lunes, 27 de febrero de 2017

¿Quiere usted ser mujer?

¿Quiere usted ser mujer?


A Ivet, mujer extraordinaria, que ha encontrado su “hombre heroico”.


  
Adán y Eva. A. Durero
(1471-1528)


Si alguien dice: “hay que pararse a pensar un momento cada día, exclusivamente a pensar” −y los alumnos, que tuvo en vida, veían cómo el Maestro se entregaba a este ejercicio mental excluyéndose del mundo circundante en plena labor docente−, uno se pregunta ¿cómo pudo salir de su pluma un artículo titulado “Hombre público, Mujer pública”, donde aquél llega a las más altas esferas del intelecto y del poder, mientas ésta ejerce de prostituta? Ortega no debió de enterarse de que Dios los creó hombre y mujer: complementarios en cuanto a la misión designada, iguales en cuanto a su condición de seres humanos.

¡Qué pena que el acto más sublime de esta vida, que es el parir a un hijo, se convierta a veces en un lastre a causa de la vida profesional!

¡Pobre hombre! ¡Lo que hay que trabajar para sacar adelante a una familia! ¡Es que no tiene tiempo para nada! Cuando llega a casa ya están los niños dormidos, ¡con lo que le gustaría hablar con ellos, reírse, jugar! Sí, pobre, ¡pobre hombre! Y esta mujer, ¿en qué piensa? Su obligación es estar en casa cuando llegan los niños del colegio, su sueldo no es necesario, lo quiere para caprichos, que administre bien el que gana el marido. ¿Qué es eso de que existe la igualdad en el seno del hogar? Cada uno a lo suyo, como toda la vida.

Lo malo es que el protagonista de este tipo de elucubraciones no suele ser del género masculino.

Si a una persona se le da a escoger el sexo y elige ser mujer, es indudable que le es bien conocido el significado de la palabra heroicidad. Si una hija le pregunta a su madre: “qué quiere decir la palabra rendirse” y la madre le contesta: “no lo sé, nosotras somos mujeres” ya se sabe que no conocerá el significado de rendición, pero sí el de lucha.

¿Hay alguien más heroico que un hombre heroico, entendiendo por tal a aquel que, en la oscuridad de la vida cotidiana ayuda a su mujer a desarrollar una personalidad que vale la pena de ser cultivada, a que forme parte de los que con su actividad intelectual contribuyen a que el mundo avance?

Emilia Pardo Bazán, nombrada catedrática por Alfonso XIII, no llegó a ejercer el cargo porque los alumnos se negaban a entrar en su aula, y encima el insensato Sr. Quiroga ya hacía años que le había planteado la cuestión de confianza: “elige: o tu trabajo o yo”, con lo cual el susodicho Quiroga se había quedado con el culo al aire.

¿Es de recibo que a una científica de la categoría de Margarita Salas, mientras vivió el marido, los compañeros de oficio la conociesen como “la mujer de Eladio”?

¿Por qué asombrarse de que media humanidad se resista a verse “invadida” por la otra mitad?

Cómo la quiere, cómo la trata. Siempre con regalos. Es que la lleva en palmitas. Su coche, su ropa, ¡siempre tan arreglada!, pero oye, nunca abre la boca. Y a mí me pareció que el otro día él le decía: “escucha rica, si te sales del tiesto te vas a enterar de lo que vale un peine”.

Eternas figuritas de Tanagra, ¿dejarán de parecer materia inanimada por más que se admire su exquisitez?

¡Qué grande es ser joven, pero sobre todo qué grande es ser mujer! Iguales y distintos, no más, pero tampoco menos. La mitad de un todo que, para completarse, busca a la otra mitad de ese todo, en un mismo terreno.







María Moliner o la pasión por las palabras (1900-1981)




María Juana Moliner Ruiz vio la primera luz en Paniza, Zaragoza (ella decía: “he nacido en el año 0”), primogénita de una familia que, completa, constaría de padre, madre y tres hijos; el padre era médico y en el hogar se respiraba cierto acomodo económico y sobre todo un alto nivel cultural, puesto que los niños estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, cuando desde Zaragoza se trasladaron a vivir a Madrid.

Fue el propio Américo Castro quien suscitó en la pequeña María el amor por la gramática y la expresión lingüística, que la llevarían a ser una de las mejores bibliotecarias, filólogas y lexicógrafas españolas.

De parte del Bachillerato se examinó en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid y del resto en el Instituto General Técnico de Zaragoza, ciudad en la que cursa también estudios superiores. Lo hace con verdadera pasión, obteniendo los mejores resultados: sobresalientes y premios extraordinarios en carrera, Licenciatura y Doctorado.

¿Y por qué esa vuelta a los orígenes? Entre los años 12 y 14 el Dr. Moliner hace un par de viajes a la Argentina y del último no regresa. Posiblemente la madre piense que es mejor encarar “en casa” la nueva situación económica, de la que los nietos, pasados los años, dirán: “fueron tiempos muy difíciles, como de época de Dickens”.

Salen adelante, pero contando con la ayuda inestimable de María, que ya de bien joven demuestra tener el extraordinario empuje que la caracterizará toda su vida. En aquel momento decide compaginar dos trabajos: continuar sus propios estudios y ejercer de eventual profesora de latín, matemáticas e historia. Los hijos, grandes observadores, nos dejan otro comentario: “aquello la ayudó a forjar su personalidad”.

Acabada la Universidad, María oposita al cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y en 1922 la encontramos en el Archivo de Simancas; de allí pasa a la Delegación de Hacienda de Murcia, en cuya Universidad fue la primera mujer que ejerció de profesora y donde, hecho trascendental para su vida personal, conoció a su futuro marido, Fernando Ramón Ferrando, catedrático de Física.

Se casan en Sagunto y forman un hogar ejemplar por su entrega, tanto mutua como a los hijos y a los demás, en su vida familiar, social y profesional.

En Valencia se desarrolla la época más fructífera de su vida. María, impregnada del espíritu cultural de la República, da lo mejor de sus dotes intelectuales; colabora con su enseñanza en la Escuela Cossío, en las misiones pedagógicas,…

Sus intervenciones en “A los bibliotecarios rurales”, pieza publicada en 1937, son apreciadas en España y en el extranjero. Dirige la Organización de Bibliotecas Rurales, y en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía Madrid-Barcelona 1935, presenta una comunicación titulada “Bibliotecas Rurales y Redes de Bibliotecas en España”.

En 1936, José Puche Álvarez, rector de la Universidad de Valencia (1936-1939), la llama para dirigir la Biblioteca Universitaria, puesto que abandona al año siguiente para ocupar la Oficina de Adquisición de Cambio Internacional de Publicaciones, al tiempo que la nombra vocal de la sección de Bibliotecas del Consejo Cultural de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico.

A principios de 1939 (el Nuevo Estado Español da como fecha oficial del final de la última Guerra Civil Española el primero de abril de 1939, aunque se había dejado de luchar tiempo antes), María publica el proyecto de “Plan de Bibliotecas del Estado”, del que Pilar Faces −bibliotecaria y escritora, y autora de una biografía de María Moliner−, en su libro “La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner”, Editorial Anabad, 1990, juzga al mencionado proyecto como “el mejor plan bibliotecario de España”.

Al término de la contienda hay una diáspora: muchos represaliados políticos se exilian y si se quedan en España, como es el caso de los Ramón-Moliner, pierden sus puestos de trabajo. Ellos lo soportan con entereza.

En 1946, Fernando es readmitido en Salamanca y a María se la destina para dirigir la biblioteca de la Escuela de Ingenieros Industriales, puesto en el que se jubila en 1970.

Es entonces, en la quietud del hogar y del trabajo doméstico, cuando María acomete su obra máxima: EL DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL, que publicará Editorial Gredos entre 1966 y 1967, y que ha conocido veinte reimpresiones en la misma Casa, más otras ediciones hechas por diferentes editoriales y los “cd-rom”.

María pone en su trabajo las capacidades discursiva y organizativa que la caracterizan. El entusiasmo promovido por su amor a las palabras y su tesón, derivan de la creencia de que solo la cultura puede elevar y hasta salvar a los seres humanos.

El 7 de noviembre de 1972, Daniel Sueiro publica, en el Heraldo de Aragón, una entrevista que le ha hecho a María y que lleva un título bien sugerente: ¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?

En efecto, vacante el sillón B, la RAE ha abierto el período de presentación de candidaturas y la de María está avalada por Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo (¡hurra por ellos!); la elección recaerá en Emilio Alarcos y en la entrevista María ya lo pronostica: el que será nuevo académico es un filósofo, conocido por sus numerosas publicaciones y ella solo puede presentar como obra escrita su DICCIONARIO (¡solo!), pero añade literalmente “…si en vez de autora hubiese sido autor todos dirían: “pero ¿y ese hombre? ¿Cómo no está en la Academia?”.

Su condición de mujer y su no pertenencia a la filología académica impiden la entrada a quien, con su presencia, hubiese prestigiado a la Entidad.

“¡Envidiosillos! ¡Que sois unos envidiosillos!” se puede decir sotto voce en referencia a los custodios del sacrosanto DICCIONARIO que publica la Docta Casa, tan serio y aburrido él y que no resiste la comparación con el de María: divertido, vivaz, creador, que “atrapa” cuando se tiene en las manos.

María ha aprendido inglés con el “Learner Dictionary”, que no solo enseña el significado de las palabras sino su uso, para qué sirven, cuándo pueden ser reemplazadas. Ella hace su trabajo en ese estilo; su diccionario es el más consultado y se le llama el “diccionario de escritores”. La autora atiende las consultas de estos y aun las de los académicos con los que guarda una buena relación y que en el año 73 le conceden por unanimidad el Premio Lorenzo Nieto, que “distingue trabajos en pro del idioma”, tiene prestigio y está bien dotado económicamente.

Pero María no es solo cerebro, es también mujer y como tal representa el estilo de “ser mujer en el siglo XX”. Pertenece a la generación de primeras universitarias: estudian y ejercen una profesión. Son responsables e inspiran respeto, pero también aprecian los pequeños detalles, les gusta arreglarse, vestir bien, acudir a fiestas, celebrar reuniones sociales… en suma, les agrada ser sencillas y elegantes. María lo fue especialmente, al demostrar su grandeza de ánimo en su reacción al no ser elegida académica en 1972.

Desde 1975 hasta su muerte, ocurrida en enero de 1981, María vivió con su mente sumida en las sombras por la arterioesclerosis cerebral que la había atacado. ¿Por qué tanto cerebro ilustre se ve presa de horribles enfermedades que lo privan de su lucidez?

Escuelas, institutos, calles, bibliotecas… la honran poniéndole su nombre; se le dedican trabajos literarios y televisivos. El libro titulado “Testimonio filial, mi madre”, nos transmite el amor y admiración de unos hijos.

SIGNIFICADO DE RECUERDO: “regalo al que se atribuye como objeto servir para que quien lo recibe no olvide a quien lo hace” (Diccionario de uso del español de María Moliner).

Adiós María. Estás con nosotros cuando gozamos consultando tu diccionario.





Edouard Herriot y las mujeres, ¿amigo?, ¿enemigo?




Nace en Troyes el 1872 y muere en Lyon, donde está enterrado, en 1957. Su infancia es triste, pierde al padre, oficial del ejército francés, y poco después a la madre. En su orfandad es acogido por un pariente sacerdote, que se ocupa de su bienestar y educación, pero, él lo explica de mayor, “forzó tanto mi formación religiosa”, que consiguió el efecto contrario al deseado: el abandono total de la Iglesia por parte de su pupilo.

Estudiante brillante, excelente profesor, hombre culto y galardonado escritor, en el caso Dreyfus se alinea con Emilio Zola; se supone que de ahí nace su simpatía por los judíos y, ya en 1887, publica el libro Filón, el judío, obra premiada por la Academia y que propicia su amistad posterior con Henri Bergson. La toma de posición ante una injusticia despierta su amor por la política y a ello ayuda también su boda con la hija de un hombre que lleva muchos años militando en las mismas filas políticas que él. Alcalde de Lyon desde 1905 hasta su muerte, lo que reporta grandes beneficios a esta ciudad, conseguidos por él mismo como la famosa Feria. Preside el partido radical socialista durante 30 años. Varias veces Ministro, 3 veces Jefe de Gobierno, es conocido por sus conciudadanos con el apodo de “la República en persona”. Fue uno de los políticos más populares en Francia. Mantuvo siempre buenas relaciones con Inglaterra y defendió la Liga de Naciones.

Estamos en los años 30; en Francia hay un Frente Popular; en España se llega a él como destino final de la II República. En el terreno político al uso se correspondían estas ideas con las religiosas, por lo que la izquierda no ve con buenos ojos a la Iglesia Católica, que es su enemiga, y la derecha favorece a esa misma Iglesia, nutriente como es de su numerosa clientela. Preside el cártel de las izquierdas, lo que le contrapone a Jacques Maritain, que alentaba a las derechas.

¿Qué pasa en aquel momento? En todo el continente europeo hay una serie de hombres brillantes, inteligentes, de gran valía, pero que en vez de procurar el bienestar y el orden, llevan a Europa al desastre: Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Holocausto, pobreza y desarraigo… Herriot se opone a Vichy y es deportado por los nazis a Alemania; a su vuelta continúa con su misma actividad pero la política se ha radicalizado con los famosos dos bloques y la oposición entre ellos es más dura.

Llegan los espléndidos años 50 que son un paréntesis: el Plan Marshall es un ejemplo de solidaridad; al Vaticano le ayuda de manera generosa Cáritas Norteamericana y, ¡oh sorpresa!, a mediados de esa década salta una noticia en la prensa: Herriot mantiene correspondencia con una monjita italiana, una completa desconocida. Antes de que se averigüe algún detalle Edouard fallece, pero dejando disposiciones sobre su entierro, que demuestran que ha reencontrado a Dios a través de una sencilla mujer. En el mismo Lyon, presidida por el Arzobispo de la ciudad, Cardenal Gerlier, de quien ha sido amigo-enemigo durante una larga vida, el hombre que simpatizó con Stalin, que reconoció diplomáticamente a Rusia, que atravesó Ucrania en plena hambruna diciendo que aquello era un Edén, recibe cristiana sepultura. Herriot ha muerto en el seno de la Santa Madre Iglesia como católico practicante.

Hay una faceta de Herriot no tan conocida: la melomanía. Él hablaba de la emoción espiritual que le producía la música y de sus desplazamientos a cualquier ciudad europea para presenciar una ópera u oír un concierto. Confesaba que no pocos sinsabores de la política se le borraban al acudir a ellos.

Fue un gran protector del folclore musical francés.

Entre los libros que escribió destaca la biografía de Bethoven, de la cual se hicieron cincuenta ediciones en Francia y se calcula que se vendieron un millón de ejemplares en todo el mundo.

He aquí el retrato que François Mauriac nos deja de él:

Edouard Herriot era un gordo encantador y ese encanto le venía del contraste entre su enorme cultura, la abundancia de datos que poseía, una inteligencia sorprendente y la astucia, digamos la finura, de la política.

Sus frases, en las que se mezclaban la ironía y la malicia, las recordaban a menudo sus contemporáneos que las repetían.

¿Qué decía de la política?
La política es como las mofetas, huelen un poquito a mierda, pero no demasiado.


¿Y de la cultura?
La cultura general es como las mujeres, difícil vivir con ellas, imposible vivir sin ellas.



Madame Herriot con el Dr. Marañón en Toledo








José Puche Álvarez, o el ejemplo de un compromiso




Este extraordinario médico científico nace en Lorca en 1895 y muere en Ciudad de Méjico en 1979. Estudia medicina en Barcelona y al finalizar visita varias universidades europeas para, finalmente, especializarse en fisiología y doctorarse en Madrid. En 1936 se encuentra en Valencia, de cuya universidad fue rector (1936-1939).

En esta ciudad también fue responsable de Sanidad. Se preocupó por la mejor alimentación de los españoles. Procuró un reparto equitativo de los alimentos que tanto escaseaban en la zona republicana, conforme se acercaba el final de la contienda. Veló por que los puestos de responsabilidad estuviesen bien gerenciados, pero la mejor parte de sí mismo la dedicó a la escuela Cossío y, a los Archivos, es decir, a la vida intelectual, al mundo de la cultura.

En Valencia se recuerda su parte en la salvación de la Iglesia de El Patriarca, a la que no alcanzó ni el fuego ni el pillaje. En 1938, el Rector del Colegio-Seminario pudo entrar en dicho recinto de manera oculta y corrió al Sagrario: en su interior encontró intactas las cinco formas consagradas que habían quedado tras la precipitada partida. Es de justicia resaltar que nadie penetró en el lugar protegido y que se respetó la sacralidad del templo.

Ya en el exilio se ocupa de los trasterrados españoles. Forma parte del Ateneo Ramón y Cajal y del de la capital. Ejerce la medicina, trabaja en la Facultad de esa disciplina en un país que tan bien acogió a los españoles.

Precisamente el recuerdo de esta ayuda y el agradecimiento y respeto debidos a Méjico, se supone que es lo que impide que a Azaña, muerto en el seno de la Iglesia Católica, se le entierre de manera ostentosa o se haga público el hecho de su conversión.

En 1975 muere Franco, pero Puche no quiere volver a España porque considera que, en nuestra tierra y en aquel momento, no se dan las circunstancias idóneas para desarrollar una vida que valga la pena de ser vivida.

Anécdota contada por Ángela Carnicer, amiga del mismo Puche y de María Moliner:

-la Sra. Carnicer: Puche, ¿por qué se involucra tanto en cuestiones que le pueden perjudicar?
-Puche: ¿Usted sabe lo gratificante que resulta que todos los guardias valencianos se cuadren en mi presencia?





Ángela Carnicer Pascual, o una pionera de la educación en Aragón


Nacida en Saviñán (o Sabiñán) y muerta en Valencia (1893-1980), comprometida con la educación de la mujer y la Institución Libre de Enseñanza. Estudia Bachillerato por libre en el Instituto de Calatayud, y el título de maestra lo obtiene en la Escuela Normal de Teruel.

Entra en contacto con krausistas y Cossío. En la Junta para Ampliación de Estudios, cuyo afán es difundir la ciencia y la cultura españolas, sigue un seminario. El director de la JAE es Ramón y Cajal, y cuenta con vocales como Menéndez y Pelayo, Joaquín Costa, Menéndez Pidal,…

Ángela desarrolla una gran actividad, en la Escuela Cossío, en la Institución para la enseñanza de la mujer, en el Patronato del Instituto Escuela (que ocupaba el local del actual Centro Arrupe, cuyos propietarios habían sido expulsados en el año 31).

Es miembro de la junta directiva de la Asociación para el Fomento de la Cultura y la Higiene, de la Junta Valenciana de Colonias Escolares, presidenta de la Comisión de Excursionistas; pertenece al Ateneo Pedagógico, las Escuelas del Ave María, se matricula en la futura Escuela Provincial de Puericultura,…

En los años 20 ha conocido a Carlos Escrivá porque este ha ido a visitar a su hermana religiosa en el colegio de las Teresianas, donde ella vive, y se casan en el año 23, saliendo de novia de ese mismo colegio. Don Carlos pertenecía a la marina mercante de EE. UU., y por amor a ella renuncia a su trabajo y se establece en “tierra”. Buenísimo, encantador don Carlos, a quien los nietos llamaban “babo”. A parte de su trabajo profesional, el matrimonio hace vida social con amigos y se reúnen en la casa del matrimonio Ramón-Moliner, que tiene un piso en la Gran Vía Marqués del Turia, 22.

Continúa formando parte de tribunales de oposición, seminarios, conferencias. Empieza las misiones pedagógicas, idea de Giner de los Ríos, desarrolladas por Cossío. Y este dice: “el maestro que es hoy la palanca más fuerte para el desarrollo de la civilización, es también el camino más fácil y seguro para llevar la ciudad al campo”.

En aquel momento la tasa de analfabetismo superaba el 40% y el mayor porcentaje se encontraba en el medio rural.

Al acabar la guerra es represaliada y enviada a Lérida. Vuelve a Valencia en 1943, donde ocupa en la Normal los cargos de Directora y Profesora.

Ángela se jubila en 1963 y se le concede la Encomienda de Alfonso X el Sabio. Hay un grupo escolar que lleva su nombre. Culturalmente pertenece a la generación de 1915 (Ortega-Marañón-Pérez de Ayala).

Llamaba la atención la devoción, admiración, recuerdo, amistad que guardaban para con ella sus alumnos, hombres y mujeres, que iban no solo a visitarla, sino a pedirle consejo, pero aunque su trato ya no era el de profesor-alumno, sino el de viejos amigos, nunca se oyó que alguno de aquellos jóvenes, convertidos ya en personas maduras, la tutease o la apease el doña.

Y qué decir de sus tés sociales, celebrados en su propio hogar, acogedor y bien puesto, en donde reunía a las mejores cabezas pensantes de la época: Angelina, doña Angelina, ¿por qué no habrá más gente como tú?


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