Puerta del Hospital y actual Biblioteca Pública
Cuál era la
situación de los locos contemporáneos de Jofré
Como locos que eran hacían “locuras”: destrozos, molestias,
impertinencias… Eran irresponsables. Se burlan de ellos, pero los temen. Locos
y cuerdos se pelean y se insultan. Hay violencia, agresividad, exaltación. ¿Eran
endemoniados o pecadores que sufrían castigo por sus propios pecados o los de
los padres? Porque para muchos, la locura era la consecuencia de la culpa, del
vicio. Dice el refrán: “buenas palabras y malos hechos, engañan tanto a locos
como a cuerdos”, pero es indudable que el enfermo mental sufre más perjuicio
ante ciertas acciones porque no sabe defenderse. Y ¿qué consideración merecen
esos pandilleros o gamberros medievales que los acosaban hasta dejarlos
maltrechos o quizás muertos?
El loco es un personaje sin identidad, errando por las
ciudades, rechazado, expulsado, encerrado en torres, entregado a marineros para
que los lleven en naves a lejanas playas.
Valencia
ante el loco
Valencia, después de haber convivido durante siglos con los
musulmanes, estaba influenciada por su forma de pensar y actuar. Ellos, a los
que habían perdido la cordura, les llamaban “inocentes”, apelativo que recoge
Jofré para calificarlos y ampararlos. También decían que el orate es alguien “a
quien le ha dado un aire” (en valenciano se emplea la expresión coloquial “li
falta una ratlleta”), entendiendo por ello que es persona trasportada a otra
dimensión, que se aleja de este mundo y, quien se despega de su entorno, es
porque quiere estar más cerca de Alá.
Son seres humanos dignos de todo respeto, pero a los que
hay que cuidar porque no saben ocuparse de sus necesidades materiales. Para
protegerlos tenían lo que llamaban “maristanes”, especie de hospitales
(entendiendo por tal, lugar donde se da hospitalidad). ¿Quién mejor para
saberlo que un mercedario, buen conocedor por razón de su ministerio de los pueblos
árabes?
Dice Mahoma (570-632): “No confiar a los ineptos los bienes que Dios nos
ha confiado, pero encargaos vosotros mismos de ellos; alimentarlos, vestirlos y
hablando siempre con un lenguaje dulce y honesto”.
(Corán IV versículo
4)
Viajeros valencianos de los siglos XI y XII que se desplazan a países islámicos,
informan sobre estos “maristanes” y nos hablan de sus fundadores que lo son
también de las farmacias y de sus escuelas, hierbas medicinales, drogas… En sus
siglos de expansión, su Edad de Oro, los árabes conocen a los persas, a los
bizantinos y la medicina clásica, en los que se inspiran. Para estancias de los
locos utilizan patios a los que dan las habitaciones, con surtidores de agua, cuyos
juegos pueden aliviar la tristeza y la melancolía; la alimentación es la
adecuada. La terapia: música, danza, baños, trabajo; paseos por los jardines
construidos para ellos. El trato de los cuidadores es amable, comprensivo. Y
así las encontramos por: El Cairo, Bagdad, Fez, Marrakesh, Damasco… hasta Granada.
“No se puede olvidar el hecho de que los primeros
hospitales de insensatos se fundasen precisamente en el siglo XV en España.
También es significativo que hayan sido los mercedarios, muy familiarizados con
el mundo árabe, puesto que practicaban el rescate de cautivos, los que hayan
abierto el hospital de Valencia”.
(Michel de Foucault, 1926-1984 - “Historia de la locura en la época clásica”
F.C.E.)
El Hospital
y su construcción
Primera reunión de los hombres que se ofrecieron al Padre
Jofré. ¿Qué se dirían?
-“Seamos prácticos, señores, lo primero es tener un
proyecto”.
Lo preparan y lo presentan al Gobierno de la Ciudad que lo
aprueba y les nombra miembros de la Junta.
-“Y ahora a buscar un terreno adecuado”.
La Valencia medieval tenía un alcantarillado muy primitivo, la ciudad poca
pendiente, charcos con el agua ya podrida, callejuelas estrechas y retorcidas
llenas de basura (¡con la ilusión con que las hacían los árabes, como las de
sus países de origen, por la agradable sensación de frescor que da el atravesarlas!).
Resultado: olores pestilentes y enfermedades endémicas como tifus y paludismo.
La Junta encuentra un terreno que consta de casa y huerta, rodeado de
moreras, con buen aire y sin olores; sus condiciones higiénicas son aceptables.
Está cerca de la Puerta de Torrente, que desde entonces y de forma coloquial,
pasa a llamarse “puerta de los locos”. La entrada recae a la actual calle de
Guillem de Castro; la de la calle Hospital, hoy existente, es posterior.
1409.- 9 de mayo: comienzan las obras.
1409.- En diciembre llega el permiso de Martín I el Humano
(1356-1410) concediendo el de la construcción.
1410.- En febrero llega el privilegio del mismo Rey que da
por amortizados los bienes para manutención y conservación del nuevo edificio.
1410.- En marzo se firman las Constituciones, por las que
se regirá el nuevo hospital. En ellas, el rey aragonés, que a su vez lo es de
los valencianos, hace constar que su gobierno estará en manos laicas y
burguesas (lo que en la época se llamaba “hombres llanos”). En esto se sigue la
forma de pensar y actuar de Don Jaime en las normas de constitución del Reino de
Valencia.
1410.- 16 de marzo, Benedicto XIII expide una Bula que
autoriza la puesta en servicio del asilo, al que se ha de llamar de “Nostra Dona
Sancta Maria dels Innocents (Nuestra Señora Santa María de los Inocentes). Los
Santos Inocentes son los únicos canonizados sin tener uso de razón. El hospital
tiene cementerio propio y servicio de capellanía; se paga un canon a la
parroquia más cercana, que es la de San Martín, por el perjuicio económico que
se le puede causar.
1412.- Se inaugura el ‘Spital dels Innocents de la ciutat
de Valencia’, como nos da cuenta un libro que lleva el mismo título y que se
encuentra en el archivo provincial.
El Papa Luna se ocupa de la vertiente humana del loco, y
pide a los catedráticos y alumnos de Teología de la Facultad de Salamanca (por
la que pasaron Soto, Vitoria, Cano, Sotomayor…) que la tengan presente.
Luis Vives también ruega en sus escritos que se trate a
estos enfermos tan especiales con caridad y que se ocupen de su manutención e
instrucción; y Arnau de Vilanova, gran conocedor de los trastornos mentales,
les dedica publicaciones que merecen ser leídas aún hoy en día.
2012.- Se celebró el 600 aniversario de dicha construcción
al tiempo que se promovía la ‘Fundació Reial i General’ para la conservación de
documentos, estudio de ellos, publicaciones varias…
Cómo sería
el antiguo hospital
Pocas pruebas existen de cómo sería el primitivo hospital,
suficientes sin embargo para que se pueda especular.
1422.- Hay un asiento de gastos “per examplament de la
Iglesia vers la part de les dones” (para agrandar la Iglesia hacia la parte de
las mujeres), por tanto hubo una iglesia desde el primer momento y dos
pabellones a ambos lados de ella, incomunicados, uno para hombres y otro para
mujeres.
Otro asiento: “Vna clau per a la caseta que sta davant lo
moli” (una llave para la casita que está delante del molino); había un molino y
una casita que no se sabe lo que contenía, pero convenía tener bien cerrada.
1432.- Una partida de compra de madera: “per a fer cases
als fols si caen IIII en IIII e de V en V, la qual obra era de gran necesitat”
(para hacer habitaciones para los locos que quepan 4 y 5, es obra de gran
necesidad); en los pabellones, de planta baja y piso, cabrían varias de estas
habitaciones, con pocos pacientes, camas individuales y ventanas enrejadas que
permitiesen una buena ventilación.
Estos pabellones se comunicaban con los extensos huertos y grandes
patios con claustros, para que los locos pudiesen pasear y orearse con lluvia y
con sol.
En otro pabellón estarían las cocinas, el obrador, el
horno, las despensas, los lavaderos, sitios para el material de limpieza, el
menaje, vajillas, los refectorios…
Aparte estaban las dependencias del Mayordomo y las del
Spitaler, que vivía allí con su familia. También habría pabellones para
enfermería, farmacia y personal facultativo.
Un cobertizo para aperos de labranza y, lo más triste pero
inevitable, las celdas llamadas “gabies”.
Ya no eran cestas sino habitaciones individuales, con ventanas enrejadas y
camastros encastrados en la pared. Se utilizan cadenas, collares, grillos, pieles
de becerro como camisas de fuerza, cepos, perneras para reducir a los furiosos,
algunos como los de las cárceles, aunque ya no estaban en un ambiente sórdido,
propio de ellas ni con compañeros y carceleros que los pudiesen maltratar o
injuriar; tenían soledad y ventilación…
En diferentes fechas se encarga y paga al herrero “camals de ferro per als
fols, grillons e cadenes, vn cep de fusta, una garrotera per a la cadena de Na
Griselda” (perneras de hierro para los locos, grillos y cadenas, un cepo de
madera, una jarretera para la cadena de la señora Griselda).
No era la falta de principios de caridad, que regían en
todo el hospital, lo que motivaba este trato a ciertos locos. En los albores
del siglo XV se desconocía otro método que no fuese el coercitivo para defender
de sus ataques de furor a las personas de su entorno y a ellos mismos.
Vestido, alimento, limpieza.- Eran las
primeras necesidades materiales de los recién ingresados. Llevarían la misma
ropa que el pueblo, sencilla, de la época. Cuando salían por la ciudad, a veces
iban ataviados con trajes de colores detonantes: verdes y azules o azules y
amarillos, quizás para llamar la atención para obtener limosnas. En ocasiones
los presidía el ‘bisbet’ (obispillo) montado en un burro y llevando mitra y
tambor.
¿La alimentación? Sencilla, nutritiva y abundante. Las
comidas se repartían en varias horas diferentes, que ahora parecen absurdas,
pero que no lo eran en una sociedad que vivía con el sol: a primera hora, una
ligera refección; hacía las 10, la comida principal; después de mediodía, la
merienda y por la noche, coincidiendo con las vísperas, la cena.
1416.- Hay un asiento de compra: “verema per a fer vi” (uvas
para hacer vino), porque moderadamente los asilados lo bebían.
Su gran fiesta se celebraba el día de los Santos Inocentes
(28 de diciembre) con una comida digna de cualquier mesa del cuatrocentista
valenciano; también tenía importancia la de Jueves Santo.
En los libros de “Claveriats” (Cofrades) hay un apunte de dos de ellos, Bononato
Ballester y Nicolás Agulló, muertos poco después de la Fundación. En su
testamento dejaron dinero suficiente para que cada año se celebrasen ocho
comidas extraordinarias, especificando los días y el menú: “La primera pitança
se deu fer lo dia de Sent Maçia faent la dita pitança de gallines; la segona lo
dia de Santa Maria de Març de peix; la terça lo dia de Sant Creu de cabrits e
de vedella; la quarta lo dia de Sent Pere de anades; la cinquena lo dia de
Santa Maria de Agost, de vedella; la sisena lo dia de Sent Miquel, de gallines
e de vedella, la setena lo dia de Sant Andreu, de gallines; la huitena lo dia
dels Ignoscens, de gallines” (El primer banquete se celebrará el día de San
Maçia, constando de gallinas; el segundo el día de Santa María de Marzo, de
pescado; el tercero el día de la Santa Cruz de cabritos y ternera; el cuarto,
el día de San Pedro, patos; el quinto, día de Santa María de Agosto, de
ternera; el sexto, día de San Miguel, gallinas y ternera; el séptimo, día de
San Andrés, de gallinas; el octavo, día de los Santos Inocentes, de gallinas).
La limpieza era esencial tanto en edificios como en
enfermos. Se les llevaba a los baños públicos de la ciudad y se compraba lo
necesario para el aseo personal.
1421.- Hay una partida: “Al bany de En Miquel Lacer per lur dret de banyar
les fembres ignoscentes” (para el baño del señor Miguel Lacer por el derecho de
que se bañen las mujeres inocentes).
1438.- Otro apunte: “per fusos per a les dones” (para uso de las mujeres).
Finalmente el hospital cuenta con sus baños propios. Unas
pilas de madera llamadas “pasteres” (artesas). El frío y la humedad lo combaten
con esteras de esparto, puestas en suelos, bancos, zócalos y las ventanas las
cubren con telas enceradas. Si no un tratamiento específico, que no existía, un
tratamiento moral.
Se trataba
de proporcionar a los locos la mayor tranquilidad y comodidad.
Gobierno del
Hospital
El Gobierno de la Ciudad, que era de quien dependía el
Hospital, nombraba como sus delegados y por tiempo definido, a personas de
prestigio y de reconocida solvencia.
Régimen
administrativo
-Mayordomo.- Se ocupaba de la administración; lo que
hoy en día se llama un “gerente”. Este cargo lo ejercían de forma rotativa y
durante un año, cada uno de los componentes de la Junta fundadora. Suyas eran
la dirección interior de la casa, la administración de rentas, la elección de
empleados, la otorgación de documentos notariales; concertaba contratos de
obras, adquiría artículos de primera necesidad… Al acabar su período anual de
mandato, en el que obviamente no percibía sueldo alguno, daba cuentas estrictas
a quienes le habían nombrado.
-Procurador.- Este nombramiento recaía en un notario.
Representaba al Hospital ante los tribunales: forales, civiles, eclesiásticos.
Se ocupaba de documentos de compra-venta, de donaciones por testamentos o fuera
de ellos y de ingresar en caja el producto de colectas y limosnas que se hacían
en la ciudad o en cualquier parte del Reino.
-Recaptador.- (Recaudador) Empleado subalterno;
recogía las limosnas aportadas por los locos y las de los puestos establecidos
en iglesias y sitios importantes de la ciudad.
-Scrivá.- (Labores de secretaría) Aunque no consta
documentalmente, es muy posible que este cargo lo desempeñase la misma persona
que el de procurador. Redactaba las actas y acuerdos tomados en sesiones de las
juntas, los cuales se protocolizaban en “los receptorios de escrituras de cada
Scrivá” (los actuales Protocolos o Colegios de Notarios), lo cual ha permitido
que mucha documentación de la época llegue a nosotros.
-Spitaler.- (Conserje actual o Relaciones Públicas)
Recibía a los enfermos, los instalaba y se ocupaba de sus primeras necesidades.
También se ocupaba del aseo personal de los internados, de la alimentación y de
que estuviesen bien atendidos, así como de la limpieza del establecimiento y
del buen orden. Para cumplir con su cometido tenía una serie de subordinados de
ambos sexos. Su casa estaba en el mismo Hospital, donde vivía con la familia ya
que era condición sine qua non que estuviera casado y que su mujer desempeñara
con las mujeres el mismo papel que él con los hombres.
Por privilegio de la fundación se encargaba de salir por la
ciudad para recoger a los dementes e internarlos, para lo que contaba con la
ayuda de los empleados de los Justicias (actual policía) y autoridades del
Reino. Por último y lo más importante, tenía la obligación de cumplir y hacer
cumplir con toda exactitud las órdenes de su inmediato superior: el Mayordomo.
-Servicials.- (Enfermeros) de ambo sexos para el
cuidado de enfermos.
-Criadas.- Y puede que hasta esclavas, que prestaban
servicio en cocina, lavado de ropas, baldeo y aseo de los distintos
departamentos.
-Cocineros.
-Otra clase de servicios.- Se llamaba a personal de
fuera para algo determinado: herrero, albañil…
Régimen
facultativo
-Metge.- (Médico) Su sueldo era variable, dependía de sus
actos y no muy alto, pero era puesto muy deseado por la importancia y
honorabilidad que comportaba.
En el Hospital los hubo de la categoría de:
-Jaume Roig, clérigo, que fue también mayordomo; médico personal de la
Reina María la Doliente e ilustre escritor. Su
libro más conocido “Spill de dones” (Espejo de mujeres).
-Bartolomé Martí, médico personal de Isabel Borja, hermana y madre de
papas.
-Lluís Alcanyís, primer catedrático de medicina de la Universidad Valenciana,
autor del “Regiment preservatiu e curatiu de la pestilencia”, que en su materia
fue el primer libro que se imprimió en Valencia. La Inquisición los acusó, a él
y a su mujer de ser judíos; sufrieron tormento y muerte. Dejaron gran fortuna. Y
tantos otros…
-Cirurgia.- (no Cirujano en el sentido actual, más bien el
antiguo “Practicante”) Iba todos los días a practicar curas, aplicar la
medicación ordenada por los médicos…
-Specier o Apothecari.- (Farmacéutico) Preparaba pócimas o
fórmulas magistrales en su despacho del mismo Hospital; su sueldo también era
variable, dependiendo de los encargos que realizaba.
-Barber.- (Peluquero y barbero) Además de hacer su trabajo,
ayudaba al Cirurgia.
-Fadrins o aprenents de cirurgia.- (Mancebos, estudiantes
de cirugía) Ayudaban al Cirurgia y no cobraban mientras aprendían.
Régimen
económico.-
INGRESOS
|
GASTOS
|
-cuotas de los miembros de la Junta
|
-sueldos personal administrativo, facultativo, subalterno
|
-donaciones
|
-mobiliario, ropa de cama y personal, menaje
|
-colectas y limosnas
|
-víveres, combustible, hierbas medicinales
|
-legados testamentarios
|
-albañilería, herrería, cultivo huertos
|
-los enfermos, al ingresar, contraían la obligación de
dejar al Hospital como heredero forzoso
|
-gastos varios y
extraordinarios
|
El Gobierno de la Ciudad ayudaba a cubrir gastos cuando el
ejercicio económico había sido deficitario.
Trato a los
locos
Los furiosos y los enfermos encamados difícilmente podían
prestar cooperación, pero la mayoría eran “locos pacíficos”, con aptitudes
físicas para el trabajo, que empleado de forma racional y prudente se convertía
en un ejercicio higiénico. Podían trabajar de peones, acarrear materiales y
leña, ayudar en los huertos… Las mujeres hilaban lino, que luego se emplearía
en la confección de sábanas y de vestidos; ayudaban en cocinas, limpieza de “su
hogar”… Por vez primera se utiliza la “terapia ocupacional”.
Gozaban de cierta libertad de movimientos: iban a las
playas cercanas, donde se bañaban, y “los locos limosneros” se paseaban por la
ciudad pidiendo donativos.
¿Solo se admitía a enfermos valencianos? No, en el Spital
se admitía a cualquiera que lo necesitase, español o extranjero. En el Libro
Registro se encuentran las siguientes anotaciones: dos Vizquanzins, Alonsicho
lo Castellá, Ortega de Valladolid, Johan de Pavía, Lo Flamench, Johan lo
Francés, Johan l´Anglés…
Había dos excepciones: no se admitía a judíos ni a
mahometanos, aunque viviesen en la ciudad.
Se permitía el que los padres permaneciesen con los hijos,
cuidándolos, así como a personas piadosas, que, sin ser familiares, ofrecían
ayuda gratuita. El Hospital también admitía a dementes ‘de pago’, que ocupaban
las mejores habitaciones y podían comer ‘a la carta’, ya que pertenecían a
familias pudientes.
No se llegó a tener más de 50 internados; en el Libro
Registro consta los que hubo cada año, especificando sexo y edad.
En el siglo XX, con los locos ya en el Manicomio de Jesús, los médicos que
trabajaban en el Hospital Provincial, lo hacían de forma gratuita, siendo
siempre profesionales de gran valía y reconocidos méritos; las habitaciones de
pago se llamaban “de distinguidos” y continuaba habiendo personas de buena
voluntad que prestaban ayuda, lo que luego se llamó ”voluntariado”, término que
todavía no se usaba en España.
Qué es lo
que caracteriza a este nuevo Hospital
En aquel momento ya existían muchos hospitales en el mundo
y en la misma Valencia, que acogían a toda clase de enfermos y hasta a
indigentes privados de recursos. El del Padre Jofré se considera original y único
en el sentido de que es “monotemático” (palabra empleada con todo el respeto
debido a las personas de quienes se trata), porque solo asila a dementes.
1513.- “Els Jurats” (Los Jurados), brazo ejecutivo del
Gobierno municipal, piden y Fernando el Católico lo concede, la firma de una
ley que ordene la agrupación de todos los centros hospitalarios valencianos existentes
en ese momento. Aunque hay polémicas, todos se agrupan en torno al psiquiátrico,
quedando bajo su mandato, con el nombre de Hospital Real y General. En el plano
del Padre Tosca (1651-1723) se ve cómo estaba constituido este “complejo
hospitalario” en el siglo XVII.
Relación
entre la sociedad valenciana y los locos
Los valencianos del siglo XV aceptan que los locos estén
dentro del recinto urbano, integrados en la sociedad, pero controlados: el
orden lo establece el Hospital. Sus administradores se esfuerzan por conseguir
que sus conciudadanos no olviden a los recluidos, pero que los miren de otra
manera. Los locos (magníficos actores) dan representaciones teatrales dentro
del recinto hospitalario para toda clase de público que quiera verlos.
Lope de Vega (1562-1635), durante su destierro en Valencia, ve una representación
que le inspira la comedia “Los Locos de Valencia”, a la que pertenecen estos
versos:
“…Tiene Valencia un
hospital famoso
Adonde los
frenéticos se curan
Con gran limpieza y
celo cuidadoso…”
En pleno siglo XVI, Lope ve la perspectiva satírica de los locos y el
motivo es el hospital valenciano. En una época en que la literatura sobre la
locura apasiona a Europa, un autor español es el primero que utiliza este tema
en una obra teatral; es imitado, pero no superado en calidad.
Es indudable que la fundación de los primeros hospitales
psiquiátricos estuvo motivada por los valores cristianos; son consecuencia de
la caridad cristiana que cuida a estos enfermos con espíritu de sacrificio,
tanto más cuanto que es incurable el mal que padecen.
El siglo XV fue el Siglo de Oro Valenciano; la urbe
experimenta una notable expansión demográfica y el Reino se convierte en uno de
los centros mercantiles más activos del Mediterráneo; comercio internacional, seda,
cerámica. Se vive con el optimismo que da el que las cosas vayan bien.
Llega el XVII y en España aparecen los primeros síntomas de
una crisis económica profunda y duradera; de esa época es el dicho “todos somos
locos, los unos y los otros”. En el siglo en que vio la luz algo tan único como
“El Quijote”, ¿hubiese tenido Jofré la misma respuesta que tuvo en el suyo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario