capaz de sacarla de él durante el trascurso de los hechos.

 

De repente, una de las hijas observó que la imagen de Cristo empezaba a traspirar. Corriendo fue a avisar a su madre y la esclava que la ayudaba dio grandes voces llamando a todos los de la casa. Llegó Don Gonzalo, persona sensata, y comprobó que no era la llama de los cirios lo que derretía la pintura. Avisado su vecino, Don Juan de Tineo, entre los dos decidieron mandar recado al autor del cuadro, Angelino Medoro, pintor italiano afincado en Lima. Medoro tanteó con cuidado la pintura: solo traspiraban el cabello, la cara y la barba, mientras que el resto permanecía seco.

 

Examinó la textura, buscó los olores de barniz, aceites o pintura y sus conclusiones fueron que el líquido que rezumaba era de origen misterioso y que no tenía nada que ver con su trabajo. Se volvió a los reunidos en la capilla y les dijo: “Basándome en mi experiencia y técnica del arte de la pintura, esto es una cosa sobrenatural y milagrosa y considero la mayor de las fortunas que haya ocurrido en un cuadro hecho por mí con tanto cuidado”.

 

Llegaron los jesuitas de San Pablo. Uno de ellos, usando un algodón, secó el sudor y seco se mantuvo unos instantes, pero enseguida volvió a rezumar. Hizo la prueba hasta en tres ocasiones, con el mismo resultado. Los jesuitas decidieron cubrir el cuadro con un velo y avisar al Arzobispo, el cual envió a su Vicario general y al Notario público de la audiencia real.

 

A pesar de la hora tan tardía, la noticia había corrido por toda la ciudad y los limeños se dirigían apresuradamente hacia el domicilio de los Maza. Hubo que ordenar el tráfico. Se accedía por la puerta principal, se entraba a la capilla y se salía por la puerta trasera. Las personas que así lo hacían, emocionadas, pasaban su mirada del Ecce Homo, que continuaba traspirando, a Rosa que permanecía inmóvil y con la cara transfigurada.

 

Se llamó a declarar a testigos oculares y todos confirmaron los hechos del 15 de abril. La Iglesia no se pronunció oficialmente, pero los fieles creyeron que era un auténtico milagro debido a las oraciones y la presencia de Rosa.

 

Rosa permanecía en casa de los Maza, presa de un mal desconocido, que le producía grandes dolores; no se quejaba y repetía: “mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo, y mis amores, dadme dolores”.

 

Rosa se agrava; a las hijas les dice que sean buenas con sus padres, a estos les emplaza a encontrarse con ella en el cielo; llama a los cinco esclavos niños, que viven con la familia, para darles una bendición especial, y diciendo: “Jesús, Jesús sea conmigo” expira a las doce y cuarto de la madrugada.

 

Murió el 24 de agosto de 1617. Al amanecer, y desde aquella casa, se la trasladó al convento de los dominicos. Las calles limeñas centrales eran una sólida masa de humanidad. Todos querían ser portadores del cuerpo. Al pasar por delante del palacio virreinal, se hizo un alto para que el virrey y la virreina pudiesen arrodillarse rindiéndole homenaje. Se dice que Lima entera olía a rosas.

 

La comunidad dominica, presidida por el Arzobispo, recibió el cuerpo de Rosa en la puerta principal de la iglesia, que estaba ya llena de una turba histérica e ingobernable. El cuerpo de Rosa ya no estaba cubierto por el hábito, que se lo había ido arrancando la multitud, ávida de tener una reliquia suya. Un jesuita cuenta que un amigo seglar pudo conseguir un dedo de la mano porque se lo había arrancado de un mordisco. Como no se pudo restablecer la calma, se llevó el cuerpo a la seguridad del claustro encerrándolo en la sala capitular, de difícil acceso para los laicos. El funeral se pospuso para el día siguiente, necesitando toda la noche para limpiar y poner orden en el recinto.

 

Está enterrada en el convento limeño de los dominicos. Su fama fue creciendo entre los peruanos que la consideraban ya una santa, pero querían que lo fuese de manera oficial. Se presiona al Arzobispado de Lima, el cual abre los preliminares del proceso, trasladándolo luego al convento dominico de Santa Sabina en Roma. Don Gonzalo de la Maza todavía puede dejar su testimonio antes de morir en 1628.

 

El 15 de abril de 1668 es beatificada por Clemente IX.

 

Cuenta la tradición que Clemente X se mostraba escéptico y comentó “limeña, bonita y santa, ni aunque llovieran flores”, y al momento cayó una lluvia de pétalos de rosa sobre su escritorio. No había excusas para elevarla a los altares, y así lo hizo el 15 de marzo de 1671.

 

En el solar de la casa de los Maza se construyó un convento con iglesia; otra iglesia se construyó sobre la casa paterna.

 

Hay muchas mujeres que llevan su nombre, así como innumerables iglesias y hasta pueblos. Se la ha declarado patrona de Lima, las Américas y Filipinas. La Iglesia Católica había establecido su festividad el día 30 de agosto, hasta la celebración del Concilio Vaticano II, que acordó que las festividades de los santos se celebrasen el día de su muerte. Dado que el 24 de agosto ya se conmemoraba la fiesta de San Bartolomé, Pablo VI decidió que la de Santa Rosa se celebrase el 23.

 

En Lima se sigue la tradición y se conserva la fecha del 30 de agosto, fiesta oficial en que participa toda la ciudad y las autoridades salen a la calle para presidir los actos religiosos y lúdicos, porque además es patrona de la policía limeña.

 

"Oh dulce martirio, que con arpón de fuego me ha herido.

Corazón herido, con dardo de amor divino,

da voces por quién lo hirió, Purifica mi corazón.

Recibe centella de amor, para amar a su Creador.

Temor santo, amor puro, la vida es cruz.

!Oh dichosa unión¡ !abrazo estrecho con Dios¡".

                                                                                       sic             (Rosa de Lima)

 

 

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En el Ayuntamiento de Valencia existe una capilla, ahora dedicada a celebrar exposiciones, cuya descripción literal sacamos de la web de dicho ayuntamiento:

 

CASA CONSISTORIAL Y SU ENTORNO URBANÍSTICO

 

HISTORIA:

Ocupa una manzana de una extensión de 6.173 m2. El área recayente a las calles del Arzobispo Mayoral y de la Sangre integra el edificio de la Real Casa de Enseñanza, parcialmente edificada sobre terrenos de la extinta Archicofradía de la Sangre, de la que se conserva la portada de su derribada iglesia. La fachada principal y toda el área de ampliación que comprende, más diversas dependencias interiores, con el Salón de Fiestas, Consistorio, escalera principal, salón acristalado, etcétera, han ido añadiéndose a la aludida Casa de Enseñanza entre 1915 y 1942.

 

Esta edificación fundada por el arzobispo Don Andrés Mayoral como centro docente de niñas, fue construida entre 1758 y 1763, y se ordena en torno a un bello patio claustral de orden toscano de tres plantas, con ocho vanos por crujía en los dos primeros pisos, y doble número de ventanales en el piso superior, formando elegante “logia” unos y otros, dispuestos entre sencillas pilastras. Sobre el andito de la cornisa del primer piso corre una barandilla de hierro, formando una galería volada. La sobriedad típicamente neoclásica de este patio resulta muy afectada en la actualidad al habérsele añadido modernamente el cuerpo de edificio que forma el garaje y el consistorio, no atenuando apenas la desarmonía de tales aditamentos con la adecuación de sus fachadas al orden arquitectónico imperante en el resto del claustro, que perdió, con tal motivo, la fuente y jardín que lo embellecían.

 

La crujía sur recayente a este patio por el interior y a la calle de Periodista Azzati por fuera, se halla parcialmente ocupada por la antigua iglesia de la Real Casa de Enseñanza, dedicada a Santa Rosa de Lima. De esta capilla se conserva íntegramente su sencilla fachada con entrada por la calle de Arzobispo Mayoral, y las pinturas murales de la bóveda, pero no así los altares, retablos y demás accesorios propios de un templo, que fueron desmontados al construir un piso intermedio a la altura del nivel del coro con la finalidad de habilitar dos recintos, la llamada Sala Foral del Archivo Museo Histórico en la planta resultante, y las Salas de Exposiciones de éste último, al nivel del piso antiguo de la iglesia. La aludida fachada se sitúa en el extremo derecho de la fachada de la calle Arzobispo Mayoral e integra en un doble cuerpo el vano adintelado de la puerta –cuyos batientes conservan las planchas de latón dorado, que el tiempo ha patinado, adornada con bellos burilados de estilo rococó- y el vano del ventanal que daba luz al coro, sobre clásico entablamento toscano denticulado y flanqueado por acanaladas pilastras de orden jónico adornadas con volutas; el conjunto se corona con clásico frontón, también denticulado, adornado con bolas en las vertientes.

 

Al franquear la portada se accede a un breve atrio o “hall” –tal es el efecto logrado tras la transformación de esta iglesia- cuya bóveda rebajada sustenta el antiguo coro, de aquí se pasa al resto de la antigua nave, habilitada actualmente como Sala de Exposiciones según queda dicho, dividida en cinco compartimentos sobriamente decorados con mármoles en zócalos y pilastras angulares. La susodicha transformación de la iglesia de Santa Rosa determinó desmontar los ocho altares laterales, con sus correspondientes retablos, y todo el presbiterio. Las pinturas que adornaban las hornacinas de aquéllos se conservan depositadas en dependencia aneja y se encuentran en buen estado. Representan los desposorios místicos de Santa Catalina Mártir, el martirio de Santa Lucía, la presentación de la Virgen en el templo, Inmaculada y San Miguel Arcángel (que eran las que adornaban los altares del lado izquierdo o del Evangelio) y San Francisco de Sales dando la Regla a Santa Juana Francisca Fremiot, Santa Ana dando lección a la Virgen, desposorios de San José y la Virgen, y Calvario (que eran las pinturas de los otros cuatro altares). Todos estos lienzos miden 3’30 por 1’92 metros. Y se atribuyen a José Vergara, autor de los frescos de la misma iglesia, de calidad tal vez ligeramente superior. Settier y Cruilles suponen que fue Luis Planes en realidad el autor de los citados óleos.

 

El altar Mayor estaba formado por un retablo de orden corintio, de madera dorada, en cuya hornacina figuraba la imagen de Santa Rosa de Lima entre ángeles mancebos. En los extremos de dicho retablo se hallaban las imágenes, en madera policromada, de San Andrés Apóstol y Santo Tomás de Villanueva, emplazadas en la actualidad justo arriba, en la llamada Sala Foral, levantada según se ha dicho, al nivel del piso del coro. De estas imágenes atribuidas a Ignacio Vergara, dijo Elías Tormo ser “de lo mejor y más admirable de la escultura valenciana del setecientos, a la altura de lo de Villabrillo, Carmona o Salzillo”.

 

Además de haberse desmontado los citados altares por el referido motivo, la adaptación de dicha iglesia conllevó la desaparición de las pilastras, cornisamentos y zócalos que decoraban los paramentos de la nave, así como las tribunas con celosías, apeadas sobre finas ménsulas de estilo rococó, estilo que a pesar del impulso neoclásico de la iglesia y resto del edificio pervive también en las molduras que encuadran los ventanales de aquélla. Como queda indicado, se conserva íntegramente la bóveda de cañón con lunetos, de la nave, y la bóveda vaída del presbiterio, con las pinturas al fresco que decoran una y otra.

 

La tonalidad blanca de las paredes, las cintas grises que subrayan las aristas de los lunetos o de los arcos fajones y la rutilante pintura al fresco de José Vergara, permiten intuir el grato efecto que debía producir la visita de esta capilla, de tan lograda unidad de estilo como equilibrada y elegante sobriedad. El medio punto, algo peraltado, del testero representa un frontispicio con simulado ventanal ovalado. Flanqueado por las figuras alegóricas de la disciplina con libros y azotes, acompañada de un eros niño, y la religión, también, con libro y una lucerna, acompañada por una grulla, símbolo de la vigilancia. La bóveda vaída se decora con una bella composición en la aparece Santa Rosa de Lima, arrodillada a los pies de la Virgen a quien presenta un grupo de niñas educandas de la Casa Enseñanza. En distintos planos aparecen sobre nubes, el Padre Eterno, el Espíritu Santo y diverso número de ángeles. Circunda esta celeste composición una balaustrada bajo la cual, en los cuatro ángulos de la bóveda, aparecen cuatro alegorías con diversos atributos y cuyas respectivas cartelas nombran “El piadoso celo” –el anciano con ardiente corazón en la mano-, “La educación espiritual” –la matrona con un libro y un sol-, “La perfecta enseñanza” –la matrona con un cesto de labores y los correccionales azotes- y “El beneficio común” –mancebo con cornucopia desbordada de tesoros- completándose así un bello conjunto perfectamente programado en torno a la finalidad docente de la Fundación del Arzobispo Andrés Mayoral, cuyo escudo, por cierto, figuraba sobre el entablamento del retablo del altar mayor.

 

La bóveda de cañón aparece dividida en tramos, a los que corresponden sendos rondos puros alternados con otros de puntas, a modo de medallones, pintados al fresco, por el propio José Vergara. El primer rondo (empezando por el más inmediato a la precitada composición) representa la aparición de Cristo abrazado a la cruz a Santa Rosa; en el segundo figura dicha santa coronando al niño Jesús, que le llama “esposa”, con unas rosas; en el siguiente, el niño Jesús, en brazos de la Virgen la bendice; el siguiente rondo muestra como la santa cae desvanecida al aparecérsele la Virgen; en el último óvalo grande , sobre el coro, se representa el desposorio místico de Santa Rosa de Lima con el niño Jesús en presencia de la Virgen. Todas estas pinturas se caracterizan por la corrección típicamente académica del dibujo, los valientes escorzos, la claridad de la gama cromática y la elegancia de las actitudes de las figuras.

 

Fuera de la iglesia y el patio, la antigua Real Casa Enseñanza ostenta toda su severidad arquitectónica, algo monótona, a lo largo de la amplia fachada recayente a la calle dedicada precisamente a Mayoral, el arzobispo fundador. Severidad que la larga teoría de ventanas con rejas y algún balcón, en sus tres plantas y ático, contribuye a resaltar. En esta fachada, y no lejos de la puerta de la excapilla de Santa Rosa, se halla una lápida decorada con un retrato femenino en relieve y la siguiente inscripción: “A la eminente pedagoga María Carbonell y Sánchez. Hija predilecta de la ciudad. Valencia para su memoria MCMXV”. Lo que explica por estar aquí mucho tiempo establecida la escuela normal de Magisterio.

 

Por otra puerta recayente a esta misma fachada se pasa a una escalera cuya restauración, zócalos y paneles de azulejería valenciana, modernamente añadidos, barandal de madera, etc., le prestan especial carácter. A través de esta escalera se accede por el primer piso a dos estancias de relativo interés, la actual oficina de actas, por conservarse en su techo una alegoría de la “noche”, pintada al temple por José Brel; la otra sala es el antiguo consistorio, con artesonado de molduras de escayola y reminiscencias académicas en su trazado, todo proyectado en 1905 por el arquitecto Ángel Barbero. En oficina decórase el techo con otra alegoría al temple “el día” de José Brel.

 

La fachada de la calle de la Sangre muestra la portada principal, adintelada, de lo que fue gran centro docente, espléndidamente dotado por su fundador. Se corona con artístico escudo prelacial de Mayoral y todavía la inscripción “Real Casa Enseñanza de niñas y colegio de educandas”. Dicha puerta aparece cerrada por verja de hierro, ochocentista, con escudos de la ciudad. Otra puerta de parecidas características a ésta, pero practicable, existe en esta misma fachada, a la izquierda, y es la de la desaparecida iglesia de la Archicofradía de la Sangre, de la que sólo subsiste este vestigio. Al presbiterio de la citada iglesia abría coro y tribuna de la Casa de Enseñanza, así como una verja en la planta baja para comulgatorio; ello en virtud de la venta que hizo la citada Archicofradía del “Parador de la Sang”, sobre cuyo solar se edificó parte del colegio de niñas que su fundador denomina “Doncellas de distinguit naiximent” en cláusulas fundacionales. Al tiempo, pues, de su construcción se integró en la propia fachada que comentamos la puerta de la iglesia de la Sangre, resultando un conjunto sobriamente neoclásico, pero con cierto aliento, destacando en el alto zócalo de piedra, las seis pilastras del llamado orden “gigante” (por salvar en este caso las tres plantas sin establecer dimensiones intermedias) y cornisamento denticulado. Dichas pilastras, discretamente realzadas del muro, enmarcan cinco balcones en planta principal; de mayores proporciones los situados sobre las antedichas portadas. El balcón situado sobre la puerta aludida de la antigua Casa Enseñanza ostenta todavía la inscripción “Ayuntamiento” por haber servido de balcón principal antes de la construcción de la moderna fachada recayente a la plaza. El vano se adorna con sencillas volutas apenas realzadas. El del otro gran balcón, situado sobre la puerta de la desparecida iglesia de la Sangre, se decora con pilastras jónicas acanaladas. Por este tramo de fachada un tímpano suavemente curvo, con dentículos corona todo el cornisamento.

 

Con motivo del estado ruinoso en que se hallaba la histórica Casa de la Ciudad, situada junto al Palacio de la Generalidad, en 1854 solicitó el Ayuntamiento autorización para trasladarse “provisionalmente” a la Casa Enseñanza del arzobispo Mayoral, “sin que afectara el traslado lo más mínimo a ninguna clase de enseñanzas establecidas allí”. El 26 de mayo de dicho año se celebraba ya la primera sesión, sin que desde el principio se planteara la necesidad de edificar una sede municipal propia. Contrariamente se codició de inmediato la posesión de aquel edificio, si amplio, no del todo apropiado a su nuevo y forzado destino. Tras varias vicisitudes y reclamaciones, al año siguiente se consumaba ya el desahucio presentado a la comunidad que regía al colegio de niñas y en 1856 se instalaban todas las dependencias municipales en el piso principal y la planta baja recayente a la calle de la Sangre. Al poco, en 1864 concretamente, se hizo entrega al Ayuntamiento, por orden del gobernador, de los bienes de esta fundación, convertidos en títulos de la deuda consolidada, por la Ley de desamortización de 1885; si bien no obtuvo la corporación municipal el pleno y absoluto dominio de la Casa de Enseñanza.

 

A fin de paliar en lo posible la falta de espacio, ya en 1875 se acordó iniciar un proyecto de casa consistorial que debía construirse en los solares del derribado convento de Santa Tecla o en el exconvento de San Francisco, a la sazón cuartel de caballería. Frustrados estos planes, y ante la conveniencia de seguir usufructuando la Casa de enseñanza, en 1904 la corporación municipal encargó a su arquitecto Carlos Carbonell proyecto de construir una nueva ala de edificio recayente a la plaza de San Francisco. Ello venía urgido no sólo por la ampliación que de ellos se derivase sino por la necesidad de dotar de una fachada digna a dicho tramo, muy afectados por el derribo del convento de San Francisco. Sobre la base de limitar el presupuesto hasta la cornisa general, sin incluir obras del interior ni las torres y los cuerpos altos, el citado Carlos Carbonell y Francisco Mora Berenguer presentaron detallado “pliego de condiciones facultativas –con fecha de 29 de octubre de 1905- que debería regir en la ejecución de las obras de ampliación de la casa consistorial de Valencia, con fachada recayente a los jardines de San Francisco”. Al día siguiente se colocaba ya la primera piedra.

 

En la referida fachada hay que distinguir el bloque de edificio propiamente, constituido por planta baja y dos pisos, según diseño de Carlos Carbonell, y el conjunto que forman las torres angulares, la torre del reloj y los dos cubos que la flanquean, algo pretencioso, conforme al proyecto de Francisco Mora Berenguer, incorporado individualmente a estas obras a partir de 1924. La fachada en cuestión se ordena en torno a un cuerpo central que engloba la puerta principal, los dos cuerpos salientes con sus respectivas puertas a cada lado de aquélla, sendas alas de tres ventanales por lado, con tímpano los de la planta noble y simplemente adintelados los del segundo piso, y las torres circulares a los extremos. Sobre la puerta principal se abre un arco en cuyas enjutas figuran alegorías de mármol, en medio relieve, de la administración y la justicia, obra de Mariano Benlliure, autor asimismo del grupo en bronce del escudo municipal sustentado por dos desnudos femeninos de mármol que simbolizan las artes y las letras, conjunto todo que realza notoriamente esta parte de la fachada. En 1967 fue modificado parcialmente el citado arco, que hubo de ser elevado al adicionar el gran balcón de piedra.

 

Los cuerpos algo salientes que flanquean el citado tramo central se adornan con cuatro grandes columnas pareadas de orden corintio cuyos fustes se adornan, en su tercio inferior, con cartelas y amorcillos esculpidos por Ricardo Tárrega. Dichas cuatro columnas sustentan, sobre sendos pedestales, otras cuatro grandes estatuas de mármol, exentas, que simbolizan las virtudes cardinales, siendo de Carmelo Vicent “la Justicia” y “la Prudencia”, y de Vicente Beltrán “la Fortaleza” y “la Templanza”. Estos dos cuerpos se elevan ligeramente a modo de torres, coronándose las respectivas terrazas por balaustradas con pináculos, que centran el escudo de armas de la ciudad. A uno y otro lado de ambas elevaciones destaca sobremanera la torre-reloj, demasiado alta quizá, formada por tres cuerpos y coronada por carillón sobre metálico armazón que fue inaugurado el 12 de marzo de 1930.

 

El resto de la fachada, limitado por los antedichos cuerpos ligeramente salientes y las torres de los extremos, se inspira en la arquitectura clásica del renacimiento sin caer en los excesos neobarrocos de aquellas otras partes. Cada ala se estructura sobre un alto zócalo de piedra de mármol y paramento almohadillado en el resto de la planta baja, dividiéndose las otras dos plantas por tres pilastras de estilo corintio que enmarcan otras tantas ventanas, coronadas las del piso principal por frontones clásicos, según quedó indicado. Sobre la cornisa, una balaustrada corrida con obeliscos sirve de enlace entre este cuerpo y las dos plataformas de ambos lados de la torre central. Las torres angulares, de planta circular, se cubren por características cúpulas, muy peraltadas, de refulgente color cobrizo por el reflejo metálico de sus tejas imbricadas.

 

Paralelamente, y con parecida lentitud, se fueron construyendo costosas obras interiores afectadas las mas de parigual pretenciosa suntuosidad, así la gran escalinata, cuyo proyecto es de fines de 1924; el salón de fiestas, que fue inaugurado por Alfonso XIII el 15 de octubre de 1929; el consistorio, los despachos del alcalde, secretario general y saloncito “pompeyano”; salón de la “chimenea”, antesalas, escalera secundaria, diversas obras de enlace con el antiguo edificio, etcétera.

 

La susodicha escalinata se construyó lujosamente con mármoles de Italia, en estilo neoclásico. Durante la guerra fue dañada por la explosión de una bomba; posteriormente, en 1941, se colocó sobre el rellano la imagen marmórea del sagrado corazón, obra de Ramón Mateu.

 

El consistorio, de planta semicircular y por ello también llamado “hemiciclo”, consta de estrado para la presidencia, graderío capaz para 109 asientos, y tribunas para el público. Las columnas y pilastras son de granito pulimentado procedente de Alemania, con aplicaciones ornamentales de bronce. Las portadas y el testero son de mármol de Italia. En sendos mediopuntos situados sobre dichas portadas figuran alegorías de Valencia, pintadas por Luis Dubon, en estilo “art decó”. El retrato al óleo de Juan Carlos I, pintado en 1976 por Alex Alemany, preside este salón. En la antesala, y colocado bajo un dosel, se conserva el lienzo de Jaime el conquistador pintado por Bernardino Alzamora en 1631.

 

El salón de fiestas ocupa una superficie de 22’60 metros de largo por 10 metros de ancho y se cubre por bóvedas de cañón con lunetos. Las vidrieras polícromas de los ventanales tamizan suavemente la iluminación del local, suntuosamente decorado con dos arañas de cristal de Bohemia, talla dorada, relieves, consolas, etcétera. Destacan los tres plafones elípticos de la bóveda pintados al óleo por Salvador Tuset. Representan alegorías de la tierra, el cielo y el mar valencianos, de colorido muy vivo.En las enjutas de los seis arcos laterales hay doce relieves de mármol de decorativos desnudos femeninos o masculinos; los cuatro del fondo obras de Vicente Beltrán, los cuatro del centro de Carmelo Vicent , los cuatro primeros realizados por Enrique Giner, los de la derecha y los de la pared opuesta por Vicente Coret. Sobre el cornisamento figuran seis representaciones heráldicas de la ciudad de Valencia, y más arriba, en sendas cartelas se leen en letras doradas los nombres de Pedro el grande, san Vicente Ferrer, Ausias March, Luis Vives, Gilabert Jofre y Juan de Juanes.

 

Cuando acabaron estas obras se procedió a la habilitación ya apuntada, de la iglesia de Santa Rosa, como Archivo-Museo Histórico, cuyas instalaciones fueron inauguradas en 1935. Se exhiben en dicho museo documentos tan preciados para la historia de Valencia como el códice “Dels furs” recopilado en 1329, el códice del “Consolat del mar” con bellas miniaturas de Domingo Crespi realizadas en 1407; el “penó de la conquesta”, la “real senyera”, el plano delineado por el P. Tosca en 1704, la famosa “Taula de canvis”, la tabla del juicio final procedente de la antigua capilla de los jurados (atribuida Vrancke van der Stock, discípulo de Van der Weyden), determinados recuerdos del rey Don Jaime, la llave musulmana de la ciudad, banderas gremiales, etcétera. Además el archivo histórico propiamente dicho, con centenares de series completas de documentos como “Manuals de concells”. El primero de los cuales data de 1306, libros de clavería, de protocolos, de fábrica de murs e valls, cridas, cartas misivas, etc. En 1958 fue concluida la espléndida decoración mural realizada por Ramón Stolz Viciano en la salita del códice “Dels furs”, con representación de los reyes de Valencia, Jaime el conquistador, Pedro I el grande, Alfonso I el franco, Jaime II el justo, Pedro II el ceremonioso, Juan I el cazador, Martín el humano y Alfonso III el magnánimo. Además, un caballero del siglo XV enarbolando la senyera y un espacioso panel en el que se representa con mucha propiedad el gesto memorable en que Francisco Vinatea protesta ante el rey Alfonso II el benigno, por el contrafuero urdido por su esposa Leonor de Castilla. El artesonado de esta salita, inspirado en los de estilo mudejar, fue labrado por José Sanmartín, y los motivos heráldicos, deducidos de las “trobas” del pseudo-febrer, fueron pintados por Francisco Baró. Trasladada la biblioteca y hemeroteca que ocupaban el piso superior al nuevo edificio de la plaza de Maguncia, salvo la biblioteca legada por José E. Serrano Morales, que permanece “in situ”, hay que señalar muy particularmente los fondos arqueológicos depositados en la planta baja, con elementos procedentes de excavaciones practicadas en la ciudad o pertenecientes a la colección Martí Esteve, constituida por numerosísimas series de objetos de muy heterogénea condición, como medallas, monedas, planchas de cobre, grabados, armas, exvotos ibéricos, tanagras y vasijería helenísticas, cobres y tablas pintadas, etcétera. En la sala de exposiciones figura el mosaico de la medusa gorgona, descubierto en 1949 en la calle del Reloj Viejo, y un sepulcro de piedra, anepígrafo, procedente de la necrópolis paleocristiana de la Boatella.

 

Ello y el conjunto de obras de arte propiedad del Ayuntamiento de Valencia, cuya relación más o menos detallada e inventariada fue publicada en 1958, imposible de resumir en unas líneas, ha planteado la necesidad de agrupar esta colecciones con vistas a la formación de determinados museos.

 

Especialmente vinculados al Ayuntamiento de Valencia son los objetos artísticos que pudieron salvarse cuando el derribo de la antigua Casa de la Ciudad, así hay que citar el artesonado del “Saló daurat”, ricamente labrado en madera dorada y policromada a principios del siglo XV, que fue trasladado al salón del edificio del consulado de la Lonja, donde se conserva también el lienzo exvoto del que representa “Los jurados de Valencia arrodillados ante la Purísima”, pintado en 1662 por Jerónimo Jacinto de Espinosa, pintor valenciano del que el Ayuntamiento conserva otras pinturas. En la misma Lonja se conserva un cancel de hierro forjado con relieves platerescos y las armas de la ciudad, procedente de aquella histórica casa. De la capilla de los Jurados, además de la citada tabla del juicio final, se conservan unos medios puntos que representan un apostolado pintado por Miguel Esteve y Miguel de Prado hacia 1519, así como otras pinturas de Sarinyena, Agustín Ridaura, etcétera. También se conserva alguna pintura de Joan de Joanes, si no de él mismo, como la Sagrada Familia que hay en el “salón de la chimenea” y la de Ribalta, varios lienzos de Vicente López, Joaquín Sorolla “Mi familia” y “Mi jardín” –Manuel Benedito- retrato de Sorolla; Stolz Viciano “retrato de Mariano Benlliure” e infinidad de cuadros de pintores valencianos modernos. Hay también esculturas de Ignacio Vergara, José Esteve, José Capuz, Gutierrez Frechina, Vicente Navarro, Prudencio Marín, Ramón Mateu, Octavio Vicent, Ciriaco, Silvestre de Edeta, Alfonso, etcétera.

 

Finalmente para aprovechar el solar resultante del derribo, en tiempo de la guerra, de la iglesia de la Sangre, el Ayuntamiento, adquirió de la archicofradía de la Santísima Sangre, adscrita a la parroquia de San Agustín y Santa Catalina, dicho terreno por 700.000 pesetas, según escritura firmada el 21 de mayo de 1942. El propio Mora Berenguer dirigió la construcción de un amplio semisótano -de 1.180 metros cuadrados- en la parte recayente a dicha calle de la Sangre, donde se instaló con gran holgura la caja blindada de la tesorería municipal, caldera para la calefacción y refrigeración, archivo de Depositaría e Intervención, y otros servicios.

 

En la planta baja, con entrada por la que había sido de la iglesia de la Sangre, el citado Mora construyó el llamado patio acristalado, amplia estancia de planta rectangular y dos pisos, circundado por las oficinas de depositaría, contaduría, intervención, plusvalía y otras oficinas abiertas al público a manera de un banco o local destinado a pagos y cobros. Recibe iluminación cenital por gran claraboya de cristales que componen, al centro, el escudo de la ciudad. Aunque funcional, resulta una estancia de cierto efecto por el revestimiento de mármoles en mostradores y pilares. Estas obras concluyeron en 1952.

 

 

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Santa Rosa de Lima fue proclamada excelsa patrona de Lima, del Perú en 1669, del Nuevo Mundo y las Filipinas en 1670. Además, es patrona de institutos educativos, policiales y armados de Venezuela, Policía Nacional de la República del Perú, Policía Nacional del Paraguay y las Fuerzas Armadas argentinas. En virtud de la enfermedad que le produjo la muerte, es santa patrona de los tuberculosos. Es llamada por los niños santa Rosita.

 

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