martes, 29 de diciembre de 2020

 EL PAPA RONCALLI Y SU EXTRAÑO AMIGO FRANZ VON PAPEN

Para Emilia Bea

 


¡Adiós!

 

“Yo, Jesús, envié mi ángel para que os declarase esto acerca de las iglesias.

Yo soy el retoño y el linaje de David, el lucero brillante de la mañana”.

Apocalipsis 22, 16

 

El testigo silencioso

Al peregrino o simple turista que llega a la Plaza de San Pedro en la ciudad del Vaticano, le llaman la atención la columnata de Gian Lorenzo Bernini y el obelisco. La significación de la primera está clara: situado el espectador dando la espalda a la Basílica, ve dos enormes brazos trasunto de los de Dios y de la Iglesia que rodean a sus fieles. El abrazo de Dios es suave, tierno, como lo es su amor. El de la Iglesia a veces aprieta demasiado, pero en fin, ya se sabe…

 

¿Y el obelisco? Rayo de sol petrificado, como le llaman los arqueólogos. El emperador Calígula tuvo el capricho de encargarlo en su país de origen, Egipto. Una vez en Roma mandó colocarlo en la plaza que enfrenta el panteón de la familia imperial, hecho construir por Augusto para el eterno descanso de él y sus descendientes. Posteriormente Nerón lo traslada al centro del Circo que acaba de erigir sobre la colina vaticana, fuera ya de la ciudad. Los estudios de Pío XII permiten descubrir que los restos de Pedro reposan en un humilde terreno contiguo, donde los cristianos dan tierra a los suyos, recién martirizados, con lo que las palabras “…y sobre esta Piedra descansará mi Iglesia…” pueden guardar también una realidad material. Antiguamente se guardaba esta costumbre, ya desaparecida su obligatoriedad: debajo de las piedras del altar había un hueco donde se colocaban reliquias de algún santo –el ara del altar-.

 


Última bendición a los padres conciliares

 

 

Diciembre de 1962. Se clausura el primer período del Concilio y el Papa Bueno, conocedor de lo avanzado de su enfermedad, quiere despedirse –definitivamente- y bendecir a los padres conciliares, colocados en la plaza, entre la Basílica y el obelisco. El Santo Padre se asoma a la ventana –que es el corazón de la Tierra- del Palacio Apostólico. Un joven Hans Küng lo cuenta:

-“Con tristeza, consciente de que es la última vez que voy a ver físicamente presente a este Papa, que para mí ha representado un brote de esperanza y aliento. Con voz aún firme dice unas palabras de ánimo y luego imparte su bendición. Pero como si no se decidiese a marcharse, vuelve a hablar después de la bendición y termina diciendo:

-¡Y ahora, otra bendición más!

Para él no es una segunda bendición, es una muestra espontánea de su bondad. Es un Papa que manifiesta amor cristiano en vez de poder eclesiástico. El Papa la da entre los aplausos de los presentes, la mayoría de los cuales tienen los ojos llenos de lágrimas”.

Y el Papa Juan se retira mientras recibe este fervor y esta admiración que guardarán por siempre, ya que les ha permitido rozar la santidad.

 

Sixto V (1521-1590) –a quien España apoyó siempre y que fue paño de lágrimas de Felipe II-, no recibió siempre la ayuda de otras naciones cristianas. De origen sencillo y por tanto de escasos medios económicos pero muy buen gusto, se empeña en ornamentar toda Roma y coloca el obelisco cerca de la tumba de Pedro, porque fue testigo silencioso del martirio del primer “siervo de los siervos del Señor”. Recuerda al verlo el comportamiento de los distintos Papas que han reinado desde el trono de Pedro a partir de su colocación, en el caso presente, el de Juan XXIII.

 

pqp

 


 Franz von Papen-Koningen

 Ankara, 1939

En una desapacible tarde de noviembre, el embajador alemán en Turquía entra en una elegante tienda de objetos de regalo y antigüedades que se encuentra enfrente de la sinagoga en el barrio judío de la ciudad. Su intención es comprar un búcaro de cristal de Bohemia de color azul para obsequiar a alguien que cambia de destino. El propietario se llama Elijah Araf y dado que habla un perfecto alemán –ha sido el retransmisor de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 para su país-, se establece una amistad entre ellos y no solo el embajador será su cliente y amigo, sino que el personal de la embajada sigue el ejemplo de su superior y visitan el comercio muy a menudo.

 

El padre del anticuario –Aaron Araf Effendi- es conocido de von Papen, quien sabe que no tiene un cargo oficial sino oficioso y civil: es una especie de alcalde que gobierna la numerosa comunidad israelita del lugar. Su nieto Erol Araf, escritor, trae estos recuerdos a la memoria: el abuelo tenía nueve hijos, algunos casados y el resto viviendo con él en una gran propiedad del más puro estilo andaluz. En el centro había un patio con flores llamadas armonías, ornamentado con arcos y cúpulas sostenidos por columnas adornadas con mosaicos y entre ellas diferentes fuentes y unos árboles –acacias- cuyo movimiento dejaba ver luces y sombras sobre los muros que rodeaban la finca. Claveles, rosas, jazmines, junto al murmullo que producían los surtidores de las numerosas albercas. La vivienda constaba de tres pabellones en los que vivían Effendi, su esposa y los hijos.

 

La última vez que Elijah ve a von Papen es en el Kartich Baba –el único restaurante de calidad que hay en Ankara-, acompañado de un hombre vestido de negro, que pasados los años identificaron como el futuro Papa Juan XXIII, y que servía en Turquía como agregado apostólico. Así como von Papen ayuda a Roncalli a salvar judíos, Roncalli le ayudará posteriormente en Núremberg.

 

¿Cómo se han conocido? ¿Ha sido de forma natural o buscada? La nunciatura está cerca de la embajada alemana y no es raro que von Papen y los católicos de Ankara acudan a su iglesia para cumplir sus deberes religiosos.

 

Desde que von Papen ha conocido a Roncalli, ha tenido la impresión de que estaba delante de un hombre de Dios: “Abierto, amable, caritativo, receptor de cualquier confidencia”. Lo considera como un director espiritual e inmediatamente comprende que se encuentra ante un sacerdote al cual se le puede confiar cualquier asunto y por esta razón nunca le ocultó nada propio y recibió de él consejo y abundante apoyo. Durante la guerra Roncalli intervino junto a von Papen en favor de los judíos refugiados en Turquía que venían de Polonia, Hungría, Bulgaria, Grecia…

 

Aparte de sentirlo como lo expresa, von Papen le confía estas palabras al enviado de Monseñor Dell’Acqua. En febrero de 1967, se inicia el proceso de canonización de Roncalli.

 

Con el tiempo la relación entre Roncalli y von Papen adquiere profundidad y de ella surge una especial colaboración que señala los esfuerzos hechos por ambos lados, para aliviar el sufrimiento de los judíos a causa del régimen nazi. El embajador incluye la ayuda en metálico –la embajada dispone de una buena cantidad de divisas sin finalidad específica-. Aproximadamente 25 mil judíos fueron ayudados a huir gracias a su conjunta labor.

 

Cuando en noviembre de 1942 las tropas alemanas ocupan el sur de Francia, reciben la orden de deportar a los campos de exterminio de Polonia a los 10 mil judíos que tenían prisioneros. Eran turcos que habían tomado la nacionalidad francesa. El secretario del comité sionista fue a Ankara con la intención de que el delegado apostólico le presentase al embajador alemán. Al conocer a Roncalli le dijo:

-“Solo usted es capaz de ayudarme”.

Ambos visitan a Von Papen y el embajador a su vez, después de hablar con ellos, visita al ministro de asuntos exteriores turco y le dice:

-“La posible deportación de turcos nacionalizados franceses, provocaría una profunda conmoción de negativo efecto en las relaciones entre Alemania y Turquía”.

El ministro envía un cable a Hitler expresándole el deseo de que no los deporten. Hitler le complace por el bien de las relaciones entre los dos países.

 

La situación de preguerra en Europa no puede propiciar una vida social muy divertida en Ankara, y ambos se reúnen muy frecuentemente para charlar. El alemán quiere convencer al italiano de que las ideas de Hitler son de total pacificación en cuanto al mundo, una vez acabada la contienda bajo el mandato hitleriano. El mismo von Papen se lo cree o finge creerlo. Roncalli, ¿le llevaría la contraria? Consta que manda a Roma las noticias de que se entera vía embajador alemán. Su forma de conducirse tiene un premio: la salvación de unos 25 mil judíos. La oficina diplomática vaticana –la más antigua y eficaz del mundo- escribe sobre la tapa de estos comunicados: “uno que no ha entendido nada”. ¡Ay Tardini, Tardini! No se lo creen. Nunca confiaron en Hitler. ¿Quién dice que Roncalli se lo cree? Él se limita a salvar a los perseguidos y transmitir las opiniones de los demás. Pasados los años, y con los mismos personajes pero invertido su puesto de mando, se verá quién es el que lo ha entendido y quién no.

 

Parece ser que los desencuentros que tiene con el Vaticano no se reflejan en ninguna de las biografías escritas hasta el momento.

 

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Franz Joseph Hermann Michael María, nace el 29 de octubre de 1879 en Werl, Westfalia, en el seno de una familia noble y adinerada –su apellido es conocido desde el siglo XIII-. Tradicionalmente practican la religión católica y todos los hombres pertenecen a la milicia. Su padre, Friedrich von Papen-Köningen (1839-1906), es general y manda su propio regimiento. Las mujeres hacen buenas bodas, como su madre, Anna Laura von Steffens (1852-1939).

 

Franz vive su fe pero con los matices que le proporcionan su nacimiento y la situación política de su país. Como los jóvenes de su época –pertenecientes a su mismo medio- será militar y diplomático. Estudia en un colegio muy selecto y en la mejor academia prusiana del ejército, de donde sale convertido en un oficial de la caballería ulana. Forma parte de la guardia personal del kaiser Guillermo, a quien adora. Toda su vida será monárquico y perteneciente al partido Zentrum, mientras el tal partido existe. Buen estudiante porque es inteligente y su trabajo le gusta. Enigmático y además con contradicciones irreconciliables, por lo que difícilmente se comprende a veces su conducta. Como embajador sirve con distinción al Tercer Reich, pero tratándose de los judíos se le permite que piense con personal libertad. En Núremberg admite que conocía las deportaciones, pero que ayudó a Roncalli.

 

A través de toda su vida, von Papen fue un verdadero militar, aunque trabajase en otros puestos ajenos a la milicia. Dejó las armas al final de la Primera Guerra Mundial y conservó su título de teniente coronel hasta la muerte.

 

La Gran Guerra le sorprende como agregado militar en la embajada alemana en México observando la revolución mexicana. Le acompaña un pequeño grupo de ayudantes alemanes y le proporcionan armas al general Huerta, cuando USA ocupa Veracruz a favor de los zapatistas. Ni a una ni a otra nación les interesa salvar a México, sino simplemente tener en este país una zona de influencia. Su estancia mexicana le permite el conocimiento de toda clase de marrullerías y formas de actuación, que años después le serán tan útiles.

 

Pasa una temporada en Cuba, no bebiendo daiquiris, sino preparando futuras actuaciones antes de ir a USA, que todavía no participa en la contienda de 1914. Tiene la idea de ¡invadir Canadá! Descubierta en Washington su actuación de saboteador –pretendía poner bombas en los puentes- y espía a favor de los suyos, es declarado persona non grata y expulsado. También son expulsados algunos alemanes que han emigrado al país del sueño americano, pero cuya estancia no está todavía regularizada. Von Papen organiza una red clandestina de falsificadores de documentos para ayudar a sus compatriotas. ¿Quién sabe? A von Papen le gusta dejar abiertas cabezas de puente que le pueden servir algún día. Acaba la guerra luchando en varios frentes –entre ellos el turco- con el grado de capitán de ulanos de caballería. Alemania atraviesa una mala situación debido al fracaso de la guerra y a la República de Weimar que hay que liquidar.

 

En ese momento, en casi toda Europa hay dos grandes partidos: el comunista o de izquierdas y el nacionalsocialista o conservador. Se odian y enfrentan continuamente entre sí de manera encarnizada.

 


En 1905 von Papen se casa con Martha von Boch Galhau (1880-1961), hija de un rico terrateniente del Sarre, el cual redondea su fortuna con grandes industrias, lo que hace posible entregarle a su hija una cuantiosa dote.

 

Aunque en algunas fotografías se ve que a la señora von Papen le dan el brazo los jerarcas nazis, no tuvo simpatía por el régimen, negándose a hacer su saludo aunque estuviese Hitler presente. Le reprochó a su esposo su filiación política, pero tuvieron cinco hijos y vivieron juntos hasta el final de sus días –más de 50 años-. En la intimidad hablaba francés por su conexión con Francia debido a la casa de cerámica y porcelana Villeroy & Boch, que le proporcionó a la familia tantos beneficios económicos. La casa existe todavía, fabricando azulejos, vajillas, objetos para el hogar, etc.

 

Martha von Papen fue recibida como Dama de la Orden de Caballeros del Santo Sepulcro en Jerusalén por el Cardenal Filippo Camassei, el 20 de agosto de 1933. Toda una señora valiente y decidida que no tuvo inconveniente en demostrar sus ideas en un momento tan difícil.

 


Von Papen es un hombre con mucho encanto. Su elegante figura permite que cualquier prenda le caiga bien. Orgulloso de sus derechos heredados, junto a su clase social; excelente jinete; buen deportista –pertenece al exclusivo club de Berlín Club de Caballeros Alemanes-; habla perfectamente francés e inglés y hay que suponer que algo de español y de turco. No es un hombre violento –lo prueba lo que le horrorizan el terror y el odio que mueven las acciones de los nazis-. Lo que quiere es el poder –obtenido de manera más o menos legal, pero sin tiros si es posible-. Convencido o no de lo que predica, se dedica a hacer prosélitos a las ordenes de Hitler y, vengan las cosas bien o mal dadas, a salvarse él mismo de cualquier situación incómoda.

 

En los años 20, lo suyo es la política. Condecorado con la Cruz de Hierro, de 1921 a 1928 y de 1930 a 1932 es diputado del Land de Prusia, en representación de la nobleza rural de Westfalia. Pertenece al partido católico Zentrum –por tradición dirigido por un clérigo-, donde juega un papel de relieve; escribe el editorial de su periódico Germania que es el más importante entre los católicos editados en toda Alemania. En las elecciones presidenciales de 1925 asombra a sus compañeros porque rompe la disciplina de voto de su partido y se decanta por el candidato del ala derecha, von Hindenburg.

 

A von Papen se le puede mandar como representante a cualquier sitio por su aspecto, modales y conocimiento de idiomas y así lo hace su gobierno. Bien es verdad que él sobrepone sus ideas a las del que le envía. Debía ser muy creíble y presentar muy bien sus excusas, porque salva todos los escollos que se le presentan en su larga y variopinta vida, muriendo de muerte natural a los 89 años de edad.

 


En 1932 participa como enviado de su país en la conferencia de Lausana. Se trata de cancelar las últimas reparaciones de guerra impuestas por el presidente Wilson –demasiado onerosas-, sobre todo las relativas a Francia. ¿Hubiese evitado la guerra el no tener que pagar cantidades a las que no se podía hacer frente? Es imposible contestar a un posibilismo, sobre todo si es a toro pasado.

 

Otro posibilismo: la mal llamada gripe española, se extiende por Europa en 1918, al tiempo que los soldados norteamericanos –Fuerza Expedicionaria Estadounidense- desembarcan en Bélgica y Francia, mientras la enfermedad asola su país.

 

Alemania está destrozada: el desempleo es enorme, la inflación aumenta por días. El escritor español Julio Camba, representante en Berlín del periódico El Sol, nos cuenta que iba al mercado con la cesta más grande que tenía ¿para llenarla con los productos que comprara? ¡No! La llevaba llena de marcos que se iba a gastar en el mercado con alimentos cada día más caros.

 

En marzo-abril de 1932 se celebran las elecciones presidenciales que vuelve a ganar von Hindenburg, gran amigo de von Papen –llamado el diablo del sombrero de copa. La clase social une mucho. A sus gabinetes se les conoce como de barones o de monóculos. También hay varios partidos de derechas y de centro con escaso número de miembros y de poca entidad, que se presentan a las legislativas y le sostienen, no así su propio partido, puesto que ha roto la obediencia de voto. El presidente von Hindenburg le nombra canciller –el 1 de junio de 1932-, a petición propia y lo es durante un año.

 

En esta lucha entre partidos, von Papen se decantará por un NSDAP –siglas del partido nazi- que sea tolerante, ya que el suyo, el Zentrum, desaparecerá a raíz del concordato. Por de pronto, el partido nazi tiene acceso a la radio berlinesa, el mayor medio de comunicación de masas del momento.

 

Los comunistas proponen que, para paliar el hambre, los grandes terratenientes entreguen sus tierras al pueblo de forma gratuita para trabajarlas y, luego, ¿a quién pertenecerán? Ya veremos… Los poseedores de tierras tiemblan ante una expropiación.

 

Ante la violencia del llamado “domingo sangriento de Altona”, von Papen aprovecha la ausencia de Hitler promocionándose en otro land y da libertad de acción a los miembros de las fuerzas paramilitares –SA y SS-. Declara una dictadura militar de la que es el comisionado y quiere dar una lección ejemplar: manda hacer una redada entre comunistas. Apresan a 18, los juzgan y los ejecutan.

 

En 1999 la República Federal Alemana revisa este proceso y encuentra a todos los implicados inocentes.

 

Von Papen le pide a von Hindenburg que nombre a Hitler canciller y a él vicecanciller –el 30 de enero de 1933-. Elegir a Hitler es dar un salto en el vacío. El jefe de estado de una democracia –República de Weimar- nombra a un dictador jefe de gobierno. Von Papen –eterno optimista- está convencido de que entre el presidente y él podrán dominarlo, pero el nuevo canciller comienza sus grandes purgas.

 

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Hay dos acontecimientos sangrientos antes de obtener Hitler el poder absoluto. En el primero von Papen es víctima. En el segundo, no puede ser verdugo por estar en sus embajadas.

 

La noche de los cuchillos largos

Hace tres semanas que von Papen ha pronunciado una conferencia en la Universidad de Gotenburgo. Hitler, ante la situación que encuentra al volver a Prusia, relee el texto y se da cuenta de que von Papen ha expresado en esa universidad ideas que no están conformes con las suyas. Se presenta la ocasión de que cambien las tornas, con lo que el golpe militarista de von Papen se puede convertir en su contra y ser un regalo para los nazis.

 

El nombre de “los cuchillos” corresponde a un encuentro de dos tribus rivales en la antigua Britania. También lleva el nombre de “operación colibrí”. Hitler –aún siendo ya canciller- observa que sus fuerzas de asalto tienen jefes que quieren ocupar su puesto y organiza una masacre del 30 de junio al 1 de julio de 1934. Cae Ernst Röhm, jefe de las SA, y otros cientos más, entre ellos los intelectuales que acompañan a von Papen. Este se esconde en su villa donde no puede ni dormir ni hablar por teléfono –la línea está cortada-. Cuando puede salir, se acerca al Reichstag. El Consejo de Ministros está reunido, pero el puesto de él ya no existe. Su salvación se la debe a Göring, que ha pensado que puede ser útil en otro momento. Von Papen insiste en que quiere hablar con Hitler en una entrevista privada. Se le presenta la ocasión el 2 de agosto de 1934, ante la puerta de la casa de Hindenburg agonizante. Con la muerte del presidente se acaba la Republica de Weimar y Hitler asume el mando absoluto. Von Papen vuelve a ser uno de sus favoritos, nombrado embajador en Austria.

 

¿Qué hay de nuevo, tío?

 

La noche de los cristales rotos

En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, se organiza el mayor de los pogromos habidos hasta entonces –solo en Berlín se quemaron más de 400 sinagogas-. El pretexto fue el asesinato del secretario de la embajada alemana en París, Ernst von Rath, por parte de un joven judío polaco-alemán llamado Herschel Grynszpan.

 

El nombre se lo da la cantidad de cristales de comercios que se rompieron. Se asesina y se encarcela a un gran número de judíos. Se asaltan y destruyen sus propiedades. Ha empezado el terror nazi.

 

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¿Están conspirando? No, simplemente hablando de

una yegua que puede ganar la competición.

 

Anteriormente a la guerra, el poder nazi se afianza, pero no es el pueblo el que le interesa, sino los aristócratas a los cuales se arrima. En el club hípico que dirige von Papen se celebran concursos internacionales a los que acuden jinetes ingleses y franceses –por supuesto pertenecientes a la nobleza-, y en donde doña Martha actúa de anfitriona y posteriormente abre un salón en su casa, como el de las famosas mujeres salonieres francesas.

 

Próxima a estallar la guerra, los nazis ocupan los puestos de mando y von Papen queda sumido en la oscuridad. Solo le queda jugar un papel: la diplomacia.

 

Se ha reprochado a la aristocracia y a la alta burguesía alemanas su pleitesía ante Hitler. Aceptaron sus invitaciones y sus prebendas, que nadie devolvió, como nadie prestó ayuda en el momento de la derrota. Von Papen es paradigma de esta situación, con ese ligero desdén para el que no es su igual, pero atraen su educación, modales, cultura, conversación, formas de ser y estar. Quizá es cierto que no sabe con exactitud hasta dónde puede llegar Hitler.

 

Entre sus roles estuvo muy presente el de colocar sobre su cabeza

la corona de la tiranía.

 

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Embajadas

El 20 de julio de 1933 se firmó el Concordato entre la Alemania nazi y la Santa Sede. Lo hicieron por parte alemana el presidente von Hindenburg, siendo canciller Adolf Hitler y representante extraordinario en Roma, Franz von Papen. La Santa Sede contó con la firma del cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, representando al Papa Pío XI.

 

Los acuerdos entre países reciben distintos nombres, pero si uno de ellos es el Vaticano, se llaman específicamente concordatos y su representante, nuncio.

 

Antes de 1933, los obispos católicos alemanes se opusieron a la ideología nazi, la cual junto con la raza se habían deificado, cuestión que la Iglesia Católica consideraba una herejía. Para las autoridades nazis, incluido von Papen, los obispos no debían intervenir en política y así se les prohibió pertenecer a un partido y oponerse a la legislación racista y las esterilizaciones. Von Papen lo discute con el cardenal Bertram, arzobispo de Berlín. No se reafirmará la relación entre los dos países si no se firma el Concordato, lo que solo tendrá lugar si la Iglesia católica cede ante las peticiones nazis. Von Papen y el sacerdote católico Ludwig Kaas, aconsejaron a los católicos que lo aceptasen tal y como lo quería la Cancillería.

“Nosotros, los católicos alemanes, apoyamos con toda nuestra alma y plena convicción a Adolf Hitler y su gobierno. El catolicismo alemán tiene que pertenecer activamente en la edificación del Tercer Reich”.

Franz von Papen

 

Tres años antes de comenzar la guerra, la Iglesia católica alemana ha mandado retirar las magnificas vidrieras de la Catedral de Colonia, cegando los huecos con maderas y los aliados la respetan en sus bombardeos. En esta Iglesia reposan los cuerpos de los tres Reyes Magos, traídos de Oriente por santa Helena.

 

El Papa Pío XI expresó su complacencia por el hecho de que “el gobierno alemán estuviese en las manos de un opositor irreconciliable del comunismo y del nihilismo ruso en todas sus formas”.

 

Se intercambian los regalos de rigor. El Papa le otorga a von Papen una alta condecoración papal: la Gran y Pontificia Cruz de la Orden de Pío IX y von Papen le ofreció al Cardenal Pacelli una Virgen de porcelana de Meissen de color blanco con el nombre del Tercer Reich. Ambos obsequios llevan la dedicatoria Recuerdo del Concordato del Reich 1933.

 

Por todo lo que antecede se comprende que las relaciones entre ambos países quedasen suspendidas. La Iglesia alemana no se opuso abiertamente al Régimen nazi, como sucedió en toda Europa –excepto en Holanda que sí se opuso y lo pagó caro-, y además evitó criticar la existencia de campos de exterminio.

 

La Encíclica Mit brennender Sorge –Con ardiente preocupación-, de fecha marzo 1937, aludía a que la firma del Concordato no había producido los bienes deseados.

“Nos determinamos entonces, no sin una propia violencia, a no negar nuestro consentimiento. Queríamos ahorrar a nuestros fieles las situaciones violentas y las tribulaciones que, en caso contrario, se podían prever con toda seguridad según las circunstancias de los tiempos”.

“Si el árbol de la paz no ha producido los frutos por Nos anhelados, no habrá nadie que pueda decir, todavía hoy, que la culpa es de la Iglesia”.

“Todavía hoy, cuando la lucha abierta contra las escuelas confesionales, tuteladas por el Concordato, y la supresión de la libertad del voto para aquellos que tienen derecho a la educación católica, manifiestan, en un campo particularmente vital para la Iglesia, la trágica gravedad de la situación y la angustia, sin ejemplo, de las conciencias cristianas, la solicitud paternal por el bien de las almas nos aconseja no dejar de considerar las posibilidades, por escasas que sean, que aún puedan subsistir, de una vuelta a la fidelidad de los pactos”.

 

Cuando en 1939 muere Pío XI le sucede Pío XII, quien envía unas letras a Hitler en las cuales le felicita por su cargo y muestra su esperanza de que las relaciones sean mejores. Von Papen está de embajador en Ankara y le confiesa a Roncalli lo que haría si él fuese Papa. El ministro de asuntos exteriores alemán von Ribbentrop, le remite un largo telegrama intimidatorio en el que le prohíbe hablar de la Santa Sede, ni bien ni mal. Se comprende que cuando Hitler propone a von Papen como embajador en el Vaticano, el Pontífice, aconsejado por el arzobispo de Berlín von Preysing, no lo acepte. Pio XII le retira honores y condecoraciones recibidos de Papas anteriores, que Roncalli le devolverá.

 


Embajador en Viena.- En 1934-38 Hitler le envía a Austria, ¿para preparar el terreno de la anexión? –“Hablan alemán, luego son alemanes”-, como ocurre con los Sudetes. Lo que le salva en Núremberg es que el Tribunal no puede demostrar de forma fidedigna que él estuviese presente en la firma del tratado y él niega su presencia en esa ocasión. Von Papen sí que es partidario de la anexión de Austria, pero para tranquilizar al gobierno austriaco se justifica diciendo que quiere preparar la entrada de un nuevo partido –el Frente Alemán- en la política del país. Von Papen maniobra de tal manera que consigue que los austriacos manifiesten deseos de unirse a Alemania como en el pasado. En las elecciones del Sarre, von Papen actúa de igual manera, de forma que la Liga de las Naciones no puede oponerse y la región también vuelve a Alemania.

 

Embajador en Ankara.- Será nombrado el 27 de abril, unos meses antes de empezar la guerra y lo será hasta 1944. En septiembre los alemanes invaden Polonia. Él protesta diciendo:

-“La moral alemana está bajo mínimos”.

Muy disgustado, ya que es profundamente católico, se ve obligado a trabajar con diplomáticos soviéticos –excomulgados- para impedir que Turquía entre en la guerra al lado de los aliados.

 

Malas lenguas dicen que Hitler ha enviado a von Papen a Turquía como al exilio. No es cierto. Los alemanes necesitan un buen gestor que incline a los turcos hacia ellos. Se trata de una nación no preparada para la guerra moderna, pero cuya posición estratégica y geográfica es muy necesaria para los nazis. Anteriormente, Turquía había firmado un acuerdo con Francia y Reino Unido, por el que les entrega sus tierras a fin de  que las protejan. Por ejemplo, los ingleses obtienen Palestina –esto no quiere decir que traten bien a los judíos-, pero sí que llorarán lágrimas amargas cuando tengan que abandonar aquellas tierras.

 

Von Papen llega a contactar con antiguos compañeros de armas turcos de la Guerra del 14, y el país, ante los triunfos espectaculares alemanes, se inclina de su lado. Reciben el regalo de 4 submarinos, unidades que ellos no conocen, pero en 1943 USA ha entrado en la guerra y la situación vuelve a dar un vuelco. La OSS –Servicio Norteamericano de Espionaje- se establece en Ankara. Von Papen, fingiendo un poder que no tiene, se ofrece a este servicio para que lo protejan como dictador alemán en el puesto de Hitler y él se compromete a acabar la guerra. Obviamente Roosevelt se opone y prohíbe a sus tropas hablar con él.

 

En octubre de ese mismo año, von Papen y su embajada contactan con Elyesa Bazna, espía de nacionalidad albanesa apodado Cicerón. Es simplemente el dinero lo que le mueve a prestar sus servicios. Trabaja de mayordomo en la embajada británica, lo que le permite proporcionar a los alemanes toda clase de información sobre los planes aliados. En Berlín se ponen en duda sus noticias, que realmente son verídicas, y los nazis pierden una gran ocasión.

 

¿Quién de edad provecta –quedan muy pocos- no recuerda la magnífica película que en los primeros años 50 del pasado siglo se rodó sobre este personaje? Y el final, cuando ya en Brasil se entera de que el generoso pago recibido es todo falso: las libras esterlinas impresas por los nazis, para después de su victoria inundar el mercado internacional desestabilizándolo.

 

Una violenta entrevista con el ministro de asuntos exteriores turco hace que tenga que abandonar precipitadamente su puesto. Va directamente a Berlín donde le recibe Hitler. Lo condecora con la Cruz del Mérito de Guerra. Será la última vez que se vean. Aparte de lo que digan o escriban, ¿qué han sentido de verdad el uno por el otro?

 

Von Papen se dirige a su casa en el Sarre para encontrarse con su familia. Oyen cerca los cañonazos que preparan el terreno a los aviones y están pensando en internarse en los bosques para huir, pero el 14 de abril de 1945, el ejército norteamericano que es muy formalista, envía un pelotón de infantería con un primer teniente al mando para detenerle, no olvidan que él es un teniente coronel del ejército vencido. El primer castigo es enseñarle los campos de exterminio que él se había negado a ver.

 

En el juicio de Núremberg no pueden probar su culpabilidad en ningún hecho delictivo, y el tribunal que juzga y se encarga de la desnazificación, lo condena a 9 años en campos de trabajo. Siempre quedan amigos y en pocos meses lo liberan y vuelve a su vida de terrateniente.

 

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Roncalli envía al Tribunal de Núremberg un informe explicando cuál ha sido la conducta de von Papen en relación con los judíos y lo que le ha ayudado en este terreno. Pero Roncalli no deja nunca de cumplir con su deber. Cuando en 1942 Alemania y Rusia rompen su tratado de neutralidad y esta última se alinea con los aliados, von Papen le solicita que use su influencia en Roma para lograr un apoyo explícito del Papa hacia Alemania. La respuesta de Roncalli es:

-“¿Y qué debo decir acerca de los millones de judíos que sus compatriotas están asesinando en Polonia y Alemania?”.

Es indudable que Roncalli siente afecto por von Papen y que le hubiese hecho un favor personal, pero en absoluto permitir que se desconozca una situación promovida por el alto mando nazi. La cólera y la violencia no tienen cabida en el comportamiento de Roncalli, si bien tampoco puede tolerar las faltas a la justicia y al bien de las almas.

 

La mansedumbre es una virtud que no hay que confundir con el “pasotismo”. Roncalli en ninguna etapa de su vida mostró una actitud débil o acomodaticia. Sabrá siempre moverse con la actitud que le es propia y no siempre comprendida por su entorno.

 

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Los periódicos de la nueva Alemania no quieren publicar nada de lo que escribe von Papen porque él continúa con sus ideas y no cree en la democracia. En la España franquista le publican sus artículos en periódicos como Las Provincias de Valencia. Aún se recuerda su presencia, su caballerosidad, su forma de saludar al personal. Veranea en Málaga. En su país deja escritas sus memorias, artículos, pensamientos… Muere el 2 de mayo de 1969, a los 89 años de edad, sin darse cuenta porque la senilidad se lo impide. Reposa en Wallerfangen, en el Sarre.

 


La Historia la escriben los políticos. ¿Verdad? ¿Ficción?

Los qué, quién, cómo, cuándo, ¿son reales?

 

 

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Ángelo Giuseppe Roncalli (1881-1963)

“Mucho hace el que mucho ama”

Juan XXIII

 

El 3 de junio de 1963, el Cardenal Traglia, provicario de Roma, celebra misa por el Santo Padre agonizante y cuando dan las 7:45 de la tarde, muere en paz el Papa viejo, bueno, sonriente y audaz, a quien todo el mundo ha querido: creyentes y no creyentes. La Plaza de San Pedro está llena de una multitud que reza por él. Entre los presentes muchos judíos, sobre todo romanos, que le agradecen lo que ha hecho por su pueblo. Todos lloran al Pastor y Guía perdido.

 

El Papa ha recibido conscientemente la extremaunción y en ese momento les dice a los presentes, señalando el crucifijo que se encuentra a la cabecera de la cama:

-“El secreto de mi ministerio está en el crucifijo que yo siempre quise tener al lado de mi cama. Lo veo cuando me levanto y antes de dormir. Es allí donde puedo hablar con él durante las largas horas de la noche. Miradlo como lo veo yo. Sus brazos están abiertos al programa de mi pontificado: como está escrito, Cristo murió por todos, por nosotros. Nadie está excluido de su amor y de su perdón”.

 

Da la última bendición a sus cardenales, incluido Ottaviani.

 

El Papa Juan pensará:

-“Me llamas ya, Señor”.

Y empezarán a pasar por su mente retazos de su vida…

 

En algún momento cercano a su muerte, ha escrito:

“Tuve la gracia de ser llamado por Dios como un niño, nunca pensé en otra cosa, nunca he tenido otras ambiciones. (…) Por mi parte, yo no soy consciente de haber ofendido a nadie, pero si lo hice, pido disculpas. (…) En esta última hora, me siento tranquilo y seguro de que el Señor en su misericordia, no me rechaza. Indigno como soy, yo quise servir y lo he hecho con mis mejores esfuerzos para rendir homenaje a la verdad, la justicia, la caridad y mantener un ‘cor mitis et humilis’ –un corazón manso y humilde- del que nos habla el Evangelio”.

 

Hace más de 2 mil años que los sacerdotes están predicando el seguir a Cristo, aunque no consiguen que muchos lo hagan. La imitación de Cristo de Tomás de Kempis es uno de los libros de cabecera de Roncalli, que escribe: “me tienen por loco” porque su vida se basa en cumplir el “Sígueme” y cada página de su Diario da testimonio de ello. Quisiera a este seguimiento añadir alguna renuncia, un sacrificio. Y lo hace cuando se le detecta un cáncer de estómago –herencia familiar- y no quiere operarse para no perder un solo día de sesiones del Concilio, que de todas formas no verá acabar.

 

Demostró ser un niño piadoso –lo que le permitió excepcionalmente recibir la comunión a los 8 años-. Afortunadamente no le hizo mella la propaganda de la escuela laica, a la que se vio obligado a asistir. Su párroco se dio cuenta de su valía y pidió a los padres que lo dejasen ir a ella unos años más. Los Roncalli –Giambattista Roncalli y Mariana Mazzola- vivían en una sencilla casa rural, profesando la fe de la época. Los hijos se formaban en la misma disciplina y piedad que los eclesiásticos, con la misma práctica de las virtudes morales y los mismos rezos al estilo postridentino. Así eran educados todos los jóvenes del momento procedentes de familias católicas. Terminados los estudios en la escuela, pasó al Seminario de Bérgamo, donde recibió una formación tradicional y fue un seminarista modélico.

 

Casa natal Papa Juan XXIII

 

Siguiendo los consejos de su director espiritual, en 1897 pidió ser admitido en la Orden franciscana seglar, profesando una regla de vida a la que se mantuvo fiel hasta el final. El Papa Juan quiso ser apóstol del amor incondicional de Cristo por los hombres. Con el tiempo evolucionó, absorbiendo otras fuentes de espiritualidad, y al vivir tantos años en Oriente –como narra en su libro Mi vida en Oriente-, su mente adquiere una amplitud de miras que solo la experiencia da.

 

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La pensadora y filósofa Hannah Arendt incluye un retrato literario de él en su libro “Hombres en tiempos de oscuridad”. Ha sido encargada de traducir el “Diario del alma” al inglés. Es un texto que ella encuentra extraño, porque decepciona y al mismo tiempo fascina. El libro relata: “períodos de retiro, manifestaciones piadosas, exámenes de conciencia, progreso espiritual, cómo ser bueno y evitar el mal…”. Rara vez se refiere a sucesos mundanos y de actualidad en aquel momento.

Dice Arendt:

-“A través de su lectura se puede adivinar lo que una sirvienta romana me comenta en el hotel de forma inequívoca y convencida:

-Este Papa era un auténtico cristiano”.

¿Cómo pudo ocurrir que un verdadero cristiano se sentase en la silla de Pedro? ¿Nadie lo eligió por esta causa? ¿Nadie se dio cuenta de quién era este hombre?

Arendt parece que siente por él una ternura especial, provocada quizá por su fe robusta, auténtica. Su entorno no percibe que el ser un verdadero cristiano sea motivo suficiente para elegirle, ocupadas como están sus mentes en motivos puramente humanos, a pesar de que Roncalli es sencillo y bondadoso, comprensivo y asequible –cualidades propias de un hombre bueno- y carga ya con un bagaje de seres a los que ha salvado de una suerte injusta.

Tras su muerte se publicaron sus diarios, con los títulos de Diario de un alma –1965- y Cartas a su familia –1969-. Fueron preparados para la imprenta –en su primera edición en lengua italiana- por su secretario particular Loris Francesco Capovilla, que le quiso, le sirvió y lo defendió toda su vida. Capovilla fue muy apreciado por todos los que le trataron. Vivió una larga vida como cardenal y obispo emérito hasta 2016. Por propia decisión reposa en la ciudad donde Roncalli vio la primera luz.

 

Capovilla dice:

-“Recuerdo su comentario a mi perplejidad y a mi falta de entusiasmo cuando me comunicó la idea del Concilio. Me dijo:

-«No hay que preocuparse de sí mismo y de quedar bien. En la concepción de las grandes empresas basta con el honor de haber sido providencialmente invitados.

 

Hemos sido llamados a poner en marcha, no a concluir»”.

 

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Nace el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, en las proximidades de Bérgamo, Lombardía, al norte de Italia. Su padre es un aparcero de la zona. Él y sus hijos son fuertes y trabajadores, cristianos y muy conformes con la voluntad divina. Las leyendas –que siempre embellecen o ennegrecen las cosas- dicen que tuvieron que recurrir a la caridad pública. El mismo Papa Juan nos lo cuenta y lo niega: los Roncalli son pobres, pero con la fuerza interior necesaria para afrontar cualquier problema.

 

Matrimonio Roncalli

 

El matrimonio Roncalli tendrá 13 hijos, de los cuales el Papa Juan es el primer varón después de dos mujeres. A los 11 años les dice a sus padres que quiere ser sacerdote. El padre se disgusta porque en su situación económica no le es posible hacer frente a los gastos del seminario ni prescindir de la ayuda de los hombres de la familia, pero al final lo acepta como lo que es: una bendición de Dios. El Papa Juan estará siempre muy unido a los suyos –de lo cual dan fe las en torno a 722 cartas que les escribió y que se han publicado reunidas en un libro-.

 

Cuando sube al Solio Pontificio, le escribe a su hermano Zaverio:

“Un gran honor ha recaído sobre la familia”, aunque este gran honor será de orden espiritual, pues no aportará ningún beneficio material, aunque algún familiar hubiese agradecido una “ayudita” en momentos puntuales. Para el Papa Juan no existen ni el nepotismo, ni los títulos de nobleza pontificios ni la recomendación para cargos civiles o eclesiásticos. Tiene a mano en sus aposentos una pequeña cantidad de dinero –el llamado “dinero de bolsillo”- para una limosna, un agradecimiento oportuno, y la cantidad que haya en el momento de su muerte es el que recibirán en herencia los Roncalli. Y con el enorme orgullo de niño pobre insiste en que a lo largo de su vida no había pedido un favor a nadie. A su muerte, la gente se sorprende de su pobre peculio particular –lo correspondiente a unas 20 mil pesetas al cambio en dólares de la época- teniendo a su disposición las riquezas del Vaticano, que nunca tocará si no es con las aprobaciones oportunas de la Curia.

-“¿Quién más pobre que yo? Desde el seminario nunca he tenido un traje que no se me diese por caridad. Soy de la misma familia que Cristo. ¿Qué más puedo querer?”.

 

Y en cuanto a la pobreza no material sino de espíritu, escribe:

“La pobreza de espíritu me preservó de ansiedades y perplejidades y me dio una osada simplicidad”.

 

En 1900, Roncalli seminarista hace un rápido viaje a Roma donde queda impresionado por León XIII y el clima anticlerical que se respira en la ciudad. Aunque inteligente, no es un estudiante especialmente brillante, pero sí lo suficiente como para que su obispo le mande a estudiar Teología al Pontificio Seminario Romano. Le interesa el tomismo renovado, pero es sobre todo la Historia de la Iglesia lo que le fascina.

 

En noviembre de 1901 –hasta finales de 1902 y aunque le resulta muy doloroso-, tiene que interrumpir sus estudios para cumplir el servicio militar. Escribe a la familia:

“Siento furia por querer saberlo todo, conocer todos los autores de valor. Me he puesto al tanto del movimiento científico en sus múltiples direcciones”.

Roncalli quiere una Iglesia abierta al mundo moderno, que esté más interesada en la acción social.

 

La flecha señala a Roncalli

 

En 1904 obtiene el doctorado en Teología –uno de los componentes del Tribunal calificador es Eugenio Pacelli, sí, el futuro Papa-. Es ordenado sacerdote el 10 de agosto de ese mismo año en la Basílica de Santa María del Monte Santo, sita en la Plaza del Popolo y al día siguiente celebra su primera misa en la Basílica de San Pedro.

 

Basílica de Santa María del Monte Santo

 

Su deseo es estudiar Derecho Canónico, pero el obispo de Bérgamo, Monseñor Tedeschi, le llama para que sea su secretario. Siente una gran estima por este obispo y por su capacidad para adaptar la Iglesia a las nuevas necesidades. Inicia una fuerte amistad con el cardenal Ferrari, arzobispo de Milán, del cual abrirá el proceso de canonización al ser Papa, que culminará Juan Pablo II en 1987.

 

El obispo Tedeschi con sacerdotes de su diócesis

En 1907 se publica la encíclica Pascendi de Pío X, en la que se condena enérgicamente el modernismo. Los círculos liberales no lo encuentran oportuno porque cierra la puerta para los católicos del estudio, la ciencia y la inteligencia.

 

La gran Concepción Arenal –persona de extraordinaria valía, pero española- muere en 1891. El padre Meléndez, S.J., representante del integrismo papal, la aprecia mucho, pero le reprocha que haya muerto sin hacer pública su adhesión a la Santa Sede y a las ideas de Pío X. La Orden de San Ignacio se ha pasado años pidiendo perdón, y esta vez sí que públicamente, de lo que considera inoportuna intervención de un miembro de la Compañía.

 

Y una anécdota: Nada más alejado de la mente de Pio X –Patriarca  de Venecia en aquel momento- que poder ser elegido Pontífice. El Papa Juan estaba en la misma situación y, cuando lo eligieron, la gente empezó a decir: “va a empezar la saga veneciana”, cosa que no ocurrió. De todas formas, el patriarcado de Venecia tiene “su aquel” porque en un siglo da dos santos y un Papa con una muerte ligeramente misteriosa… –Juan Pablo I era Patriarca de Venecia en el momento del cónclave en que se le elige Pontífice-.

 

En 1908, hay obispos que tienen la idea de la celebración de un concilio. Roncalli escribe en su Diario del alma:

“Un gran concilio ecuménico que debatirá con presteza, libre y públicamente, los principales problemas de la vida religiosa, y tal vez atraerá la atención del mundo sobre la Iglesia, estimulará la fe y abrirá nuevas perspectivas para el futuro”.

Juan XXIII retomará el párrafo textualmente 55 años más tarde. El gran mérito de Roncalli Papa es llevarlo a la práctica contra viento y marea. No se impone. Él sencillamente lo anuncia.

Es el heraldo de Dios.

 

En Roma algunos clérigos sospechaban sobre su posible modernismo. Fue una dolorosa experiencia que le hizo reflexionar sobre el funcionamiento de los servicios centrales eclesiásticos –empieza a darse cuenta de que el Vaticano tiene su organización de espionaje como cualquier otro Estado-. Igual le ocurrirá en su estancia en Oriente.

 

Durante la Primera Guerra Mundial fue reclutado como capellán médico con el grado de sargento. La valentía y el heroísmo de los soldados, cambiarían su idea sobre el servicio militar. El compartir pabellones sacerdotes y soldados, hace que desaparezca el anticlericalismo. Roncalli es partidario entusiasta de la llamada para la paz de Benedicto XV, por quien siente gran afecto. Acabada la guerra, el nuevo obispo de Bérgamo le nombra director de la Residencia de estudiantes, Director espiritual del Seminario y Director de la Unión de Mujeres Católicas.

 

En 1920, Benedicto XV le nombra Director Nacional de la Propagación de la Fe, que le vale el título de Monseñor y cuya dirección desempeña de manera eficiente.

 

Aparte de su amor por la paz, Benedicto XV y Roncalli comparten una anécdota muy curiosa. Antes de un Conclave se confeccionan tres sotanas blancas de distintos tamaños y, normalmente, alguna de ellas sirve para el nuevo Pontífice. En el caso de estos dos Papas, a Benedicto XV hubo que hacerle una sotana nueva rápidamente. Era una persona tan pequeñita y delgada que no servía ninguna de las existentes. El caso del Papa Juan fue inverso: no cabía en ninguna de las tres debido a su gran tamaño. “Mientras me presentaban y daba la bendición, sentía que las costuras restallaban”, nos da noticia él mismo. El Papa Benedicto le tuvo gran cariño y le nombró Capellán doméstico.

 

En 1925, Roncalli no entiende el compromiso de Pío XI con Mussolini, y este le pone la proa, cuando el Papa lo quiere nombrar arzobispo de Milán, sede vacante por la muerte de su buen amigo el cardenal Ferrari. El gobierno italiano reclama su alejamiento de Roma. Por esta razón, en febrero es nombrado visitador apostólico en Bulgaria, donde viven 62 mil católicos perdidos en medio de los ortodoxos. Estos católicos deseaban acercarse a Roma y a Constantinopla. No era necesario el título de obispo, pero el Papa le concede ese honor, quizá para compensar la soledad que va a sufrir.

 

En Bulgaria, Roncalli adquiere una gran amistad con la Casa Real y ello se debe a que intercede ante Pío XI para que la princesa católica Juana de Saboya se case con Boris III, ortodoxo. Bulgaria es un destino de semioscuridad, en el que se le mantuvo durante 10 años. Nunca olvidó su infelicidad en aquel puesto y 25 años después todavía escribía a propósito de “la monotonía de una vida que era una sorda y larga serie de molestias y roces diarios”. En aquel tiempo tomó conciencia casi inmediata de “los muchos sufrimientos que no son causados por los búlgaros sino por los órganos centrales de la administración eclesiástica” –¿cómo se llamarán los espías del Vaticano?-. De fecha tan temprana como 1926 datan las primeras referencias a este conflicto como a su cruz, aunque ya las atisbó en 1911.

 

Roncalli escribe en 1928 estando en Sofía:

“Nada hay de heroico en cuanto me ha sucedido, en cuanto he creído que tenía que hacer. Una vez que se ha renunciado a todo, exactamente a todo, cualquier audacia resulta la cosa más simple y natural del mundo”.

Estas palabras demuestran que ha adquirido una profunda espiritualidad y una libertad interior, consecuencia de la simplicidad de quien se abandona directa y totalmente a Dios. Por eso puede unir un talante conservador a una actuación inequívocamente revolucionaria.

 

En el Diario del alma, se encuentra una anotación de 1932 muy significativa:

“Tiempos nuevos, nuevas necesidades, formas nuevas”.

Y cuando muere Pío XII, escribe:

“Estamos en la tierra no para custodiar un museo, sino para cultivar un jardín lleno de vida y destinado a un futuro glorioso”.

Su lema era “obedientia et pax” y a ello se atiene a lo largo de su vida.

 

Roncalli permanece en Bulgaria hasta 1935, fecha en que pasa como delegado apostólico a Turquía y Grecia, y administrador del Vicariato apostólico de Estambul y consagrado arzobispo. En todos estos sitios es muy apreciado –el Patriarca de Constantinopla, a la muerte de Pío XI en 1939, le envía el pésame para que lo transmita a Roma. Es la primera vez que esto ocurre después de la ruptura entre oriente y occidente. ¡Y todo por un Filioque!-. Autoriza innovaciones, acogidas muy severamente en Roma, pero que le valen la amistad de los turcos, como permitir el uso de su lengua en la liturgia.

 

Roncalli acoge el nuevo destino con la tranquilidad acostumbrada y comenta:

-“Personas de las dos costas de Europa y Asia me compadecen y me llaman desafortunado. Yo no comprendo por qué. Cumplo la obediencia que se quiere de mí. Nada más”.

 

Su situación toma otro cariz cuando llega a Estambul, donde pasará otros 10 años, hasta que en 1944 recibe la primera designación importante como nuncio en París. En Estambul “la diferencia entre mi modo de ver las situaciones sobre el terreno y ciertos modos de juzgar las mismas cosas desde Roma, me duele notablemente. Es mi única verdadera cruz”. Cuando llega a Francia, ya no escribe quejas, seguramente por haberse acostumbrado al mundo eclesiástico. En 1948, “toda forma de desconfianza y desconsideración hacia los humildes, hacia los pobres o socialmente inferiores, por parte de mis colegas –buenos eclesiásticos por otro lado-, me hace retorcerme de dolor y también todos los sabelotodo de este mundo y las mentes agudas incluidas las de la diplomacia vaticana, ¡hacen una figura tan pobre a la luz de la simplicidad y la gracia que proyectan Jesús y sus santos!”.

 

Roncalli dirige también estos reproches contra sí mismo, pues al empezar la guerra se contentó con una “actuación personal que no era suficiente. ¿Debía hacer un esfuerzo más decidido y en contra de las inclinaciones de la naturaleza? ¿Acaso la búsqueda de la paz y de la calma que yo consideraba con el espíritu del Señor, no enmascaraba cierta falta de voluntad de empuñar la espada?”.

 

No parece que las biografías del Papa Juan mencionen sus conflictos con Roma.

 

De joven, le había gustado mucho conversar, alargar las sobremesas, discutir sobre cualquier asunto, y como todos los jóvenes pronunciar juicios, algo que se reprocha pasados los años. “Eran momentos en que me sentía campeón de causas perdidas y salía en defensa de lo que creía que era atacado injustamente”.

 

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Roncalli y los judíos

Al pensar en los judíos y actuar de la manera que lo hace, Roncalli recordaría a Jeremías 16, 14-15:

“Pero llegarán días –oráculo del Señor en que ya no se dirá: «Vive el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto», sino más bien: «Vive el Señor, que nos sacó del país del norte, de todos los países por donde nos dispersó». Y los haré volver a su tierra, la que di a sus padres”.


Para hablar de la valiosísima ayuda que Roncalli prestó al pueblo judío, hay que distinguir tres partes.

-La primera durante los años 1940-1944, cuando sirvió como delegado apostólico del Vaticano en Ankara, Turquía y con responsabilidad sobre la región de los Balcanes.

-La segunda, estando de nuncio en Francia en 1947, vísperas de que las Naciones Unidas reconocieran la creación de un Estado judío.

-La tercera en 1963, ya como Papa, propicia un cambio radical de la postura de la Iglesia católica con respecto a los judíos.

 

¿Se podría decir que en su etapa en Oriente su actitud parece ser más personal, más implicada? Cuando alguien le comunica que Polonia ha sido invadida, palidece y le comenta a su visitante que está pensando en el capítulo 37 de Ezequiel. Durante el resto de su vida, está tan comprometido con el Señor que también recordará las palabras del capítulo 15 de Juan el Evangelista:

“Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”.

 

Avisa al gobierno turco de que hay unos barcos que salen de Alemania con pasajeros judíos que quieren ir a Israel y los nazis los hacen volver. Piensa que este tipo de colaboración no es suficiente, que lo suyo ha de ser una entrega en un acto de amor y de justicia.

 

Es indudable que si quiere seguir al Maestro, también lo seguirá en acciones peligrosas que podían conducirle a la prisión o a la muerte. Son muchos los testimonios que se recogen en los documentos recopilados a partir del proceso que se inicia para probar su santidad, que a veces sobrecogen por sobrepasar el límite de lo permitido.

 

Estatua en Estambul, ante la Iglesia de San Antonio de Padua

 

1941.- Chaim Barlas encuentra a Roncalli por vez primera al llegar a Estambul como representante de la Agencia Judía. “Inmediatamente aprecié su personalidad que era muy de mi gusto. Ante mí vi a un hombre de mediana edad, lleno de vitalidad y de la sabiduría que da conocer bien el mundo. Su actitud en relación con el pueblo judío era diferente de otras personas que ocupaban su mismo estatus social. Le pregunté si podía ponerse en contacto con Tiso, presidente de Eslovaquia y católico practicante, a fin de pedirle gracia para los judíos perseguidos en su país”.

 

Carta del rabino Herzog al rabino Hertzberg: “He visitado a muchas personas y todas me han dicho lo mismo: que tenían las manos atadas, que estaban muy ocupadas, sin la menor expresión de piedad. Solo ha habido una excepción, el Nuncio Roncalli. Al oírme empezó a llorar, se levantó y vino hacia mí para abrazarme y preguntarme: ¿en qué le puedo ayudar?”.

 

Pío XII recaba la opinión de Roncalli

 

1941.- Roma. Encuentro con el Santo Padre, 45 minutos. “Me pregunta si su silencio ante el comportamiento de los nazis tiene efectos negativos”.

 

Chaim Barlas trata de preguntar a Roncalli qué se oculta tras el silencio del Pontífice. Roncalli le contesta: “Es Dios quien guía al hombre en su caminar y su significado permanece oculto para nosotros”.

 

1943.- Roncalli le escribe al rey Boris de Bulgaria –que es germanófilo- pidiéndole que salve “a los hijos del pueblo judío”. En su Diario anota: “El rey se ha portado”.

 

Cassulo, nuncio en Bucarest, le escribe a Maglione –secretario de Estado en el Vaticano- para decirle que Roncalli le ha pedido que le ayude en su campaña a favor de los judíos –¡acusica!-. “Lo siento, pero poco puedo hacer en ese sentido”.

 

Pero Cassulo debe tener algún día libre en Bucarest, que le permite atender la petición del rabino Herzog a favor de los judíos de Transistria. Le escribe:

“Siempre a su servicio con la buena disposición hacia los hermanos judíos”.

 

1943.- Roncalli le escribe a Maglione presentándole excusas y rogándole que le ayude en el traslado de judíos italianos a Palestina. “Este viaje no tiene ninguna significación política”.

 

1943.- El rabino Herzog le escribe para agradecerle su ayuda… y en 1944 deja Turquía y le vuelve a dar las gracias “por apartar a tantos judíos del horror de un pueblo que no respeta la religión, base de la humanidad. Dios le bendiga con las bendiciones de Sion y Jerusalén”.

 

Pasado el tiempo, Meir Touval-Weltmann escribe en el “Jerusalem Post” Cómo el Papa Juan salvaba judíos europeos: “Cuando estaba en Jerusalén como miembro del Comité de rescate de judíos europeos, visitaba al Nuncio Roncalli que tenía el oído atento a lo que concernía a los judíos bajo la presión de los nazis. Un día me dijo que quería hablar conmigo. Me envió una carta de recomendación pidiéndome si podía ocuparme de un grupo de jóvenes judíos que venían de Anatolia. Tenía que llevarlos a Palestina y arreglar su estancia allí y sus estudios. Naturalmente lo hice. Me sentí muy feliz de haberle podido complacer”.

 

1943.- Roncalli informa a Maglione de que la Agencia Judía, a través del Padre Arthur Hughes, delegado apostólico en Egipto, le pide al Vaticano que consiga que unos vuelos con judíos puedan llegar hasta Palestina, y una llamada del Papa, a través de la radio, recuerde a los cristianos que están obligados a ayudar a los judíos.

 


1943.- En  carta privada dirigida a la Hermana María Casilda de Sión, le da el pésame por la tragedia del barco Struma, que llevaba 800 pasajeros a Palestina. Roncalli había ido al puerto para imaginar la estela que habría dejado dicho barco en el mar. No tomó parte en la organización de este viaje. Era un viejo barco que alquilaron los judíos búlgaros para llegar a Palestina, donde los británicos no querían que arribase para no tener problemas con los árabes –germanófilos en aquel momento-. Los turcos lo remolcaron hacia alta mar –mar Negro- hasta que salieron de sus aguas jurisdiccionales y allí los soviéticos lo hundieron disparando un torpedo. Dejaron que se ahogasen todos los pasajeros. Solo sobrevivió un joven, que pudo llegar a USA, donde vivió y murió a los 90 años. La culpa de esta tragedia la compartieron turcos, soviéticos e ingleses, que prefirieron cargar con estas muertes a tomar responsabilidades. Roncalli no conoció este asunto hasta que ocurrió y fue a pie hasta el puerto para rezar por ellos.

“Pobres hijos de Israel. Constantemente oigo sus lamentos alrededor mío. Lamento su pérdida y hubiese querido ayudarles. Para mí representan a Jesús. Pido para que el Divino Salvador les ayude”.

 

1943.- Roncalli le escribe a Maglione. La Agencia Judía le ha pedido que el Vaticano intervenga para evitar la deportación de 20 mil judíos eslovacos, de los cuales 1.000 son niños, para ir a Palestina con autorización de las autoridades británicas. Maglione le contesta de mal humor y le asegura a Roncalli que el Vaticano ha favorecido a los no arios de Eslovaquia y que estaba tratando con su gobierno el que suspendiese esta deportación –llama la atención el que un clérigo, diplomático y con un alto cargo vaticano use un término que suena tan despectivo-.

 

Roncalli vuelve a escribir a Maglione e incluye una lista de nombres judíos que le ha proporcionado el rabino de Estambul, pidiéndole la intervención del Papado para salvarlos. Son intelectuales que pertenecen a famosas universidades. Roncalli los califica en estos términos:

“¡Pobres infortunados que se encuentran en tan gran peligro!”.

A la semana siguiente le vuelve a escribir para que el Vaticano intervenga en la salvación de dos grupos de judíos procedentes de Eslovaquia y Croacia, y que han sido internados en el campo de concentración de Jasenovac. La operación fue un éxito.

 

En marzo de 1943, Barlas acude con urgencia a su domicilio: se trata de salvar a los judíos de Eslovaquia para que no sean deportados. Barlas lo ve cómo reza en voz baja añadiendo: “lo haremos con la ayuda de Dios”.

“Envió un cable al Papa y después de cinco días me dijo que había recibido una respuesta en la cual esta cuestión se había solucionado como nosotros deseábamos”.

 

1943.- “La acción iniciada por mí de salvar a 20 mil judíos procedentes de Eslovaquia, gracias a la Santa Sede, ha sido un éxito. Son cosas que animan”.

 

Barlas le lleva los protocolos de Auschwitz. Al verlos Roncalli se queda anonadado. Se los devuelve con los ojos empañados y “luego, con delicadeza pero sin ambigüedad, expresa sus sentimientos hacia sus superiores. Su poder e influencia son grandes, pero su actuación no se manifiesta a veces en una ayuda concreta”.



Los protocolos de Auschwitz los han dibujado dos eslovacos que han logrado escapar en abril de 1942. El Dr. Chaim Pozner se los entrega en Ginebra a Barlas, quien se los lleva a Roncalli pidiéndole que los envíe a su “jefe”.

 

1944.- Roncalli escribe:

“Tengo noticias de que el representante norteamericano en Ankara siente un cálido agradecimiento por mi intervención a favor de los judíos de Hungría, Rumanía y el mundo entero”.

 

1944.- “Por la tarde vino Barlas para mandar un SOS a la Santa Sede, a fin de hablarles del rescate de los judíos de Hungría”. Roncalli escribió a Rotta –Justo entre las naciones-, delegado apostólico en Hungría, para mandarle una serie de certificados de inmigración proporcionados por los ingleses de Palestina.

“Me tomo la libertad de mandárselos a su Excelencia y le ruego se los haga llegar a Mr. Miklos Krautz, secretario de la Agencia Judía de Budapest”.

 

1944.- “Mr. Barlas, acompañado de Mr. Kaplan, vinieron a darme las gracias, a mí y a la Santa Sede, pero en definitiva, ¿qué significa la acción de hacer un favor? Finalmente lo que demuestra es que el amor de Cristo permanece inalterable a través de los siglos”.

Barlas, después de compartir con él, durante 4 años, zozobras y peligros, nos lo describe así:

“Era un hombre que comprendía la pena, excepcionalmente preparado para ayudar y salvar. Yo podía ir siempre a su encuentro. Tuve siempre entrada libre en la nunciatura y aunque fuesen altas horas de la noche, a causa de un asunto urgente, estaba encantado de recibirme y ayudar tanto como pudo”.

 

 

1944.- De la Secretaría de Estado, Wasington, a la Embajada Americana de Ankara:

“Me informan de que el Embajador von Papen, mirando por su propia salvación, quiere un salvoconducto sin demora. Como no lo ha obtenido, urge que se pongan en contacto personal con él Mr. Simond –de la Cruz Roja- y el delegado apostólico Roncalli en Estambul, para obtener salvoconductos a cambio del suyo”.

 

Ira Hirsghmann, hombre de negocios y autor del libro Caution to the Winds –Jugándosela-.

Tanto el título en inglés como en español, son frases hechas que pertenecen al lenguaje coloquial. Por supuesto el autor se refiere al Papa Roncalli.

Viaja a Turquía en compañía del embajador estadounidense con el ánimo de salvar compatriotas y conecta con el nuncio. Cuenta lo siguiente:

 

“Roncalli me escuchó con mucha atención mientras yo le describía la desesperación de los judíos de Hungría. En un momento dado, acercó su silla a la mía y me preguntó en voz baja:

-¿Tiene usted colaboradores?

Ante mi respuesta afirmativa permaneció unos minutos en silencio y volvió a preguntar:

-¿Piensa usted que los judíos húngaros querrán aceptar que yo los bautice?

Me cogió por sorpresa, pero le contesté que en mi opinión, si con ello podían salvar la vida, querrían hacerlo. Entonces dijo:

-Sé lo que voy a hacer. Hay unos certificados de bautismo que unas mujeres religiosas –las Hermanas de Sión- pueden proporcionar a los judíos húngaros. Los nazis han reconocido estos documentos como credenciales que permiten a los portadores dejar el país y añadió:

-Contactaremos para organizar un bautismo masivo y finalmente daremos los  certificados acreditativos  a mujeres y niños. Cuando ya no haya peligro, pueden elegir el cristianismo o el judaísmo y el arreglo lo haremos en unos pocos minutos”.

 

El agua del mar huele a libertad

 

No se sabe la cantidad de bautizados que salieron de esta manera, pero el Vaticano tiene contabilizados más de 80 mil de este tipo de documentos.

 

1944.- Roncalli se vuelve a poner en contacto con Ira Hirschmann, enviándole varios miles de correos diplomáticos de inmigración para judíos húngaros –mandados previamente por los británicos de Palestina-. Le escribe:

“Cualquier certificado de la clase que sea sirve si no es político y cualquier otro documento especial del Nuncio apostólico –Roncalli, por ejemplo, en el caso del rabino Solomon Halberstan, ha firmado un documento que le ha permitido salvarse.

 

1944.- Domenico Tardini –estrecho colaborador de Pío XII- informa al nuncio Bernardini en Suiza, de los esfuerzos del Vaticano a favor de los judíos de Hungría y Eslovaquia, que Roncalli les había pedido con mucha urgencia:

“Más de 5 mil judíos están prisioneros en el campo de concentración de Sered, de los cuales hay 2 mil en peligro de deportación, lo que significa una muerte segura. Nos permitimos pedir el favor de la Santa Sede a fin de que estos judíos no sean deportados”.

 

El rabino Baruj Tenembaum funda en 1965 la Fundación Internacional Raoul Wallenberg en Argentina. Actualmente radica en la ciudad de Nueva York.


El héroe sin tumba

 

Raoul Wallenberg es un joven sueco de familia notable y adinerada. Hace sus estudios de arquitectura en la Universidad de Michigan –USA-. Dirige varias empresas de importancia en África y Europa. Salva a un amigo suyo judío de la rapacidad de los nazis y comprende que ese es su camino. La embajada sueca en Hungría le proporciona los documentos acreditativos de que él es diplomático. Los rusos le detienen sin hacer caso de sus papeles oficiales. Se convierte en el “héroe sin tumba”. La familia sigue pidiendo la devolución de su cuerpo hasta en épocas recientes, pero los rusos niegan haberlo detenido, aunque testigos presenciales lo afirman.

 

La fundación que lleva su nombre, quiere que se declare a Roncalli “Justo entre las naciones”. Presenta ante el Yad Vashem –en una ceremonia llevada a cabo en la Misión Permanente de Observación del Vaticano ante las Naciones Unidas, en presencia del Secretario de Estado –cardenal Ángel Sodano- toda la información que han recopilado sobre los judíos perseguidos por el régimen nazi y que Roncalli ha salvado. Lo unen a los tomos que ha editado la Iglesia católica en el proceso de canonización del Papa Juan. El Yad Vashem estudia si los encausados son merecedores de este título porque han puesto en peligro su vida, y que Roncalli no lo es porque, siendo diplomático, estaba a salvo de cualquier detención por parte de los nazis. –¿En serio?-.

 

El 14 de mayo de 2014, el Knesset –Parlamento israelí- rindió un homenaje extraordinario a Juan XXIII por sus esfuerzos humanitarios durante el Holocausto y su contribución al diálogo interreligioso entre Israel y el mundo. Estuvo presente un representante de la Fundación Raoul Wallenberg.

 

Las relaciones diplomáticas entre Israel y la Santa Sede no empezaron el año 1948 porque el Papa Juan, por favorecer a los judíos, no quiso perjudicar a otras gentes de distintas nacionalidades que estaban allí desde hacía siglos. De pleno derecho se establecieron en 1993, pero estuvieron precedidas por casi un siglo de contactos y actividad diplomática.

 

Herzog

En cuanto es elegido Papa, Roncalli le comunica a su buen amigo el rabino de Jerusalén el honor que le ha hecho el Señor.

 

17 de octubre de 1960.- El Papa Juan concede audiencia a 130 miembros de la Comunidad Judía en USA. El rabino Friedman dice:

“Durante muchos años su Santidad ha mostrado una gran solidaridad con los nuestros y ha actuado para sobrellevar su sufrimiento y su persecución. Cuando Hitler convirtió Europa en una negra prisión, su Santidad, como representante de la Santa Sede en Turquía, actuó sin miedo para salvar a los judíos de Europa”.

En su respuesta, el Papa le dice que recuerda muy bien lo que fue posible conseguir.

 

Nostra Aetate

La Iglesia católica, en su trato con otras religiones, se relaciona con las que no son de origen cristiano y componen el grupo de las tres religiones del Libro –católica, judía y musulmana-.

 

El Papa Juan ya enfermo, le encarga al cardenal Bea –jesuita alemán de enorme valía y confesor de Pio XII durante 13 años-, la redacción y publicación de un documento que fije las relaciones entre ambas confesiones religiosas. El documento se titula la Nostra Aetate en nuestra edad-, las dos primeras palabras del texto.

 

En 1947 Jacques Maritain, acompañado de Jules Isaac –que ha perdido a toda su familia en el Holocausto- y un grupo de amigos, se reúne en Seelisberg –Suiza- en 1947, para meditar sobre su comportamiento con los judíos durante la pasada contienda, y cree que no ha sido suficiente lo que ha hecho. Escribe un decálogo en el que se refleja su nueva postura. Pablo VI, amigo personal de Maritain, conoce su texto y encarga al cardenal Agustín Bea, S.J. –“orientalista” como Roncalli- que sirva de base para redactar el documento que fije las relaciones entre la Iglesia católica y la Comunidad judía. Bea empieza su trabajo y como se demora, algunos eclesiásticos piensan que no se publicará. El periódico parisino Le Monde da la noticia de que un grupo de obispos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, brinda con champán para celebrar la exclusión de este documento de entre los que se aprobarán al finalizar el Concilio. Conocida la noticia por Pablo VI, le da prioridad y lo firma con fecha 28 de octubre de 1965. El documento expresa totalmente la voluntad del Papa Juan.

 

Oración del Viernes Santo

Jules Isaac le pide a Pío XII que modifique la oración que se reza el Viernes Santo por los judíos. No es escuchado y se lo pide al Papa Juan, el cual suprime algunos términos considerados insultantes, por ejemplo fidelicus, posiblemente al inicio la palabra fue fidelis pero se corrompió en el latín de la Edad Media. Es Benedicto XVI quien la cambia, quien la escribe de nuevo con la orden expresa de que sea la nueva la que se utilice en las celebraciones de la liturgia del Viernes Santo, usando el Misal Romano de 1962. Han desaparecido términos como “ceguera”, “liberar a este pueblo de las tinieblas”, pero con la nueva fórmula del Papa Benedicto, se ha convertido en una simple invitación para rezar por los judíos:

“Oremos también por los judíos, para que nuestro Dios y Señor ilumine sus corazones, a fin de que conozcan a Jesucristo, Salvador de todos los hombres”.

Se han limado asperezas, hay reuniones, trato cordial, y la prueba de que se puede disentir sin odiarse.

 

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Roncalli Nuncio en París

En 1944 es nombrado nuncio apostólico en París, en donde permanece hasta 1953. Es un momento muy difícil porque estaba a punto de romperse la relación entre Francia y la Santa Sede. El general de Gaulle quería que presentasen su renuncia 33 obispos que habían colaborado con el Gobierno de Vichy. Roncalli se manifiesta de una gran talla diplomática y soluciona la cuestión.

 

Cuando se ha adquirido el poder de una forma más o menos legal, el poderoso tiende a ser más legalista que de ordinario con otras cuestiones que finalmente legalizan su propio poder. Charles de Gaulle huye a Inglaterra cuando los alemanes invaden Francia. Desde allí organiza la Resistencia con el beneplácito del Premier inglés Winston Churchill, aunque Roosevelt no está de acuerdo pero finalmente cede. Entra en París con sus escasas tropas, amparado por la invasión de los norteamericanos. Al llegar a París empiezan a repicar todas las campanas de la ciudad. La clerecía está contenta con esta manifestación de vuelta a las creencias, excepto algunos “malos” que hay que castigar severamente.

 

Roncalli mantiene más de cincuenta entrevistas con el cardenal Suhard, arzobispo de París, a quien admira por su deseo de renovar la Iglesia con un laicado revitalizado y un sacerdocio activo y adaptado a la vida moderna. Es este cardenal quien sostiene a los seminaristas y curas obreros que Roma quiere prohibir. No lo hace hasta que el cardenal Suhard está en su nueva sede de Milán y Roncalli en Venecia.

 

En los años 1953-54, la Iglesia prohibió una nueva experiencia: la de los seminaristas y curas obreros, surgida para responder a la descristianización de las clases trabajadoras. Este asunto que había suscitado tantas esperanzas y tanta generosidad fue frenado por el Vaticano, por temor a que fuesen influidos por el marxismo. La explicación que se dio a los fieles es que estos curas no tenían tiempo para dedicarlo a la oración. El gran escritor católico François Mauriac había escrito:

“No podemos imaginar que un día no sigan ahí”.

Pierre Teilhard de Chardin, S.J., escribió tras la absoluta prohibición:

“Roma acaba de bombardear sus primeras líneas”.



 

En 1963 el Papa Juan levantó el veto y se renovó la experiencia, pero eran otros tiempos. Entretanto la mayoría de sacerdotes obreros franceses y españoles han emigrado a Sudamérica. Jorge Badoglio simpatiza con estos grupos Algunos derivan en la Teología de la liberación y el Papa del momento blande el garrote punitivo y todo acaba violentamente.

 

Con fecha 12 de marzo de 1946, el rabino de Jerusalén Herzog, gran amigo de Roncalli, se traslada a Roma. Envía una carta a Pío XII indicándole que permanecerá en la ciudad hasta que reciba contestación. En su escrito hay expresiones de agradecimiento y la petición que ya le hizo en su última audiencia de que se devuelvan los niños judíos huérfanos –refugiados en conventos o familias-, a su pueblo, que en dos años tendrá ya un estatus de independencia.

 

La antigua norma canónica dice que cuando la Iglesia católica bautiza un niño, recae sobre ella la obligación de ocuparse de la formación religiosa de los neófitos, razón por la cual, los conventos o familias que han conservado a estos pequeños durante la guerra, no quieren devolverlos. Hay varios periódicos o publicaciones como son Corriere della Sera, Il Giornale, La Civiltá Cattolica, que reproducen parte de los textos y hacen comentarios, algunos de ellos muy agresivos, contra el Papa Pacelli y hasta a Roncalli llegan a llamarle hitleriano.

 

En Roma, una madre ha estado con sus dos hijos en un convento durante la guerra y en ese período ha pedido ser bautizada con sus hijos. Al acabar la contienda ella vuelve con los suyos y deja a sus hijos en el convento. Pasado un tiempo vuelve a recogerlos y las religiosas no los quieren devolver. Acude al Vaticano y el Papa Pacelli la recibe directamente y pide al convento que se los devuelva porque, dice, que por encima de cualquier otra consideración está el sentido común, –lo que Pacelli llama el sensus fidei- y que cualquier caso que se presente hay que estudiarlo de manera individual.

 

Por otra parte, en Francia, el gran rabino de París, Kaplan, le pide al nuncio Roncalli que consiga la devolución de los niños Finaly, judíos huérfanos y todavía sin bautizar a sus tíos. La superiora del convento donde están los bautiza de inmediato y los manda a la católica España. Los más importantes cardenales de Francia, entre ellos el gran Gerlier –Justo entre las naciones-, arzobispo de Lyon y el nuncio Roncalli están de acuerdo. Gerlier –hombre de fuerte carácter- envía a un colaborador suyo a España y consigue que los niños Finaly sean llevados a Israel.

 

Roncalli se ha mostrado como siempre muy discreto. No ha mostrado sus sentimientos ni ha dejado nada escrito, hasta el punto de que cuando se despide del presidente de Francia por dejar su puesto, y a las preguntas del señor Auriol sobre el caso Finaly, dice que eso fue una cosa sin importancia. Poco a poco las heridas se van cicatrizando. Maglione y Tardini ya no están en la onda de lo que ha pasado durante la contienda.

 

En el año 1947, dos después de acabada la guerra, un representante de la Agencia Judía, Moshe Sneh, valiéndose de los buenos oficios del padre Alexandre Glasberg, le pide a Roncalli que use de su influencia en el Vaticano para que no se obligue a los países de América del Sur a votar contra la resolución de la ONU, acto que se celebrará el 27 de noviembre de 1947, en orden a crear un Estado Judío Independiente.

 

Roncalli vuela de París a Roma para pedirle a Pío XII que instruya a los nuncios en países sudamericanos, para que informen a los gobiernos respectivos de que tienen libertad de voto en dicha resolución. El esfuerzo de Roncalli se ve coronado por el éxito y como es históricamente conocido, esta resolución pasa por la mayoría de dos tercios que se requiere.

 

El papel de Roncalli en la creación del Estado de Israel fue confirmado

por el ministro de acogida Yair Tsaban.

 


 -Roncalli siente mucho afecto por Montini. Le escribe pidiéndole noticias sobre unos judíos italianos que estaban en Alemania.

 

Hay tres Papas que han estado vigilados por el Santo Oficio: De la Chiesa (Benedicto XV) –modernidad y no neutral-; Roncalli (Juan XXIII) –izquierdismo-, y Montini (Pablo VI) –espía de la URSS-.

 

Alighiero Tondi, jesuita, secretario particular de Montini, cuando este está a las órdenes de Pío XII en el Vaticano, espía para la URSS. El Papa acaba de mandar un grupo de sacerdotes de incógnito para ejercer su ministerio en Rusia. Tondi abre la caja fuerte que está en las habitaciones del Pontífice, roba la lista y la manda a los soviéticos. Todos son asesinados. El obispo de Riga le manda un mensaje secreto: no conoce el nombre del espía, pero sí una cantidad de detalles que permiten a la policía italiana cogerlo cuando está abriendo la caja fuerte pontificia. El espía arrepentido regulariza la situación con su amante y los dos vuelven al seno de la Santa Madre Iglesia y a Montini lo manda a Milán, que es la diócesis más grande del mundo, y la penalización de que no pertenezca al Cardenalato. ¿Qué sabrá Roncalli? Estando en Paris mantiene relaciones epistolares con Montini y ya de Papa, en la lista de nuevos Cardenales que va a nombrar, el primero es el del arzobispo de Milán, lo que molesta mucho a la Curia. ¿Y por qué no les molesta que sea amigo de infancia de Palmiro Togliatti, Secretario General del Partido Comunista Italiano, que por el simple hecho de serlo está excomulgado?

 

Se han editado libros conteniendo frases ocurrentes o graciosas de Roncalli. La mayoría de ellas son apócrifas. Sin embargo hay una que pronunció en París y que se repitió durante años, porque tenía el suficiente sprit como para haber sido de él. La frase es la siguiente:

-“No sé por qué cuando estoy en una recepción y entra una señora descotada, la gente me mira a mí en lugar de mirarla a ella”.

Autores que recogen sus anécdotas son Alden Hatch y el español José María Cabodevilla.


Llegado el caso, Roncalli fuma y departe con cualquier político sea del signo que sea, pero nadie podrá decir que no deja bien alto el pabellón del país que representa.

 

Roncalli, aunque trata de mostrarse sencillo ante los distintos ambientes sociales que frecuenta, en realidad es una figura compleja. Parece que la única literatura profana que lee son los periódicos, que le interesan mucho. No pone en valor los profundos estudios que ha hecho desde el seminario a través de los mejores teólogos y de los escritores que escudriñan al hombre ante sus problemas, y la confrontación entre el cristianismo y la modernidad. Sus detractores se aprovechan de una supuesta ignorancia, que se diluye cuando se pone a prueba.

 

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En 1952, Roncalli es nombrado por Pío XII primer Observador Permanente de la Santa Sede ante la UNESCO. Ello es posible porque Jacques Maritain es Presidente Interino de dicha organización en aquel momento.


Edificio de la UNESCO en París

 

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Roncalli y España

¿Y la relación de Roncalli con España? El general Franco acusa a Roncalli de que en Francia recibe a los españoles en el exilio, pero el Nuncio es demasiado diplomático para emitir ningún juicio sobre sus audiencias y sus temas de conversación. En Francia, y según su costumbre, ha visitado todas las parroquias y en 1950 quiere visitar las de Marruecos, que todavía es tierra francesa. Escribe a una sobrina:

“Como sabes, en Marruecos hay algunas diócesis francesas que he visitado días pasados, sobre todo el santuario de Nuestra Señora de África, donde he celebrado una misa solemne. Fui en avión y volví por tierra atravesando España y deteniéndome en diversos santuarios en que el país vecino es tan rico”.

¿Y cómo hace este viaje por España? Bien acompañado de ilustres personalidades y vigilantes. Hay que quedar bien, puesto que es un diplomático, pero vigilar su actuación.

 

El nuncio Roncalli visita Córdoba y su secretario Capovilla informa de que es la ciudad española donde mejor han comido. Menú del futuro Papa:

-entremeses de jamón y queso,

-tortilla paisana y fritura de pescado variado,

-pastel cordobés y flan.

 

Un recuadro de mármol grabado con su apellido recuerda su visita. A nadie en “Casa Pepe de la Judería” se le ocurre llamar a un periodista para inmortalizar el almuerzo de un hombre que ha sido un héroe salvando a tanta gente y será un Papa –conductor de millones de católicos y un Santo intercesor en el Cielo-. Pasado el tiempo, Su Santidad recuerda de Córdoba el Patio de los Naranjos y el almuerzo.

 

El segundo viaje es privado y lo realiza en 1954. Va como Patriarca de Venecia, acompañando a un grupo de peregrinos venecianos a Lourdes. Desde allí, y como es Año Santo Compostelano, se desplaza a darle un abrazo al apóstol. Encuentra al cardenal Feltin, arzobispo de París, que le tiene mucho afecto porque le ha salvado de las garras del Presidente De Gaulle. En este viaje fueron eclesiásticos los que le acompañaron.

 

En eso sí que coincidieron Roncalli y Pacelli: en su aversión a las dictaduras. En un viaje oficial del ministro de asuntos exteriores español, Alberto Martín Artajo –propagandista- al Vaticano, Pío XII lo separó de sus acompañantes para hablar privadamente con él. Al salir, el ministro dijo a su sequito:

-“Esto me va a costar el cargo”.

Como era su costumbre, Franco le dejó confiarse durante 15 días, y pasados estos lo destituyó.

 

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Roncalli en Venecia

En 1953 Roncalli había sido creado cardenal presbítero con el título de Santa Prisca –imponiéndole la birreta escarlata Vincent Auriol, Presidente de la Republica Francesa-, y a los pocos días el Santo Padre lo designa Patriarca de Venecia. Al llegar a la ciudad encuentra una diócesis pobre y poco cuidada. Se dedica a su labor de buen pastor y funda 49 nuevas parroquias y un Seminario menor. Al amanecer, vestido sencillamente, sale de palacio para hablar con gondoleros, prostitutas y menesterosos. Hay un sacerdote al que ha visto varias veces salir de lugares extraños y en vez de excomulgarlo se propone que vuelva al redil. Se hace el encontradizo y le ruega que le acompañe. Ambos se encierran en su despacho, Roncalli se arrodilla ante el asombro de su acompañante, y le dice:

-“¡Confiéseme!”.

El sacerdote acaba haciéndolo, aunque era reacio a ello. ¡Confesar a mi Cardenal! Cuando termina, el ilustre penitente se levanta y le dice:

-“Tiene usted un poder extraordinario: el de perdonar los pecados. Úselo y continúe cumpliendo con su ministerio”.

 

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Cónclave

El 9 de octubre de 1958 muere Pío XII en Castel Gandolfo. ¡Escándalo en Roma y en toda la cristiandad! Su médico personal se ha comportado como un rufián y ha vendido a una agencia de noticias fotos tomadas por él mismo del Papa agonizante y luego amortajado sobre su lecho. La Curia, representada por Ottaviani, director del Santo Oficio, clama por la falta de respeto y dice que el Vaticano es un “Coto vedado”, y que hay que extender un cordón sanitario que aísle los dominios del Papado.

 

Sixto V estableció que el Colegio Cardenalicio tuviese 70 miembros. Así se ha mantenido durante siglos, pero dado que Pío XII no ha celebrado ningún Consistorio durante años o, el Colegio Cardenalicio se ha visto reducido a 51 cardenales. Casi todos son mayores, entre ellos Roncalli. Siri tiene solo 52 años, pero como dicen los purpurados:

“Queremos un Padre santo, no un Padre eterno”.

Aparte de ser joven, tiene otro defecto: es un carca y eso le aparta definitivamente del papado.

 

Cuando muere Juan XXIII, el número de cardenales es de 90. Por primera vez sobrepasa la cantidad que estableció Sixto V. También el número de obispos ha aumentado y de unos y de otros  los hay de todas las razas.

 

El 28 de octubre Roncalli es elegido Papa y a continuación confirma en sus cargos a los Curiales y al Secretario de Estado, Tardini con verdadero terror por parte de algunos os jóvenes que simpatizan con Roncalli y sus ideas, y saben lo que va a tener que sufrir.

 

El 4 de noviembre el Papa es entronizado recibiendo las tres tiaras. Es coronado como Papa, como Obispo de Roma y como Rey.

 

Al ser elegido Papa exclama:

-“¡Soy ciudadano del mundo!”.

Del terruño conservará la fidelidad a la tierra. Hay un tiempo para la siembra y otro para la cosecha.

“La juventud es el único defecto del que nos corregimos todos”, decía Enrique Jardiel Poncela. El mismo Roncalli fue de joven un defensor de causas perdidas. El nuevo Papa no piensa gobernar en el sentido duro del término. Cree que puede llevar adelante el plan de su pontificado sin herir a la Curia. Gran error. La gente de mollera dura no puede entender que los planes del nuevo Pontífice no coincidan con los suyos. Los Curiales están dispuestos a doblegarse aparentemente ante el Papa, solo en la medida en que sea absolutamente necesario y en lo demás a emplearse a fondo en la obstrucción de lo que puede destruir la continuidad de las estructuras del poder ya existentes. Se le acusa de no tener dotes de mando, y voluntariamente se mete a llevar una renovación de la Iglesia con el mismo gabinete compuesto por personas enemigas e incapaces.

 

La Curia romana estaba esclerotizada, no tanto por la edad de sus miembros como por la rigidez de sus ideas, y un modo de juzgar y actuar que provocaba fricciones y roturas. Las condenas del Santo Oficio ya no eran de muerte en la hoguera, pero se relegaba al presunto culpable al ostracismo.

 

En el cónclave, de los 51 cardenales: 24 tienen más de 77 años; 18 son italianos y 33 no italianos. Papables son: Roncalli, Agagianian, Siri y Lercaro. Los electores se encierran en la Capilla Sixtina el 25 de octubre y el cuarto día, tras 10 votaciones sin resultado, sale el elegido. Y ¿quién es? Angelo Roncalli. Hay gente que sí se lo esperaba. Los franceses, a preguntas de periodistas, habían contestado:

-“Nuestro preferido es Roncalli”.

No ha pasado tanto tiempo desde que fue nuncio en Francia y los cardenales recordarán que cumplió la buena labor para la que había sido enviado. Coinciden con ellos los católicos de más altura intelectual como son los teólogos, pero por otros motivos. Piensan que lo elegirán porque “es jovial, piadoso y no de mucha inteligencia; Muy diferente físicamente al Papa anterior y nada sofisticado”.

 

En su favor está que no es un reaccionario fanático y que ha salvado a muchos judíos –sobre todo niños- siendo Nuncio apostólico en Ankara. Es de edad avanzada y agrada su bonhomía. ¿Alguien habrá confundido un talante pacífico con la candidez? En su Diario del alma nos muestra su consistencia espiritual y sacerdotal. Su modestia le impide mostrar abiertamente su inteligencia y su tenacidad a la hora de perseguir objetivos.

 

Se le puede aplicar el dicho inglés “Never take no for an answer” –no tomar nunca no como una respuesta-. Es lo suyo, sin enfadarse, sin dar una mala contestación; con su voluntad férrea y su constancia consigue siempre lo que quiere. Hay que añadir el sentido común y el respeto a los tiempos.

 

Sí, se puede decir que es un Papa de transición –lo que actualmente se llama de “bajo perfil”-, pero de gran transición.

 

Será el Papa del Siglo, el Papa del Concilio, el Papa Bueno.

 

En un cónclave dividido, sin duda Roncalli era el candidato que parecía más elegible, tanto por parte de los conservadores como de los moderados. Después de un papado excesivamente largo como el anterior, se desea un hombre de edad avanzada y fisonomía bondadosa. En sus cinco años de pontificado influye más que los que le precedieron y sucedieron, y que habían sido mucho más largos que el suyo.

 

Dado que en el penúltimo escrutinio su nombre retrocede, el embajador español ante la Santa Sede, Francisco Gómez de Llano, cablegrafía a España el siguiente mensaje: “Alejado peligro Roncalli”.

 

En la misma época, el duque de Primo de Rivera –título franquista- representa a España como embajador ante la Corte de St. James. La alta sociedad inglesa y extranjera que vive en tierras inglesas, se horroriza porque este caballero en vez de desayunarse con una taza de té, lo hace con un lingotazo de whisky. Verdaderamente hay siglos en que uno no está para nada.

 

¿Qué significa cónclave? Lo mismo que parece: con llave. Los primeros tiempos de cristianismo, debió ser muy fácil ponerse de acuerdo para elegir a un Papa –lo hacía un grupo de hombres escogidos o la comunidad cristiana del lugar-. A partir del siglo XIII, este cometido lo realizan los cardenales, que se reúnen en alguna ciudad importante de los dominios papales y pasan meses a mesa y mantel, sin que tomen ninguna decisión. En Perugia, sus habitantes conocían su actuación y cuando llega el momento los encierran con llave en la sala de reunión y les sirven solo pan y agua. Excusado es decir que los cardenales acaban enseguida su trabajo. Costumbre que se mantiene hoy en día, aunque no con tanto rigor. Hay personas que creen que los encerrados no tienen contacto con el exterior y otras que sí que lo tienen. Aparte de ser el vehículo por el que el Espíritu Santo elige al nuevo Pontífice, y puesto que su nombre en latín significa gozne, sirven para aconsejar al Santo Padre cuando este les pide su opinión, aunque algunos no están bien engrasados y chirrían a deshora.

 

Montini no está en el cónclave porque no es cardenal –no puede elegir ni ser elegido-, pero recibe votos testimoniales que indican lo que algunos quisieran que pasase, entre ellos el mismo Roncalli.

 

Lercaro es arzobispo de Bolonia –la plaza fuerte de los comunistas- y de ideas avanzadas –por ejemplo, deja su Palacio Arzobispal para retiro y cuidado de los pobres-. Hay idealistas que piensan en el próximo cónclave: lo estupendo sería elegir a Lercaro, Papa y al Hamlet milanés, Secretario de Estado, pero no estará de Dios. El cardenal armenio Agagianian –que vive en Roma desde su niñez- recibe bastantes votos pero no los suficientes. Además no es italiano, que no es obligatorio serlo para acceder al papado, aunque la costumbre casi lo ha hecho.

 

Roncalli hace una visita de cortesía al cardenal Agagianian y en el Colegio de los Griegos entabla un coloquio con los seminaristas –siempre los más entusiastas en cuestiones religiosas- y el Papa les dice de manera alegre:

“Yo no soy infalible –y al observar la sonrisa, porque han cogido su frase como si fuese una gracia o broma, continúa-. Sería infalible si hablara ex cáthedra, pero no pienso nunca hablar de esa manera”.

 

El Papa no se expresa así por capricho. Sabe que la Curia quiere que diga lo que diga el Santo Padre, lo haga porque es infalible. El Pontífice quiere que las cosas que atañen a toda la Iglesia se discutan por la misma Iglesia, o sea, reunidos en asamblea los obispos presididos por el Santo Padre. Hace mucho tiempo que no se reúnen cardenales y obispos bajo la presidencia de un Papa para oír la voz de todos. Para esto hay que convocar un Concilio. Por respeto a sus hermanos en el sacerdocio es por lo que el Papa Juan lo hace.

 

El dogma de la infalibilidad pontificia, definición de un muy hondo calado, viene del Vaticano I, Concilio convocado por Pío Nono a su mayor honor y gloria, y acabado violentamente por las tropas de Garibaldi, lo que impidió a los padres conciliares tener tiempo para definirse sobre el esquema de la Iglesia.

 

Ottaviani, creyendo ver en el cardenal Roncalli durante el Cónclave sujeto manejable, entra a verlo la víspera de la elección para hablarle de que hay que hacer una gran limpieza moral y acabar condenando todos los errores modernos. Luego dirá que el Papa le ha engañado. El nuevo Papa argüirá que ni ha afirmado ni negado nada del plan que Ottaviani le presenta. Pero, ¿qué decir ante una toma de postura tan sombría en plena guerra fría y en total contradicción con la misericordia del mismo Papa?

 

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Curia

Los “varones de Galilea” siguiendo a Pedro –“y yo os haré pescadores de hombres”- se dirigen a Roma, ombligo del mundo en aquel momento. Llevan el encargo del Señor de difundir su fe por todo el orbe. De Roma conservan la grandeza, la organización y el lenguaje que ha llegado hasta nuestros días. La Iglesia inventa la excomunión, terrible arma que deja fuera de la institución a quien no obedece.

 

La cantidad de asuntos que ha de atender la Iglesia, hace que funde los dicasterios o ministerios, cada uno dirigido por un cardenal. Su conjunto forma la llamada Curia. Diferentes Papas tratan de luchar contra el poder que va adquiriendo. Es inútil. A partir del Renacimiento nada puede vencer a un poderío tan consolidado. Cuando Roncalli es elegido Pontífice, la Curia es un organismo decimonónico, perfectamente respetable, pero fuera de tiempo.

 

A los pocos meses de la elección de Pío XII, empieza la Segunda Guerra Mundial, que el Papa no puede evitar. Defiende la neutralidad de la Santa Sede y los intereses de los católicos en los países beligerantes, así como la organización de la ayuda a las poblaciones afectadas, por medio de las nunciaturas apostólicas. Monseñor Ottaviani fue la mano derecha del Papa Pacelli. Y coincidió con él en todo, hasta en su postura ante el nazismo. Se filmó la película Pastor angelicus, que el cardenal consideró “óptima”. Acabada la contienda, queda el peligro del comunismo soviético que la Iglesia excomulga.

 

Se dice que Pío XII pensó en organizar un Concilio, en el cual se proclamaría el dogma de la Asunción. Ottaviani, buen canonista, fue encargado por el Papa de la inmensa tarea de escribir un borrador de este posible Concilio. En 1951 el Papa ya estaba muy delicado –todos los días se quejaba a Tardini de su dolor de estómago- y sí que proclamó el dogma de la Asunción –1950-, pero renunció a la celebración del Concilio porque para él suponía una tarea de excesiva envergadura. Hay que señalar un pequeño matiz en esta proclamación: el Papa escribió a todos los obispos comunicándoles que iba a hacerlo, pero no pidiéndoles su opinión sobre la conveniencia o no de hacerlo. Recibió felicitaciones de la gran mayoría por su actuación.

 

El Pontífice –como tal- despacha por las mañanas con los presidentes de los dicasterios –cardenales siempre-; algunos dirigen dos por su corto número. El Papa Juan se da cuenta de que son de edad avanzada. Aunque se lo echen en cara, empezando por la Curia –que con Ottaviani a la cabeza, siempre estarán en contra de sus decisiones-, se decide a ampliar el número de componentes del Colegio Cardenalicio, así como el de los obispos. Es un acto de caridad lo que le mueve a hacerlo. Lo que sí considera una falta de caridad es el lujo y la opulencia con que viven algunas eminencias y les prohíbe hacerlo.

 

Es comprobable que una constante de su vida papal fue la incomprensión de su trabajo por parte de la Curia. Durante su estancia en Francia como nuncio, y durante su pontificado, Jacques Maritain, embajador ante la Santa Sede en tiempo de Pío XII, refiere al gobierno francés:

-“Monseñor Tardini no ha escondido su poca estima por las cualidades diplomáticas de Monseñor Roncalli”.

 

Puede que una de las causas de esta incomprensión se deba a su manera de ser poco diplomática según los usos más tradicionales. “Con Monseñor Roncalli, el papel religioso de nuncio apostólico en Francia se transformó públicamente y eclipsó su carácter diplomático ante el gobierno”.

 

Lo más probable es que Tardini no hubiese conocido a ningún santo, y esta entrega directa y total a Dios por parte de Roncalli no sabría apreciarla.

 

“En el cotidiano ejercicio de Nuestro pastoral ministerio, de cuando en cuando llegan a Nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como nada hubieran aprendido de la historia, que sigue siendo maestra de la vida… […] Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente”.

¿El Papa Juan pronunció estas palabras refiriéndose a Ottaviani? Como cierto lo tenían. Un hombre que durante toda su vida permaneció fiel a su lema semper idem –siempre igual-. Cambiaron los tiempos en la Iglesia y en el mundo, pero él continuó igual.

 

El Santo Padre no polemiza con los que le piden favores de firmar el puesto para ciertos políticos o cualquier recomendación que haga pensar que es lo que el Vaticano desea. El Papa ha dicho que su voz es la voz de Dios y con el pedigüeño restringe un poco la confianza para que este se dé cuenta de cuál debe ser su postura.

 

El Santo Oficio era el dicasterio más importante de la Curia; se le llamaba la Suprema –por lo cual a Ottaviani se le consideraba “el Supremo”, y de hecho como tal actuaba debido a la salud de Pío XII-. En las elecciones en las que participó la Democracia Cristiana, la Iglesia apoyó a este partido, considerando apóstatas a los católicos que votasen al comunismo,

 

Por esos años, un joven clérigo valenciano se traslada a Roma por motivos de estudio. Ofrece sus servicios a la parroquia cercana en año de elecciones y empieza a confesar. Su confesonario es el más visitado y el párroco le pregunta:

-“¿A quién aconseja usted que voten?”.

-“A quien dice la Iglesia. A cualquier partido menos al comunista”.

-“Usted no lo ha entendido. Puede dejar de venir porque ya somos bastantes para dar los consejos adecuados”.

El joven clérigo en su vejez continúa pensando como de joven.

 

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Roncalli Papa

El Vaticano ya no es una “corte” sino la casa del “padre”. Roncalli es poco convencional, conocía el mundo moderno y no lo temía. No escondía su amor a la vida, se esforzaba por no perder el contacto con los seres humanos; liberar a la Iglesia de los condicionales temporales y políticos que tanto daño le habían hecho.

 

El Papa tiene una idea sobre el papado distinta a la de sus predecesores. Fuera el besapié, las genuflexiones, las visitas privadas, sin que eso quiera decir que en el Estado del Vaticano no brille el ceremonial acostumbrado y su esplendor y resplandezcan sus riquezas –sin hablar de los enormes ingresos que las visitas producen-. El Papa no tiene por qué comer solo y le gusta sentar invitados a su mesa.

 

Al nuevo Papa, por su sencillez y modestia, le hubiese sido fácil prescindir de todo lujo. La originalidad y la grandeza de este papado es que, por una razón de caridad, no haga cambios notables de estructura, acentuando incluso tradiciones y consintiendo amablemente la continuación de rutinas. Roncalli representa lo contrario del culto a la personalidad. El mundo entero –no solo los católicos- empieza a fijarse en él con el programa que ha expuesto y que tiene muchos puntos para el futuro.

 

Se esforzó por ofrecer a la comunidad eclesial universal una nueva, espléndida y humana imagen del pontificado.

 

Un Sínodo Diocesano, convocado a los tres meses de ser nombrado Papa, no tiene éxito. El último se celebró el año 1725. Los sacerdotes actuales se muestran pasivos, no contribuyen en absoluto a nuevas propuestas. ¿Está mal pensar que alguien les ha malaconsejado? De todas formas, a Roncalli no le parece tan mal porque manda encuadernar en piel y a sus expensas las actas de este Sínodo para ofrecerlas a determinadas personas como regalo especial. La revisión del Código Canónico se efectuará en un papado posterior.

 

¿Qué nombre va a llevar el nuevo Papa? Quizá esperaban que siguiese con “la saga de los Píos” y así se podría conocer con adelanto su forma de actuar, pero el elegido tiene una nueva concepción del Papado y sorprende con la forma de llamarse: Juan.

 

Hay teólogos que piensan que lo apropiado hubiese sido elegir Juan XXIV, pero el nuevo Papa conoce la Historia Eclesiástica –ha sido bien enseñado y buen enseñante- y cree que no se equivoca. Retrotrayéndose al siglo XV, cuando el cisma medieval de los tres papas, uno de ellos –Baltasar Cossa- llevó el nombre de Juan XXIII –cuyo cuerpo reposa en el Baptisterio de Florencia- y no se le puede calificar como antipapa, porque ni el Concilio de Constanza (1412-1415) ni Martín V, elegido Papa durante él, quisieron determinar quién había sido el verdadero Papa durante los decenios del cisma. En todo caso, el Papa Juan visita el lugar donde reposa su homónimo.

 


Baptisterio de Florencia

 

El Papa que ahora elige ese nombre no quería zanjar una cuestión de legitimidad –así lo manifiesta en su breve intervención para elegir nombre-. Quería honrar al santo de su padre, al patrón de su parroquia y a la Basílica Lateranense. En cumplimiento de su ministerio, también desea recordar a Juan el Bautista que prepara los caminos del Señor y a Juan el Evangelista, cerca y amado del Maestro.

 

¿Cómo ve el Roncalli hombre al Roncalli Papa? Siempre se sintió campeón en la defensa de aquello que era justo, pero se atacaba injustamente. Son posturas que remiten con la edad aunque en él nunca desaparecieron. Las mortificaciones y humillaciones –tan necesarias para la salvación del alma- las ha aceptado como debía. Ahora se encuentra en una situación muy especial: dentro de la jerarquía católica es el primero. No hay nadie por encima de él que pueda decirle cuál es la voluntad de Dios. Escribe en su Diario:

-“Sabía que había aceptado tal servicio en simple obediencia a la voluntad del Señor, que me fue transmitida a través de la voz del Sacro Colegio Cardenalicio”.

En la misa de entronización, el 4 de noviembre –es la primera vez que un Papa pronuncia una homilía-, el Pontífice habla del Buen Pastor, un tema recurrente en él.

 

Es un gran comunicador e inspira confianza. Tiene una enorme facilidad para hablar con todo el mundo. Ha sido bendecido con un hermoso don: ponerse a la altura de su interlocutor, fuera cual fuese su categoría social e intelectual, y esto es así porque la enorme seguridad que tiene en sí mismo le hace tratar a cualquiera como si fuese su igual.

 

Está prohibido que los trabajadores del Vaticano se dirijan al Papa cuando pasea por los jardines, norma con la que no está de acuerdo. Un día dice a un jardinero:

-“¿Cómo van las cosas?

-Malamente, malamente, su Eminencia –le contesta y le cuenta cómo ha de vivir con tan escaso sueldo-.

-Tendremos que hacer algo al respecto, pues, entre nosotros, yo no soy su Eminencia, yo soy el Papa. Olvídate de los títulos. Yo soy aquí el jefe y puedo cambiar las cosas”.

 

Más tarde, cuando los sueldos de los trabajadores del Vaticano están equiparados a los mismos de su categoría de toda Italia, se le dice al Papa:

-“Tendremos que reducir el montante de las caridades que se hacen”. El Papa contesta: -“Pues se reducen, porque primero es la justicia que la caridad”.

Y lo que no ha conseguido León XIII –el Papa de los trabajadores-, con su Rerum novarum, y los siguientes, lo consigue él.

 

La reina Máxima de los Países Bajos, de religión católica, no ha sido obligada a convertirse a la religión oficial por decisión del Parlamento. Los hijos de los soberanos elegirán su religión oficial al cumplir la mayoría de edad.

 

Obispo de Roma

Los Papas, junto a su cargo, tienen el de obispo de Roma. El Papa Juan es el primero que cumple con este deber y además ampliamente.

 

Hombre de vasta cultura sobre Historia eclesiástica, de la que fue profesor, escribió un estudio sobre San Carlos Borromeo que le ocupó cinco volúmenes. Fue su ardiente imitador, especialmente como obispo de Roma. Borromeo pertenecía a una notable familia y era nieto de Sixto IV. Nombrado arzobispo de Milán en 1565, impulsó la Reforma de Trento: fundación de seminarios, visitas pastorales, contacto con el pueblo, etc., es decir, Borromeo y Roncalli fueron verdaderos pastores.

 

Hasta entonces, los Papas han enviado delegados como sustitutos suyos para ejercer la función de obispos. Roncalli visita todas las parroquias, hasta la más humilde. Se acerca a sacerdotes enfermos y a aquellos que no han podido alcanzar lo que se habían propuesto de jóvenes. Acude a hospitales sobre todo de niños-, socorre a los pobres. Por primera vez un Papa, como obispo de Roma, visita una cárcel la Regina Coeli. Entre sus bendiciones y el aplauso de los presos, les cuenta una historia:

 

-“Me horrorizan las cárceles, pero como vosotros no podéis venir a visitarme, vengo yo a visitaros a vosotros. Voy a contaros una historia. Cuando era pequeño robé una manzana y no me cogieron. Sin embargo, a mi hermano que cazó sin permiso, sí que lo llevaron al calabozo. Tuvo que dar muchos pasos hasta conseguir que la igualdad con los otros ciudadanos quedó restablecida”.

El Papa trata a los ladrones y asesinos como hijos y hermanos. Y cuando llega al pabellón de confinamiento de los incorregibles y quieren prohibirle que entre, ordena con voz imperativa:

-“¡Abran las cancelas! No haya barras entre ellos y yo. Son todo criaturas de Nuestro Señor.



Vísperas de morirse, los presos del Regina Coeli han encargado a su capellán que envíe un telegrama al Vaticano, cuyo texto dice: “Santo Padre, estamos de todo corazón a vuestro lado”.

 

En el vídeo, cuyo enlace se encuentra al final de este artículo, vemos la expresión del monseñor que acompaña al Santo Padre y que es todo un poema. También se ha suprimido la palabra “hermano” por la de pariente; que un Papa tenga un hermano malhechor es un poco fuerte, mientras que pariente puede ser lejano, no hablarse con él, ser la “cabeza loca de la familia”… En esta época está todavía muy de moda una canción francesa que ha dado la vuelta al mundo: “La vida en rosa”. El padre Lombardi, S.J. que domina al Papa, a la Curia, al Vaticano y no digamos a L’Osservatore Romano, que es lo suyo, se dedica, como la canción, a dulcificarlo todo, y sin permiso cambia la palabra en el periódico y en cualquier discurso. Lo único que obviamente no se atreve a tocar son las encíclicas papales.

 

Después de la unidad de Italia –cuya capitalidad radica en Roma, por los Pactos de Letrán 1929-30-, se ha constituido un nuevo Estado, en el cual reina un rey absoluto y es la vivienda del Papa y obispo de Roma. A raíz de este acuerdo, los Papas se consideran prisioneros y se niegan a salir de su nuevo dominio. El Papa Juan XXIII rompe con esta norma y pasea no solo por todo el Vaticano sino por Roma, en coche o a pie. El Papa acaricia a los niños, habla con la gente, le saluda un matrimonio al que siendo niños salvó de la deportación en Ankara. Al llegar a las puertas de una sinagoga abierta y con fieles, se para, sale el rabino y les explica a los suyos quién ha sido este hombre. Le dan vítores y el Papa Juan se despide dándoles su bendición.

 

 

Con lo que antecede, se puede resumir la originalidad y la grandeza de este pontificado. Sin cambios notables de estructura, guardando tradiciones y rutinas, siempre que fuese la calidad lo que moviese a guardarlos o suprimirlos. Sus decisiones son personalísimas y más que como un noble diplomático, se comporta como un campesino con una diplomacia realista y tierna, obligando a la jerarquía eclesiástica, a la Iglesia y al mundo en general, a cambiar ante sus perspectivas. Llama la atención el que siendo un rector único y tan personal le ayude tanta gente en cualquier proyecto de su vida.

 

pqp

 

Ecumenismo

El Doctor Fisher con sus acompañantes en el Vaticano

 

El doctor Geoffrey Francis Fisher, barón Fisher de Lambeth, visita al Papa Juan XXIII en 1960; la primera reunión entre un arzobispo de Canterbury y un Papa desde la Reforma Inglesa: un hito ecuménico. Al llegar al patio de San Dámaso, los lacayos abren las puertas del automóvil y el arzobispo desciende desplegando toda su estatura y se da cuenta de que entre los sirvientes no hay ninguna autoridad superior para conducirlo ante su Santidad. Pasados unos minutos acuden corriendo curiales por todas las puerta, abrochandose botones de la sotana y los enjoyados gemelos. Se les había olvidado la cita porque solo hace 400 años que la esperan. Y como entonces no había fotógrafos, no han recordado avisarlos ahora. Si como se dice, la caridad es la sublimación de la educación, no es la Curia la que la detenta en mayor grado, y desde el primer momento se pone en contra de la acción de un hombre cuya motivación para obrar es la bondad, el amor y la unidad. Afortunadamente el doctor Fisher, persona mayor, muy baqueteada por la vida, se hace cargo de la situación y acude donde le espera el que le ha invitado. Es un encuentro íntimo y familiar en el que dos ancianos desgranan sus memorias y se ponen a disposición uno del otro para que una situación tensa se normalice y pueda llegar a un entendimiento. Ha llegado el ecumenismo, que recibirá carta de naturaleza con la celebración del Concilio.

 

Los dos “jefes” se entretienen escrutando el cielo con un pequeño telescopio y los dos comentan:

-“Mire hasta dónde ha llegado Gagarin. Ha estado más cerca de Dios que nosotros”.

 

Isabel II, acompañada del Duque de Edimburgo, rinde visita de Jefe de Estado a su Santidad el 5 de mayo de 1961. El príncipe Carlos –algo inusual por la novedad que supone- asistirá a la canonización del Cardenal Newman, el primer santo inglés no mártir desde la Reforma, el domingo 13 de octubre de 2019.

 

Definición de Ecumenismo.- Postura religiosa caracterizada por su apertura hacia las distintas Iglesias cristianas con el fin de crear una sola Iglesia universal. Conjunto de actividades destinadas a favorecer la unidad de los cristianos. (María Moliner)

 

Alemania está destruida. No quedan en pie los hermosos templos –dedicados a una u otra religión – que la adornaron. Católicos y protestantes utilizan los mismos locales, hablan, así como sus sacerdotes y pastores. Las palabras pueden ser constructivas y destructivas, basta con saber elegirlas. Empieza el turismo. Clérigos de distintas religiones se encuentran por el mundo en reuniones, conferencias, intercambian ideas…

 

La década de los 50 fue una magnifica época que, por desgracia, no se repetirá. La vieja Europa se reponía de sus heridas y manifestaba una situación saludable en apariencia desde el punto de vista religioso. A causa del existencialismo, el marxismo y los ataques al cristianismo, estaba derivando hacia un proceso de secularización y descristianización. Había voces discordantes de conocidos y buenos cristianos en los campos de la filosofía, la literatura, la política y la ciencia, que lo hicieron notar.

 

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Concilio Vaticano II (1962-1965)

 

 “El 25 de enero de 1959 –festividad de la Conversión de San Pablo- fue un día como los demás –cuenta Loris Capovilla-. Se levantó el Pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de comer para la primera colación, dio una hojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de los discursos que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo Extramuros. La primera parte de la ceremonia duró desde las 10:30 hasta las 13:00 horas. Entonces entramos a la sala de los monjes benedictinos, nos retiramos todos y quedó el Papa con los cardenales. Leyó el discorsetto –discursito- que había preparado”.

En él les anuncia la celebración de un próximo Concilio ecuménico y queda un poco descolocado al ver que es recibido con un respetuoso silencio. De hecho, hay cardenales que contestarán por escrito si asistirán o no, pero hay 38 que cometen la descortesía de ni siquiera contestar.

 

Procesión apertura Concilio Vaticano II

 

Al anunciarle su idea del Concilio a su secretario particular Loris Capovilla, este se regocija porque sabe que es una idea muy querida por el Papa y él mismo conoce su necesidad. Después se lo comunica a su secretario de Estado, Tardini, y no conocerá bien su reacción. Pero no hay que olvidar que al acabar el conflictivo asunto de los bautismos en Roma, ha decidido “pasar página” y durante el pontificado de Roncalli se muestra un poco menos “asilvestrado” que de costumbre. Además, el Papa le pasa la carpeta con la lista de los nuevos cardenales que va a nombrar en el cercano consistorio y Tardini puede leer su propio nombre.

 

Sin embargo, la celebración de este Concilio conmocionó al mundo entero. La noticia y los comentarios se produjeron tanto en la prensa italiana como en la internacional. Solamente L’Observatore romano da la nota, como de costumbre. Se limita escuetamente a comunicar el hecho.

 

El Papa Juan sí que lo convoca, pero no es una osadía, es algo muy meditado. Una decisión personal es lo que le lleva, bajo su dirección, a reunirse con los obispos, basado en la corresponsabilidad y desde el espíritu de Jesús. Saber interpretar los signos de los tiempos que conduzcan a una renovación, a un entendimiento ecuménico y a un aggiornamento o puesta al día que produzca un nuevo Pentecostés.

 

Y no lo hace desde el poder que tiene de hablar ex cáthedra, pero el poder hacerlo obliga a pensar que una decisión tan inesperada, tomada por un Papa cercano a los 80 años, era como si se lo hubiese inspirado el Espíritu Santo, dándole un empujón muy especial y un poco fuerte. Esta asamblea no tiene resonancias imperiales ni tridentinas. No es definitorio ni punitivo. Simplemente una reunión para reflexionar y ponerse al momento que se vive. El Papa tiene que usar sus singulares principios metodológicos, especialmente una regla básica a la que le gusta atenerse:

 

Insistir más en lo que une y demostrar la máxima disposición a ceder.

 

Interior Basílica de San Pedro durante el Concilio

 

El número de participantes era superior al habido anteriormente unos 2.450 obispos, además de observadores protestantes y ortodoxos. También acuden de la comunidad de Taizé. La lengua oficial fue el latín, pero hubo un batiburrillo de etnias y de idiomas, como tampoco se había visto con anterioridad.

 

El cardenal Frings, presidente de su Conferencia episcopal, recuerda en sus memorias que volviendo del Cónclave le comentó a su secretario:

-“Tengo la impresión de que pronto habrá un Concilio General”.

El teólogo Joseph Ratzinger presta sus servicios al cardenal Frings –a quien alaba mucho- en su arzobispado de Colonia.

 

El hecho de que Pío XI y Pío XII hubiesen recargado su autoridad doctrinal pontificia, hacía que muchos episcopados quisiesen volver a la colegialidad.

 

El Concilio Vaticano II es el eje vertebrador de un pontificado, donde el Papa Juan ha puesto el corazón y la mente, pensado desde años atrás, organizado y concurrido por toda clase de cooperantes. Es difícil encontrar en la actualidad un grupo de gente tan valioso como el grupo del Rhin –Frings, Koning, Suenens, Bea, Döpfner…-. Apoyan al Papa sin excepción y tienen un carácter personal y no dogmático, es decir, que las verdades de la fe tengan otra forma de expresión.

 

Son cardenales de gran prestigio y acuden al Concilio por su tendencia innata al diálogo, a la concordia y al pluralismo. Están abiertos al cambio y realizan aportes notables en la declaración Nostra Aetate.

 

El Concilio es único: ni dogmas ni castigos. Poner al día el Evangelio y la Fe.

Vivir en cristiano.

 

En los primeros momentos del Concilio se descubrió que sus componentes concebían de otra forma la Iglesia. Las ventanas se abrieron y la creatividad y esperanzas se dispararon. Pocas veces se ha visto como en esos años un movimiento de entusiasmo. Hubo conflictividad y enfrentamiento, pero también un soplo incontenible de libertad y madurez. Se notó la intervención del maligno, por ejemplo la resistencia brutal del obispo Lefebvre. El Papa Juan fue un milagro de vida, de sencillez y de fe, y llevó sobre sus hombros el espíritu y las decisiones conciliares. Todo con admirable respeto a las personas.

 

Hay un antes y un después del Concilio. La Iglesia es más plural. El catolicismo sufre una fuerte crisis, pero surgen secuelas positivas y brotes de una renovación evangélica. Hay menos número de vocaciones. África y Asia ya no son iglesias misioneras, sino indígenas. Se piensa que Roma pierde su centralidad y en otro modo de ejercer el papado.

 

pqp

 

Cuba, la crisis de los misiles

Días después de inaugurado el Concilio, se ven también en TV imágenes de Kruschev aplaudiendo en Cuba con el zapato en la mano sobre una mesa, y a Kennedy secándose el sudor de la frente.

 

Es la primera vez en la historia de USA que hay un presidente católico –“No os preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por vuestro país”-. Este hombre tiene una buena relación con el Papa y ha de hacer frente a lo que ha dado por llamarse “crisis de los misiles”. Accidentalmente, el servicio de espionaje estadounidense descubre que hay misiles soviéticos en suelo cubano, puestos en situación de disparar al continente. El mundo piensa que el Papa Juan es capaz de coger un avión e ir a Moscú y a Washington, pero ¡oh, desgracia!, la Curia hace aparece un documento en el que se excomulga a Fidel Castro. El Papa niega su conocimiento y, en efecto, era un borrador escrito por Ottaviani y sus secuaces por si había necesidad de que Pío XII lo firmase. En ese momento ya no hay que hablar ni de religión ni de excomuniones y se dirige a los dos contendientes para hablarles en nombre de la Humanidad.

 

Juan XXIII pedía a las dos potencias que solucionasen ellas mismas sus litigios. La Iglesia siempre habría defendido la guerra justa, pero desde el momento del uso de la energía atómica, ya no hay justificación.

 

pqp

 

El Papa ha puesto la idea y se tardan tres años en construir un perfecto andamiaje que permite que se inaugure el 11 de octubre de 1962. Gracias a la televisión se puede ver la cara del Papa Juan con una expresión alegre, aunque contenida. No asistirá a la clausura porque ya habrá dejado el mundo, aunque sabiendo que sus directrices serán seguidas hasta el final, bien que con las imperfecciones humanas.

 

Hay un grupo formado por los observadores no católicos, que por supuesto no participan activamente, mucho más enorme de lo que se esperaba, compuesto por muchas federaciones de iglesias cristianas y orientales. Los más difíciles de convencer son los obispos del Este, a los que Kruschev ha concedido permiso para desplazarse, pero temen las represiones políticas. No hay que temer. En el Concilio solo se hablan de temas religiosos y sociales. Ocupan el mejor puesto en la Basílica, a la derecha del  altar de la Cátedra de San Pedro, justo enfrente de los cardenales.

 

En una capilla grande se ha habilitado un café-bar. Los conocedores del hebreo gastan la pequeña broma de traducir bar por hijo y le llaman Bar Jonás o hijo de Jonás, con lo cual, muy finamente se lo dedican a San Pedro. ¡Estos teólogos! Que son un plantel formidable: Haring, Küng, Rahner, Lubac, Congar, Schillebeackx, Moeller, Daniélou, Ratzinger, Chenu…

 

El 10 de octubre, víspera de la apertura del Concilio, los teólogos alemanes, los más avanzados, se reúnen en la embajada alemana, preguntándose cómo va a ser posible un trabajo en el que la Curia tiene un excesivo papel directivo en las comisiones conciliares. Se habla de un Concilio breve, ceremonioso, sin grandes discusiones, que puede durar como mucho dos meses. El inicio, con la larga procesión habitual de los concilios, da comienzo en la Porta Regia, recorre la plaza y entra en la Basílica. El Papa cambia la silla gestatoria por la llevada por ocho porteadores que se detienen ante el presbiterio. El Papa baja, se arrodilla y entona el Veni creator y pronuncia el discurso de apertura que ha escrito él mismo:

-“Con harina de mi propio costal”.

 

 

Es una toma de postura valiente y clara. El grupo de observadores encuentra excesivo que el barroco no se dé solo en el estilo arquitectónico, sino también en la pleitesía al Papa. Se debe a la insistencia de la Curia que ha querido guardar las formas.

 

El Papa Juan, cuando se encuentra peor, se retira a sus habitaciones donde tiene instalado un circuito especial de TV que le permite ver las sesiones desde sus apartamentos, donde le retiene la enfermedad. A su lado hay un montón de tarjetones y una pluma: así puede felicitar de forma manuscrita a los ponentes, cuyas intervenciones más le han agradado.

 

A Ottaviani, ojo vigilante, no le gustan las tendencias aperturistas en materia política y religiosa. Hay dos posiciones enfrentadas: la de la Curia –que comprende a los cardenales que radican en ella y a sus partidarios- y la del Rhin –cardenales del norte de Francia, Benelux, Austria, Alemania y sus partidarios, que son muchos-.

 

Ottaviani está en contra del rito moderno de la misa, del uso de lenguas vernáculas, de la libertad religiosa, de la liturgia. Es tal su verborrea que hay que cortarle porque en sus intervenciones “se pasa” del tiempo señalado. Su gran debate se centra en las fuentes de la Revelación, que lo enfrenta al cardenal Agustín Bea, cuyo texto es el que prevalece. 

Aunque un Concilio es una cosa muy seria y trascendente, no se puede evitar el humor de los participantes que ante las fuertes discusiones entre Bea y Ottaviani, introducen un ligero cambio en el Confiteo:

-“Bea culpa, Bea culpa.

Bea máxima culpa…”.

Muerto el Papa y en dos sesiones sucesivas, los obispos tratan de elevarlo a la santidad sin más trámites, lo que Ottaviani impide. En 1967 manda un opúsculo a los presidentes de las conferencias episcopales en el que reseña los errores que tiene el Concilio. Cuando las palabras “Santo Oficio” se cambian por “Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe” y se suprime la lista de libros prohibidos, Ottaviani se horroriza y dimite. Lo cuidan en una fundación para niños que se debe a él y muere en el piso del Palacio apostólico donde se encontraba el antiguo Santo Oficio, entre sopores y sin casi enterarse de los que pasa en torno. Ya ha empezado el proceso de santidad del Papa Juan. ¿Verdaderamente el cardenal no se entera en algún momento que es él quien se ha equivocado?

 

Cardenales Ottaviani y Bea

 

pqp

 

Reconocimientos

Pocos meses antes de morir recibe el prestigioso Premio Eugenio Balzan, instituido por su hija para premiar su labor en pro de la paz. El gobierno soviético está de acuerdo con esa concesión.

 

Le aconsejan que no vaya debido a lo avanzado de su enfermedad, pero él quiere ir ante las personas que lo esperan, entre ellas el Presidente de la República Italiana, que se lo entrega personalmente. El Papa Juan justifica su presencia diciendo:

-“¿Por qué no? ¿Qué otra cosa podría ser más hermosa para un padre que morir en medio de sus hijos reunidos?”.

Por supuesto que la Curia ve con gran reparo que acepte el galardón y que a continuación reciba a determinada visita.

 

A la entrega del premio han acudido el director del periódico Izvestia, Alexei Adjubei, y su mujer Rada, hija de Kruschev, y han pedido audiencia con el Papa.

 

“Hace muchos años me prometí a mí mismo que si algún búlgaro, turco o eslavo llamaban a mi puerta, yo les abriría enseguida. –Le dice el Papa Juan a Capovilla.- Puede ser una desilusión o un hilo misterioso de la providencia que no tengo el derecho de romper”. El Papa Juan recibe al matrimonio y un intérprete en su biblioteca particular. “Tiene usted las manos grandes como las de mi padre. Manos de campesino”.

La historia ha demostrado la importancia de un gesto inesperado: la diplomacia de las relaciones personales de Juan XXIII.

 

El que la joven rusa fuese recibida en ese momento por el Papa Juan, dio pie a que empezase el deshielo con el Kremlin. Permitió que la diplomacia de la Santa Sede se acercase a la Europa del Este, obteniendo espacios de libertad después de tantas décadas de dura opresión. Roncalli, tres meses antes de su muerte, deja a sus seguidores una lección: las conquistas del diálogo. Hasta L’Observatore romano cambia de registro. Rada recibe un rosario –el regalo del Vaticano- y una caricia para su hijo Iván –“se llama como yo”-. Alexei recibe las medallas del Concilio y una biblia con unas someras indicaciones de cómo debe manejarla. “El Papa nos acompañó hasta la puerta –dice Rada-, y lo que sucedió después, ya es conocido”.

 

El Papa de la Paz y la distensión.

 

El Presidente Johnson, a título póstumo, le concede la Medalla Presidencial de la Libertad. “… Para un hombre sencillo, con una caridad sencilla. Su bondad atravesó los límites temporales para calentar los corazones de los hombres de todas las naciones y de todas las religiones”.

 

Hombre del año, 1962

 

En abril de 1963, el director de la CIA, John McCone, advierte a Italia que hay un millón de italianos que han votado a los comunistas. La Conferencia Episcopal italiana se dispone a enseñar a sus fieles a quién hay que votar. Ottaviani amenaza con la excomunión y la prensa de derechas se solivianta ante el silencio del Papa. El presidente Kennedy envía al cardenal Cushing para que lo ponga al servicio de quien es su jefe espiritual.

 

El señor McCone actúa con la paranoia propia de los norteamericanos ante el comunismo. Él sabe perfectamente que estas ideas sojuzgarán parte del mundo gracias a los esposos Roosevelt –un poco rojillos ellos-, mientras que en Italia y Francia ha triunfado la izquierda en unas elecciones democráticas y libres y que poco a poco irán dando pasos a la alternancia de partidos.

 

pqp

 

Muerte personal

Rilke, eximio poeta alemán, está obsesionado por las dos vivencias centrales humanas: la vida y la muerte propias, es decir, por la trama de toda la existencia personal. El Papa Juan tiene una agonía dolorida, hermosa, larga y humanísima.

 

-El tono humano se lo da lo que a cualquier hombre: cumplir con su deber “profesional” –o sea, lo que la Iglesia llama la santificación por medio de la vida ordinaria-, con las realidades planteadas desde el principio como pastor de almas, cura, párroco, obispo y Papa.

 

-El tono de misión que se lo da el unir en su muerte dos términos antagónicos: dolor y paz. Remueve en los hombres las entretelas del alma y les encamina hacia solicitar el perdón.

 

-El tono de unidad de todos los presentes, puesto que las oraciones, rezadas o cantadas, puede utilizarlas cualquier cristiano, sin que ni la duda ni el fanatismo invaliden su uso.

 

Sin ser conscientes de ello, sus compañeros eligieron a un hombre de gran osadía, creyendo que era una persona sencilla y hasta simple y si siempre obedeció a sus superiores, fue porque sus órdenes no las tenía como provenientes de ellos sino de Dios. Lo que nos hace llorar, una vez muerto, de admiración, de cariño y de nostalgia.

 

El 3 de junio de 1963, Angelo Giuseppe Roncalli va al encuentro de su Señor.

 

Aquel muchacho piadoso se ha convertido en un hombre para la Eternidad.

 

Roma está desolada. La gente llora y corre en busca de un confesionario, al que quizá no se han acercado en largo tiempo. El mundo entero se entristece por la muerte de un hombre bueno. Rusia envía un pésame oficial, y barcos de su marina, surtos en aguas romanas, arrían sus banderas a media asta en señal de duelo.

 

Y en un país ribereño del Mediterráneo, un grupo de jóvenes recordará que, siendo niños, un señor vestido de negro puso en peligro su propia vida para que ellos salvasen la suya…

 

pqp

 

Di, Jesucristo, ¿por qué
me besan tanto los pies?

Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.

Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río,
volver a ser pescador,
que es lo mío.

                                                            Rafael Alberti

 

Urna con los restos incorruptos de Juan XXIII

 

                                                                                  pqp

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=J5qi_4DnpKg

 

https://www.youtube.com/watch?v=XNlrBNLl43A

 

https://www.youtube.com/watch?v=OxoNZVu8_FU

 

https://www.youtube.com/watch?v=4slwUp7mw1I

 

https://www.youtube.com/watch?v=G9SAg6gKjoM

 

 

 

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