EL ATRIO DE LOS GENTILES
Definición –según el diccionario de María Moliner- de templo.- Edificio destinado a un culto
religioso. Se aplica a un lugar en que se cultiva con especial devoción una
cosa no material tal como sabiduría, justicia o libertad o se le rinde culto.
La definición anterior se refiere a algo material, físico.
Existe también en un sentido espiritual: María es “templo del Espíritu Santo” y Jesús se refiere a su persona en el
mismo sentido cuando habla de él como templo –Jn 2, 13-25, “Destruid este templo…”-. El templo que conoció Jesús como hombre
fue el segundo, que llevaba ya 40 años construyéndose y todavía no estaba
terminado.
Se sabe de la enemistad entre samaritanos y judíos. Los
primeros habían levantado un templo sobre el monte Garizín que no llegó a ser
rival del templo de Jerusalén, centro de la vida religiosa de Israel, donde los
judíos peregrinaban tres veces al año, se celebraban las fiestas, los
sacrificios se sucedían y donde el cordero pascual era inmolado. Estaba
construido sobre la cima nivelada del monte Moria, adonde Abraham se dirigió
para sacrificar a Isaac. Todas las sinagogas existentes tenían el hejal –arca donde se guardaban los rollos
sagrados- orientada hacia el este, o sea hacia Jerusalén.
Las iglesias cristianas guardaron esta medida. Durante
siglos sus ábsides tenían la misma orientación que las arcas de las sinagogas.
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por tu inmensa
compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi
delito,
limpia mi pecado…”.
Este es el principio del Salmo 50 que compuso David para
pedir perdón por sus pecados de adulterio y muerte.
En su baño matinal, desnuda, Betsabé es observada por David
desde el balcón de su palacio, que concibe por ella una pasión pecaminosa. Es
un tema recurrente en la iconografía de este personaje bíblico. Un momento de
reflexión, aunque resulte frívolo. Todas las mujeres de la antigüedad, dignas
de ser recordadas, ¿estarían tan rebosantes de carnes como las de Rubens y demás
artistas? Así lo da a entender un refrán vigente hasta finales del XIX: “no hay mejor aderezo que la carne sobre el
hueso”. David –“el amado” o “el elegido de Dios”- manda al hitita
Urías, “uno de sus valientes”, al
campo de batalla y ordena a los soldados que lo rodean que se aparten y dejen
solo al general ante el enemigo, que rápidamente acaba con él. David y Betsabé
se casan ante la llegada de los hijos, entre ellos Salomón, que se criará en
medio de sus 72 hermanos.
Salomón es el último rey de Israel, con un comienzo
glorioso, pero estropeado al final de sus días. Tuvo 700 mujeres y 300
concubinas que le hicieron desviarse de su amor a Yahvé y volverse al culto de
los dioses de las esposas extranjeras.
A la vuelta del pueblo judío de la “cautividad de Babilonia”, hubo varios intentos de reconstruir el
templo. Durante el exilio, Ezequiel había anunciado la reconstrucción del
templo, descrito ya con todos los detalles, pero su visión profética no pasó de
ser un proyecto. Zorobabel, gobernador de Judá, se encargó de reconducir a los
primeros exiliados a su patria y Esdrás, sacerdote escriba, cuenta la
construcción del templo erigido en el emplazamiento del primero. Nehemías
escribe que hizo quitar las murallas de la ciudad y restableció la Ley Mosaica.
Se estableció el día de la “fiesta de los
tabernáculos” –El judaísmo, en el sentido moderno de la palabra, había
nacido-. (Ver Ez, Esd, Neh)
¿Qué era el atrio de los gentiles? Una enorme explanada
donde podían acceder tanto los circuncisos como los incircuncisos. Allí se
entablaban conversaciones entre los rabinos y personas que, no sabiendo a qué
divinidad dirigirse, iban a este templo a adorar a Yahvé. Los maestros de la Ley
contestaban a sus preguntas. Todo se desarrollaba en el campo religioso. Si
llovía o hacía mucho calor, existía un atrio al final de la explanada donde se
refugiaban los dialogantes para huir de las inclemencias del tiempo.
¿De dónde venía este nombre? El término “gentiles/paganos” viene del latín gens, de donde proviene el término “gentil”, y del griego ethnos/ethnê. En hebreo se dice goi/goyim. En la Biblia aparece este
nombre 561 veces, lo que demuestra el interés de los judíos por los
extranjeros, gentiles o paganos. Ahora ha sido abierto un espacio concreto:
todos están convocados, su voz se une a otras voces que van a la búsqueda del
Dios desconocido. La misma actitud de la Iglesia católica: uníos a mí, que yo
os llevaré a la Gloria.
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Benedicto XVI, en su discurso a la Curia Romana pronunciado
la víspera de Navidad de 2009, les habla del asombro que le ha producido el ser
tan bien recibido en la República Checa, siendo como es el país más
secularizado de Europa. Esto le había llevado a pensar en unos encuentros entre
creyentes y no creyentes. Piensa darle el nombre de Atrio de los Gentiles, como el que se utilizó en la época de Cristo
en el segundo templo de Jerusalén, como escenario interreligioso entre creyentes
y no creyentes.
Actualmente, este diálogo no se puede limitar a hablar de
Dios, sino a procurar entre todos una buena convivencia, con lo cual se discutiría
acerca de las grandes cuestiones de la vida humana: la cuestión de Dios, la del
sentido último de la existencia, la muerte, el origen de todo, el destino final
del universo, cuestiones de economía y sociedad, la emergencia climática, la
paz tan precaria, los grandes desplazamientos… Es necesario poner sobre el
tapete la buena voluntad de todos los reunidos para encontrar soluciones
consensuadas. El papa Benedicto confía al Consejo Pontificio de la Cultura la
llevada a la práctica de estas reuniones que se llamarán Atrio.
Armando Matteo, a través de su escrito La primera generación incrédula, dice que están llegando a las
catequesis parroquiales los nietos del 68, que han aprendido a organizar su
vida de fe conservando a veces algún elemento tradicional, como es administrar
el bautismo y hasta la comunión. Ya no llegan ni a la confirmación. ¿Qué es eso
de que hay un Dios único, que Jesucristo es nuestro salvador, que murió por
nuestra salvación, que el pecado nos aparta de Dios y que necesitamos su ayuda?
De todo esto nada. Recibida la primera comunión, a los jóvenes ya no se les
vuelve a ver en la iglesia. Tampoco se puede hablar de mayor participación
religiosa en colegios, tanto católicos como públicos.
Charles Moeller en su magnífica obra Literatura del siglo XX y Cristianismo, entre otros muchos
escritores estudia a Unamuno y a Camus.
Miguel de Unamuno, catedrático de griego y rector de la Universidad
de Salamanca, pasa su vida atenazado por la duda. Muere repentinamente y la
familia se da cuenta por el olor que produce su zapatilla de fieltro al
quemarse en el brasero –artilugio primitivo que utilizaron los españoles para
calentarse durante los años triunfales-, colocado en el interior de una mesa
camilla en la que don Miguel ha introducido sus piernas.
¿Dónde estará el alma de Unamuno? Muy sencillo: donde puede
estar la de un ser humano que ha escrito en su Diario: “La raíz de toda buena acción es la esperanza de la resurrección”; y
estos versos entresacados de una larga poesía:
“Guárdame Padre
eterno en tu seno, misterioso lugar,
pues vengo cansado
del duro bregar…”.
Albert Camus. Moeller lo estudia en el epígrafe El silencio de Dios. Después de una
primera juventud un poco equivocada, vuelve a su primitiva pobreza y nos
explica su filosofía existencialista a través de novelas y ensayos. Persona muy
correcta en su comportamiento, les reprocha a los sin fe como él que no hagan
burla ni critiquen a los creyentes, porque tienen tanto derecho a expresar sus
ideas como ellos. Escribe:
-“En el hombre de
hoy hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
No todos los escritores piensan igual aunque sean
creyentes. Como Unamuno, muere de manera súbita. La causa es un accidente de
automóvil poco después de recibir el Premio Nobel, cuyo importe ha servido para
comprar una propiedad agrícola que permitirá a su esposa –maestra- y a sus
hijos de corta edad vivir dignamente. Con su forma de ser, que demuestra su
conducta y su literatura, ¿será digno de la misericordia de ese Dios en quien
dice no creer?
¿Quién se interesa ahora por leer estos libros? ¿Quién
siente curiosidad por saber lo que pensaban los grandes escritores?
Benedicto XVI, el año 2012, habla en el Atrio de Portugal, cuyo lema principal
es “la aspiración común de afirmar el
valor de la vida humana”, a la vista de la creciente oleada de la “cultura de la muerte”. La vida nos ha
sido confiada no como algo de lo que se puede disponer libremente: Pertenece a
la herencia moral de la humanidad. “Todo
hombre abierto a la verdad y al bien, en medio de dificultades e
incertidumbres, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en su
corazón –Rm 2, 14-15- el valor sagrado de la vida humana: no somos un producto
casual de la evolución, sino que cada uno de nosotros es fruto de un
pensamiento de Dios y amado por Él”.
Estamos asistiendo a la desaparición de una época y con
ella, en lo que se refiere a la pastoral. También cambia o deben cambiar las
formas y maneras anteriores. Las iglesias y comunidades que tienen el valor de
cambiar, están llenas de vida y no por que traten de vivir la fe, sino dando la
prioridad a la acogida, que debe ser primordial en esta nueva época. Acoger no
como un número más, sino individualmente. Este trato es un problema propio del
mundo occidental, ya que las comunidades de Asia y de África rebosan de vida,
incluso en sitios que son impensables como el Golfo Pérsico, donde los
cristianos son minoría, pero llenos de vitalidad y entusiasmo en la fe. Y de
convivencia entre católicos de distinto origen.
El documento sobre
la fraternidad humana, publicado por el Magisterio de la Iglesia, habla de la paz
mundial y la convivencia común. Fue firmado por el papa Francisco y el Gran
Imán de Al-Azhar, durante el viaje del primero a los Emiratos Árabes en febrero
de 2019. ¿Por qué se firma? Tiene su historia. El famoso discurso de Benedicto
XVI en la Universidad de Ratisbona, levanto las iras del mundo musulmán por una
cita muy interesante y que se había venido estudiando a través de los libros
históricos del bachillerato. Aunque verdadera, se consideró inoportuna por su
contexto, ya que hablaba de la disputa entre el emperador de Bizancio, Manuel
II Paleólogo, con un persa culto, sobre el cristianismo y el Islam. El
emperador decía:
-“Vivir sin la
razón, sin el logos, es contrario a la naturaleza de Dios”.
El Papa Benedicto trajo a colación esta cita del emperador
porque le servía para poner de relieve que el Islam se había impuesto siempre a
punta de espada, menos en Asia, donde la defendieron comerciantes y viajeros. Aquello
no fue un castillo de fuegos artificiales, fue el estallido de un polvorín. Intelectuales
escribieron una carta que llamaron Los
132 Teólogos Musulmanes. En ella ponían de relieve los puntos de contacto
para propiciar un diálogo común. Como centro de dicha misiva pusieron el amor,
que como es sabido, es el corazón del mensaje de Cristo. “Amarás al Señor con todo el corazón y a tu prójimo como a ti mismo”.
De esta carta se ha evolucionado hasta llegar al documento que firmaron el Papa
Francisco y el Imán.
Heine-Geldern, presidente ejecutivo internacional de Ayuda
a la Iglesia que Sufre (ACN). “Queremos
alzar nuestras voces para hablar en nombre de aquellos que ya no pueden y de
los que son perseguidos y oprimidos en el mundo por causa de su fe”. De
cada tres países, hay dos que impiden la libertad religiosa.
Hay musulmanes que creen ser portadores de la verdad y ponen
en funcionamiento la guerra santa, especialmente contra los cristianos. Esto se
nota mucho en el tercer mundo.
Agustín de Hipona decía a los cristianos de su tiempo: “¿Por qué piensas, pues, que los tiempos
pasados fueron mejores que los tuyos? (…) Los mismos sufrimientos que
soportamos nosotros tuvieron que soportarlos también nuestros padres; en esto
no hay diferencia. Y, con todo, la gente murmura de su tiempo, como si hubieran
sido mejores los tiempos de nuestros padres. Y si pudieran retornar al tiempo
de sus padres, murmurarían igualmente. El tiempo pasado lo juzgamos mejor,
sencillamente porque no es el nuestro”.
En los Atrios,
creyentes y no creyentes consideran la fe algo serio y profundo. Se trata de
llegar a un acuerdo, no de una disputa académica ni una transacción. Ambos
grupos están hermanados en la actitud de búsqueda.
También es Agustín de Hipona, en su Tratado sobre la Santísima Trinidad, quien dice que a Dios se le
busca para encontrarle y se le encuentra al seguir buscándolo. Uno no termina
nunca de abarcar a Dios, como nos cuenta el niño que lleva un balde de agua a
la playa, tratando de meterlo en un hoyo, pero tampoco podrá meter a Dios en su
cabeza.
Puesto que el Papa reinante es el jefe del Atrio de los Gentiles y decide su política,
algunos se preguntan si esta forma de dirigir completamente los Atrios es diferente en Benedicto XVI que
en Francisco. Los dos plantean la salida de la inmanencia, o sea de sí mismo.
El papa Benedicto en un sentido vertical: la cuestión de Dios es la cuestión
del sentido último de la existencia. Francisco habla del “veneno amargo de la inmanencia”. Nuestra identidad se forma a
partir del otro, es la acogida que
damos a las grandes avalanchas que ocasionan los traslados masivos –refugiado,
emigrante-. Pueden desestabilizar la sociedad y transformarla, pero también el
cristianismo se va transformando. Cuando se produce un vacío, la tendencia es
que se vuelva a llenar.
Evangelii Gaudium es el gran
documento programático de Francisco. A lo largo de la historia ha habido muchos
cristianismos. En su origen estaba la Iglesia de los circuncisos y la de los
judíos que estaban circuncidados pero habían aceptado a Cristo como Mesías. A
ellos se habían unido los paganos que aceptaron las mismas creencias, y hubo
dificultades para la integración –Pablo le reprocha a Pedro que quiera que
todos los nuevos cristianos se circunciden antes de admitirlos como miembros en
la nueva iglesia-.
Siguen las cristiandades de lenguas semíticas, el
cristianismo asirio, cuya lengua es la aramea. Pasa por Irak, Persia, Siria e
India, hasta China. Tiene categorías diferentes de la Iglesia grecolatina. Estos
procesos son lentos, se puede hablar de siglos, y los que realizan esta
inculturación son los santos –los justos, los hombres buenos-, que viven en
medio del pueblo. Estos hombres adaptaron la liturgia a los usos y costumbres
de estos pueblos, el contexto cultural de los cuales es el que decide la fe
cristiana que nace ya adaptada a él. Las palabras de Jesús llegan a nosotros,
no simplemente traducidas, sino adaptadas. La biblia se predica en griego por
tener tanta importancia su lengua en aquel tiempo y salir del ambiente
pueblerino –dicho sea con todos los respetos- de Palestina, de Judea y Galilea.
Apasiona leer las palabras de Cristo que dirige a sus seguidores con el
lenguaje que estos hablan en el momento.
El rito romano se ha formado a través de siglos, porque las
personas necesitamos puntos de anclaje para nuestra existencia y los que dan
seguridad son las fibras más íntimas. La lengua materna es determinante porque
está metida en lo más hondo de los seres humanos. La lengua, la tierra, los
usos y costumbres, la cultura en general, están sujetas al dinamismo y no se
puede privar a un pueblo primitivo de sus características propias y aislarlo
por quererlo asimilar a los misioneros que le llevan la fe, en lugar de que
estos se amolden a la cultura del pueblo que van a adoctrinar.
Francisco Javier visitó Japón y no fue bien recibido. Al
cuestionarlos, los nipones le respondieron que él los había llamado “pobres” y
ellos le contestaron que eran “modestos”. Mateo Ricci, misionero jesuita ya
aleccionado, entra en la corte de Pekín como matemático e ingeniero y le regala
al emperador un reloj que los chinos no sabían hacer funcionar. Lo llamaron
para que hiciese ese oficio y el emperador le nombró “encargado del reloj”. Esa situación le permite entrar en el país,
conocer la cultura china y estudiarla. Tradujo con categorías mentales chinas
conceptos claves de la fe cristiana y valoró elementos de la cultura china,
como por ejemplo el culto a los antepasados. Los jesuitas actuales hablan de lo
difícil que es para los estudiantes nipones aprender la teología, quizá debido
a la diferencia de las categorías mentales japonesas y las europeas.
A Simone Weil, al llegar a USA durante la II Guerra
Mundial, se le ocurre entrar en una sinagoga judía etíope. Le parece que
aquello no es una sinagoga al uso. No hay que olvidar que los etíopes, dentro
de sus creencias, tendrían su modo de expresarlas. Pero cuando llega el momento
en que su vida peligra en Etiopía, su país de origen, el Mossad no duda en
poner en peligro su propia vida para rescatarlos y llevarlos a Israel.
Como todos los cuadros que pinta Murillo sobre el pueblo
llano, son de admirar los que muestra al pueblo iletrado oyendo las
explicaciones de los clérigos sobre las verdades fundamentales que han de
creer. Al duque de Gandía, antes de ir a la casa madre de Roma, se le ocurre
traducir del latín al castellano unas oraciones para que el pueblo pueda
participar. Gran cólera por parte de Felipe II que piensa que a los súbditos
hay que mantenerlos en la ignorancia por parte de la Iglesia y de la realeza.
Amenazado con la prisión, el duque huye a Portugal, donde vive la familia de su
difunta mujer. Calmado el gran enfado, Francisco de Borja se atreve a atravesar
España –muy despoblada en la época por las guerras de Flandes- y recorre a pie el
camino entre Portugal y Roma.
El rostro de Dios es un rostro multiforme. Surgirán otras
formas posibles de cristianismo y no será raro que surjan a raíz de los Atrios. El tiempo de las imposiciones se
ha terminado.
¿Será oportuno volver a nombrar a Agustín de Hipona?
“Nos hiciste, Señor,
para Ti, y nuestro corazón no descansa hasta que no está en Ti”.
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